Por Ricardo Roa | EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN
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Argentina puede negociar con el autoproclamado Comandante Chávez y con quien sea. Pero no por eso enredarse en polémicas bizantinas, sostenidas con golpes de efecto, histrionismo y autoglorificación. Chávez firmó acuerdos aquí y habló luego en Ferro y habló mucho, como siempre. Es un catequista empeñado en demonizar a los Estados Unidos y a Bush, que horas antes había avanzado con Lula en un estratégico acuerdo para buscar sustitutos al petróleo.
Además de negociar con Chávez, la Argentina debería estar discutiendo allí y está ausente. El petróleo que enriquece a Venezuela no es infinito. Se agotará más temprano que tarde y además contamina. Chávez ningunea a los biocombustibles. Más que eso: dice que sólo servirán para sostener el estilo de vida norteamericano. En todo caso, el petróleo también sostiene lo mismo. Bush, en persona, es un hijo dilecto de la riqueza petrolera.
Con la alconafta, los brasileños hicieron punta hace 20 años con un plan alternativo. Como nosotros con el gas, Estados Unidos hizo su camino en base al maíz, del cual es el principal productor mundial. Pero Argentina también tiene maíz, caña y sobre todo soja. Es imposible, claro, sustituir todo el petróleo por biocombustibles porque la tierra se necesita también para producir alimentos. Pero existen tierras y tecnología para incrementar la producción y la productividad. Se trata de estudiar los efectos ecológicos de esa mayor explotación. Y la forma de evitar que el aumento de los precios se traslade a los alimentos.
La energía es un factor clave del desarrollo. Y hoy se empieza a pasar de la fósil a la renovable. Ese futuro depende de una búsqueda real y pragmática y no de discursos maniqueos. Del potencial agrícola. Y para nosotros, ese recurso vital que surge del suelo importa más que todas las palabras.
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