Una opinión sana de un democrata progresiata
Javier Rojo
Presidente del Senado
La organización terrorista ETA decidió, el pasado 30 de diciembre, poner fin al alto el fuego permanente asesinando a dos personas en el aeropuerto de Barajas, a dos ciudadanos ecuatorianos que habían venido a nuestro país a labrarse un futuro para ellos y para sus familias. El Gobierno dio por roto el proceso de paz que tanta esperanza había generado en la sociedad española y, sobre todo, en la vasca, que es la que con más crudeza sufre esta lacra. Y mientras, el principal partido de la oposición continúa presionando al Ejecutivo con el terrorismo como única y principal baza electoral.
Los primeros días de 2007 han transcurrido en un clima político agobiante, crispado y desproporcionado con respecto a la realidad de España precisamente en un momento de bonanza y de crecimiento económico, de creación de empleo, de ampliación de derechos y de ayudas a los más necesitados y cuando un importante porcentaje de la sociedad española reconoce que 2006 ha sido un muy buen año en lo que a la situación personal de cada ciudadano se refiere.
No podemos negar que estamos ante una situación preocupante ya que la quiebra de relaciones entre el PSOE y el PP, entre los dos grandes partidos que están llamados a gobernar España, impide consolidar un clima de tranquilidad y sosiego que permita a las dos grandes formaciones avanzar en el entendimiento para afrontar el problema del terrorismo de ETA. Y esta situación se agrava por momentos ante la mirada atónita de los ciudadanos, que en muchas ocasiones no alcanzan a entender cómo es posible que seamos incapaces de sentar unas mínimas bases de consenso que incluyan a todos los demócratas para luchar contra ETA.
Reconozco que es complicado el entendimiento PSOE-PP. La oposición ha convocado o se ha sumado a seis concentraciones ciudadanas contra la política antiterrorista del Gobierno en lo que va de Legislatura. Manifestaciones en las que sin ningún pudor se nos acusa a los socialistas de claudicar, de rendirnos o, directamente, de ser cómplices de los etarras. Lo que no se entiende es que sean los mismos promotores de esos mensajes los que luego nos exijan pactar con ellos en ayuntamientos o diputaciones en Euskadi.
Es difícil de explicar que esas manifestaciones se han sustentado en muchas ocasiones en premisas falsas o erróneas; premisas que la oposición se ha encargado de que estuvieran presentes en el debate político de forma permanente. Me refiero a afirmaciones tan ligeras y, al mismo tiempo tan irresponsables, como que los socialistas habíamos pactado con ETA la entrega de Navarra, el derecho de autodeterminación del País Vasco, la legalización automática de Batasuna y que teníamos un acuerdo con la izquierda abertzale para gobernar en Euskadi. Todos estos argumentos se han demostrado falsos de toda falsedad. Sin embargo algunos se empeñan en repetirlos, quizá en un intento más de comprobar si es cierto aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
Lo que necesitamos ahora es sosegar los ánimos y trabajar juntos para derrotar a ETA. Y para ello hay que empezar por suscribir acuerdos en Euskadi basados en la claridad democrática y la pluralidad identitaria, en el respeto entre demócratas y en el cumplimiento de las reglas del juego por parte de todos. Sólo desde el respeto y desde la voluntad de consenso podremos avanzar de forma productiva en la creación de un futuro tejido sobre la convivencia entre distintos. La presión sobre alguno de los tres pilares del Estado de Derecho por parte de algunas formaciones políticas nacionalistas o de ámbito estatal tampoco ayuda a crear el ambiente necesario para tener la mente despejada y lúcida y avanzar en las soluciones y en la convivencia.
A veces parece que no ha pasado el tiempo y que seguimos enredados en un problema que tiene España desde hace más de 30 años. Pero no nos podemos permitir que todo el esfuerzo que ha venido realizando la sociedad española en su conjunto durante estas tres décadas quede nublado por la lacra del terrorismo y sus consecuencias, máxime cuando parece claro que todas las formaciones políticas quieren dar una solución definitiva a este problema. Si fuimos capaces de suscribir pactos entre todos los demócratas y contra ETA en el pasado, como el acuerdo de Ajuria Enea, debemos de ser capaces ahora de reeditar ese consenso, de unir nuestras fuerzas contra el enemigo común que es ETA.
Por otro lado, como está quedando demostrado, parece apagado el fuego apocalíptico que algunos vaticinaron cuando empezó la reforma de los Estatutos en varias comunidades autónomas y que las distintas regiones de España, desde la normalidad, van actualizando sus normas de convivencia y de funcionamiento para ganar el futuro. Confío en que pasadas las elecciones autonómicas y locales del próximo 27 de mayo podamos crear en el Senado la ponencia que debe seguir avanzando en la reforma de la Cámara Alta. La mayor parte del trabajo ya está hecho; ahora falta una clara voluntad política de dar a esta institución que presido un carácter territorial más marcado y quizá, un nuevo sistema de elección acorde a nuestro modelo de Estado para convertir al Senado en la cúspide del sistema autonómico español para, de esta forma, fortalecer aún más nuestro país.
En el ámbito económico espero que, cuando menos, se reconozca que las cosas van razonablemente bien. Hace pocos días, la OCDE hacía públicas sus previsiones sobre la economía española en las que se aseguraba que España crecerá un 3,3 por ciento en 2007 y un 3,1 en 2008. Asimismo, los expertos sitúan a nuestro país como el principal motor de creación de puestos de trabajo de la Unión Europea en los próximos meses, mientras se reduce la temporalidad y aumenta hasta el 46 por ciento los empleos indefinidos que se han creado en el último trimestre de 2006.
Si echamos un vistazo al último barómetro elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente al mes de diciembre de 2006, veremos que más del 60 por ciento de los encuestados aseguran que las cosas le han ido personalmente bien y el 46,5 por ciento cree que le irá aún mejor este año. Además, el 78,6 por ciento de los encuestados asegura sentirse muy o bastante satisfecho con la vida que lleva. Esto es lo importante; que la política resuelva los problemas dando solución a los mismos.
Este año 2007 entra en vigor la Ley de Dependencia, sin duda alguna, una de las más importantes de la democracia española ya que permitirá ayudas a casi dos millones de discapacitados, personas dependientes o mayores que no pueden desempeñar sus labores cotidianas sin ayuda. En un ciclo de crecimiento económico como el que atraviesa España, la redistribución de la riqueza se hace más patente si cabe universalizando el derecho a la atención a las personas que carecen de autonomía personal. Además del evidente impacto que esta Ley tendrá en nuestra economía, creo necesario subrayar que se liberará de trabajo a miles de mujeres y que algunas estimaciones calculan que se crearán cerca de 400.00 nuevos empleos gracias a este nuevo texto legal.
Aún así, son numerosos y muy importantes los retos que tenemos por delante en este año que ahora comienza: la inmigración, el empleo, la integración europea, el uso de las nuevas tecnologías, la energía, el envejecimiento de la población, el cambio climático o la educación, por citar algunos. Todos ellos temas que preocupan a la ciudadanía y en los que tenemos que poner lo mejor de nosotros mismos para alcanzar nuestros objetivos.
Ahora sólo falta que entre todos seamos capaces de contribuir aún más a esa satisfacción vital de la ciudadanía, que demos soluciones a los problemas de la sociedad en lugar de quedarnos atrapados en el ruido mediático y en la incapacidad para suscribir acuerdos. Porque hacer más España es resolver las demandas de los españoles. Hacer más España es respetar la pluralidad ideológica y la diversidad territorial desde la unidad.
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