16/3/07

ITALIA: LOS CENTINELAS DE RATZINGER

Dario Fo - Il Manifesto

Si pienso en Giulio Andreotti y en Clemente Mastella, en su disfraz hilarante de centinelas de la moralidad, me viene a la cabeza la comicidad americana de hace cincuenta años, el gordo y el flaco. ¿Y qué deberían hacer estos guardianes del presunto sentido común del pudor? Pues es obvio: vigilar para que no se concedan espacios y derechos a los homosexuales o a las parejas de hecho. Mala señal, esta irrupción obscurantista y clerical en la política. En lo inmediato, se ha confirmado que los dos desventurados senadores [comunistas] que se negaron a votar [con el gobierno de centroizquierda] sin valorar a fondo las consecuencias, han sido luego usados como chivos expiatorios de la minicrisis de gobierno. En cambio, es evidente para todos que la caída del gobierno ha venido precipitada por intereses muy distintos y por obra de algunos senadores vitalicios. Desde que tengo memoria, me traen a maltraer los obscurantismos de Andreotti; Franca Rame y yo los recordamos bien. Si por él fuera, estoy seguro de que sobre los gays imperaría todavía la censura. Es culpa de la escuela de que procede. Son posiciones clericales, no católicas, las que expresa.

Estamos ante un retroceso, junto al de los derechos de los gays y de las parejas de hecho, del entero nivel cultural del país. Es como si, impugnando los DICO [proyecto de ley italiano sobre Derechos y deberes de las personas con convivencia estable: DICO, por sus siglas en italiano], nuestros políticos hubieran abierto el congelador para meter en él todos los problemas importantes que este gobierno tendría que haber afrontado. Pienso en los conflictos internacionales y en el papel de Italia en ellos; pienso en los gastos militares y en los 100 cazabombarderos F-35 Lighting (rayo) que hemos comprado a los EEUU por mil millones de dólares. A propósito, me dicen que, detrás de esas aeronaves bélicas, está la Lockheed. ¿Os acordáis de la Lockheed y de sus escándalos hace unos cuantos gobiernos? En el congelador han entrado también los conflictos de intereses, y yo querría saber qué pasará con los demás temas sociales, con la lucha contra la precariedad, o con un enfoque distinto del problema de la emigración.

Tras estas maniobras y tras esta deriva obscurantista, veo todavía a la vieja DC (¿estamos seguros de que no moriremos democristianos?), y al frente de esa vieja DC, veo al antiguo cortejo de obispos y cardenales. Siento un poco de envidia de España, que en punto a subalternidad clerical tenía antes muy poco que envidiarnos a nosotros: España demuestra que la política debe guiar siempre los procesos de renovación. Es verdad: pagamos ahora elecciones de otrora, como haber aceptado subvencionar escuelas y universidades católicas. Pagadas por nosotros, los contribuyentes, en esas instituciones se forjan ahora las futuras clases dirigentes.

¿Cómo defenderse de la agresión y de los dos centinelas de las buenas costumbres? Cada vez que participo en reuniones de quienes se niegan a tirar la toalla, recuerdo que hay un país real, un pueblo compuesto de mujeres con niños en cochecitos, como en Vicenza, en el que tenemos que invertir. En las manifestaciones contra la base [norteamericana de Vicenza] he visto tantas personas no ligadas a partidos: muchas han votado a la izquierda. Nuestros políticos han tratado, primero, de que fracasara esa reunión cargando sus fusiles con la pólvora negra del miedo, como hizo el ministro Parisi con la intención de mantener alejadas a las gentes sencillas que por vez primera iban a manifestarse en la vía pública. Luego, cuando se manifestaron 200 mil personas tan pacífica como resueltamente, fingieron no verlas, para, finalmente, replicar a la manera absolutista: non possumus, porque pacta servanda sunt. Que desilusión, que impresión causa esta ceguera.

Los dos centinelas se mantienen en su sitio porque se percatan de que del derrumbe político y cultural del centroizquierda se ha rescatado y liberado un espacio. Sigamos empujando, hablando, escribiendo y, con o sin la bendición del presidente Napolitano, saliendo a la calle.

Dario Fo, escritor revolucionario italiano, fue Premio Nóbel de literatura en 1998.
Traducción para www.sinpermiso.info: Leonor Març

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