Podemos asegurar que el 2006, ha sido, en general, un buen año económico. A pesar de que el petróleo se mantuvo en una banda de precios muy elevada, llegando incluso a alcanzar en verano su máximo histórico, y de la subida de los tipos de interés en Estados Unidos y en la zona euro, el crecimiento económico a nivel mundial se situó, por tercer año consecutivo, cerca del 5 por ciento. Para el 2007, la mayor parte de las previsiones apuntan a que éste será algo menor, puesto que las economías norteamericana, europea y japonesa no tendrán tan buen comportamiento como en el 2006, por lo que el crecimiento se deberá sustentar en el dinamismo de los países emergentes.
Juan Carlos Martínez Lázaro. Profesor del Instituto de Empresa, Madrid, España
PORTAFOLIO.com.co
Independientemente de ello, es bastante probable que el petróleo mantenga su protagonismo durante este año. Aunque desde el pasado verano, su precio se ha moderado sensiblemente, será difícil que el barril se sitúe por debajo de los 50 dólares, salvo que se produjese una fuerte contracción de la economía norteamericana. Los países productores se han dado cuenta de que un petróleo rondando los 60 dólares apenas resta unas décimas de crecimiento a la economía mundial y genera, en cambio, sustanciosos ingresos. Por tanto, todo hace pensar que volverán a reducir la producción (la Opep ya lo hizo en dos ocasiones el pasado otoño), si observan que los precios siguen disminuyendo.
En Estados Unidos, el progresivo debilitamiento que viene experimentando la economía desde hace unos meses, el enfriamiento del sector inmobiliario y una inflación que se ha situado por debajo del 3 por ciento, hacen pensar que los tipos de interés han tocado techo en el 5,25 por ciento. De hecho, la Reserva Federal podría comenzar a reducirlos moderadamente en primavera, hasta llegar al 4 ó 4,25 por ciento a finales de año. Si así fuera, no sería extraño que el dólar continuase depreciándose con respecto al euro, ayudando a controlar el gigantesco déficit comercial norteamericano. El otro déficit, el fiscal, parece que estará más encauzado, una vez que los demócratas se han hecho con el control de las dos Cámaras legislativas. El marcaje al que están sometiendo a la Casa Blanca, en especial en el tema de Irak, augura que las alegrías presupuestarias de la era Bush se han terminado. Además, las previsiones de creación de empleo son optimistas, por lo que las apuestas giran alrededor de una tasa de crecimiento del 3 por ciento.
Por su parte, la Unión Europea, aparte de la incorporación de Rumania y Bulgaria, tendrá pocas alegrías en el 2007. Si las elecciones presidenciales francesas, la salida de Tony Blair de Downing Street y los intentos de encontrar una salida al laberinto en el que se haya la Constitución Europea centrarán la agenda política, las repercusiones de la subida del IVA en Alemania y la velocidad con que el Banco Central Europeo endurezca la política monetaria marcarán la agenda económica. En este sentido, no sería de extrañar que el 2007 acabase con los tipos de interés cercanos al 4 por ciento, a pesar de que los riesgos inflacionistas por el alza del precio del petróleo, parecen conjurados. Sin duda esto propiciará, para desesperación del sector exportador europeo, que el euro siga fuerte. Por consiguiente, la tímida recuperación que parecía estar produciéndose, especialmente en Alemania, no tendrá continuidad y nos tendremos que conformar con crecimientos más bien mediocres, cifrados entre el 2 y el 2,5 por ciento.
Mientras tanto, en España parece que continuará la fiesta. Aunque las subidas de los tipos de interés empiezan a notarse en el bolsillo de muchas familias, nada hace pensar que se puede truncar el ciclo de crecimiento que disfrutamos desde hace ya once años. La rebaja de impuestos con la que nos obsequiará el Gobierno en el año previo a las elecciones generales, la creación de casi medio millón de nuevos empleos y un superávit de las cuentas públicas cifrado en el 1 por ciento, serán los principales argumentos del España va bien que, traducido a crecimiento, volverá a ser de cerca del 3,5 por ciento.
Los desequilibrios, los de siempre, convertidos en una especie de enfermedad crónica que nos permite hacer una vida más o menos normal: una inflación recurrentemente más alta que la de nuestros socios europeos, un déficit comercial al que no hay manera de meterle mano, un escaso aumento de la productividad y una burbuja inmobiliaria que no se sabe si estallará o se desinflará suavemente. En otro orden de cosas, el 2007 será el primer año de la reducción de los fondos europeos que, aunque seguirán fluyendo, lo harán de forma más moderada que en los últimos años.
China volverá a ser la locomotora de Asia y la animadora de la economía mundial. El 10 por ciento que Pekín espera crecer este año, basado sobre todo en el dinamismo del sector exterior, impulsará al resto de economías de la región y su fuerte demanda contribuirá a que los precios de las materias primas se mantengan en máximos.
Por su parte, India presenta cada vez más credenciales para convertirse en el nuevo coloso económico. Su crecimiento basado fundamentalmente en el desarrollo de los servicios frente al modelo industrial de los tigres y dragones del sudeste asiático -se viene acelerando desde el 2003 y este año superará el 8 por ciento gracias a la demanda interna, a las exportaciones y a la entrada de capitales extranjeros; pero, al igual que en China, los dramáticos niveles de pobreza y las tremendas desigualdades sociales seguirán presentes por mucho tiempo. Mientras que la economía japonesa, a pesar de los buenos augurios y de las reformas que por fin parece que se ponen en marcha, no acabará de arrancar, lo que nos lleva a pensar que puede seguir sumida en su particular depresión durante un año más.
En Latinoamérica, concluido el año electoral, será interesante observar los rumbos políticos que toman países como México, donde Calderón deberá afianzarse institucionalmente e iniciar un complejo proceso de reformas; Perú, donde Alan García gozará de una segunda oportunidad; Nicaragua, en la que un aparentemente cambiado Daniel Ortega ha vuelto al poder tras dieciséis años de oposición; Ecuador, donde Correa deberá optar entre el populismo o la estabilidad; Argentina, en la que Kirchner tendrá que decidir si se presenta a la reelección o es su esposa quien lo hace; Cuba, una vez que Fidel parece definitivamente fuera de juego; Bolivia, con un Evo Morales que mantendrá los litigios internacionales por los recursos naturales y que cada vez está más cuestionado internamente; y, sobre todo, Venezuela, donde el reelegido Chávez parece dispuesto a iniciar su delirante camino hacia el socialismo del siglo XXI, aún a costa de conducir al país al más profundo de los abismos.
En el ámbito económico, el 2007 será el cuarto año de crecimiento sostenido, con una tasa que volverá a rondar el 5 por ciento. Con precios de las materias primas en máximos, una estabilidad macroeconómica desconocida (inflación media del 5 por ciento, superávit fiscales primarios...), remesas cada vez más abundantes y retorno de la inversión extranjera, la región debería centrar sus esfuerzos en trasladar a los ciudadanos la bonanza macroeconómica. Y en el ámbito comercial, convendrá seguir con atención la evolución de los tres vectores en los que se mueve la política comercial de la región: los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, las cada vez más importantes relaciones con Asia y los procesos de integración regional, especialmente con Mercosur, al que Venezuela se incorporó el pasado verano.
En Africa, mientras los precios del petróleo y de otras materias primas que el continente exporta abundantemente sigan en máximos, el crecimiento nominal se mantendrá en tasas cercanas al 6 por ciento. Pero, desgraciadamente, la inestabilidad política, la corrupción, los conflictos armados como los que se desarrollan actualmente en Sudán y en Somalia, y las enfermedades como el Sida, provocarán que la mayor parte de la población africana siga sumida en la miseria durante un año más.
En resumen, todo invita a pensar que en el 2007 no se producirán grandes sobresaltos desde el punto de vista económico. Sólo el contencioso que mantiene una parte de la comunidad internacional con Irán por el desarrollo de su programa nuclear, podría trastocar todos los pronósticos. El régimen de Teherán mantiene su firme voluntad de enriquecer uranio, aparentemente para uso civil, a lo que se oponen Estados Unidos y la Unión Europea porque piensan que su objetivo final es dotarse de armamento atómico. A su vez, Israel ha anunciado que no tolerará que Irán adquiera los conocimientos necesarios para convertirse en potencia nuclear. Ante esta dis-yuntiva, no parece descabellado pensar que la próxima crisis que afecte a la economía mundial vuelva a tener su origen en Oriente Medio.
China volverá a ser la locomotora de Asia y la animadora de la economía mundial".
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