El teólogo católico, aunque debiera decir mejor ecuménico, Hans Küng, llega a Colombia a lanzar un mensaje de tolerancia y paz que merece ser escuchado con atención en “la era del terrorismo”.
Salomón Kalmanovitz - 17-03-2007
El teólogo católico, aunque debiera decir mejor ecuménico, Hans Küng, llega a Colombia a lanzar un mensaje de tolerancia y paz que merece ser escuchado con atención en “la era del terrorismo”. Desde el 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos ha enfrentado los actos terroristas de una ínfima minoría con un asalto a Iraq, que era de los pocos regímenes laicos de Medio Oriente, y contra una religión que cobija más de mil millones de seres en el planeta. Huntington ha hablado del “choque de civilizaciones” para comprometernos a todos en una cruzada contra el Islam que, según él, incuba el odio. Odio contra odio parece ser la respuesta que encuentran adecuada los dirigentes norteamericanos y aquellos que se escudan en la misma lucha para imponerse sobre sociedades paralizadas por el miedo.
Küng, por el contrario, nos habla de la posibilidad de una ética mundial, basada en los preceptos de las grandes religiones del mundo que comparten entre ellas y que tienen que ver con la conservación de la vida, de la familia, de la propiedad y del respeto por las personas. Esa ética nos puede acercar a la tolerancia sobre la base de las reglas que siguen la mayor parte de las personas del mundo adscritas a religiones que en el fondo no son tan diferentes entre sí.
Küng se opone a la conservatización de su propia Iglesia, que dice no tiene por qué defender los dogmas de la Edad Media sino traer a la vida moderna reglas de convivencia y tolerancia que surgieron con el cristianismo primitivo. La Iglesia Católica, por el contrario, recrea la noción de que es la única dueña de la verdad y de la salvación, reimpone la liturgia en latín para que los fieles no puedan entenderla y desanda los pasos que diera en el pasado para establecer un diálogo constructivo con el judaísmo y el Islam.
La tarea de desarrollar una ética que le sirva de sustento a la economía y la globalización es otra de las tareas titánicas que se ha impuesto Küng. Para él, la globalización es inevitable y hay que aprovechar de ella los desarrollos productivos y técnicos que promueve. Sorprende el diestro manejo que ha logrado hacer este especial teólogo de la economía para criticar las posiciones ultraliberales en el sentido de que la libertad de los poderosos tiende aplastar las libertades de los demás. “La ilimitada libertad del más fuerte a costa del más débil”.
Küng plantea, como alternativa al ultraliberalismo de Friedman, el ordoliberalismo que surgió en Alemania de los escombros de la guerra, liderado por Ludwig Erhard, que combinaba la libertad del mercado con la defensa de un orden social, basado en un principio ético de justicia. Uno de sus exponentes, Müller-Armack, lo exponía así: “El sentido de la economía social de mercado es unir el principio de libertad de mercado con el de equilibrio social”. El Estado opera acá para mantener la competencia funcionando a favor de las mayorías y lo hace reprimiendo y castigando conductas monopolistas y antisociales de las empresas, entre ellas a que se produzca una negociación colectiva entre trabajadores y empresas, a la vez que las políticas económicas actúan de manera contracíclica para impedir que el orden espontáneo del mercado conduzca a una crisis financiera y económica. Con ese modelo de economía política, Alemania prosperó y mantuvo una gran estabilidad política y social después de la guerra sin crear dependencia dentro de la población.
La propuesta de Küng es entonces una síntesis que por un lado introduce el marco de la economía social (no capitalista) de mercado, dos conceptos que deben equilibrarse mutuamente: la libertad económica del individuo limitada por la justicia social y las exigencias del bien común. Todo ello resulta en un programa que afirma no sólo “la confianza en la autodirección y las fuerzas autocorrectoras del mercado y la competencia sino también el equilibrio social y la función ordenadora del Estado”.
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