Luciana Rosende (ARTEMISA)
País/es: Argentina
De las casi 3.000 armas que recibió el Registro Nacional de Armas (RENAR), desde que se anunció el plan de desarme voluntario, cerca del 60 por ciento fueron entregadas por viudas y ex esposas de los dueños de las armas. Del padrón de legítimos usuarios, solo el 3,52 por ciento son femeninos. La relación de las mujeres y las armas, entre el pacifismo y la discriminación.
'Un día vino una señora de 78 años, viuda, que sacó de una bolsa de supermercado una pistola 9 milímetros y una 380. Las dos estaban cargadas. Dijo que las traía exactamente como las había encontrado en su casa. No le importaba recibir un incentivo a cambio'. La anécdota que cuenta Andrés Meiszner, director del Registro Nacional de Armas (RENAR), refleja una tendencia: de las casi 3.000 armas que la institución recibió desde que en septiembre del año pasado se anunció el plan de desarme voluntario, casi el 60 por ciento fueron entregadas por viudas y ex esposas de legítimos usuarios.
Mujeres que se encuentran en su propia casa con armas que jamás usaron ni saben manejar. La campaña de desarme voluntario apunta, en gran medida, a estas personas que se preguntan 'qué pueden hacer cuando se encuentran con el arma', explica Meiszner. Pese a que ya salieron de circulación alrededor de 3.000, aún no comenzó a funcionar el Programa Nacional de Entrega Voluntaria de Armas, que determina -entre otras cosas- el pago de una compensación monetaria de entre 100 y 450 pesos a quienes acepten dar sus armas de fuego para su destrucción. Este proyecto que el año pasado se convirtió en ley está terminando de ser reglamentado y, en pocos días, podría ponerse en marcha.
Claro que la idea no es nueva. En otros países, como Brasil, ya fueron implementados programas de canje de armas por dinero. Incluso mucho más cerca, en La Plata, una abuela puso en práctica, sola, este mecanismo para desarmar a la población civil. Se llama Lidia Burry y tiene muy vitales 81 años. Hace tiempo empezó a acercarse a la villa para ayudar y llevar alimentos. Como su puerta de acceso eran los comedores, el primer vínculo lo estableció con las mujeres que llevaban a sus hijos o iban a buscar comida.
'Las chicas se quejaban por los tiroteos. Ellas me contaban lo que pasaba', recuerda Lidia. Y fue a partir de esas quejas como se le ocurrió poner carteles en esos mismos comedores proponiendo el canje pago. Esta jovial abuela sacó de la villa, en los últimos cinco años, alrededor de 900 armas.
Hasta ahora, Lidia no consiguió contagiar su iniciativa. Pero desde que conoció el programa que va a poner en práctica el RENAR, se entusiasma con la posibilidad de que su estrategia prolifere y se vuelva masiva. 'Una vez que empiece el RENAR, yo voy a derivar a los chicos', asegura. Claro que para un chico de la villa no es lo mismo que acercarse a la ventana de la casa de Lidia y -charla va, charla viene- hacer entrega del revólver. 'Yo les doy 100 o 120 pesos por un arma. Ahora les digo 'esperá que ellos te van a dar más', pero los chicos me dicen 'no, ahí no voy, les tengo miedo''.
A la abuela de La Plata no le hace falta elaborar estadísticas para advertir que casi todos los que se acercan para canjear sus armas son hombres. Y tiene muy claro por qué: 'La mujer es más pacifista. Los que me traen armas son varones. Ellos son los que están en la calle, los que forman patotas.
Ellas están en sus casas. Una mujer con ocho o diez hijos no puede salir a robar'.
Cuando la pistola la llevan ellas
La diferencia en la relación que hombres y mujeres mantienen con las armas va más allá del plan canje. Las cifras que maneja el Renar, por ejemplo, indican que de los 612.868 legítimos usuarios de armas, solo 21.576 son mujeres. Es decir, los usuarios femeninos representan el 3,52 por ciento del total. ¿A qué se debe la disparidad? 'Mi percepción -opina el director del Renar- es que muchos legítimos usuarios ven la posesión de armas como una cuestión machista, como que eso los hace más hombres. Las mujeres que están, en cambio, se destacan en lo deportivo'.
Así y todo, las mujeres que se dedican a la práctica de tiro son muy minoritarias en los más de 80 clubes de tiro que hay en el país. Para Elvira Bello, de hecho, ser la única mujer tiradora de fusil Mauser en la Argentina y convertirse en campeona -allá por 1996- le significó terminar enfrentándose en un juicio con la Federación Argentina de Tiro (FAT), que se negó a reconocerle el triunfo por su condición femenina. Una década después de sentirse discriminada, la Justicia determinó que la Federación debía indemnizarla.
Pero ella dejó de tirar. Se separó de ese fusil del que se sentía 'enamorada'. 'Dejé porque mis compañeros no querían ser aliados de la protesta, no querían ser castigados'. Elvira se quedó sin competidores. Sin embargo, reconoce que antes de consagrarse campeona no se había sentido discriminada. 'Ser mujer despertaba curiosidad. Eran situaciones risueñas más que discriminatorias', comenta.
Cuando la práctica de tiro desapareció de su vida, se dedicó a luchar contra cualquier tipo de discriminación hacia la mujer y creó la Asociación Moronense contra la Discriminación. Pero nunca perdió su pasión por las armas. Y se ocupa de reivindicarlas: 'Las armas están vinculadas a la violencia por una mentalidad que tenemos mal formada. Es lo que hoy la gente ve en las armas. Pero en el hecho concreto de un tirador deportivo no hay nada más lejos de la verdad. Para tirar, hay que estar tranquilo y ser bien pacífico'.
En este punto coincide la vicepresidenta primera de la Federación Argentina de Tiro, Eva Szabo de Puricelli. Pero solo en ese punto. En todo lo demás, las opiniones de Eva y Elvira están enfrentadas. Porque Eva ya formaba parte de la FAT cuando a Elvira le fue negado el premio que se ganó como tiradora de fusil. Pero ella considera que no se trató de un hecho discriminatorio sino de una aplicación incorrecta del reglamento. Al no haber otras tiradoras mujeres, sostiene Eva, a Elvira no se le debería haber permitido inscribirse. 'Yo nunca competí contra hombres. Soy mujer y compito contra mujeres. No me meto en su mundo y no me gusta que ellos se metan en el mío'.A pesar de querer vivir en un mundo con armas rosas y celestes, a la vicepresidenta de la FAT le gustaría que fueran más las mujeres que se acercaran a este deporte que a ella le fascina. 'Pero con tanta propaganda negativa no es fácil explicarles lo que se logra con esta práctica', protesta, y enfatiza que 'Elvira le hizo mucho daño al club; las mujeres entendieron que es un deporte donde se las discrimina y no es así'.
Eva dice que nunca se sintió discriminada en el club, entre sus compañeros. Pero sí puertas afuera, cuando confesaba entre otras mujeres cuál era su hobby. '¿Sos del tiro? ¿Llevás el arma en la cartera? Como mujer, ¿cómo hacés eso? Así me dicen las mujeres mismas. Los hombres al contrario, hasta me miran con admiración'. En su sigilosa lucha para lograr que las mujeres también se sientan cómodas en el universo de las armas, cuando Eva se topaba con damas en el club de tiro las aconsejaba: 'Les decía que se arreglen y se pinten antes de ir a tirar. Porque somos tiradoras, pero antes que nada somos mujeres'.
Maquilladas o no, la vicepresidenta de la FAT distingue claramente entre las que deciden aprender a tirar por seguridad y las que lo hacen como entretenimiento. 'Las que se acercan por seguridad normalmente no se convierten en deportistas. En mi caso, nunca estuvo en mi mente usar un arma para defenderme. Nosotros no estamos preparados para defendernos con armas. Los chorros, sí', afirma, aunque reconoce que nunca tuvo la oportunidad de testear en la práctica su convicción de no apretar el gatillo fuera del club de tiro.
Fuego cruzado
Y el problema, justamente, son las armas fuera de los clubes de tiro. En las casas. En la calle. Hace algunos meses, una investigación realizada por la Asociación para Políticas Públicas (APP) determinó que en un nueve por ciento de los hogares del país habría armas de fuego, y una encuesta estableció que el 38 por ciento de los que tienen armas lo decidieron 'para prevención o protección personal', mientras que solo el 5 por ciento 'para la práctica de tiro al blanco como deporte'.
La APP es una de las entidades agrupadas en la Red Argentina para el Desarme, que se ocupa de impulsar programas para el canje y la destrucción de armas de fuego, buscando desarmar a la población civil.
El mismo fin persigue, a nivel global, la Red Internacional de Acción contra las Armas Ligeras (IANSA, por sus siglas en inglés), que agrupa a 500 organizaciones no gubernamentales de todo el mundo.
En 2001, un grupo de mujeres pacifistas comenzó a trabajar para que se le diera un enfoque de género a la lucha contra las armas. Ellas crearon, en el interior de IANSA, la Red de Mujeres contra las Armas.
Esta organización fue una de las que elaboró -junto a Amnistía Internacional e Intermón Oxfam- un informe en 2005 titulado 'Los efectos de las armas en la vida de las mujeres'. La conclusión que se desprendía era que 'el 80 por ciento de las víctimas de los 650 millones de armas ligeras que hay en el mundo son mujeres y niños'.
Sarah Masters, coordinadora de la Red de Mujeres contra las Armas, lo explica así: 'La violencia armada expone a todos en la comunidad, independientemente del género, al riesgo de ser heridos o asesinados en el fuego cruzado. Pero cuando la cultura de la violencia armada echa raíces en una sociedad con falencias en el respeto de los derechos de las mujeres, el resultado es un incremento de la violencia de género'.
Ante esta combinación de violencia armada y violencia de género, la lucha de la Red de Mujeres no apunta solo a las armas ilegales. 'Si bien la aplicación de leyes en la mayoría de los países se enfoca en las armas ilegales -explica Masters- las legales son el principal elemento utilizado en los homicidios domésticos. Las mujeres son más proclives a ser asesinadas con un arma legal que con una ilegal'.
Desde que nació, la Red de Mujeres contra las Armas trabaja para extenderse por más y más países. 'Nuestro propósito es construir un movimiento unido y dinámico de mujeres resistiendo la violencia armada alrededor del mundo', destaca la coordinadora. Y asegura que 'las mujeres ya han tomado roles de liderazgo en el trabajo pacifista, la prevención de la violencia y la educación sobre violencia armada en todo el mundo'. En la Argentina, por ejemplo, hay una abuela en La Plata que aporta su granito de arena.
ARGENPRESS.info/12/04/2007
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