“La percepción de la ilegitimidad y la corrupción se extiende de la mano de la precariedad y la explotación salvaje de inmigrantes, mujeres y jóvenes”. ”Hay que plantear la necesidad de romper con el régimen surgido de la Transición e iniciar un proceso constituyente: es imposible matar una legitimidad –la republicana- por la que todo un pueblo ha dado su vida”.
ARGENPRESS.info/15/04/2007
Tema: Situación en España
País/es: España
Antonio Maira (INSURGENTE)
Oí hablar por primera vez a Angeles (Nines) Maestro hace muchos años. Ella era parlamentaria por Madrid de Izquierda Unida y responsable de cuestiones de solidaridad internacional. Militaba en el PCE. Siendo ella médico, me sorprendió su capacidad para hablar con profundidad política -y memoria histórica próxima o remota-, de cualquier asunto de política nacional e internacional. Algo absolutamente impropio de los dirigentes políticos en todos los niveles de IU y también del PC. Volví a contactar con ella, muchos años después, en una Marcha contra la base estadounidense de Rota, intercambiamos algunas frases que nos situaron mutuamente y a partir de entonces hemos mantenido contacto de manera más frecuente. En los últimos años compartimos muchas experiencias políticas, mientras Nines se convertía en invisible en Falsimedia y muy visible en la calle. Se la puede ver, discreta y firme, con un discurso certero y preciso en todas las manifestaciones contra la guerra, contra la OTAN, contra la precariedad en el trabajo y la exclusión de los trabajadores jóvenes, contra el imperialismo, contra el intervencionismo estadounidense en Cuba y Venezuela, por la promulgación de la III República, popular y socialista… Con otros compañeros y compañeras ha fundado Corriente Roja que, a mi juicio, es una bomba revolucionaria de tiempo...
“Lo llaman democracia y no lo es”
Antonio Maira.- ¿Crees necesario un proceso constituyente que “refunde el país”?
Angeles Maestro.- La refundación del país, junto a la reconstrucción del movimiento obrero, son los objetivos que deben vertebrar el renacimiento del sujeto revolucionario en el estado español.
La reapropiación de la democracia por el pueblo y la constitución de la identidad de la nueva clase obrera, precaria, femenina e inmigrante, son los pilares del proceso de cuestionamiento radical del orden actual que ya está empezando a definirse.
A.M.- ¿Puede servir el modelo de Asamblea Soberana que han seguido Venezuela y Bolivia, y está a punto de iniciar Alvaro Correa en Ecuador?
Angeles Maestro.- Lo que tienen en común los procesos de lucha popular en América Latina –en diferente nivel de desarrollo en cada país- es la impugnación radical, sin contemplaciones, del viejo orden basado en la partitocracia ejecutora de la agenda común del imperialismo –estadounidense y europeo– y de la oligarquía local.
Esa impugnación lleva en el frontispicio la exigencia de soberanía popular, de cuestionamiento de la delegación y de participación directa en la toma de decisiones. No se trata de cambiar el ejecutivo, después de que tantos hayan traicionado el programa del pueblo que les llevó al gobierno; es preciso engendrar desde la base un nuevo poder constituyente, un nuevo orden.
En ese sentido, conectan –a la gigantesca escala latinoamericana– con los gritos que se gestaron en el movimiento antiglobalización y contra la guerra “lo llaman democracia y no lo es” y “no nos representan”, y que apuntaban en la misma dirección. No se trata de reclamar “más democracia”, sino de gritar la evidencia de la exclusión, allí y aquí, de la mayoría, y de la incompatibilidad entre el capitalismo y poder popular (traducción literal de la palabra democracia).
A.M.- ¿Hay entonces un proceso de deslegitimación que se produce a pesar de los esfuerzos de Falsimedia al transmitir continuamente que “vivimos en el mejor de los mundos posible”?
Angeles Maestro.- Aún teniendo en cuenta las diferencias de escala citadas entre Europa y América Latina, el proceso de deslegitimación del capitalismo neoliberal es muy profundo en ambos lugares.
En las sociedades capitalistas desarrolladas, la percepción de la ilegitimidad y la corrupción del entramado político-institucional , se extiende de la mano de la precariedad y la explotación salvaje de inmigrantes, mujeres y jóvenes; de la ausencia de derechos; de la carestía de la vida; de la imposibilidad de satisfacer necesidades básicas, como la vivienda, las pensiones etc.
“La izquierda domesticada y las burocracias sindicales son los apuntaladores imprescindibles del sistema”
A.M.- ¿Quiénes sostienen el sistema?
Angeles Maestro.- De ese mundo “oficial” forman parte esencial como imprescindibles apuntaladores del sistema, tanto la izquierda domesticada que justifica su existencia propugnando ilusorias reformas que suavicen el capitalismo, como las burocracias sindicales que tanto en los grandes temas -baste recordar el papel de la Confederación Europea de Sindicatos, CES, pidiendo el SI a la Constitución Europea o negándose a convocar una huelga general contra la guerra-, como en los conflictos cotidianos, se comportan como fieles gestores de los intereses de la patronal y máxima garantía de la “paz social”.
A.M.- ¿Qué factores históricos inciden, en el estado Español, en este proceso de legitimación institucional- deslegitimación social?
Angeles Maestro.- En el Estado español hay algo más. Al arrancar la máscara de “democracia” de un capitalismo que niega expectativas de futuro a la gran mayoría, ante la juventud aparece la ilegitimidad originaria del régimen monárquico surgido de la Transición y la vacuidad absoluta de los supuestos derechos económicos y sociales recogidos en la Constitución de 1978.
Los jóvenes y las jóvenes precarios descubren que la represión de los movimientos sociales y de los inmigrantes es ejecutada con métodos que recuerdan los de la dictadura, que resurge con fuerza el esperpento de la extrema derecha generosamente financiada durante de décadas de “Pacto Antiterrorista”… y casi sin saber como, la bandera republicana irrumpe masivamente en las manifestaciones antiglobalización, contra la LOU y la guerra, en las luchas obreras, y se constituye en el símbolo de rebeldía, de contrapoder, de cuestionamiento del sistema.
A.M.- Se llame como se llame, un proceso de ese tipo, que “refunde el país”, es aquella deseada “ruptura democrática” que no se hizo en 1976- 1978. ¿Qué ha cambiado desde entonces y qué exigencias se renuevan ahora?
Angeles Maestro.- Treinta años después, un análisis objetivo de la realidad del estado español, permite concluir que ningún aspecto del programa democrático-popular de transformación social que vertebró la lucha contra la dictadura, se ha llevado a cabo. Los datos están sobre la mesa.
Desde el esperpéntico control de amplios sectores de la judicatura por la extrema derecha, a la Ley de Partidos Políticos que niega principios democráticos elementales, la extensión de la tortura, la anulación de elementos básicos de seguridad jurídica con la Orden de Detención Europea... la situación de los derechos laborales y sociales –cuyo retroceso con respecto a lo conquistado en la dictadura inician precisamente los Pactos de la Moncloa- y que nos colocan en el infame podio del país con más muertos en accidentes de trabajo de la UE y en el último lugar en la escala de protección social y laboral.
No solo fue un retroceso sociolaboral, se vendieron las grandes empresas estatales que pasaron a constituir monopolios privados, propiedad de las grandes familias del régimen, se avanzó decididamente en la hipoteca de la soberanía nacional entrando en la OTAN y multiplicando las bases, se privatizan los servicios públicos, se intensifica la especulación urbanística, etc.
A.M.- ¿Cuál fue el mecanismo que permitió ese fraude al pueblo?
Angeles Maestro.- Hay que decir que ese proceso se erigió sobre el gran consenso en torno al carácter neutral del estado surgido de la Transición y al gran pacto de silencio sobre la masacre de la guerra civil y de las cuatro décadas posteriores que tuvo como cómplices imprescindibles a las organizaciones de clase que se dejaron en ese proceso su propia identidad.
Se truncó bruscamente la continuidad histórica de la lucha por la democracia y la transformación social, que se mantuvo a pesar de las generaciones exterminadas y se sobrepuso al terror recreándose en sus objetivos y en sus organizaciones a lo largo de la lucha contra la dictadura.
El precio de extirpar la memoria y renunciar a la ruptura democrática, a cambio de las piedrecillas de colores de los derechos sociales de la Constitución de 1978 y de la ubicación de sus dirigentes en el aparto del estado, fue pagado por las organizaciones de clase, inmolando su propia naturaleza, sacrificando su identidad.
A.M.- En estas condiciones de derrota, frente a las organizaciones de izquierda que han asumido esa derrota como nueva identidad ¿Cuál es la tarea que deben realizar las organizaciones populares?
Angeles Maestro.- La tarea ahora es triple:
En primer lugar hay que plantear la necesidad de romper con el régimen surgido de la Transición e iniciar un proceso constituyente en el que el papel de la democracia directa y la construcción de soberanía popular aparecen con fuerza y son cualitativamente nuevos.
En segundo lugar hay que reanudar la continuidad del proceso histórico truncado en la transición, hacer que se reconozcan los jóvenes de hoy y los de hace 70, 60, 50 años.
Finalmente hay que construir las organizaciones y fortalecer los movimientos que, en las condiciones de hoy, permitan llevar a cabo la ineludible tarea de destruir el capitalismo y construir el socialismo.
“Nos mataron muchos cuerpos, pero no nos asesinaron el alma. Eso sucedió en la Transición”
A.M.- ¿Tiene nuestra II República la fuerza simbólica que ha tenido la “revolución bolivariana” en Venezuela y en América latina? ¿Cuáles serían los elementos generales o las referencias concretas para marcar el rumbo hacia una refundación constituyente?
Angeles Maestro.- Sin ninguna duda, sí. En América Latina los referentes simbólicos en el imaginario colectivo están representados por la lucha por la independencia nacional, el surgimiento de la identidad latinoamericana, y su fusión con el enorme aporte de resistencia cultural y de rebeldía de los pueblos originarios. Ese es el caleidoscopio explosivo que, con su clave de bóveda en la revolución cubana, atraviesa América Latina.
En la larga historia de luchas de los pueblos del Estado español, la II República –y sobre todo la revolución de Asturias y el Frente Popular– la guerra civil-revolución, su trascendencia como primera trinchera mundial de lucha contra el fascismo, la experiencia de las Brigadas Internacionales, de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, los durísimos 40 años de lucha contra la dictadura, la reconstrucción de las organizaciones de clase, la asunción del carácter estructural del derecho de autodeterminación como expresión de una amplia y creativa fusión de la reivindicación nacional con la de clase, tienen tanto potencial telúrico que sepultarlo, extirparlo de la conciencia popular, ha sido el principal objetivo del régimen surgido de la Transición.
Pero el exterminio de la mejor generación de hombres y mujeres que ha producido nuestra historia, la gigantesca amputación de su vitalidad colectiva, junto al terror generalizado del resto, la “pedagogía del millón de muertos” de la que habla Santiago Alba mediante la que las clases dominantes domestican cada cierto tiempo los intentos de rebelión, no fue aquí suficiente.
Paciente y sigilosamente, tras haber intentado la lucha armada, después de la derrota del maquis, inmediatamente después de la evidencia de que la Europa democrática, que había recibido el valor y la sangre de miles de republicanos españoles, retomaba la política de la “no ingerencia” frente a la dictadura franquista, los pueblos del Estado español –en medio del terror– retomaban la lucha. Se iniciaron las huelgas, las movilizaciones contra la carestía de la vida, se extendieron las “comisiones obreras”, resurgió el movimiento estudiantil...etc. La represión, el asesinato y la tortura eran feroces, pero la lucha se extendía y las organizaciones se fortalecían, muy destacadamente el partido comunista y comisiones obreras.
Resalto esto, que es bien conocido por quienes vivimos la lucha en la clandestinidad, porque es clave. Nos arrancaron a cientos de miles, intentaron que el horror cotidiano nos paralizara y no lo consiguieron. El “sí, se puede” se alzó reanudando la lucha, adaptándola a las nuevas condiciones, reconstruyendo el proyecto histórico. Nos mataron muchos cuerpos, pero no nos asesinaron el alma. Eso sucedió en la Transición.
A.M. ¿Quiénes fueron los verdugos de ese asesinato del alma?
Angeles Maestro.- Necesariamente tenía que tener como verdugos –para ser verdaderamente creíble– a los representantes de las organizaciones de la izquierda. El pacto de silencio, la narcosis de la juventud -la inducida por la “movida” y la producida por la intensa penetración de la droga en los barrios obreros-, la prohibición de las banderas republicanas que eran, como recuerda Alfredo Grimaldos, literalmente arrancadas por los guardaespaldas de Carrillo, intentaron lo que Franco no consiguió a su muerte: dejar todo atado y bien atado.
A.M. ¿Se está recuperando esa alma perdida? ¿La necesitan los jóvenes?
Angeles Maestro.- Cuando la necesidad de rebelarse ante la explotación y la barbarie cotidiana apremia, se necesitan referentes, coordenadas históricas, explicaciones de nuestra historia como pueblos y es ahora, cuando la generación de los nietos y nietas de quienes vivieron la guerra civil se encuentran con toda la preciosa y desconocida herencia de dignidad rebelde, de experiencia acumulada –también de errores a intentar no repetir– de quienes se dejaron la juventud y la vida por un mundo mejor.
La juventud aporta la frescura y su atracción por el descubrimiento de lo oculto, de lo prohibido, de lo que va contracorriente, de lo subversivo, pero la necesidad objetiva y el impulso histórico son los motores.
“La monarquía es la clave de bóveda de un engranaje del que forma parte el aparato de estado franquista disfrazado de democracia”
A.M.- ¿Cuáles son los contenidos de un programa para esa refundación constituyente que recupere el pasado histórico de las luchas populares?
Angeles Maestro.- Los contenidos del programa de la ruptura democrática son: república, derecho de autodeterminación, soberanía y participación popular, nacionalizaciones de sectores estratégicos, democracia y control obrero, reforma agraria, desarrollo y gestión democrática de servicios públicos.
No sólo siguen pendientes desde la Transición, sino que a fuerza de retrocesos las tareas se agrandan cada día. Pero el camino a recorrer, las condiciones objetivas y subjetivas son enormemente diferentes y la generación que debe llevar el timón, también.
A.M.- ¿Empezaría todo -ya que el proceso constituyente es absolutamente soberano- en la proclamación de la III República?
Angeles Maestro.- Efectivamente. Uno de los mayores aciertos del movimiento republicano consecuente es el de apuntar como objetivo general de la lucha acabar con el orden de la Transición, el que representa la constitución de 1978 y que, por lo tanto debe ser abolida. Frente a ello aparece un republicanismo ramplón de IU-PCE que intenta subirse al carro de la movilización planteando solamente el tema de la monarquía. Es este último, un análisis falso. La monarquía es la clave de bóveda de un engranaje del que forma parte el aparato de estado franquista disfrazado de “democracia”, la Iglesia de siempre, la que tiene el alma fascista y la oligarquía económica de siempre más la que hizo jugosos negocios comprando por dos duros monopolios públicos que se convirtieron de la noche a la mañana en multinacionales por la varita mágica del PSOE primero y del PP después.
Todo ese muro, esa estaca, podridos y corruptos, tienen su anclaje en un rey hecho a la medida y designado por el dictador. Si se sostiene es por la debilidad ideológica, política y organizativa de las organizaciones populares y de clase. Apenas ahora empiezan a darse pasos para fortalecer lo nuevo que está surgiendo y para urdir estrategias de unidad que hagan posible romper la camisa de fuerza impuesta hace 30 años y a tejer lenta y concienzudamente los contenidos de su soberanía. Y esa soberanía debe expresar un nuevo estado de cosas: la ruptura con el viejo orden y, ahora sí, la decisión de que nadie usurpe la voluntad popular tejida desde abajo y directamente expresada en una nueva Constitución.
“Del paro al subcontrato, del subcontrato al paro, y así toda la vida laboral. Un híbrido entre el ‘ejército de reserva’ y la explotación llevada a sus mayores posibilidades”
A.M.- Hace algo más de un año, ante las dos movilizaciones masivas de jóvenes en Francia: los inmigrantes de segunda generación de los suburbios de las grandes ciudades; y los “jóvenes de enseñanzas medias” y recién salidos del sistema educativo, en contra del “trabajo basura de primer empleo”, este diario digital empleó el concepto aproximativo de “subtrabajadores jóvenes y no tan jóvenes” para señalar un elemento de la revuelta: la exclusión continuada de las nuevas generaciones de trabajadores. Dado que los jóvenes son los únicos que como grupo social plantean reivindicaciones de ruptura podemos empezar por ellos, ¿cuáles son, Nines, los elementos que caracterizan la situación social de la inmensa mayoría de los jóvenes?
Angeles Maestro.- Son trabajadores potenciales que no llegan a serlo; o trabajadores temporales sin derechos, con contratos basura o sin contratos, jornadas laborales de agotamiento, con sueldos de miseria. Del paro al subcontrato, del subcontrato al paro, y así toda la vida laboral. Un híbrido entre el “ejército de reserva” y la explotación llevada a sus mayores posibilidades. Explotación que se paga cara en términos de salud física y mental, por no hablar del asesinato de cuatro trabajadores diarios directamente atribuible a condiciones de trabajo de semi-esclavitud.
Y esta situación es la que se generaliza, la que define el futuro. Es la destrucción masiva de puestos de trabajo de calidad y con derechos, por empleo basura. A fines de 2006 el 70% de los menores de 30 años tenían un contrato temporal y, en términos absolutos, 11 millones de trabajadores y trabajadoras, casi el 60% de la población laboral, ganan menos de 1.000 euros al mes.
El gran problema, la gran ventaja de las clases dominantes, es que toda esta gente no está organizada. Echa pestes de los grandes sindicatos pero no tiene organización alternativa. Es material altamente inflamable al que una chispa puede hacer estallar, en el metro de París o en las manifestaciones por la vivienda digna, pero el reto es la auto-organización, que necesariamente tiene que ser nueva y autogenerada para ser creíble, después de tanta corrupción y traiciones.
Volviendo al tema de la República, para que se entienda mejor el vínculo entre la situación concreta y ese tema, que pudiera parecer inscrito en un registro diferente, reproduzco aquí un párrafo del manifiesto del 14 de abril de 2004, parido directamente por los jóvenes, que es especialmente significativo:
“Los jóvenes de hoy, que mayoritariamente vivimos entre la precariedad y el paro, y que no vivimos la Transición, no aceptamos ser rehenes de un proceso político en el que no participamos. Tal y como se estableció en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793: Un pueblo tiene siempre el derecho de revisar, reformar y cambiar su Constitución. Una generación no puede someter a sus leyes a las generaciones futuras”
A.M.- ¿Cómo se define la clase trabajadora en los comienzos del siglo XXI? ¿Exclusión social permanente? ¿Subtrabajo? ¿Subempleo?
Angeles Maestro.- Parece que el concepto de precariedad es el más utilizado, aunque se define con respecto a un tipo de trabajadores y trabajadoras con derechos que está en vías de extinción. Lo que está sucediendo esencialmente es la liquidación de las conquistas sociales arrancadas en la II Guerra Mundial por las clases populares armadas que derrotaron la opción más dura de la burguesía.
La correlación de fuerzas, que incluía la URSS, las luchas de liberación nacional, Cuba, la victoria de Vietnam, la potencia de la izquierda en la Europa capitalista, impusieron algún grado de “humanización” de la explotación en las metrópolis del imperialismo.
Hoy la integración de las organizaciones “de clase” en los aparatos del estado, el hundimiento de la URSS, el neocolonialismo y la competitividad salvaje en condiciones de crisis económica y de agotamiento energético, imponen la barbarie en las relaciones laborales y el expolio mediante la guerra.
Pero el sistema engendra sus propios sepultureros, aún en condiciones difíciles, diferentes de otras épocas, en el marco de una organización fragmentada de la producción y la enorme dificultad del mutuo reconocimiento y de la percepción de la propia fuerza; pero semejantes a las de finales del XIX y principios del XX, en cuanto a la dureza de la explotación, en cuanto a la presencia masiva de trabajadores y trabajadoras emigrantes, …Recuerdo ahora que en el París de 1871, lo primero que hicieron tras las elecciones es reconocer sus derechos a los extranjeros elegidos afirmando el imprescindible internacionalismo bajo la bandera roja de la Comuna..
“Ninguna revolución es posible sin la toma del poder, sin la destrucción del aparato del estado que asegura la dictadura de la minoría de los capitalistas sobre la inmensa mayoría del pueblo”
A.M.- Hubo un tiempo en el que la revolución empezaba por la toma del Palacio de Invierno. ¿Cómo concibes ahora la revolución?
Angeles Maestro.- Frente al confusionismo interesadamente introducido en los debates de la izquierda, afirmo que ninguna revolución es posible sin la toma del poder, sin la destrucción del aparato del estado que asegura la dictadura de la minoría de los capitalistas sobre la inmensa mayoría del pueblo. Además, después, el movimiento que dirija la revolución debe saber que todos los poderes del mundo se van a unir para destruirla y que su primer y principal deber es asegurarla. En ese sentido, la “toma del Palacio de Invierno”, es imprescindible, así como la adopción de las medidas necesarias para bloquear la reacción. Es ilusorio, iluso, cualquier proyecto sincero no tenga en cuenta esto, pero lo más probable es que quien proponga este tipo de quimeras tenga el propósito deliberado de confundir a las gentes.
Otra cosa es que tengamos la obligación de aprender de los errores históricos y saber que el “mandar obedeciendo” del EZLN, la revocación simple y efectiva de los representantes que inauguró la Comuna de París, la erradicación de la mentalidad y las estructuras patriarcales y, sobre todo, la construcción del hombre nuevo, de la mujer nueva, no son cosas que aparezcan espontáneamente, por añadidura. Son asuntos claves que deben estar presentes desde el primer momento en organizaciones y movimientos y que, o están en la esencia, en la naturaleza del nuevo orden o, como hemos visto en la URSS, el edificio social se desploma como un cascarón vacío.
“La condición esencial para pensar en términos políticos es descifrar la unidad del sufrimiento innecesario que existe hoy en el mundo; ese es el punto de partida”
A.M.- ¿Cuáles son los escenarios de lucha?
Angeles Maestro.- Los ámbitos desde lo cuales se construye la resistencia, la percepción colectiva de la necesidad de la lucha son diversos: la lucha contra la instalación de una refinería, la huelga de las trabajadoras y trabajadores por sus derechos, la defensa de la cultura popular frente al pensamiento dominante, la lucha por los derechos de las mujeres, las movilizaciones contra la guerra imperialista, etc. Miles de movilizaciones surgen a diario, se extinguen y no queda prácticamente nada.
Es preciso vincularlas, percibir la lógica común de la explotación y la opresión, la reconstrucción de las claves de la lucha política.
Como dice con mucha claridad John Berger, toda visión que intente conectarlos (los campos de lucha que aparecen separados) será necesariamente política…y la condición esencial para pensar en términos políticos es descifrar la unidad del sufrimiento innecesario que existe hoy en el mundo; ese es el punto de partida.
A.M.- ¿Cuál es tu experiencia de la relación entre organización y movilización en tu etapa “Izquierda Unida-PCE”, y en tu etapa de Corriente Roja?
Angeles Maestro.- Mi experiencia militante es larga. Ingresé en el PCE en Madrid, en la clandestinidad, en 1973 y mi trabajo político se desarrolló en la potente lucha del movimiento ciudadano por la vivienda, en los barrios de chabolas e infraviviendas de S. Pascual y la Alegría. La militancia era debate, organización y movilización, de forma muy intensa, pero feliz y creativa; aunque recuerdo que la formación política me la tuve que agenciar yo misma, fuera del partido.
Pasé un periodo de 11 años, de 1977 a 1987 en Talavera de la Reina, en el que continué intensamente la militancia, aunque en unas condiciones muy específicas cuyo contenido escapa del objetivo de la pregunta.
La vuelta a Madrid en 1988, tras pasar un año en Cuba estudiando Salud Pública, fue desoladora. El PCE estaba destrozado y la IU de Gerardo Iglesias era poco más que una carcasa electoral.
La llegada de Anguita a la máxima dirección de ambas organizaciones desató grandes ilusiones que chocaron contra unos aparatos dispuestos a impedir que un discurso que rompía moldes, que hablaba de alternativa, que dejaba en evidencia el entreguismo sindical y que colocaba al PSOE y al PP en la misma orilla, se llevara a la práctica. La esperanza se fue transformando en espejismo.
Tras la marcha de Julio Anguita, la vuelta de IU al redil de lo políticamente correcto fue consumada por el secretario general del PCE en el pacto pre-electoral Frutos-Almunia en el año 2000, mostrando la identidad compartida de ambas organizaciones, más allá de peleas internas entre grupos de poder.
La salida de Corriente Roja de IU y el abandono de la militancia en el PCE, única escisión por la izquierda desde principios de los 80, expresa el convencimiento de que solo desde fuera es posible enfrentar el reto de construir –con otras muchas compañeras y compañeros- el sujeto revolucionario y la voluntad decidida de acometerlo. Es pronunciar con los hechos, con la movilización, ese “Si, se puede” fundante.
“Creo que no exagero al afirmar que la existencia de CR es el catalizador que ha hecho posible romper la especie de maleficio que impedía realizar movilizaciones sin la izquierda institucional”
A.M.- ¿Cómo defines Corriente Roja?
Angeles Maestro.- Esta es la definición que nos hemos dado: “Corriente Roja es una corriente de acción política organizada, soberana y autónoma de cualquier formación política, que contribuyendo a la formación de un bloque anticapitalista plural, pone en práctica una estrategia definida por su carácter marxista, de lucha anticapitalista, de clase, radicalmente democrática, feminista, internacionalista y ecologista.
Corriente Roja es consciente de la enorme debilidad política de la clase obrera y de los movimientos sociales en la actualidad, de la magnitud de las tareas que tenemos por delante y de la importancia de las luchas concretas en la construcción de un bloque político capaz de generar una alternativa global al sistema capitalista. Pero, frente al reformismo hegemónico en la izquierda, que esteriliza tantas luchas y tanto esfuerzo con la inalcanzable finalidad de suavizar el neoliberalismo, es necesario afirmar que la transformación radical del sistema y la construcción del socialismo son las únicas alternativas posibles a la barbarie”.
Hay que añadir que éste es el mínimo común ideológico que permite que en CR haya militantes comunistas de diferentes opciones, camaradas que proceden y se siguen identificando con el pensamiento libertario y autónomo, militantes integrados en colectivos cristianos vinculados a la teología de la liberación, etc y que, la militancia en otros partidos políticos no sea incompatible con la de Corriente Roja.(*)
A.M.- ¿En qué etapa de lucha estáis ahora?
Angeles Maestro.- Creo que no exagero al afirmar que la existencia de CR es el catalizador que ha hecho posible romper la especie de maleficio que impedía realizar movilizaciones sin la izquierda institucional. El discurso dominante preconizaba rebajar planteamientos, censurar determinadas consignas (como el apoyo a la resistencia armada, la denuncia de la Transición y de la Constitución de 1978, la crítica a CCOO y UGT, etc.) para que la convocatoria en cuestión fuera unitaria y tuviera más fuerza. Pronto demostramos que eso era falso, que podíamos prescindir de su dinero (cuando lo ponían) haciendo un esfuerzo para unir a muchas organizaciones y colectivos y que lemas rupturistas y radicales convocaban a más gente. Eso sí, haciendo un esfuerzo enorme de propaganda, arrostrando los riesgos de pintar paredes, los madrugones para repartir propaganda en el Metro antes de ir a trabajar, haciendo manualmente las pancartas que luego colgamos de los puentes, etc.
Desde el punto de vista de los contenidos políticos los procesos que abordamos son los que marcan las ponencias de nuestro IV Encuentro estatal que se celebrará a primeros de mayo: la reconstrucción del movimiento obrero, la conformación de un frente común de la izquierda anticapitalista y el avance en la constitución de asambleas de base por la III República.
“Los condenados y condenadas de la tierra se constituyen en sujeto y salen de la categoría de excluidos, de infrapersonas sólo cuando se enfrentan al opresor para destruirle”
A.M.- Así pues, ¿La movilización social es no sólo fundamental sino imprescindible?
Angeles Maestro.- Efectivamente. Como explica magistralmente Frantz Fanon –cuya relectura o primer conocimiento recomiendo vivamente– los condenados y condenadas de la tierra se constituyen en sujeto y salen de la categoría de excluidos, de infrapersonas -y todas lo somos para el capital- sólo cuando se enfrentan al opresor para destruirle.
La movilización, la lucha, es la que nos permite romper la más férrea cadena, el instrumento de opresión más eficaz: el que nos hace creer que es imposible resistirse a la dominación. Al mismo tiempo, la propia lucha es la que nos indica que no se puede ejercer la resistencia, ni romper la alienación individualmente; que, paradójicamente, nos construimos como sujetos en la acción colectiva. Todo ello en el proceso esencial de construcción de la organización. Sin él, como se ha visto con el movimiento antiglobalización o contra la guerra, se edifica en la arena, cada vez hay que empezar de nuevo.
Es imprescindible la construcción de la organización. Es el germen del contrapoder, el laboratorio en el que la explotación, la humillación, la angustia y la impotencia, recibidas a diario por cada uno de nosotros, hombres y mujeres, de forma individual, se trasforma en capacidad de lucha y elaboración de contracultura.
La dialéctica movilización–organización, en la perspectiva revolucionaria, la formula Marx con toda claridad en el Manifiesto Comunista, pulverizando las tesis reformistas. Explica que los trabajadores en sus luchas pueden obtener mejoras económicas o sociales que tienen vida efímera por la capacidad del capital de digerirlas en poco tiempo, para concluir que lo verdaderamente importante es el incremento en la conciencia y la capacidad de organización que se consigue en el proceso de la lucha.
A.M.- ¿Cuál es el principal caballo de batalla en estos momentos?
Angeles Maestro.- El primero y el que más dificultades ofrece es el de encontrar formas organizativas adecuadas a las relaciones laborales actuales, marcadas como decíamos antes, por el subempleo, la precariedad, el paro, la superexplotación, las jornadas interminables, el cambio frecuente de empresa y de sector, la fragmentación de la clase obrera en multitud de pequeñas empresas, las diferentes procedencias, la diversidad lingüística y cultural.
Son las trabajadoras y trabajadores jóvenes, precarias e inmigrantes, las que acumulan mayor potencial de lucha, las condenadas y condenados de la tierra aquí y ahora, las que sin duda van a engendrar el nuevo movimiento de contestación social. De que se encuentren formas organizativas útiles y de que se avance en la construcción de conciencia de clase, depende que un previsible estallido de rebelión sea aplastado por la represión, o se comience en serio a reconstruir el movimiento obrero.
Desde el punto de vista organizativo, el modelo debe ser asambleario, cuestionando radicalmente la delegación, y totalmente independiente económicamente de los poderes públicos y –da vergüenza decirlo, pero vistos los precedentes hay que hacerlo– de la patronal.
La organización territorial, local, debe ser una herramienta importante para superar la fragmentación empresarial y la rotación en el puesto de trabajo.
Finalmente, lo que también entraña enormes dificultades es construir la unidad. Ir tejiendo los innumerables trozos surgidos tras cada una de las innumerables traiciones de las grandes centrales sindicales, como sindicatos de empresa o como rama o sector de actividad, y superar las tendencias corporativas y el “patriotismo” de sigla que engendra el sectarismo.
“El capitalismo es insaciable, o lo destruimos o nos devora”
A.M.- Nos acercamos a al 76 aniversario de la proclamación popular de la II República. ¿No ha muerto esa legitimidad?
Angeles Maestro.- Es imposible matar una legitimidad por la que todo un pueblo ha dado su vida. Y no son palabras. Basta ir colocando pegatinas o pegando carteles con la bandera republicana para palpar su repercusión. Es el brillo en la mirada y la sonrisa cómplice, el comentario -¡todavía en voz baja!- de “yo también soy republicano o republicana”, o la petición de panfletos o carteles para llevar al trabajo o para colocar en la facultad o en el bar.
Y es el miedo de los poderes fácticos a esa bandera. Me acuerdo de una bedel que pretendía impedir colgar un cartel en el tablón de anuncios de una facultad y que, al explicarle que era una manifestación legalizada, exigía que se hiciera una fotocopia para que no se vieran los tres colores…
Pero lo más importante es que esa herencia de pueblo que irrumpe en la historia, dispuesto a barrer la escoria real, la putrefacta aristocracia, el imperialismo español, la injusticia y la opresión, defendida hasta la muerte porque estaba en juego la vida, se ha transformado en propuesta política actual. Ese precioso ejemplo de rebeldía, de juventud comprometida, de dignidad afirmada contra lo más negro del fascismo internacional, junto a la percepción cotidiana y concreta de que el capitalismo es insaciable y de que, o lo destruimos, o nos devora, es la materia prima que permite engendrar un nuevo proyecto histórico.
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