8/4/07

NEOLIBERALISMO Y DESIGUALDAD SOCIAL EN EUROPA Y AMÉRICA

Benito Muiños Juncal
Doctorando en Geografía Humana
Universidad de Barcelona


Resumen

La discusión a partir de los datos estadísticos de las contradicciones entre la retórica neoliberal, pensamiento dominante en la década de los ochenta, y los resultados de sus políticas sobre los problemas sociales en Europa, América Latina e Estados Unidos es el objetivo de este trabajo.

Neoliberalismo: principios y contradicciones

En los ochenta los gobiernos Reagan en los EEUU y Tatcher en Gran Bretaña consolidaban en los países capitalistas el neoliberalismo, un pensamiento económico que tenía como adversario principal el Estado del Bienestar, cuyos principios básicos pueden resumirse en los siguientes cuatro puntos: que el déficit del presupuesto estatal es negativo para la economía, puesto que absorbe el ahorro nacional, aumenta los tipos de interés y disminuyen las tasas de inversión financiadas por los ahorros domésticos; la intervención estatal regulando el mercado de trabajo añadiría una rigidez que dificulta el libre juego del mercado, no permitiendo el desarrollo económico y la creación de nuevos empleos; una protección social garantizada por el Estado del bienestar aumenta el consumo disminuyendo la capacidad de ahorro de la población; y por último que el Estado no debe regular el comercio exterior ni los mercados financieros

Durante los principios de los ochenta las evidencias estadísticas sobre la oportunidad del neoliberalismo aún eran difíciles de comprobar, aunque su retórica bien articulada contra el Estado de bienestar y una fuerte promoción de estas ideas las hacían hegemónicas en varias instituciones y gobiernos.

A partir de los primeros resultados estadísticos fue posible detectar las consecuencias económicas y sociales de este pensamiento. Una de las primeras constataciones de dichas consecuencias son los indicadores de crecimiento económico. Es verdad que en los años ochenta la tasa de crecimiento fue superior a la de los setenta, pero también resultaron inferiores a la de los sesenta cuando las teorías keynesianas también regían la economía.

Otro indicador es la inflación. Es cierto que las tasas de inflación se reducen, lo que es positivo, pero que se consigue mediante unas políticas fiscales y monetarias rígidas, el descenso de los precios de las materias primas en el mercado internacional y el crecimiento del desempleo que ayuda reducir los incrementos de salarios.

Si hay una conquista clara del neoliberalismo es el crecimiento de las tasas de beneficio netos de los empresarios. Navarro(1) muestra que en los setenta las tasas de beneficios netos en la industria fueron negativas -4 por ciento en la OCDE, -6 por ciento en la U.E., -2 por ciento en los EEUU y enormes (-13%) en Japón. En los ochenta hay un cambio muy fuerte. Las tasas pasan a ser positivas en casi todos los casos: 6 por ciento en la OCDE, 8 por ciento en la U.E., 2 por ciento en los EEUU y solo en Japón levemente negativa (-0,8%).

Una propuesta defendida por los neoliberales es que con el aumento de las desigualdades, las clases más adineradas podrían realizar un aumento de los ahorros y como consecuencia mayores inversiones. Pero los datos elaborado por el Deutsch Bundesbank no certifican esta hipótesis

De hecho, que con la excepción de Japón, por tener características muy particulares, en todos los países europeos las tasas de ahorro e inversiones fueron superiores que en Estados Unidos y Gran Bretaña, los países que adoptaron con mas fuerza los ideales neoliberales.

Podemos, por consiguiente, afirmar que en los países donde el Estado de bienestar está más desarrollado y las desigualdades sociales son menores la capacidad de ahorro es superior. El propio Banco Mundial en 1991 reconocía que "no existe evidencia de que el ahorro dependa de la desigualdad social o que ésta conduzca a un mayor crecimiento".

Un dato muy interesante es que en los EEUU las tasas de inversión productiva se reducen más que en los países de la Unión Europea, excepto Gran Bretaña. Junto a esta disminución de las inversiones productivas, hubo un descenso en los países de la OCDE de la inversión pública en infraestructura en promedio de un 3,4 por ciento en 1979 para un 2,8 por ciento en 1989.

Otros dos puntos también son importantes: el cambio de las políticas fiscales y la disminución de los gastos sociales. Los impuestos son cada vez más regresivos, principalmente cuando se reducen los topes máximos de pago en todos los países y hay un aumento de los impuestos indirectos. En cuanto a los gastos sociales que el promedio en los países de la OCDE en el período 1970/9 había sido de un 8,2 por ciento descendió a un 1,6 por ciento durante el período de los ochenta.

El neoliberalismo y el desempleo

En los años ochenta, comparando las crecientes tasas de desempleo de los países europeos con la de EEUU, donde se crearon 20 millones de puestos de trabajo en aquella década, algunos especialistas concluyeron que la grande virtud estadounidense era la flexibilidad de su mercado de trabajo, en cuanto que en Europa, donde el desempleo aumentaba, las principales causas serían la protección social al desempleado y al trabajador fijo a tiempo completo, que limitaba la libertad de acción de los empresarios para adaptarse a los cambios económicos; la existencia de sindicatos muy fuertes en el ámbito nacional, que impedirían las negociaciones por empresa, como en los EEUU y Japón; unas legislaciones muy rígidas, que dificultaban y aumentaban el coste del despido; un seguro desempleo muy generoso que limita el estímulo del trabajador a volver al mercado de trabajo; la falta de formación de los trabajadores frente una demanda de trabajo más cualificado y, finalmente, unos salarios altos en comparación con los EEUU y unas contribuciones sociales altas.

Muchos países europeos empezaron entonces a adoptar varias acciones para disminuir la intervención estatal y flexibilizar el mercado de trabajo. Sin embargo, las tasas de desempleo permanecerían altas.

Otros factores señalados por el informe Delors(2) de 1994 para la Comisión Europea fueron olvidados, entre ellos la progresiva perdida de importancia de los hogares tradicionales como principal unidad económica y social. La participación de la mujer en la población económica activa ha crecido mucho en los últimos años presionando las tasas de desempleo y la disminución de los servicios ofertados por el Estado, que impide una expansión mayor de la oferta de nuevos puestos de trabajo.

El mito estadounidense

Las políticas de empleo en EEUU en los años ochenta tienen también su lado negativo. Es en Estados Unidos donde se encuentran las mayores desigualdades sociales entre los países desarrollados.

Una concepción dominante defiende que dos tercios de la población apoyan las medidas neoliberales en contra del tercio inferior en la escala social. Ello se ha consolidado como uno de los mitos utilizados por los defensores de la política neoliberal.

Sí en un primero momento debido a las intensas campañas de los medios de comunicación hubiéramos admitido esta hipótesis, los resultados de las políticas, los conflictos sociales originados y las últimas reacciones de la población nos revelaría que la opción de la construcción de una sociedad a partir de la exclusión de una parte importante de sí misma resulta finalmente ineficaz y socialmente perversa. Un dato lo demuestra de forma clara: mientras que en 1967 la población 20 por ciento más rica de EE.UU recibía 7 veces más que el ingreso promedio de los 20 por ciento mas pobres, en 1989 recibió 10 veces más(3).

El profesor Luis de Sebastián(4) muestra que según datos de la Oficina del Censo de los EEUU 36,5 millones de norteamericanos (13,8% de la población) tenían ingresos inferiores a la mitad de la mediana nacional, medida utilizada por los organismos internacionales para definir el nivel de pobreza, y 40 millones de personas no tenían ninguna asistencia médica oficial.

Si estos datos ya son impresionantes, más terribles se revelan cuando los estudiamos por raza, edad y otros factores: unos 30 por ciento de los negros y de los hispanos y un 15 por ciento de los asiáticos son pobres, en contra de apenas 8,5 por ciento de los blancos; 22 por ciento del total de los niños menores de 6 años son considerados pobres pero 46 por ciento de los niños negros y 40 por ciento de los hispanos viven en la pobreza; 40 por ciento de los pobres están por de bajo de los 24 años y 60 por ciento de los pobres viven en zonas degradadas de las ciudades; la región más pobre es el sur, con gran número de negros, descendientes de los esclavos

A pesar de todos los puestos de trabajo creados en los últimos años en EEUU, la mayor parte de estos son empleos de baja cualificación, y mucho de los empleos a tiempo parcial.

Según el estudio Employment Outlook, de la OCDE (1997), entre 1986 y 1996 los salarios 10 por ciento más bajos en EEUU tuvieron un crecimiento negativo de 7,2 por ciento, mientras que en Alemania crecieron 59,6 por ciento y en Japón 24,3 por ciento.

Miles de empleos de calidad fueron destruidos. Solo 25 grandes empresas entre 1991 y 1994 eliminaron 620.000 empleos, entre ellas IBM (85.000), AT&T (83.000) y General Motors (74.000) fueron los campeones en despidos.

Esta situación ha creado una impugnación de la gran ilusión norteamericana. Según una encuesta pública, difundida en el excelente estudio " The downsizing in América ", editado por The New York Times(1996), el 72 por ciento de los estadounidenses tenían algún despido en su núcleo familiar en los últimos 15 años, o que contrasta con la estabilidad del pasado. La encuesta muestra que 77 por ciento de los estadounidenses están muy preocupados con su futuro, 72 por ciento piensa que la pierda de puestos de trabajo será un problema en el futuro y la mitad cree que su generación tendrá una calidad de vida inferior a de sus padres, algo inimaginable en los EEUU de una o dos décadas anteriores.

América Latina y la desigualdad social

Antes que Reagan y Tatcher hubieran desarrollado sus ideas liberales, América Latina ya cosechaba los frutos de las políticas liberales. A partir del golpe de estado chileno en 1973 las condiciones políticas favorecieron la implantación de una de las más contundentes experiencia liberal del mundo, una década antes de Tatcher llegara al poder en el Reino Unido.

Pero como el resto del mundo, fue en los ochenta cuando empezaron las adhesiones masivas. En 1985 en Bolivia, con el presidente Víctor Paz; en 1988 con Salinas en México; 1989 llega Menem al poder en Argentina, Collor en Brasil y Carlos Andrés Pérez en Venezuela para su segundo gobierno; y en 1990 Fujimore, aún por la vía democrática, gana las elecciones en Perú.

Si en los países desarrollados los impactos sociales fueron desastrosos, en América Latina las diferencias sociales tan inmensas si no aumentaron si consolidaron, agravando la estructura socioeconómica vigente.

La gran paradoja de la economía Latinoamérica es que las tasas de crecimiento económico y de las exportaciones son muy superiores a las de los países europeos, pero los indicadores socioeconómicos reflejan la política de la mayoría de sus gobiernos.

La concentración de renta casi no ha cambiado en los últimos años, incluso ha aumentado en países como Brasil, Chile y México en los ochenta y se han mantenido en los noventa.

Cuando comparamos con otros países esto se revela con más claridad. En Estados Unidos, que ya no es el mejor parámetro, la diferencia entre el total de los ingresos de los 10 por ciento más ricos y de los 10 por ciento más pobres es de 19 veces y en España es de 9 veces, frente a ello, en América Latina es en Argentina 24 veces, en Brasil 58, en Chile 35, en México 40 y en Venezuela 22.

El tema de la educación es otro problema grave. A pesar de que los niveles educativos han aumentado aún están muy lejos de los países desarrollados. En los setenta, el latinoamericano promedio de 25 años contaba con 3,3 años de educación y en los noventa el promedio alcanzaba 4,8 años. En los "tigres asiáticos" el crecimiento fue de 3,5 años a 6 años en lo mismo período.

Otro problema es que América Latina tiene un bajo nivel de trabajadores con estudios secundarios, por apenas en cima de la África sub-sahariana. La desigualdad entre los grandes países latinoamericanos también es muy grande. Si en Chile y Argentina la escolaridad media es de 9 años, en Brasil es de poco mas de cuatro.

En la educación universitaria los datos son más impresionantes. Brasil y México tienen bajos niveles, de 11 y 13 por ciento respectivamente, y Argentina, en el otro extremo, 36 por ciento. Todavía muy abajo de Estados Unidos con 80 por ciento pero por en cima de Japón con 29 por ciento.

Esos datos reflejan la necesidad de más inversión en educación. El porcentaje del PIB es inferior al de países desarrollados y el caso brasileño más grave todavía, ya que con el actual nivel de gastos públicos en educación, la competitividad del trabajador y de las empresas brasileñas estarán comprometidas en el futuro.

Esos datos conjuntamente agravan el problema del desempleo. Una economía sumergida inmensa, que llega a corresponder a 60 por ciento de los hombres en México, un nivel de educación bajo, un mercado interno frágil y desigualdades sociales grandes son factores que dificultan la efectividad de las políticas de empleo.

Los ideales neoliberales que flexibilizaron el mercado y abrieron las economías sin ninguna preparación previa, la ausencia del Estado por un largo período en políticas de generación de empleo y la inestabilidad política de algunos países, crearon una situación de compleja solución en América Latina.

Conclusión

Tras el reconocimiento de que el desarrollo y la equidad no son incompatibles, en contra de lo que defienden los neoliberales a través de instituciones como el BID y la OCDE, el comienzo de la ejecución de programas nacionales y territoriales de generación de empleo y distribución de la renta con nuevos paradigmas, pueden representar una esperanza para América Latina y Europa y representan, en muchos casos, una tentativa importante de superar los principios liberales y encontrar un camino rumbo a una nueva economía social, creando las circunstancias políticas, sociales y económicas que permitan la existencia de un Estado de bienestar capaz de ejecutar su función de proveedor de los servicios sociales universales y de orientar la economía para la distribución de renta más justa.

© Copyright: Benito Muiños Juncal, 1999

© Copyright: I Coloquio Internacional de Geocrítica, 1999

NOTA: El Artículo es un extracto del original,publicado en:
Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]
Nº 45 (9), 1 de agosto de 1999

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