A mediados de la próxima semana el Presidente peruano Alan García viajará a los Estados Unidos para una entrevista con George W. Bush y una serie sucesiva de encuentros con personalidades del gobierno norteamericano. Aunque la visita fue programada con ostensible antelación, los acontecimientos más recientes le configuran un escenario distinto al inicialmente previsto, y crean expectativas de otra naturaleza respecto a la situación peruana y regional.
Gustavo Espinoza (NUESTRA BANDERA, especial para ARGENPRESS.info)
Un análisis de los elementos a considerar, nos obliga a tomar en cuenta los siguientes factores:
El tema central de la reunión de Washington está enmarcado por la ratificación, por parte del Congreso de los Estados Unidos, del Tratado de Libre Comercio previsto entre ambos países y que, en lo fundamental, servirá para atar más al Perú a los planes de expansión económica y financiera del Imperialismo.
Porque eso es así, la casa Blanca ha subrayado en más de una ocasión su voluntad de asegurar su ratificación, al margen incluso de las observaciones que pudieran hacer a su contenido los representantes del Partido Demócrata.
Para Bush, en las condiciones de hoy, lo fundamental, finalmente, no es lo que diga el Tratado, sino el sólo hecho que exista, y que pueda ser suscrito con los gobiernos de Perú y Colombia, a los que aspira a mantener a cualquier precio bajo su esfera de influencia.
Cuando la administración norteamericana afronta severas dificultades en su relación con América Latina, como quedara en patética evidencia luego de la reciente gira de Bush en la que recogiera el masivo rechazo de los pueblos; una gotas de adhesión por parte de mandatarios serviles le permitirá afirmar su capacidad operativa en el plano mundial, sobre todo cuando se empeña en extender la región del Asia Central afectando a otro país petrolero que le permita afrontar en mejores condiciones la crisis de carburantes que le estallará muy pronto.
Adicionalmente, a George Bush la entrevista le cae a pelo porque tiene muchos otros temas que encarar en el escenario: la ofensiva contra Cuba, la campaña desbocada contra Venezuela, la intención de desestabilizar de cualquier modo el proceso boliviano incentivando incluso tendencias separatistas, el afán de aislar a Rafael Correa para que no cunda su ejemplo.
Son todas ellas prioridades en la política regional del Imperio, que están ligadas a temas mayores: el control de la amazonía y si riquísima bio diversidad, el manejo del narcotráfico, el afán de doblegar la resistencia de los pueblos crecientemente soliviantados por el hambre y la miseria, el modo de recuperarla iniciativa apoyándose en administraciones conciliadoras.
Para García las cosas no revisten tampoco un solo color. No va a Washington apenas por el TLC, aunque se desvive por alcanzarlo y está dispuesto a cualquier concesión a cambio de él.
Ocurre que el mandatario peruano, adicionalmente, tiene también su propio juego que en el fondo no es distinto ni se contrapone al de Washington. Busca, en efecto, afrontar los temas de la Seguridad Interna en un país convulso afectado por una severa crisis. Hoy en el Perú, los niveles de ingobernabilidad se han multiplicado. Y se expresan en las activas movilizaciones de los cultivadores de la hoja de coca, en los conflictos mineros que se multiplican, en los Paros Regionales que siempre dejan una estela de muerte e inseguridad, en las protestas de las poblaciones marginales, discriminadas y olvidadas.
Quienes buscan elementos de juicio que les permitan confirmar la idea de que en América Latina existe realmente una situación revolucionaria, podrían tener en el Perú de hoy un laboratorio magistral, si no fuera porque, a contrapelo del desarrollo objetivo de las tensiones sociales, no marcha la organización y la unidad de las fuerzas encargadas de liderar esa lucha y afirmar un desarrollo posterior a través de un derrotero progresista y avanzado.
En las condiciones actuales García prepara simplemente la represión, como el Instrumento de respuesta de la Clase Dominante. Se empeña, por ello, en imponer a cualquier precio la Pena de Muerte para diversos delitos (traición a la patria, violación de menores, terrorismo agravado) pero se dispone también a cambiar en un sentido más severo las penas privativas de la libertad para los autores de esos y otros delitos, en nombre de la “seguridad ciudadana”.
La protección que el gobierno americano hace a Posada Carriles, el más perverso terrorista de la región, le servirá como señuelo para, en nuestro país, darle mano a personajes en el fondo similares, empeñados en usar el terror contra la población en todas sus modalidades.
Más cárceles, más presos, más condenas, más víctimas de la crueldad del Estado y de la severidad de las leyes, parece ser la voz de mando en la administración aprista que tiene hoy el control de la vida nacional.
Para este -y otros efectos- al gobierno de García le luce muy oportuno colocarse a la sombra del Imperio. Por eso, el traslado de la Base Norteamericana de Mantas al territorio peruano, la presencia creciente de efectivos militares norteamericanos en el Alto Huallaga los programas de control ribereño en la amazonía y el incremento de la asistencia militar yanqui a las fuerzas armadas de nuestro país le sabe como una pera en dulce a un Presidente que siente que se le mueve el piso, y que no atina a encontrar camin de salida a la crisis que afronta.
García en los Estados Unidos buscará encuentros con Harry Reid, el líder de la mayoría Demócrata en el Senado, pero también procurará afirmar sus lazos con la CIA y el Pentágono, con el Departamento de Estado y el mercado financiero. Armas, Poder y Dinero, podrían ser, en ese marco, los símbolos de una gestión que, sin embargo, encontrará diversos tropiezos.
El contraste que afectará la presencia de García será, sin duda, la situación peruana, el descontento creciente, la falta de confianza de la ciudadanía en sus administraciones locales, regionales y nacionales; la ausencia de programas y proyectos de desarrollo; pero, sobre todo, la carencia de identidad entre el pueblo y el gobierno como consecuencia de una política oficial que mimetiza los intereses de los ricos con los objetivos nacionales.
Más allá de las palabras y de los propósitos, el viaje de García a Washington no será la agradable expedición de un aventurero en busca de fortuna, pero sí el aliento a una política aún peor que la que estamos viendo.
ARGENPRESS.info/22/04/2007
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