1/5/07
Estados Unidos: Los perdedores no son populares
George W. Bush, presidente de los Estados Unidos.
Foto: Eric Draper-White House
Quienes gustan de paladear las encuestas con que los norteamericanos toman el pulso a su opinión pública, además de preocuparse por conocer cómo piensa la sociedad civil imperial, deberían saber por qué.
Los dos presidentes más populares de los Estados Unidos han sido Harry S. Truman y George W Bush; también han sido los más impopulares, muy cerca de Johnson, Nixon y Carter.
Opinión
Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)
En 1945 después del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, la popularidad de Truman alcanzó el 87 %, más que Bush padre que en 1991, tras vapulear a Saddan Hussein alcanzó el 83 por ciento y menos que su hijo que en el 2001, el día después del atentado a las Torres Gemelas, sobrepasó el 86 por ciento.
No sería exacto afirmar que los norteamericanos aplaudieron el genocidio. A sus ojos, Truman les ofreció una victoria duramente pelada por el camino más corto; él mismo se encargó de hacer creer que la rendición de Japón, 27 días después de Hiroshima, acortó la guerra y ahorró la vida de 250 000 soldados norteamericanos; Churchill exageró todavía más y habló de un millón de combatientes aliados.
Con la victoria en la II Guerra mundial, según el editor de la revista “Times”, Henry Luce, comenzó “El siglo americano”. Estados Unidos rebosaba de prosperidad y había consolidado su liderazgo mundial. El país estaba en la cima y con el su presidente, Harry Truman, que heredó una corona prestigiada por el fallecido Franklin D. Roosevelt.
La reconversión de la economía a tiempos de paz, fue para Estados Unidos un boom que echó las bases del estado de bienestar y de la sociedad de consumo. En el ámbito internacional el crédito se reforzó por el Plan Marshall, el puente aéreo que evitó el colapso de Berlín, la creación del Estado de Israel y de la República Federal Alemana, así como la constitución de la OTAN, entre otras acciones muy bien publicitadas.
Sin embargo, las políticas de Truman enrarecieron la situación interna y favorecieron el inicio del McCarthismo, una de las razones que hizo declinar su estrella. Otra aun más decisiva fue la Guerra de Corea, aplaudida por el público norteamericano mientras estuvieron ganando e inaceptable cuando hubo que asumir la idea de firmar un armisticio sin victoria y volver a la posición inicial.
Las acciones se iniciaron en junio de 1950 y en octubre las fuerzas norteamericanas que combatían bajo la bandera de la ONU tomaron Pyongyang y, pese a las advertencias, se asomaron a las proximidades de la frontera con China que, inmediata y decisivamente, se involucró en la guerra y facilitó una contraofensiva.
En enero de 1951, los norcoreanos y sus aliados tomaron Seúl, retomada en marzo por los norteamericanos que hicieron retroceder a los del norte, aunque esta vez se detuvieron ante el paralelo 38 que divide en dos a la península coreana.
En aquellas circunstancias, el general MacArthur solicitó permiso para cruzar la frontera con China y usar armas atómicas contra ese país, a lo que Truman, aconsejado por sus aliados europeos, se negó. Ante la actitud contestaría del general, el presidente lo relevó del mando, decisión desaprobada por la mayoría de los norteamericanos, que pedían “rabo y orejas”. La aceptación de Truman se desplomó hasta un 23 por ciento.
En el 2001, después del atentado a las Torres Gemelas, la popularidad de Bush se aproximó al 90 por ciento. Nunca antes Estados Unidos había conocido una oleada de solidaridad tan grande como la de aquellos días ni nunca el pueblo norteamericano cerró filas con mayor firmeza, otorgando al presidente facultades casi omnímodas.
Con incalificable torpeza, Bush y su equipo, usaron la tragedia como pretexto para buscar ventajas circunstanciales y mezquinas, ligadas al control del petróleo del Medio Oriente. No obstante, la popularidad de Bush no se esfumó por haber mentido e inventado excusas para emprender una guerra injusta, sino por perderla.
La guerra de Irak está perdida y los norteamericanos son implacables con los perdedores. Bush que siempre fue implacable, está ahora en el bando perdedor. No será perdonado, él lo sabe.
ARGENPRESS.info
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