LA NACION.com/Noticias/Archivo/Wall Street Journal/07/05/2007
La calidad de vida de unos 80 millones de baby-boomers (la abultada generación nacida después de la Segunda Guerra Mundial) en Estados Unidos dependerá en gran medida de la suerte que correrá otro grupo demográfico de alto perfil en ese país: los millones de inmigrantes y sus hijos, la mayoría de ellos hispanos.
Con millones de estadounidenses entrando a la edad de la jubilación y con tasas de natalidad que se están desplomando, el vacío resultante en la fuerza laboral se llenará con los inmigrantes y sus descendientes, afirman los expertos. El desempeño económico y social de este grupo en los próximos años podría tener un gran impacto sobre los baby-boomers, desde la calidad de su atención de salud al precio de sus viviendas.
"Los inmigrantes y los baby-boomers son dos grupos cuyos destinos convergerán en los próximos 20 años", señala Dowell Myers, un demógrafo de la Universidad del Sur de California. "Los baby-boomers entregarán su rol económico a esta generación de inmigrantes y sus hijos", afirma. Estos últimos, dice, se convertirán en un grupo crucial de trabajadores y contribuyentes.
Myers, que acaba de publicar el libro Immigrants and Boomers, Forging a New Social Contract for the Future of America (Inmigrantes y boomers: forjando un nuevo contrato social para Estados Unidos), pertenece a un grupo de académicos que estudia el vínculo entre la gigantesca generación nacida entre 1946 y 1964 y los recién llegados a EE.UU., en especial los inmigrantes de América latina.
EE.UU. está experimentando un radical cambio demográfico que empezará a surtir efecto en la próxima década. En California, por ejemplo, había 9,7 millones de baby-boomers entre 40 y 49 años en 2005, representando al 51% de la fuerza laboral que está en la edad más productiva. Hacia 2020, tendrán entre 55 y 74 años. Es decir, estarán jubilados o a punto de retirarse.
El peso de esta población que envejece sólo crecerá con relación a un grupo más pequeño de gente en edad de trabajar. Según Myers, la proporción entre personas de la tercera edad y personas en la edad laboral más productiva (entre 25 y 64 años), incluyendo a los inmigrantes, pasará de 250 por 1000 personas en edad de trabajar en 2010, a 411 por 1000 en 2030.
La economía estadounidense tendrá dificultades para absorber este enorme peso. El país probablemente enfrenta algunas opciones difíciles, entre ellas un alza de los impuestos, menos beneficios para las personas de la tercera edad, así como esfuerzos para atraer a más inmigrantes con el fin de llenar los vacíos en la fuerza laboral.
En abril, Myers les dijo a líderes del Congreso de EE.UU. que el actual flujo de inmigrantes, cerca de 1,5 millones al año, está amortiguando el impacto sobre la fuerza laboral que tiene el envejecimiento de los baby-boomers. Según él y otros expertos, incrementar la inmigración aliviaría aún más esa presión.
Pero dado el arduo debate que existe en EE.UU. en torno a la inmigración ilegal, es poco probable que en el corto plazo ese país implemente políticas para atraer a gente nueva. Así, una de las tareas más urgentes será mejorar las perspectivas de ingresos de la juventud, en especial los hispanos, ya que serán ellos los que tendrán que sobrellevar gran parte de la carga financiera de la enorme generación de baby-boomers.
El problema es que muchos estadounidenses no parecen estar conscientes del papel vital que desempeñará la próxima generación. Los baby-boomers, que son predominantemente blancos y representan a la mayoría de la gente que toma decisiones en EE.UU., muchas veces votan en contra de medidas para mejorar los servicios o elevar los impuestos para las escuelas públicas, las que están pobladas con cada vez más hispanos. Esto es un problema porque una mejor educación es el boleto hacia la prosperidad para este grupo, cuyos impuestos financiarán el retiro de los baby-boomers.
Ron Crouch, director del Centro de Datos del Estado de Kentucky, de la Universidad de Louisville, realiza cerca de 150 presentaciones al año para pintar el cuadro de cómo se verá EE.UU. cuando una envejecida población blanca cruce el camino con una creciente población de inmigrantes y jóvenes de grupos sociales minoritarios. "Si yo soy una persona blanca y de edad más avanzada, más vale que me interese en cómo les va a estos jóvenes hispanos", dijo hace poco en una conferencia en San Francisco.
Entre 1990 y 2005, los hispanos y los negros, incluyendo a los inmigrantes, representaron 80% de todo el crecimiento de la población en EE.UU., según la Oficina de Censo.
Esta creciente minoría tendrá que estar preparada para oportunidades laborales que vayan más allá de la industria de la construcción, la agricultura o los hogares de ancianos que emplearon a sus padres, afirma Crouch. El experto dice que "(también tendrán que ser) arquitectos, empresarios, médicos y científicos". En un sentido más amplio, la economía de EE.UU. necesita suficientes trabajadores calificados para mantener su competitividad.
En el ámbito de la vivienda, los estudios de Myers muestran un patrón de movilidad ascendente para los inmigrantes y sus hijos. En 2005, cuatro de los 10 apellidos más comunes entre gente que compraba una casa eran en español. En 2000 sólo eran dos. Los jóvenes hispanos se convertirán en los mayores compradores de las viviendas de los baby-boomers blancos, a medida que estos últimos vendan sus propiedades para ajustarse a una vida nueva o para generar dinero.
"Tenemos que cultivar a compradores de propiedades, lo que requiere que los jóvenes hispanos se gradúen de secundaria y vayan a la universidad", dice Myers. "No es sólo por su bien. Es por el bien de todo el país."
Por Miriam Jordan
The Wall Street Journal
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