-
¿Cuál de los contingentes de Naciones Unidas en el sur de Líbano será el próximo? Es una pregunta maligna y terrible luego del ataque con bomba en el que perecieron, la tarde del domingo, seis soldados españoles pertenecientes al ejército internacional de 13 mil elementos, pero ya los oficiales de la Fuerza Interina de la ONU (Onufil) la plantean en sus juntas de inteligencia. Nadie duda que ese ejército, integrado por soldados de 30 países bajo el mando de cuatro generales de la OTAN -España aportó mil 100 efectivos-, será atacado de nuevo. Las acostumbradas expresiones de determinación de los gobernantes occidentales de que no van a "cortar y correr" -tan reminiscentes de la guerra en Irak- no van a alterar ese hecho.
¿Serán los franceses, que parecen tener los muros de concreto más altos en su cuartel? ¿O los italianos, con su grueso blindaje, que no parece ofrecer mucha protección, considerando que la bomba del domingo lanzó al aire los transportes blindados de los españoles? ¿O uno de los contingentes más pequeños y vulnerables? Qatar tiene una pequeña unidad aquí. También China. ¿Se atreverán los atacantes libaneses a tocar al Ejército del Pueblo?
Sea como fuere, la ONU y miles de soldados de Occidente están ahora en la línea de fuego en otro país árabe, y el llamado del gobierno libanés a que no lo dejen combatir solo a sus enemigos refleja el temor del fracturado gabinete de Fouad Siniora de que lo abandonen ahora que la violencia crece en intensidad y en extensión geográfica. La batalla del domingo en Trípoli, entre el ejército libanés y militantes islamitas que tomaron un edificio de departamentos, mostró a las claras que la brutal guerra de guerrillas en la ciudad de ninguna manera ha terminado. El ejército, sin mostrar pruebas, aseguró que entre los muertos había tres sauditas, dos libaneses y un chechenio. Y ahora trasciende que entre las personas a las que los soldados dieron muerte había una mujer, al parecer esposa de uno de los milicianos, Bassem el Sayyed, de quien se dice que posee la ciudadanía australiana.
Lo que no se puede refutar es que entre las víctimas inocentes había un policía libanés, Khaled Khodr, quien vivía en ese edificio del distrito de Abu Samra, junto con dos de sus hijas -una de cuatro años y otra de ocho- y su suegro. Los vecinos sostienen que los hombres armados los usaron de escudos humanos y los ejecutaron a sangre fría cuando el ejército se acercaba el edificio. Según distintas versiones, los guerrilleros eran miembros de Fatah al Islam -el grupo que combatió al ejército libanés en el campo de refugiados palestinos de Nahr el Bared, hacia el norte- o de un grupo llamado Ahl al Hadith, cuyo líder, Nabil Rahim, está prófugo.
En la ONU se barajan todos los sospechosos de costumbre en el ataque a los españoles: los sirios, cuyo ministro del exterior condenó con vigor el ataque; Hezbollah, que había tratado de proteger al personal de la ONU de los combatientes tipo Al Qaeda, o la propia Al Qaeda, cuyos partidarios en Líbano fueron convocados a "resistir" al ejército de la ONU por el propio número dos de la organización, Ayman Zawahiri.
Naciones Unidas ha hecho notar que hace apenas unos días Fatah al Islam acusó al organismo internacional de lanzar proyectiles desde el mar a sus combatientes en Nahr el Bared. La ONU tiene lanchas de combate alemanas patrullando la costa -por la ridícula sospecha de que Siria pudiera enviar armas a Hezbollah por mar-, pero ya el ejército libanés ha mostrado videos de sus anticuadas lanchas de combate de construcción británica disparando hacia el campamento.
La sensatez de la actual negativa de Francia a tener tratos con Siria fue puesta de relieve cuando Cecilia, la esposa del presidente Nicolas Sarkozy, negó a un periódico libanés una información francesa según el cual ella se había reunido con una hermana del presidente sirio llamada Bouchra, cuyo marido, Assef Chawkat, es casualmente jefe de los servicios sirios de inteligencia.
¿Cuál de los contingentes de Naciones Unidas en el sur de Líbano será el próximo? Es una pregunta maligna y terrible luego del ataque con bomba en el que perecieron, la tarde del domingo, seis soldados españoles pertenecientes al ejército internacional de 13 mil elementos, pero ya los oficiales de la Fuerza Interina de la ONU (Onufil) la plantean en sus juntas de inteligencia. Nadie duda que ese ejército, integrado por soldados de 30 países bajo el mando de cuatro generales de la OTAN -España aportó mil 100 efectivos-, será atacado de nuevo. Las acostumbradas expresiones de determinación de los gobernantes occidentales de que no van a "cortar y correr" -tan reminiscentes de la guerra en Irak- no van a alterar ese hecho.
¿Serán los franceses, que parecen tener los muros de concreto más altos en su cuartel? ¿O los italianos, con su grueso blindaje, que no parece ofrecer mucha protección, considerando que la bomba del domingo lanzó al aire los transportes blindados de los españoles? ¿O uno de los contingentes más pequeños y vulnerables? Qatar tiene una pequeña unidad aquí. También China. ¿Se atreverán los atacantes libaneses a tocar al Ejército del Pueblo?
Sea como fuere, la ONU y miles de soldados de Occidente están ahora en la línea de fuego en otro país árabe, y el llamado del gobierno libanés a que no lo dejen combatir solo a sus enemigos refleja el temor del fracturado gabinete de Fouad Siniora de que lo abandonen ahora que la violencia crece en intensidad y en extensión geográfica. La batalla del domingo en Trípoli, entre el ejército libanés y militantes islamitas que tomaron un edificio de departamentos, mostró a las claras que la brutal guerra de guerrillas en la ciudad de ninguna manera ha terminado. El ejército, sin mostrar pruebas, aseguró que entre los muertos había tres sauditas, dos libaneses y un chechenio. Y ahora trasciende que entre las personas a las que los soldados dieron muerte había una mujer, al parecer esposa de uno de los milicianos, Bassem el Sayyed, de quien se dice que posee la ciudadanía australiana.
Lo que no se puede refutar es que entre las víctimas inocentes había un policía libanés, Khaled Khodr, quien vivía en ese edificio del distrito de Abu Samra, junto con dos de sus hijas -una de cuatro años y otra de ocho- y su suegro. Los vecinos sostienen que los hombres armados los usaron de escudos humanos y los ejecutaron a sangre fría cuando el ejército se acercaba el edificio. Según distintas versiones, los guerrilleros eran miembros de Fatah al Islam -el grupo que combatió al ejército libanés en el campo de refugiados palestinos de Nahr el Bared, hacia el norte- o de un grupo llamado Ahl al Hadith, cuyo líder, Nabil Rahim, está prófugo.
En la ONU se barajan todos los sospechosos de costumbre en el ataque a los españoles: los sirios, cuyo ministro del exterior condenó con vigor el ataque; Hezbollah, que había tratado de proteger al personal de la ONU de los combatientes tipo Al Qaeda, o la propia Al Qaeda, cuyos partidarios en Líbano fueron convocados a "resistir" al ejército de la ONU por el propio número dos de la organización, Ayman Zawahiri.
Naciones Unidas ha hecho notar que hace apenas unos días Fatah al Islam acusó al organismo internacional de lanzar proyectiles desde el mar a sus combatientes en Nahr el Bared. La ONU tiene lanchas de combate alemanas patrullando la costa -por la ridícula sospecha de que Siria pudiera enviar armas a Hezbollah por mar-, pero ya el ejército libanés ha mostrado videos de sus anticuadas lanchas de combate de construcción británica disparando hacia el campamento.
La sensatez de la actual negativa de Francia a tener tratos con Siria fue puesta de relieve cuando Cecilia, la esposa del presidente Nicolas Sarkozy, negó a un periódico libanés una información francesa según el cual ella se había reunido con una hermana del presidente sirio llamada Bouchra, cuyo marido, Assef Chawkat, es casualmente jefe de los servicios sirios de inteligencia.
-
© The Independent
-
Traducción: Jorge Anaya
Traducción: Jorge Anaya
No hay comentarios:
Publicar un comentario