Estado Español - Memoria histórica
La derrota de la revolución española señalaría el final del movimiento obrero “clásico”, la que sigue es “otra historia”, un movimiento en blanco y negro dominado por los grandes aparatos socialdemócratas y estalinistas que acaban bloqueando todas las iniciativas desde abajo.
Pepe Gutiérrez-Álvarez (Para Kaos en la Red) [08.06.2007 ]
1937, 1936, 1939, el mundo camina a pasos agigantados hacia el mayor desastre de la historia humana: la IIª Guerra Mundial.
Habían transcurrido unos veinte años desde el incierto prólogo de Zimmerwald, y Trotsky, junto con lo quedaba del naufragio, intentará echar un nuevo nudo en el hilo de la continuidad revolucionaria, restablecida por la III Internacional, y concretada en un programa que representó en "todas sus decisiones fundamentales (actitudes ante el imperialismo y el Estado burgués, la democracia y eI reformismo; problema de la insurrección; dictadura del proletariado; actitudes hacia el campesinado y las naciones oprimidas; soviets; trabajo en los sindicatos; parlamentarismo, política de frente único)", o sea de la Internacional en sus cuatro primeros congresos, que fueron "la más alta expresión de la estrategia proletaria en la época de crisis del imperialismo".
Trotsky comienza a justificar esta opción en nombre de una continuidad: "La I Internacional nos dio un programa y una bandera. La II Internacional se levantó sobre la base de grandes movimientos de masas. La III Internacional ha dado el ejemplo de una acción revolucionaria audaz. La IV Internacional dará la victoria mundial". Sin embargo, la suma de obstáculos que se le anteponen, resultan enormes.
Las clases dirigentes se han rearmado contra toda tentativa revolucionaria, lo demostraran en la diversas crisis sociales europeas entre 1918 y 1921; las dictaduras y los gobiernos fuertes se suceden. Una generación revolucionaria había desaparecido, o sea había quedado fuera de la historia. Las jóvenes generaciones que hicieron de Octubre y de la defensa de la URSS su bandera, se encuentran ante un fenómeno inusitado, frente al cual carecen de perspectiva y de instrumentos de análisis. Los acontecimientos han tomado un carácter acelerado. En los años treinta la revolución volverá a plantearse en una nueva cita con la historia en las que no será el pueblo el que falle. Estará presente con sus exigencias de otra vida como lo había estado al final de la "Gran Guerra", pero la palanca arquimediana, la fracción revolucionaria que convierta las situaciones de dualidad de poderes en revolución, va en otra dirección.
A pesar de que Trotsky era bastante consciente de todas estas dificultades, Trotsky nunca dio la batalla como perdida. Aunque cada derrota favorecía su consolidación de la burocracia que se mantenía --y en consecuencia, los obstáculos para la oposición--, estaba convencido de que, al final, la historia se mostraría, en definitiva. más fuerte que los aparatos. El curso de la historia no se podía medir por coyunturas y plazos breves sino por perspectivas mucho más amplias pero a las que había que responder incluso desde las situaciones más insostenibles para tratar de cambiarlas, aceleradamente.
Una minoría experimentada podía convertirse en un factor determinante... entre finales de los años veinte, y principios de los años treinta, esta opción pasaba por una línea de "reformar" dentro de las propias filas del Komintern como expresión de la Oposición de Izquierda Internacional. Esta apuesta se desarrollaba cuando el estalinismo vivía su período ultraizquierdista (o sea cuando aparecía más "revolucionario" que nadie, y denunciaba a todas las demás corrientes socialistas de ser colaboradores con el fascismo), y estaba cerrando las puertas a cualquier tendencia, acusando a los discrepantes de "hacerles el juego" a la contrarrevolución, un argumento tan infamante como eficaz.
Surgida pues contra la corriente, la oposición internacional trata de reafirmarse sobre las bases de unos principios claros que comienzan por una declaración de la "Independencia del partido proletario. siempre y en todas las circunstancias"; o sea que ningún momento podía supeditarse a la burguesía, como había ocurrido en China. Sigue con el "Reconocimiento del carácter internacional y, por lo tanto. permanente de la revolución proletaria y rechazo de la teoría del socialismo en un solo país". En un tercer apartado aparece la "defensa de la URSS", piedra unas discrepancias constantes: "Reconocimiento del Estado soviético como Estado obrero a pesar de la perversión creciente del régimen burocrático". Esto no está en absoluto reñido con la: "Condena de la política económica de la fracción estalinista".
A continuación, Trotsky hará la crítica de la orientación sectaria del "tercer período", y aboga por el "Reconocimiento de la necesidad de un trabajo sistemático en las organizaciones proletarias de masas, sobre todo en los sindicatos reformistas", y por lo mismo: "Rechazo de la teoría de socialfascismo", y en consecuencia: "Reconocimiento de la necesidad de una amplia política de frente único, a todos los niveles, condenando la línea estalinista de "solamente por abajo"; así como: "Reconocimiento de la necesidad de las consignas transitorias y de las consignas democráticas" (un punto que será capital bajo dictaduras fascistas instaladas como en Italia, punto en el que Gramsci coincidirá --sin saberlo-- con la oposición, y que los trotskistas retomaran décadas más tarde en situaciones similares, por ejemplo contra las dictaduras en España o Portugal. También se proclama la: "Distinción en el campo del comunismo actual de tres agrupamientos: derecha (bujarinista), centrista (estalinismo), y marxistas (trotskimo)". Finalmente aboga por el: "Reconocimiento de la democracia interna y la condena implacable del régimen estalinista…".
La línea por la "reforma" en el Komintern y los partidos comunistas, se mantuvo vigente hasta que el desastre que se vivirá en Alemania tras la victoria de los nazis, una tragedia de proporciones incalculables, marcará el punto de no retorno, un Octubre invertido. La falta de reacción por parte de las secciones del Komintern ante el desastre, vendrá a ser la demostración práctica incuestionable según la cual las secciones del Komintern estaban definitivamente perdidas desde el momento que siguen anteponiendo su "obediencia" a una elemental balance crítico sobre las razones políticas de semejante derrota, la del mayor movimiento obrero occidental, la del mayor partido comunista internacional…
Pero la conmoción en la militancia más avanzada es enorme, sobre todo cuando en 1934 tiene lugar el golpe de Estado de Dollfus en Austria, y cae otro bastión de la socialdemocracia cuyos dirigentes se oponen a una tentativa de insurrección animada desde las bases, al poco Hitler tiene una entrada triunfal en Viena. Entre la disidencia de izquierdas se comienza a hablar de una nueva internacional alternativa. Dicha disidencia resulta a mitad de los años treinta bastante heteróclita. Es un abanico izquierdista que va desde grupos relacionados con la izquierda comunistas hasta formaciones que se encuentran todavía inmersas en los partidos socialdemócratas, y en las juventudes y que decían estar por una Cuarta Internacional. Sin embargo, en la medida en que está tiene que crearse en contra de la política de las internacionales existentes, no todo está tan claro en el terreno de la práctica…
En 1933, tiene lugar una convocatoria efectuada por la izquierda laborista británica, radicalizada desde 1926-1927, el Independent Labour Party (el mismo que llevó a Orwell a las filas del POUM) a favor de una conferencia abierta de las principales organizaciones criticas con los partidos tradicionales. Se trata nada menos que de examinar la situación creada para el socialismo con el triunfo de Hitler. El encuentro desembocará en una Declaración conjunta entre cuatro organizaciones: el Partido Socialista Obrero Alemán (SAP) de Jacob Walcher y Willy Brandt (líder de sus juventudes que estuvo en España colaborando con el POUM), la Organización Socialista Proletaria (OSP), liderada por Henri Sneevliet, una auténtica leyenda del socialismo holandés, el Partido Socialista Revolucionario (RSP) de Holanda, y la Liga Comunista Internacionalista (nombre que toma la antigua oposición de izquierda internacional). Esta declaración tiene una influencia real entre la izquierda y las juventudes socialistas en casi todo el mundo, así como en otros grupos menores como los llamados "bujarinistas", un buen ejemplo de ello será la evolución del Bloc de Maurín. Un cuadro muy amplio sobre el que pesan influencias muy diversas, pero que representaron la segunda ola de izquierda radical en el seno de la Internacional Socialista en combinación con una disidencia comunista creativa..
No resulta fácil ofrecer una orientación sobre estos grupos disidentes que por lo general estiman lo que significa Trotsky en clave pasada, y en muchas de sus críticas a la socialdemocracia y al estalinismo, pero ya no tanto en sus implicaciones bolcheviques que consideran estrechas…En marzo de 1934, en un artículo titulado Centrismo y Cuarta Internacional, Trotsky tratará de desgajar los trazos comunes de este amplio grupo de organizaciones en abierta ruptura con la socialdemocracia y que se habían mantenido al margen del Komintern por diferencias nacionales o por sus inclinaciones ligadas a la fase en la que Bujarin estaba al frente de la internacional. En su argumentación propone, que en vez de una definición general de "centrismo moderno", difícil por su carácter esencialmente coyuntural, una enumeración de trazos en lo que no es difícil de admitir que se aplican perfectamente a algunas de sus expresiones más estables como lo podía ser la corriente pivertista francesa y que se remitía a los criterios organizativos del partido-proceso propio de Rosa Luxemburgo. Trotsky señala el carácter débil de la "teoría" (de sus esquemas estratégicos) y su predilección afirmada por la "práctica" (que le sirvió para justificar sus posiciones "positivas" con relación al Frente Popular), amén del recurso del arsenal menchevique en los argumentos contra el "bolchevismo", y de los bolcheviques-leninista contra el reformismo socialdemócrata, así como contra el estalinismo, un fenómeno sobre el que nunca acabarán de establecer una línea de actuación consecuente.
Estos grupos no quieren admitir la existencia de una corriente "centrista", es más, tratan de justificarla como una opción más realista, lo mismo que rechazan tomar una determinación en función una respuesta de principios a todo lo que están viviendo, una realidad insólita que les sobrepasaba, y cuyo estupor queda reflejado en la obra de un George Orwell, y en las oscilaciones de un sector del POUM.
A pesar de estas diferencias, Trotsky hizo una apuesta a fondo de frente único con ellos, y en la Declaración de los cuatro, escrita por él mismo, proclama la necesidad de una Internacional de nuevos partidos fundamentados en un programa que, en lo esencial, coincide la propuesta trotskista, sin embargo, a la hora de la verdad los resultados de este agrupamiento fueron mínimos.
En esta primera fase, el trotskismo mostró una enorme capacidad de flexibilidad táctica en situaciones en que resultaron necesarias. En este sentido resultan clarificadores los giros operados por la sección francesa entre 1932 y 1939. En 1932 se trataba de construir una oposición de izquierdas en el partido comunista; en 1933, de crear una organización autónoma; en 1934, de operar el llamado "giro francés" (que era lo que se auspiciaba en España previendo la radicalización en el PSOE), ingresar en la socialdemocracia francesa para ayudar a constituir un nuevo polo de la izquierda revolucionaria de la que será expresión el pivertismo); en 1935, salir para crear un polo independiente frente al acercamiento entre Blum y Thorez; en 1939, ingresar en el partido hermanos del POUM, el PSOP de Marceau Pivert que acaba de abandonar la socialdemocracia por la izquierda…
Todos estos giros suscitaron debates y conflictos que dieron lugar a amplios debates de tendencias, a rupturas y a reagrupamientos, pero lo cierto es que, a) el trotskismo jugó un papel muy por encima de su implantación; b) la sección francesa jugaría un papel capital en la marcha de la internacional, incluido en sus rupturas.
Los días 29, 30 y 31 de julio1936 tendría lugar en Ginebra la primera Conferencia por la IV Internacionales que reúne delegados de Francia, Bélgica, Holanda, Gran Bretaña, Suiza, Alemania, Italia, URSS, Estados Unidos, pero también han sido "invitados, pero no han podido dar curso a la invitación, por razones materiales, los bolcheviques-leninistas de Austria, de Checoslovaquia, de Rumania, de Grecia, de Polonia y de Basilea", y que además, tampoco habían podido ser invitadas por razones tan poderosas como la distancia, la ilegalidad, la represión o más simplemente por el corto plazo de tiempo, las organizaciones de Bulgaria, Dinamarca. España (G. Munis), Lituania, Canadá, México, Brasil, Argentina, Chile, Cuba, Perú, Bolivia, Puerto Rico, China, Indochina, Australia, África del Sur. Sus animadores suelen ser antiguos militantes comunistas de primera hora, sindicalistas duros, intelectuales disidentes, gente –dirá Trotsky- con mal carácter, no pocos judíos, escritores inconformistas.
En los años siguientes, se le unirán una hornada de jóvenes procedentes de las juventudes socialistas en un momento en que, con un programa y un análisis adecuado, la revolución todavía todo parecía posible. Existió y fue posible desde dentro en Yugoslavia, o sea al margen del ejército soviético. Indudablemente, lo fue también en Italia (recordad Novecento), Italia y Grecia, pero estos países habían “caído” en la parte “occidental” de Yalta, y sus partidos comunistas se volcaron en la tarea de la “reconstrucción nacional”. Unas páginas centrales en la historia del movimiento obrero que aquí quedaron muy lejos durante décadas. Solamente algunos medios y autores se han acercado a estos acontecimientos. Quizás e4l más preparado de todos fue el hoy olvidado Fernando Claudín, quien en su etapa disidente, al calor de acontecimientos como el mayo del 68, escribió su monumental obra sobre La crisis del movimiento comunista. Desde el KOMINTERN al KOMINFORN que editó en Paris Ruedo Ibérico, y que no debería faltar en ninguna buena biblioteca socialista.
Sin estos capítulos, faltaran siempre piezas primordiales para comprender lo que fue y lo que no fue el siglo XX, las vísperas de nuestro tiempo..
Artículos de Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red
Kaosenlared/PRINCIPAL/08/06/2007
La derrota de la revolución española señalaría el final del movimiento obrero “clásico”, la que sigue es “otra historia”, un movimiento en blanco y negro dominado por los grandes aparatos socialdemócratas y estalinistas que acaban bloqueando todas las iniciativas desde abajo.
Pepe Gutiérrez-Álvarez (Para Kaos en la Red) [08.06.2007 ]
1937, 1936, 1939, el mundo camina a pasos agigantados hacia el mayor desastre de la historia humana: la IIª Guerra Mundial.
Habían transcurrido unos veinte años desde el incierto prólogo de Zimmerwald, y Trotsky, junto con lo quedaba del naufragio, intentará echar un nuevo nudo en el hilo de la continuidad revolucionaria, restablecida por la III Internacional, y concretada en un programa que representó en "todas sus decisiones fundamentales (actitudes ante el imperialismo y el Estado burgués, la democracia y eI reformismo; problema de la insurrección; dictadura del proletariado; actitudes hacia el campesinado y las naciones oprimidas; soviets; trabajo en los sindicatos; parlamentarismo, política de frente único)", o sea de la Internacional en sus cuatro primeros congresos, que fueron "la más alta expresión de la estrategia proletaria en la época de crisis del imperialismo".
Trotsky comienza a justificar esta opción en nombre de una continuidad: "La I Internacional nos dio un programa y una bandera. La II Internacional se levantó sobre la base de grandes movimientos de masas. La III Internacional ha dado el ejemplo de una acción revolucionaria audaz. La IV Internacional dará la victoria mundial". Sin embargo, la suma de obstáculos que se le anteponen, resultan enormes.
Las clases dirigentes se han rearmado contra toda tentativa revolucionaria, lo demostraran en la diversas crisis sociales europeas entre 1918 y 1921; las dictaduras y los gobiernos fuertes se suceden. Una generación revolucionaria había desaparecido, o sea había quedado fuera de la historia. Las jóvenes generaciones que hicieron de Octubre y de la defensa de la URSS su bandera, se encuentran ante un fenómeno inusitado, frente al cual carecen de perspectiva y de instrumentos de análisis. Los acontecimientos han tomado un carácter acelerado. En los años treinta la revolución volverá a plantearse en una nueva cita con la historia en las que no será el pueblo el que falle. Estará presente con sus exigencias de otra vida como lo había estado al final de la "Gran Guerra", pero la palanca arquimediana, la fracción revolucionaria que convierta las situaciones de dualidad de poderes en revolución, va en otra dirección.
A pesar de que Trotsky era bastante consciente de todas estas dificultades, Trotsky nunca dio la batalla como perdida. Aunque cada derrota favorecía su consolidación de la burocracia que se mantenía --y en consecuencia, los obstáculos para la oposición--, estaba convencido de que, al final, la historia se mostraría, en definitiva. más fuerte que los aparatos. El curso de la historia no se podía medir por coyunturas y plazos breves sino por perspectivas mucho más amplias pero a las que había que responder incluso desde las situaciones más insostenibles para tratar de cambiarlas, aceleradamente.
Una minoría experimentada podía convertirse en un factor determinante... entre finales de los años veinte, y principios de los años treinta, esta opción pasaba por una línea de "reformar" dentro de las propias filas del Komintern como expresión de la Oposición de Izquierda Internacional. Esta apuesta se desarrollaba cuando el estalinismo vivía su período ultraizquierdista (o sea cuando aparecía más "revolucionario" que nadie, y denunciaba a todas las demás corrientes socialistas de ser colaboradores con el fascismo), y estaba cerrando las puertas a cualquier tendencia, acusando a los discrepantes de "hacerles el juego" a la contrarrevolución, un argumento tan infamante como eficaz.
Surgida pues contra la corriente, la oposición internacional trata de reafirmarse sobre las bases de unos principios claros que comienzan por una declaración de la "Independencia del partido proletario. siempre y en todas las circunstancias"; o sea que ningún momento podía supeditarse a la burguesía, como había ocurrido en China. Sigue con el "Reconocimiento del carácter internacional y, por lo tanto. permanente de la revolución proletaria y rechazo de la teoría del socialismo en un solo país". En un tercer apartado aparece la "defensa de la URSS", piedra unas discrepancias constantes: "Reconocimiento del Estado soviético como Estado obrero a pesar de la perversión creciente del régimen burocrático". Esto no está en absoluto reñido con la: "Condena de la política económica de la fracción estalinista".
A continuación, Trotsky hará la crítica de la orientación sectaria del "tercer período", y aboga por el "Reconocimiento de la necesidad de un trabajo sistemático en las organizaciones proletarias de masas, sobre todo en los sindicatos reformistas", y por lo mismo: "Rechazo de la teoría de socialfascismo", y en consecuencia: "Reconocimiento de la necesidad de una amplia política de frente único, a todos los niveles, condenando la línea estalinista de "solamente por abajo"; así como: "Reconocimiento de la necesidad de las consignas transitorias y de las consignas democráticas" (un punto que será capital bajo dictaduras fascistas instaladas como en Italia, punto en el que Gramsci coincidirá --sin saberlo-- con la oposición, y que los trotskistas retomaran décadas más tarde en situaciones similares, por ejemplo contra las dictaduras en España o Portugal. También se proclama la: "Distinción en el campo del comunismo actual de tres agrupamientos: derecha (bujarinista), centrista (estalinismo), y marxistas (trotskimo)". Finalmente aboga por el: "Reconocimiento de la democracia interna y la condena implacable del régimen estalinista…".
La línea por la "reforma" en el Komintern y los partidos comunistas, se mantuvo vigente hasta que el desastre que se vivirá en Alemania tras la victoria de los nazis, una tragedia de proporciones incalculables, marcará el punto de no retorno, un Octubre invertido. La falta de reacción por parte de las secciones del Komintern ante el desastre, vendrá a ser la demostración práctica incuestionable según la cual las secciones del Komintern estaban definitivamente perdidas desde el momento que siguen anteponiendo su "obediencia" a una elemental balance crítico sobre las razones políticas de semejante derrota, la del mayor movimiento obrero occidental, la del mayor partido comunista internacional…
Pero la conmoción en la militancia más avanzada es enorme, sobre todo cuando en 1934 tiene lugar el golpe de Estado de Dollfus en Austria, y cae otro bastión de la socialdemocracia cuyos dirigentes se oponen a una tentativa de insurrección animada desde las bases, al poco Hitler tiene una entrada triunfal en Viena. Entre la disidencia de izquierdas se comienza a hablar de una nueva internacional alternativa. Dicha disidencia resulta a mitad de los años treinta bastante heteróclita. Es un abanico izquierdista que va desde grupos relacionados con la izquierda comunistas hasta formaciones que se encuentran todavía inmersas en los partidos socialdemócratas, y en las juventudes y que decían estar por una Cuarta Internacional. Sin embargo, en la medida en que está tiene que crearse en contra de la política de las internacionales existentes, no todo está tan claro en el terreno de la práctica…
En 1933, tiene lugar una convocatoria efectuada por la izquierda laborista británica, radicalizada desde 1926-1927, el Independent Labour Party (el mismo que llevó a Orwell a las filas del POUM) a favor de una conferencia abierta de las principales organizaciones criticas con los partidos tradicionales. Se trata nada menos que de examinar la situación creada para el socialismo con el triunfo de Hitler. El encuentro desembocará en una Declaración conjunta entre cuatro organizaciones: el Partido Socialista Obrero Alemán (SAP) de Jacob Walcher y Willy Brandt (líder de sus juventudes que estuvo en España colaborando con el POUM), la Organización Socialista Proletaria (OSP), liderada por Henri Sneevliet, una auténtica leyenda del socialismo holandés, el Partido Socialista Revolucionario (RSP) de Holanda, y la Liga Comunista Internacionalista (nombre que toma la antigua oposición de izquierda internacional). Esta declaración tiene una influencia real entre la izquierda y las juventudes socialistas en casi todo el mundo, así como en otros grupos menores como los llamados "bujarinistas", un buen ejemplo de ello será la evolución del Bloc de Maurín. Un cuadro muy amplio sobre el que pesan influencias muy diversas, pero que representaron la segunda ola de izquierda radical en el seno de la Internacional Socialista en combinación con una disidencia comunista creativa..
No resulta fácil ofrecer una orientación sobre estos grupos disidentes que por lo general estiman lo que significa Trotsky en clave pasada, y en muchas de sus críticas a la socialdemocracia y al estalinismo, pero ya no tanto en sus implicaciones bolcheviques que consideran estrechas…En marzo de 1934, en un artículo titulado Centrismo y Cuarta Internacional, Trotsky tratará de desgajar los trazos comunes de este amplio grupo de organizaciones en abierta ruptura con la socialdemocracia y que se habían mantenido al margen del Komintern por diferencias nacionales o por sus inclinaciones ligadas a la fase en la que Bujarin estaba al frente de la internacional. En su argumentación propone, que en vez de una definición general de "centrismo moderno", difícil por su carácter esencialmente coyuntural, una enumeración de trazos en lo que no es difícil de admitir que se aplican perfectamente a algunas de sus expresiones más estables como lo podía ser la corriente pivertista francesa y que se remitía a los criterios organizativos del partido-proceso propio de Rosa Luxemburgo. Trotsky señala el carácter débil de la "teoría" (de sus esquemas estratégicos) y su predilección afirmada por la "práctica" (que le sirvió para justificar sus posiciones "positivas" con relación al Frente Popular), amén del recurso del arsenal menchevique en los argumentos contra el "bolchevismo", y de los bolcheviques-leninista contra el reformismo socialdemócrata, así como contra el estalinismo, un fenómeno sobre el que nunca acabarán de establecer una línea de actuación consecuente.
Estos grupos no quieren admitir la existencia de una corriente "centrista", es más, tratan de justificarla como una opción más realista, lo mismo que rechazan tomar una determinación en función una respuesta de principios a todo lo que están viviendo, una realidad insólita que les sobrepasaba, y cuyo estupor queda reflejado en la obra de un George Orwell, y en las oscilaciones de un sector del POUM.
A pesar de estas diferencias, Trotsky hizo una apuesta a fondo de frente único con ellos, y en la Declaración de los cuatro, escrita por él mismo, proclama la necesidad de una Internacional de nuevos partidos fundamentados en un programa que, en lo esencial, coincide la propuesta trotskista, sin embargo, a la hora de la verdad los resultados de este agrupamiento fueron mínimos.
En esta primera fase, el trotskismo mostró una enorme capacidad de flexibilidad táctica en situaciones en que resultaron necesarias. En este sentido resultan clarificadores los giros operados por la sección francesa entre 1932 y 1939. En 1932 se trataba de construir una oposición de izquierdas en el partido comunista; en 1933, de crear una organización autónoma; en 1934, de operar el llamado "giro francés" (que era lo que se auspiciaba en España previendo la radicalización en el PSOE), ingresar en la socialdemocracia francesa para ayudar a constituir un nuevo polo de la izquierda revolucionaria de la que será expresión el pivertismo); en 1935, salir para crear un polo independiente frente al acercamiento entre Blum y Thorez; en 1939, ingresar en el partido hermanos del POUM, el PSOP de Marceau Pivert que acaba de abandonar la socialdemocracia por la izquierda…
Todos estos giros suscitaron debates y conflictos que dieron lugar a amplios debates de tendencias, a rupturas y a reagrupamientos, pero lo cierto es que, a) el trotskismo jugó un papel muy por encima de su implantación; b) la sección francesa jugaría un papel capital en la marcha de la internacional, incluido en sus rupturas.
Los días 29, 30 y 31 de julio1936 tendría lugar en Ginebra la primera Conferencia por la IV Internacionales que reúne delegados de Francia, Bélgica, Holanda, Gran Bretaña, Suiza, Alemania, Italia, URSS, Estados Unidos, pero también han sido "invitados, pero no han podido dar curso a la invitación, por razones materiales, los bolcheviques-leninistas de Austria, de Checoslovaquia, de Rumania, de Grecia, de Polonia y de Basilea", y que además, tampoco habían podido ser invitadas por razones tan poderosas como la distancia, la ilegalidad, la represión o más simplemente por el corto plazo de tiempo, las organizaciones de Bulgaria, Dinamarca. España (G. Munis), Lituania, Canadá, México, Brasil, Argentina, Chile, Cuba, Perú, Bolivia, Puerto Rico, China, Indochina, Australia, África del Sur. Sus animadores suelen ser antiguos militantes comunistas de primera hora, sindicalistas duros, intelectuales disidentes, gente –dirá Trotsky- con mal carácter, no pocos judíos, escritores inconformistas.
En los años siguientes, se le unirán una hornada de jóvenes procedentes de las juventudes socialistas en un momento en que, con un programa y un análisis adecuado, la revolución todavía todo parecía posible. Existió y fue posible desde dentro en Yugoslavia, o sea al margen del ejército soviético. Indudablemente, lo fue también en Italia (recordad Novecento), Italia y Grecia, pero estos países habían “caído” en la parte “occidental” de Yalta, y sus partidos comunistas se volcaron en la tarea de la “reconstrucción nacional”. Unas páginas centrales en la historia del movimiento obrero que aquí quedaron muy lejos durante décadas. Solamente algunos medios y autores se han acercado a estos acontecimientos. Quizás e4l más preparado de todos fue el hoy olvidado Fernando Claudín, quien en su etapa disidente, al calor de acontecimientos como el mayo del 68, escribió su monumental obra sobre La crisis del movimiento comunista. Desde el KOMINTERN al KOMINFORN que editó en Paris Ruedo Ibérico, y que no debería faltar en ninguna buena biblioteca socialista.
Sin estos capítulos, faltaran siempre piezas primordiales para comprender lo que fue y lo que no fue el siglo XX, las vísperas de nuestro tiempo..
Artículos de Pepe Gutiérrez-Álvarez en Kaos en la Red
Kaosenlared/PRINCIPAL/08/06/2007
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