El país que hoy conocemos como Jordania debe su existencia a la terquedad y a la habilidad política de la familia Hachemí. A pesar de que el territorio posee una identidad y una historia diferente de la de la familia real, la estabilidad del estado se debe en buena medida al éxito del binomio compuesto por una de las familias con un linaje más antiguo (los Hachemíes se consideran descendientes del Profeta Mahoma) y la clásica estructura social a base de clanes y tribus transjordanas.
Paolo Maggiolini
Equilibri.net/23/06/2007
Paolo Maggiolini
Equilibri.net/23/06/2007
Debido a los acontecimientos que marcaron el la evolución del país durante el siglo XX, Occidente consideraba que los esfuerzos a favor de la estabilización del Reino Hachemí de Jordania serían en vano, sobre todo porque se basaba en elementos más débiles que fortalecedores. A pesar de su naturaleza de estado patrimonial, la dependencia de los rentier states de la península de Arabia, la constante necesidad de mantener relaciones estables con Occidente sin que éstas afectasen a los vínculos que la unían a la solidaridad árabe e islámica, y la obligación de afrontar dinámicas sociales cada vez más complejas debido a la crisis político-económica medioriental, la familia hachemí ha aportado a Jordania una estabilidad única respecto a los territorios que circundantes. Todo esto implica la necesidad de adoptar una postura práctica y activa ya sea en política interior como en exterior. Si analizamos el sistema institucional jordano observamos el predominio de la Corona sobre el resto de instituciones o asociaciones. El poder está en las manos del rey, y nada ni nadie puede poner en duda su autoridad. Aunque se lleven a cabo elecciones cada cuatro años, el rey ejerce un control casi absoluto sobre la viva política del país. De hecho, además de decidir si y cuando tendrán lugar las votaciones, el soberano nombra al Gobierno y a la Cámara Alta del Parlamento y ejerce el poder ejecutivo. Además, el rey tiene la capacidad de disolver libremente al consejo de ministros y el Parlamento, como contempla el artículo 34 de la Constitución, y de legislar de manera independiente gracias a varios decretos reales, en base a los artículos 73 y 94 de la Carta Magna. La Cámara Baja está compuesta por 110 representantes elegidos a través de sufragio universal, y cuentan con una cierta capacidad legislativa: los diseños de ley son aprobados sólo con el consentimiento de la Cámara Alta, que a su vez es nombrada por el rey. El poder de la familia real no se limita sólo al marco político general, sino que abarca también el ámbito administrativo. De hecho el rey, a pesar de que la nueva ley municipal del 2007 conceda a los jordanos la posibilidad de elegir los consejos administrativos, sigue teniendo la posibilidad de nombrar a la mitad de los consejeros de la administración de Amán.La ley electoral asume un importante papel en el diseño de las relaciones de poder dentro del Reino. El sistema uninominal tiene el objetivo de reforzar la autonomía de la Corona, favoreciendo los vínculos entre clanes y tribus frente a las afiliaciones ideológicas. Esto permite a los grupos tradicionalmente cercanos a la corona -transjordanos, chechenos y circasios- participar activamente en la política nacional, reforzando el vínculo personal entre estos y la casa real. Por lo que concierne a los ciudadanos de origen palestino, la monarquía les concede un amplio margen de acción económica, reduciendo al mínimo su participación directa en la vida política.Dentro de este particular marco institucional, los hachemíes han obtenido el éxito gracias al diwan (corte real) y al ejército. Gracias al diwan el soberano decide quiénes serán las personalidades más importantes de la sociedad, con lo que su política gana legitimidad y eficacia, convirtiéndose en el principal instrumento a través del que el monarca controla las relaciones con las instituciones públicas del país. Gracias a la Legión Árabe la monarquía ha obtenido el control a nivel militar, permitiendo dirigir el Estado de una manera autónoma y estable. El rey Hussein, definido muy a menudo como un rey uniformado, ha utilizado el ejército con funciones que van más allá de las militares, convirtiéndolo en un instrumento para difundir y aplicar sus decisiones. Los monarcas no han renunciado nunca a su control -como sanciona la Constitución de 1952-, invistiendo a miembros de la familia real con los más altos cargos dentro de la institución. La Legión Árabe representa la identidad del Reino, defendiendo a la monarquía siempre que ésta se vea amenazada. Sus competencias a nivel interior le han permitido aislarse de las influencias ideológicas, tanto del panarabismo nasseriano como del fundamentalismo islámico. Por lo tanto el papel del diwan y del ejército tienen una gran importancia estratégica para la monarquía hachemí, aunque la táctica a través de la que estas instituciones actúan cambie constantemente adaptándose a las exigencias del momento. Esto se traduce en la tendencia a situar a la cabeza de estas instituciones a personalidades que al mismo tiempo representen las relaciones de poder presentes en la sociedad jordana, y que tengan la capacidad de ampliar los objetivos y las decisiones de la Corona.El reino de Abdalá II (que ascendió al trono en 1999) demuestra como este particular sistema político-institucional es fundamental para la supervivencia de la monarquía. No se puede decir que se hayan dado cambios importantes en la gestión del poder y en la relación entre la Corona y la población respecto a las décadas anteriores. Sólo han cambiado el contexto y los objetivos, que eran muy diferentes en tiempos del rey Abdalá cuando el reino debía aún consolidarse, o con el rey Hussein, empleado a fondo en la difícil tarea de superar las diversas crisis regionales del siglo pasado. Actualmente, el rey Abdalá II tiene el objetivo de alcanzar un cierto nivel de desarrollo económico-social para el país, que le permita desvincularse de la ya larga dependencia económica con el Golfo. Esto requiere las financiaciones de otros países, realizar reformas estructurales en el campo económico y de una campaña a nivel internacional que muestre al estado como el único régimen moderado y pro-occidental de la región. El hecho de que se muestre mayor atención por al plano técnico que al político no ha afectado a la monarquía, de hecho cada una de las reformas es sugerida o ampliada por la corona. Iniciativas como la Jordan First del 2002, o la We are all Jordan Forum del 2006 tienen el objetivo de permitir alcanzar los objetivos de bienestar y de lucha contra la pobreza vinculando a la sociedad jordana, asociaciones profesionales y ONGs con la monarquía hachemí. La familia hahemí aspira al desarrollo del país, por lo que concede una cierta libertad a su población: las iniciativas externas en este sentido que se muestren excesivamente politizadas y que se consideren perturbadoras para la estabilidad interna, son rechazadas como demostraron los casos de encarcelación de miembros del Frente Islámico de Acción.Tradicionalmente la monarquía hachemí ha sabido conservar e imponer su autoridad a través de la política de nombramientos de los principales cargos institucionales. La tendencia a designar como Primer Ministro a personalidades que representan los objetivos principales de la Corona es la prueba más evidente. Esta estrategia podría enmarcarse también dentro de la propensión de monarquía a mantenerse, al menos públicamente, por encima de los partidos que participan en la vida política. De este modo la monarquía gobierna sin sufrir las consecuencias de ciertas decisiones, sacrificando cuando sea necesario al personaje político que ella misma ha designado a favor de la estabilidad del Reino y de la Corona. Esto no ha cambiado con el ascenso al trono de Abdlá II, como lo demuestra la alternancia de los tres últimos Primer Ministro. Desde octubre del 2003 hasta abril del 2005, Faisal al-Fayez, estrecho colaborador del rey y actual Ministro de Defensa, fue el encargado de realizar las principales reformas estructurales con el cuidado de que éstas no desestabilizaran el equilibrio interior. Debido a la lentitud de las reformas, el rey Abdulá tuvo que hacer frente al descontento nombrando a Adnan Badran como nuevo Primer Ministro. Adnan Badran, nació en Jerash en 1935 y forma parte de una de las familias más importantes de Jordania. Fue elegido con el objetivo de estimular las reformas, pero pocos meses después de su elección, tras el atentado del 9 de noviembre en Ammán, fue sustituido por el actual Primer Ministro Marouf Suleiman al-Bakhit. Marouf Suleiman al-Bakhit es miembro de una de las más antiguas tribus de Jordania, los al-Abbad, a los que ha visitado recientemente el rey Abdulá II. Formó parte de la delegación jordana que participó en la Conferencia de Madrid, y ha sido embajador en Israel y General de la Legión Árabe. Fue nombrado con el objetivo proteger al reino de las influencias negativas procedentes de los numerosos focos de conflicto que circundan el país. Junto a éste fue nombrado como Ministro de Exteriores Abdul Alah Khatib. Khatib participó en las reuniones para la firma del Tratado de Paz con Israel (1994) y ha prestado servicio en la embajada jordana en Washington D.C.. Está claro que estos nombramientos responden a la necesidad de establecer a nivel internacional buenas relaciones con el Gobierno estadounidense y con el Israelí, reforzando la buena imagen del Reino. Sin embargo, desde el punto de vista interno el rey Abdulá II necesita rodearse de personas con contactos con las élites tradicionales transjordanas y con el ejército.En el Reino Hachemí de Jordania la libertad de expresión democrática es posible, pero dentro de unos límites. No existen límites al debate sobre las reformas económicas y el desarrollo social, pero en lo que concierne a política internacional y a la defensa, la monarquía no acepta ningún tipo de intromisión. Estas son materias de exclusiva competencia monárquica, de las que se ocupa el rey a través del nombramiento de personajes cercanos a él que generalmente poseen, además de un amplio currículum internacional, vínculos con las tribus jordanas o forman parte de la minoría cristina, circasia o chechena. Éstas no han tenido luchar para ver reconocidos sus derechos ya que la familia hachemí les ha hecho partícipes de la vida política del país. Esta estrategia ha demostrado ser capaz de consolidar las relaciones paternalístas que mantiene el rey con su pueblo, y de la imagen de ser la única garantía para la realización de las aspiraciones de sus súbditos y para la supervivencia del estado. Desde este punto de vista, a pesar de los diversos resultados de las urnas, es improbable que las relaciones de fuerza dentro del Reino cambien. Las elecciones políticas que deberían tener lugar el próximo otoño no serán más que una nueva ocasión para la monarquía para cambiar la composición de los órganos representativos, adaptándolos a la política que la familia reinante considera más oportuna.
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