02/06/2007
La Democracia se reúne con su dedo meñique
Santiago Alba Rico
Rebelión
En este mundo hay poco donde elegir: está lo malo y está lo peor.
Lo malo son las invasiones militares, las bombas de racimo, los campos de tortura, los desaparecidos, las ejecuciones extrajudicales, el hambre inducida, la pobreza asesina, el analfabetismo humillante, el desamparo de los enfermos, la libertad de censura de los ricos, el sobreconsumo homicida, el robo premiado, la soberanía vigilada o prohibida, la destrucción ventajosa de los recursos comunes.
Lo peor es que no ocurra ninguna de estas cosas.
Lo malo es tan bueno, al menos por contraste, que se ha vuelto deseable. Algunos pueblos incluso votan mayoritariamente para que siga habiendo mendigos en sus calles y se cierren sus hospitales, se corte el suministro de agua en Bagdad y se extienda la malaria en Africa; y sus periódicos piden a gritos que el interés, la codicia, el desprecio del otro, la mentira y la injusticia, tan buenos son, se difundan sin fronteras y alcancen hasta el último rincón de la tierra.
Lo peor es hasta tal punto malo –hasta tal punto peor- que allí donde falta alguna de estas cosas es que está en peligro la Democracia.
Lo peor, naturalmente, es Cuba.
Ayer la Democracia se posó durante ocho horas en Madrid y regañó a uno de sus dedos meñiques. Condoleeza Rice y el gobierno español ya habían acordado que no iban a ocuparse de lo malo o, lo que es lo mismo, de sí mismos. EEUU no iba a reprochar a España la Ley de Partidos ni los malos tratos en las cárceles del País Vasco; y, por supuesto, renunciaba a entrevistarse con los disidentes de Batasuna. Por su parte, España consideraba poco diplomático y generoso mencionar los vuelos de la CIA, el asesinato de José Couso, la desaparición del ciudadano español Mustafá Setmariam Nassar en las prisiones secretas democráticas, la “anomalía” de Guantánamo o los crímenes de guerra en Iraq. Después de todo, lo malo va bien. De lo que tenían que ocuparse es de lo peor, que sigue resistiéndose a ser malo. En este sentido, las pequeñas diferencias entre la Democracia y su Meñique, cuyo valor para Cuba no hay que menospreciar, confirmaron un acuerdo de fondo muy desfavorable para España. Rice declaró que ambos gobiernos coincidían en “la necesidad de una transición” en la isla y Moratinos no lo desmintió. Se limitó a expresar su confianza en que su homóloga estadounidense volviese a casa “un poco más convencida de que la táctica española da resultados”. Es difícil declarar de un modo más alto dos cosas malas: la voluntad de injerencia y la dejación de soberanía. O más exactamente: la voluntad de injerencia como dejación de soberanía.
Entre España y Cuba hay algunas diferencias notables. España manda soldados a Afganistán y Cuba médicos a Pakistán. España manda empresas depredadoras a Bolivia y Cuba les manda maestros. España ofende la soberanía de otras naciones, renunciando a la suya, y Cuba protege la propia, y alienta la de los otros, desde hace 50 años. Por eso España es mala y Cuba es peor. Cuba es uno de los poquísimos países del mundo que jamás visitaría Condoleeza Rice y esto quiere decir algo. La víspera de posarse fugazmente en Madrid, la secretaria de Estado usamericana comparó la revolución cubana con el régimen de Franco y manifestó su certidumbre de que “ un país como España, que ha sido capaz de sobreponerse a un pasado autoritario y de darle democracia y libertad a su gente, entienda que los cubanos merecen la misma cosa”. Como se recordará EEUU molestó muy poco a la España de Franco y, a partir de los pactos de Madrid de 1953, la apoyó política y económicamente con entusiasmo a cambio de la cesión de su territorio y de sus mercados y a expensas de los muchos y valientes militantes izquierdistas sacrificados y nunca recompensados por su denuedo. Desde esa fecha muchos presidentes y secretarios de Estado usamericanos han visitado nuestro país para reforzar ese pacto mientras enviaban a Cuba mercenarios, terroristas, epidemias y amenazas. Esta continuidad entre Franco y Zapatero marca toda la diferencia de Cuba. A Zapatero no lo ha elegido Bush, es verdad, pero sí lo ha consentido y este consentimiento estadounidense –ley invariable en Europa desde 1945- ciñe todos los márgenes de maniobra de su gobierno. Puede que tengamos que asumir como una muestra de “realismo” político el franquismo español, al menos mientras sigamos queriendo lo malo. Pero si se trata de querer lo peor, entonces habrá que conceder que no hay mayor realismo que el decoro, la resistencia y el amor. España sigue rumiando su eterna transición –de malo en malo- mientras que Cuba acabó la suya –de mal en peor- el 1 de enero de 1959.
Que un artículo sobre un encuentro entre un ministro estadounidense y un ministro español tenga que publicarse en la sección de Cuba dice mucho acerca de los tres países y de la situación del mundo en general. Habla del imperialismo de EEUU, de la sumisión de España y de la importancia irrenunciable de Cuba. Lo malo se impone por la fuerza; lo peor se comunica, se irriga y se contagia.
La Democracia se reúne con su dedo meñique
Santiago Alba Rico
Rebelión
En este mundo hay poco donde elegir: está lo malo y está lo peor.
Lo malo son las invasiones militares, las bombas de racimo, los campos de tortura, los desaparecidos, las ejecuciones extrajudicales, el hambre inducida, la pobreza asesina, el analfabetismo humillante, el desamparo de los enfermos, la libertad de censura de los ricos, el sobreconsumo homicida, el robo premiado, la soberanía vigilada o prohibida, la destrucción ventajosa de los recursos comunes.
Lo peor es que no ocurra ninguna de estas cosas.
Lo malo es tan bueno, al menos por contraste, que se ha vuelto deseable. Algunos pueblos incluso votan mayoritariamente para que siga habiendo mendigos en sus calles y se cierren sus hospitales, se corte el suministro de agua en Bagdad y se extienda la malaria en Africa; y sus periódicos piden a gritos que el interés, la codicia, el desprecio del otro, la mentira y la injusticia, tan buenos son, se difundan sin fronteras y alcancen hasta el último rincón de la tierra.
Lo peor es hasta tal punto malo –hasta tal punto peor- que allí donde falta alguna de estas cosas es que está en peligro la Democracia.
Lo peor, naturalmente, es Cuba.
Ayer la Democracia se posó durante ocho horas en Madrid y regañó a uno de sus dedos meñiques. Condoleeza Rice y el gobierno español ya habían acordado que no iban a ocuparse de lo malo o, lo que es lo mismo, de sí mismos. EEUU no iba a reprochar a España la Ley de Partidos ni los malos tratos en las cárceles del País Vasco; y, por supuesto, renunciaba a entrevistarse con los disidentes de Batasuna. Por su parte, España consideraba poco diplomático y generoso mencionar los vuelos de la CIA, el asesinato de José Couso, la desaparición del ciudadano español Mustafá Setmariam Nassar en las prisiones secretas democráticas, la “anomalía” de Guantánamo o los crímenes de guerra en Iraq. Después de todo, lo malo va bien. De lo que tenían que ocuparse es de lo peor, que sigue resistiéndose a ser malo. En este sentido, las pequeñas diferencias entre la Democracia y su Meñique, cuyo valor para Cuba no hay que menospreciar, confirmaron un acuerdo de fondo muy desfavorable para España. Rice declaró que ambos gobiernos coincidían en “la necesidad de una transición” en la isla y Moratinos no lo desmintió. Se limitó a expresar su confianza en que su homóloga estadounidense volviese a casa “un poco más convencida de que la táctica española da resultados”. Es difícil declarar de un modo más alto dos cosas malas: la voluntad de injerencia y la dejación de soberanía. O más exactamente: la voluntad de injerencia como dejación de soberanía.
Entre España y Cuba hay algunas diferencias notables. España manda soldados a Afganistán y Cuba médicos a Pakistán. España manda empresas depredadoras a Bolivia y Cuba les manda maestros. España ofende la soberanía de otras naciones, renunciando a la suya, y Cuba protege la propia, y alienta la de los otros, desde hace 50 años. Por eso España es mala y Cuba es peor. Cuba es uno de los poquísimos países del mundo que jamás visitaría Condoleeza Rice y esto quiere decir algo. La víspera de posarse fugazmente en Madrid, la secretaria de Estado usamericana comparó la revolución cubana con el régimen de Franco y manifestó su certidumbre de que “ un país como España, que ha sido capaz de sobreponerse a un pasado autoritario y de darle democracia y libertad a su gente, entienda que los cubanos merecen la misma cosa”. Como se recordará EEUU molestó muy poco a la España de Franco y, a partir de los pactos de Madrid de 1953, la apoyó política y económicamente con entusiasmo a cambio de la cesión de su territorio y de sus mercados y a expensas de los muchos y valientes militantes izquierdistas sacrificados y nunca recompensados por su denuedo. Desde esa fecha muchos presidentes y secretarios de Estado usamericanos han visitado nuestro país para reforzar ese pacto mientras enviaban a Cuba mercenarios, terroristas, epidemias y amenazas. Esta continuidad entre Franco y Zapatero marca toda la diferencia de Cuba. A Zapatero no lo ha elegido Bush, es verdad, pero sí lo ha consentido y este consentimiento estadounidense –ley invariable en Europa desde 1945- ciñe todos los márgenes de maniobra de su gobierno. Puede que tengamos que asumir como una muestra de “realismo” político el franquismo español, al menos mientras sigamos queriendo lo malo. Pero si se trata de querer lo peor, entonces habrá que conceder que no hay mayor realismo que el decoro, la resistencia y el amor. España sigue rumiando su eterna transición –de malo en malo- mientras que Cuba acabó la suya –de mal en peor- el 1 de enero de 1959.
Que un artículo sobre un encuentro entre un ministro estadounidense y un ministro español tenga que publicarse en la sección de Cuba dice mucho acerca de los tres países y de la situación del mundo en general. Habla del imperialismo de EEUU, de la sumisión de España y de la importancia irrenunciable de Cuba. Lo malo se impone por la fuerza; lo peor se comunica, se irriga y se contagia.
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