16/7/07

El alejamiento Brasil-Venezuela

El presidente brasileño, Lula da Silva (izq) y su homólogo venezolano, Hugo Chávez. EFE/Miraflores
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Eduardo Ulibarri
Cuando, hace poco más de cuatro años, Luis Inácio Lula da Silva se convirtió en el primer presidente socialista de Brasil, surgió el temor a un posible "eje" Caracas-Brasilia, por la aparente coincidencia entre sus planes y los de su colega venezolano, Hugo Chávez.
El temor, en realidad, era infundado. Aunque de izquierda, Lula había dado sobradas muestras de ser un demócrata pragmático; su seriedad y sentido de realidad eran indudables, y su disposición a continuar las líneas básicas de la economía y la diplomacia brasileñas, muy claras. Además, su llegada al poder fue resultado de la alternabilidad democrática normal, no de la ruptura del sistema, y su versión de socialismo se acercaba más a los partidos renovados de Europa que al primitivismo caudillista y demagógico de Chávez.
Desde entonces, el contraste ha crecido. En Venezuela, la tendencia ha sido hacia un poder cada vez más personal, el establecimiento de un petro-socialismo autoritario, dispendioso y consumista, el disloque económico e institucional y la limitación creciente de las libertades. En Brasil la economía ha crecido orgánicamente, sus exportaciones tienen enorme diversidad, la pobreza continúa disminuyendo, los partidos disfrutan de buena salud y nadie duda de la vocación democrática y la seriedad del Gobierno.
Hoy, Lula es un gobernante de talla mundial, y Brasil avanza como una potencia mediana, aunque aún no ha realizado las reformas estructurales necesarias para ser más dinámico. Chávez, en cambio, se sumerge cada vez más en su fosa petrolera, y su capacidad de incidencia en los asuntos internacionales es directamente proporcional a su chequera; nada más. Por esto, lejos de constituir un "eje", Brasilia y Caracas son hoy polos distantes; la primera, por su avance; la segunda, por su retroceso.
En semanas recientes se produjeron dos claras señales de esta dinámica. Mientras Lula se desplazaba con honores y el sustento de su país por el seno de la Unión Europea, Chávez regresaba a Rusia para comprar armas, a Bielorrusia para abrazar a un déspota, y a Irán para encontrarse con otro. En un caso, el reconocimiento de la centralidad brasileña; en el otro, de la marginalidad venezolana, no por culpa del país, sino de su gobernante.
Para empeorar las cosas, Chávez, quien había iniciado hace dos años el proceso de incorporación venezolana al Mercosur, estuvo ausente de su "cumbre" en Paraguay; acusó a la organización de favorecer la "integración de las élites, de las empresas y de las multinacionales, pero no de los pueblos", y amenazó con retirar su solicitud de adhesión si los senados brasileño y paraguayo no la aprueban antes de concluir septiembre.
Semanas atrás, se había lanzado en una andanada de insultos contra los senadores de Brasil, a quienes llamó "loros" de Washington por su censura a la eliminación de la frecuencia del canal Radio Caracas Televisión. Con clara firmeza, tanto el Ejecutivo como el Legislativo brasileños han rechazado sus amenazas e insultos.
Marco Aurelio García, principal asesor de Lula en asuntos internacionales, fue tajante: "Espero que entre -dijo en referencia a Chávez- pero Brasil y el Mercosur no tendrían problemas si eso no ocurriera; logramos vivir hasta ahora sin Venezuela". El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores dijo que el Senado brasileño "decidirá soberanamente, cuando lo considere oportuno". Y su homólogo paraguayo calificó de "fanfarronas" las declaraciones de Chávez.
Como resultado de su hepática actitud, el régimen venezolano arriesga un aislamiento mayor, ahora en Latinoamérica. En esto, además del conflicto sobre el Mercosur, hay otro gran elemento de fondo: la enorme preocupación sudamericana por el creciente armamentismo venezolano, suplido por Rusia, a la que se suma la falta de lógica y sentido de la llamada Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA).
Por algo Bolivia, Ecuador y Nicaragua, los aliados privilegiados de Chávez en el hemisferio, prestan alabanza retórica al ALBA y a su ocurrente inspirador, y acarician el deseo de contar con más petrodólares venezolanos, pero, a la vez, buscan otros canales de comercio e inversiones internacionales. Porque, en el fondo, comprenden que el modelo chavista es inviable a largo plazo.
En contraste, Brasil, a pesar de su lento ritmo de reforma, tiene una estrategia nacional clara y responsable, que le ha permitido consolidar logros y, sobre ellos, construir otras metas.
Harían bien los izquierdistas de nuevo cuño en quitar su mirada de Caracas y dirigirla más hacia el sur, a Brasilia, donde sí se ha puesto en práctica un buen modelo de socialismo democrático, responsable y eficaz. Porque, más que quimeras irrealizables, lo que nuestro continente necesita son seriedad, realismo y verdadero sentido de ruta.
El autor es periodista y fue dorector de La Nación, de Costa Rica
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La Prensa-Panama/Portada/16/07/2007

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