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El control de Gaza por Hamás ha hecho fluir ríos de tinta y, con ellos, análisis para todos los gustos dependiendo del punto de vista ideológico de cada cual: desde quienes han visto el inicio de un califato islámico hasta quienes creen, de forma mucho más acertada, que el gobierno de Abbas es el inicio de un Vichy francés durante la ocupación nazi. Sin embargo, pocos han incidido en lo que representa de desafío para los regímenes pro-occidentales árabes. Como en los terremotos, el epicentro ahora está en Gaza, pero las réplicas no tardarán en producirse en otras partes del mundo árabe y, de forma especial, en los vecinos Egipto y Jordania. Así hay que interpretar la decisión adoptada el día 8 de julio por la siempre inoperante e ineficaz Liga Árabe de enviar a Tel Aviv a dos representantes, precisamente de estos dos países que tienen relaciones diplomáticas con Israel, para que "gestionen el proceso de paz" con los palestinos en el marco del plan de 2002.
Durante la guerra del pasado verano en Líbano, y a medida que se ponía de manifiesto la incapacidad del Ejército israelí para derrotar a Hizbulá ante la resistencia de los combatientes de este movimiento político-militar libanés, la calle árabe fue escenario de masivas manifestaciones donde los islamistas se juntaban sin complejo con los marxistas y donde los carteles de Hassan Nasrala compartían protagonismo con los del Ché Guevara. En Egipto los Hermanos Musulmanes desfilaban al unísono con la izquierda del movimiento Kefaya; en Jordania el Frente de Acción Islámica iba codo con codo con el Partido Comunista de los Trabajadores. Manifestaciones semejantes de produjeron en todo el mundo árabe con un sólo grito: "sin justicia no hay paz". Y con una sola aspiración: la retirada de Israel de los territorios palestinos que ocupa desde 1967.
Atrás han quedado ya los intentos de los regímenes árabes pro-occidentales de ganarse el favor de sus pueblos desempolvando resoluciones (como la del año 2002 que reconocería al Estado de Israel a cambio de la retirada total de los territorios ocupados) o sugiriendo una nueva conferencia internacional similar a la que tuvo lugar en Madrid en 1991 al término de la primera guerra contra Iraq tras la invasión de Kuwait y en la que, de nuevo, se pretenderían resolver todos los problemas de Oriente Medio. Atrás han quedado las tímidas presiones de estos regímenes a la ONU para que trabajase en ello "dado el nivel de resentimiento y de rabia [de la calle árabe] contra Israel y EEUU" argumentando que si no se llegaba a un acuerdo "la alternativa es el caos" (1).
El caos al que se referían los representantes de estos regímenes no es el mismo que el que augura Condolezza Rice cuando habla de "el caos constructor" de ese Medio Oriente con el que vienen soñando los imperialistas desde la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003. Es más bien el caos al que se refería Mao Zedong al decir que "cuando más se extiende el caos, más cerca se está de la solución". Una solución que los pueblos están tomando en sus propias manos. Así se está poniendo de manifiesto en Líbano y en Palestina, sin ir más lejos. Incluso en Irak, con todos sus matices a la hora de abordar la situación allí que no es, ni mucho menos, tan homogénea como se quiere hacer creer.
En los Territorios Ocupados la ocupación filonazi de Israel ha convencido a los palestinos que no hay más opciones que la resistencia puesto que todas las concesiones que han hecho a los israelíes desde los acuerdos de Oslo no han servido para nada. Que la mal llamada comunidad internacional, es decir, los EEUU y sus acólitos europeos junto a una patética ONU y a la entonces inoperante Rusia (los integrantes del Cuarteto) sometiese al pueblo palestino a un asedio para derribar al gobierno legítimo de Hamás tras haber ganado éste las elecciones democráticamente derribó el mito de la posiblidad de un futuro mejor para sus pobladores aceptando las reglas democráticas y, sobre todo, derribó toda esperanza en un futuro estado independiente.
Un Estado independiente y no servil a las pretensiones de imperialistas. Un estado independiente y, por supuesto, viable porque en la actualidad las colonias siguen creciendo y los palestinos cada vez más son encerrados en reservas tipo bantustanes y apenas se pueden mover (no hablemos ya de control) por el 55% del territorio de Cisjordania. ¿Alguien se acuerda hoy de que se han cumplido 3 años desde que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, órgano judicial de las Naciones Unidas, emitiese una sentencia declarando la ilegalidad de la construcción del muro israelí sobre tierras palestinas conminando al gobierno israelí a paralizar de inmediato su construcción, exigiendo la demolición de las partes ya construidas, la restitución de las propiedades confiscadas a los palestinos y una compensación apropiada a los afectados?
No. Todos hicieron caso omiso de la sentencia. Israel el primero, pero también la patética UE que desde la guerra contra Yugoslavia en 1999 no tiene política exterior autónoma y sólo ejercita una hipócrita sumisión a los designios del imperialismo estadounidense. Nadie puso freno a Israel en sus incumplimientos históricos de las resoluciones de la ONU (194, 242, 338...) mientras se les exigía a los palestinos todo. Nadie puso freno a Israel al destruir, matar y asediar a un pueblo en la ofensiva desarrollada contra Gaza con la pretensión de liberar al soldado Shalit. Pero ¿realmente era éste el objetivo de Israel o la excusa para un nuevo castigo colectivo contra los palestinos violando, como es costumbre, todas y cada una de las normas del derecho internacional?
Nadie puso freno al presidente palestino Abbas mientras daba largas a la puesta en marcha del gobierno de unidad nacional acordado por Hamás y Fatah en La Meca bajo el patrocinio de Arabia Saudí, oficialmente un acuerdo pero en la práctica un golpe de estado patrocinado por los extranjeros (los saudíes en este caso) que forzaron al vencedor a compartir el poder con el derrotado en las elecciones.
Sólo una organización pone freno ahora deprisa y corriendo: la Liga Árabe. Pero no a Israel, sino a los palestinos. A Hamás. El pasado 16 de junio, en una reunión de urgencia de sus ministros de Asuntos Exteriores, dijo que no se iba a inmiscuir y que no iba a optar por ninguna de las partes, Hamás o Fatah. Ahora lo hace claramente por Fatah. Los regímenes reaccionarios árabes no pueden dejar que triunfe Hamás. El régimen de Mubarak considera que la permanente resistencia de Hamás a reconocer al Estado de Israel pone en entredicho su propia legitimidad como líder del mundo árabe y no hay que olvidar que Hamás tiene vínculos estrechos con los Hermanos Musulmanes que, a pesar de estar ilegalizados y sobre los que se acentúa la represión que ha llevado a la cárcel a decenas de sus dirigentes y a cientos de sus militantes, controlan casi un quinto del parlamento egipcio. Egipto no puede aceptar un gobierno de Hamás en su frontera, con la influencia que ello supondría para los Hermanos Musulmanes. Esa ha sido la gran victoria de Israel.
Vamos a ver en los próximos días cómo se vuelve a poner encima de la mesa la "opción jordana" sobre Cisjordania para dar estabilidad a Abbas y a resucitar el viejo acuerdo adoptado por el Consejo Nacional Palestino en 1983 sobre una confederación jordano-palestina a condición de que los miembros de esa confederación fuesen estados independientes. Sin descartar que la Liga Árabe proponga el establecimiento de tropas propias (es decir, de Egipto y Jordania) bajo mandato de la ONU en Gaza. Fue Abbas quien hizo la propuesta en su reunión con el presidente francés, Nicolás Sarkozy, el 29 de junio. Un movimiento que recuerda mucho a lo que hace Karzai en Afganistán, a Maliki en Irak o a Siniora en Líbano.
Hamás, por supuesto, rechaza ambos aspectos. Si hay tropas las tratará como fuerzas de ocupación, con lo que ello conlleva. De nuevo otros haciendo el trabajo sucio a Israel. Como en Líbano. Hamás tiene el gran reto ante sí de proporcionar alimento al millón y medio de habitantes de Gaza. Pero los regímenes reaccionarios árabes tienen ante sí el reto de sus propios pueblos, que no van a asistir impávidos a la degradación de Gaza y a la hambruna de sus habitantes. De momento, una encuesta del Centro de Información Palestino del día 3 de julio dice claramente que si hubiese elecciones en los Territorios, como ha dicho Abas que está dispuesto a hacer, el 51'47% de la población votaría por Ismail Haneya y el 38% por Abbas.
Lo sucedido en Gaza es directamente achacable a los regímenes pro-occidentales árabes, que tienen en su debe una gran falta de credibilidad entre sus poblaciones y un rotundo fracaso a la hora de gestionar o reflotar cualquier acuerdo de paz, así sea el pacato plan de 2002 que se vieron obligados a sacar del cajón tras la victoria de Hizbulá en la guerra del verano pasado (2).
Y lo ocurrido en Gaza tiene mucho que ver con la situación en todo Oriente Medio. Precisamente ahora que se conmemora el primer aniversario de la última guerra de Israel en Líbano, el Consejo de Seguridad de la ONU va a discutir un informe del secretario general, Ban Ki-moon, en el que se dan por válidas las tesis israelíes sobre el tránsito de armas desde Siria hacia Hizbulá. El envío de "expertos internacionales" para "supervisar" la frontera de Líbano con Siria está cada vez más cerca. El tutelaje internacional de corte neocolonial sobre Líbano, también. Como en Afganistán, Irak y la Palestina de Abbas.
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Durante la guerra del pasado verano en Líbano, y a medida que se ponía de manifiesto la incapacidad del Ejército israelí para derrotar a Hizbulá ante la resistencia de los combatientes de este movimiento político-militar libanés, la calle árabe fue escenario de masivas manifestaciones donde los islamistas se juntaban sin complejo con los marxistas y donde los carteles de Hassan Nasrala compartían protagonismo con los del Ché Guevara. En Egipto los Hermanos Musulmanes desfilaban al unísono con la izquierda del movimiento Kefaya; en Jordania el Frente de Acción Islámica iba codo con codo con el Partido Comunista de los Trabajadores. Manifestaciones semejantes de produjeron en todo el mundo árabe con un sólo grito: "sin justicia no hay paz". Y con una sola aspiración: la retirada de Israel de los territorios palestinos que ocupa desde 1967.
Atrás han quedado ya los intentos de los regímenes árabes pro-occidentales de ganarse el favor de sus pueblos desempolvando resoluciones (como la del año 2002 que reconocería al Estado de Israel a cambio de la retirada total de los territorios ocupados) o sugiriendo una nueva conferencia internacional similar a la que tuvo lugar en Madrid en 1991 al término de la primera guerra contra Iraq tras la invasión de Kuwait y en la que, de nuevo, se pretenderían resolver todos los problemas de Oriente Medio. Atrás han quedado las tímidas presiones de estos regímenes a la ONU para que trabajase en ello "dado el nivel de resentimiento y de rabia [de la calle árabe] contra Israel y EEUU" argumentando que si no se llegaba a un acuerdo "la alternativa es el caos" (1).
El caos al que se referían los representantes de estos regímenes no es el mismo que el que augura Condolezza Rice cuando habla de "el caos constructor" de ese Medio Oriente con el que vienen soñando los imperialistas desde la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003. Es más bien el caos al que se refería Mao Zedong al decir que "cuando más se extiende el caos, más cerca se está de la solución". Una solución que los pueblos están tomando en sus propias manos. Así se está poniendo de manifiesto en Líbano y en Palestina, sin ir más lejos. Incluso en Irak, con todos sus matices a la hora de abordar la situación allí que no es, ni mucho menos, tan homogénea como se quiere hacer creer.
En los Territorios Ocupados la ocupación filonazi de Israel ha convencido a los palestinos que no hay más opciones que la resistencia puesto que todas las concesiones que han hecho a los israelíes desde los acuerdos de Oslo no han servido para nada. Que la mal llamada comunidad internacional, es decir, los EEUU y sus acólitos europeos junto a una patética ONU y a la entonces inoperante Rusia (los integrantes del Cuarteto) sometiese al pueblo palestino a un asedio para derribar al gobierno legítimo de Hamás tras haber ganado éste las elecciones democráticamente derribó el mito de la posiblidad de un futuro mejor para sus pobladores aceptando las reglas democráticas y, sobre todo, derribó toda esperanza en un futuro estado independiente.
Un Estado independiente y no servil a las pretensiones de imperialistas. Un estado independiente y, por supuesto, viable porque en la actualidad las colonias siguen creciendo y los palestinos cada vez más son encerrados en reservas tipo bantustanes y apenas se pueden mover (no hablemos ya de control) por el 55% del territorio de Cisjordania. ¿Alguien se acuerda hoy de que se han cumplido 3 años desde que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, órgano judicial de las Naciones Unidas, emitiese una sentencia declarando la ilegalidad de la construcción del muro israelí sobre tierras palestinas conminando al gobierno israelí a paralizar de inmediato su construcción, exigiendo la demolición de las partes ya construidas, la restitución de las propiedades confiscadas a los palestinos y una compensación apropiada a los afectados?
No. Todos hicieron caso omiso de la sentencia. Israel el primero, pero también la patética UE que desde la guerra contra Yugoslavia en 1999 no tiene política exterior autónoma y sólo ejercita una hipócrita sumisión a los designios del imperialismo estadounidense. Nadie puso freno a Israel en sus incumplimientos históricos de las resoluciones de la ONU (194, 242, 338...) mientras se les exigía a los palestinos todo. Nadie puso freno a Israel al destruir, matar y asediar a un pueblo en la ofensiva desarrollada contra Gaza con la pretensión de liberar al soldado Shalit. Pero ¿realmente era éste el objetivo de Israel o la excusa para un nuevo castigo colectivo contra los palestinos violando, como es costumbre, todas y cada una de las normas del derecho internacional?
Nadie puso freno al presidente palestino Abbas mientras daba largas a la puesta en marcha del gobierno de unidad nacional acordado por Hamás y Fatah en La Meca bajo el patrocinio de Arabia Saudí, oficialmente un acuerdo pero en la práctica un golpe de estado patrocinado por los extranjeros (los saudíes en este caso) que forzaron al vencedor a compartir el poder con el derrotado en las elecciones.
Sólo una organización pone freno ahora deprisa y corriendo: la Liga Árabe. Pero no a Israel, sino a los palestinos. A Hamás. El pasado 16 de junio, en una reunión de urgencia de sus ministros de Asuntos Exteriores, dijo que no se iba a inmiscuir y que no iba a optar por ninguna de las partes, Hamás o Fatah. Ahora lo hace claramente por Fatah. Los regímenes reaccionarios árabes no pueden dejar que triunfe Hamás. El régimen de Mubarak considera que la permanente resistencia de Hamás a reconocer al Estado de Israel pone en entredicho su propia legitimidad como líder del mundo árabe y no hay que olvidar que Hamás tiene vínculos estrechos con los Hermanos Musulmanes que, a pesar de estar ilegalizados y sobre los que se acentúa la represión que ha llevado a la cárcel a decenas de sus dirigentes y a cientos de sus militantes, controlan casi un quinto del parlamento egipcio. Egipto no puede aceptar un gobierno de Hamás en su frontera, con la influencia que ello supondría para los Hermanos Musulmanes. Esa ha sido la gran victoria de Israel.
Vamos a ver en los próximos días cómo se vuelve a poner encima de la mesa la "opción jordana" sobre Cisjordania para dar estabilidad a Abbas y a resucitar el viejo acuerdo adoptado por el Consejo Nacional Palestino en 1983 sobre una confederación jordano-palestina a condición de que los miembros de esa confederación fuesen estados independientes. Sin descartar que la Liga Árabe proponga el establecimiento de tropas propias (es decir, de Egipto y Jordania) bajo mandato de la ONU en Gaza. Fue Abbas quien hizo la propuesta en su reunión con el presidente francés, Nicolás Sarkozy, el 29 de junio. Un movimiento que recuerda mucho a lo que hace Karzai en Afganistán, a Maliki en Irak o a Siniora en Líbano.
Hamás, por supuesto, rechaza ambos aspectos. Si hay tropas las tratará como fuerzas de ocupación, con lo que ello conlleva. De nuevo otros haciendo el trabajo sucio a Israel. Como en Líbano. Hamás tiene el gran reto ante sí de proporcionar alimento al millón y medio de habitantes de Gaza. Pero los regímenes reaccionarios árabes tienen ante sí el reto de sus propios pueblos, que no van a asistir impávidos a la degradación de Gaza y a la hambruna de sus habitantes. De momento, una encuesta del Centro de Información Palestino del día 3 de julio dice claramente que si hubiese elecciones en los Territorios, como ha dicho Abas que está dispuesto a hacer, el 51'47% de la población votaría por Ismail Haneya y el 38% por Abbas.
Lo sucedido en Gaza es directamente achacable a los regímenes pro-occidentales árabes, que tienen en su debe una gran falta de credibilidad entre sus poblaciones y un rotundo fracaso a la hora de gestionar o reflotar cualquier acuerdo de paz, así sea el pacato plan de 2002 que se vieron obligados a sacar del cajón tras la victoria de Hizbulá en la guerra del verano pasado (2).
Y lo ocurrido en Gaza tiene mucho que ver con la situación en todo Oriente Medio. Precisamente ahora que se conmemora el primer aniversario de la última guerra de Israel en Líbano, el Consejo de Seguridad de la ONU va a discutir un informe del secretario general, Ban Ki-moon, en el que se dan por válidas las tesis israelíes sobre el tránsito de armas desde Siria hacia Hizbulá. El envío de "expertos internacionales" para "supervisar" la frontera de Líbano con Siria está cada vez más cerca. El tutelaje internacional de corte neocolonial sobre Líbano, también. Como en Afganistán, Irak y la Palestina de Abbas.
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(1) Al Ahram, “Vision for action”, 24-30 de agosto de 2006.
(2) Alberto Cruz, "El grito de la calle árabe: sin justicia no hay paz"
(2) Alberto Cruz, "El grito de la calle árabe: sin justicia no hay paz"
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