23/07/2007
Claudio Katz
Rebelión
Rebelión
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Las concepciones institucionalistas, elitistas y participativas de la democracia han prevalecido en la región en distintos momentos de las últimas décadas. La primera visión defiende un modelo de mejoras cívicas, políticas y sociales paulatinas, ignorando las tendencias regresivas del capitalismo. Olvida que el intento de consumar estos avances en tres estadios diferenciados fracasó reiteradamente y ha resultado particularmente inviable en la periferia.
Las concepciones institucionalistas, elitistas y participativas de la democracia han prevalecido en la región en distintos momentos de las últimas décadas. La primera visión defiende un modelo de mejoras cívicas, políticas y sociales paulatinas, ignorando las tendencias regresivas del capitalismo. Olvida que el intento de consumar estos avances en tres estadios diferenciados fracasó reiteradamente y ha resultado particularmente inviable en la periferia.
El aumento de la miseria ha coexistido en los regímenes pos-dictatoriales con los sufragios periódicos. Esta compatibilidad confirma la validez de la distinción entre democracia formal y sustancial que el institucionalismo objeta. Este enfoque explica erróneamente la crisis de los gobiernos constitucionales por su juventud o su recepción de excesivas demandas y omite el servicio que prestaron a los acaudalados. Además, idealiza el diálogo y minimiza los efectos de la desigualdad.
La decepción provocada por estos regímenes incentivó un viraje elitista, en sintonía con la expansión del neoliberalismo. Los promotores de este giro justifican la apatía ciudadana y responsabilizan a la población por el vaciamiento político que impuso el establishment. Disuelven el análisis concreto de esta regresión en consideraciones abstractas sobre la condición humana y resucitan las teorías que niegan a las masas capacidad de auto-gobierno. Además, identifican a la democracia plena con el óptimo del mercado desconociendo la naturaleza contrapuesta de ambos sistemas.
Por el contrario, los autores progresistas asocian las metas democráticas con la participación ciudadana y consideran que esta intervención permite inclinar el funcionamiento del sistema constitucional a favor de los intereses populares. Pero ignoran las barreras que interponen los capitalistas a la presencia de las masas cuándo perciben amenazas sus privilegios. Tanto el republicanismo social como el liberalismo igualitarista no toman en cuenta estas restricciones. Proponen una rehabilitación genérica de la política, que solo resultaría beneficiosa si fortalece un proyecto de los oprimidos.
La intervención popular choca con el sostén del estado a la acumulación capitalista. Este conflicto es ignorado por muchos autores que proponen fortalecer y democratizar a esa institución. Un error simétrico genera el deslumbramiento con la sociedad civil. Una esfera que alberga el centro de la explotación no puede ser espontáneamente favorable a la democracia real. La lucha consecuente por esta meta exige analizar el capitalismo como totalidad, sin divorciar el ámbito privado de la actividad estatal.
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