ENTREVISTA: WALDEN BELLO, ACTIVISTA ANTIGLOBALIZACIÓN FILIPINO
Emma Gascó y Javier Fdez Admetlla./Madrid -
Escritor, analista y sociólogo, Walden Bello ha participado en prácticamente todos los frentes del activismo. Opositor al régimen de Marcos en Filipinas, su trabajo ha estado centrado en el antimilitarismo, la ecología y la crítica al modelo neoliberal. En 1995 fundó Focus on the Global South y en 1998 el partido filipino Citizen’s Action.
DIAGONAL: Ha participado en las citas de Seattle, Génova y Rostock... ¿En qué estado diría que se encuentra el movimiento antiglobalización?
WALDEN BELLO: Las políticas neoliberales han sido desacreditadas, no funcionan en ningún lugar. En Rostock mantuvimos el espíritu de Génova y no el de Gleneagles. La actitud de las ONG británicas y movimientos sociales en Geneagles era pedir al G-8 que “por favor ayudaran a África” o que llevara a cabo ciertos cambios. Esta actitud es errónea. Yo defiendo el espíritu de Génova porque nuestro mensaje era distinto, decíamos “G-8, quitaros de en medio”. Asimismo, en Rostock también afirmé que los movimientos sociales en las movilizaciones contra el foro del G-8 deberían ampliar su discurso e incluir la guerra de Iraq en sus reivindicaciones. Creo que ahora el movimiento antiglobalización es muy influyente.
No se puede negar que el colapso de las negociaciones de la OMC con el G-4 en Potsdam se ha debido en gran parte al trabajo del movimiento antiglobalización. En Europa, el movimiento contra la guerra logró impedir el envío de tropas alemanas y francesas a Iraq y retirar el contingente español. Queda mucho por hacer, como por ejemplo llegar a una masa crítica de fuerza, pero también es necesario mostrar los éxitos de estos movimientos cuando la gente los critica diciendo que han fracasado.
D.: ¿Cuál es la situación de los movimientos sociales en Asia?
W.B.: Existe una gran variedad: hay movimientos sociales en contra de los acuerdos de libre comercio (sobre todo en Tailandia y Filipinas), en contra de la OMC (como los de agricultores en India), de liberación nacional (en el sur de Filipinas y en Tailandia), fundamentalistas... Pero no existen movimientos sociales que puedan desafiar a los bloques de poder existentes. Pueden llegar a detener un tratado de libre comercio con Estados Unidos pero no pueden, por ejemplo, cambiar la política económica del Gobierno tailandés.
Es una situación muy distinta de la de América Latina; allí algunos movimientos sociales han llegado al poder y tienen la posibilidad de transformar la economía política y las relaciones con el imperialismo.
D.: ¿Cuál es su posición respecto a la OMC? ¿Qué alternativas hay a la situación actual?
W.B.: Está claro que debemos abolir la OMC. De hecho, creo que ya está en proceso de colapso. Actualmente, Estados Unidos y la Unión Europea están impulsando tratados de libre comercio porque han perdido confianza en la OMC. Pero este tipo de tratados también son negativos para los países pobres porque reflejan una filosofía de fe absoluta en el mercado como motor del desarrollo, lo que ya ha causado muchos problemas. Para los países del Sur, creo que la alternativa está en acuerdos regionales que vayan más allá de la cooperación económica. Un ejemplo de esto es la Alternativa Bolivariana para América (ALBA) propuesta por Hugo Chávez.
El acuerdo va más allá de la lógica del capital, porque cuando empiezas a dar descuentos del 40% en el precio del petróleo a 14 países caribeños, le dices a Bolivia que en vez de pagar en divisas pueden pagar con soja o le dices a Argentina que puede pagar con reses jóvenes estás impulsando una dinámica muy diferente, de solidaridad regional, no de competencia regional. En Asia y en África se sigue de cerca estos experimentos y se estudia cómo se podría utilizar lo aprendido. Pero estos experimentos latinoamericanos acaban de empezar y todavía falta tiempo para que logren un impacto pleno en el resto del mundo.
El papel chino
D.: ¿Cuál sería el papel de China en este nuevo regionalismo?
W.B.: China necesita una gran cantidad de recursos para sostener su ritmo de crecimiento y gran parte de estos recursos proceden del Sudeste Asiático y de África. Tenemos que cambiar el modelo y no copiar las relaciones que teníamos con Europa y EE UU. Es muy importante crear asociaciones entre los gobiernos de países en desarrollo y la sociedad civil, para lograr un poder de negociación y diálogo potente frente a China. En Focus on the Global South apoyamos un cambio en la estrategia económica de China para que se aleje de la industrialización orientada hacia la exportación y para que satisfaga las necesidades de la ciudadanía china.
D.: ¿Qué opina sobre el modelo de industrialización que se ha utilizado en el Este Asiático?
W.B.: Cada vez se cuestiona más. Corea y Taiwán sacrificaron la agricultura y el medio ambiente a favor de la industria. Ahora el medio ambiente está enfermo y estos países tienen que aplicar medidas medioambientales restrictivas. Pero el resultado es que todas estas empresas japonesas, taiwanesas y coreanas deslocalizan su producción hacia el Sudeste Asiático, donde hay leyes muy permisivas. Stiglitz alaba los beneficios de la globalización en los países asiáticos, pero evita mencionar esto. Nosotros no queremos adaptar un modelo de desarrollo que tiene unos costes tan altos. Aunque este proceso haya tenido efectos positivos, como sacar a la gente de la pobreza o una redistribución marginal de la riqueza, los costes agrícolas y medioambientales de una política centrada en la industrialización han sido demasiado elevados.
D.: Frente al modelo neoliberal, ¿qué alternativas surgen?
W.B.: Por un lado, hay que incidir en que la economía debe estar al servicio de la justicia, la comunidad y la solidaridad, no al servicio de la eficiencia económica. A menudo nos critican pidiendo que ofrezcamos un sistema mejor que el capitalismo, pero nosotros no competimos con el capitalismo, porque el capitalismo solamente se centra en reducir los costes por unidad. Nosotros buscamos un sistema que satisfaga de forma eficiente las necesidades de la población.
Por otro lado está el apoyo a la diversidad. Los principios de la economía alternativa como la subsidiariedad, la reorientación hacia el interior o la cooperación económica ya existen, pero la forma de combinar estos principios son necesariamente diferentes dependiendo de sus valores, sus prioridades o sus ritmos. Estamos ya en el siglo XXI y la tragedia del siglo XX es que los modelos han sido de ‘talla única’. Primero hubo un socialismo centralizado y se colapsó, porque no se puede imponer un mismo modelo a todo el mundo. Luego vino el neoliberalismo, que también defendía un mismo camino para todos, y también fracasó. Hay gente que pide que les mostremos nuestro modelo de desarrollo, pero nuestra respuesta es que no hay una única vía. Esto les irrita mucho porque vienen de una cultura académica en la que hay un único camino.
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¿Crisis del neoliberalismo?
D.: ¿Existe algún ejemplo de alternativa al neoliberalismo en Asia?
W.B.: Ahora en Asia se es más consciente de los límites del neoliberalismo. El nuevo problema ya no es tanto de doctrina, sino de clase, porque las élites capitalistas locales aliadas con EE UU continúan ostentando el poder. Aunque sean pragmáticos y no impongan soluciones neoliberales, seguimos teniendo sistemas económicos dominados por las élites, bien locales, bien imperiales como EE UU. En definitiva, derrotar al neoliberalismo no es suficiente.
Lo que queremos es luchar por una fórmula socioeconómica que apoye la justicia y la igualdad. ¿Es esto socialismo? No sé, otros lo denominan economía popular y otros, democracia social. Lo importante es que la sociedad sea la que conduce el mercado, en lugar de ser el mercado el que conduce la sociedad. Pero resulta muy difícil lograr este cambio porque, aunque derrotes a los neoliberales, sigues teniendo que cambiar las estructuras de clase existentes. Y si éstas no se alteran es posible que el neoliberalismo vuelva.
Por ende, el problema clave no es tanto el neoliberalismo, sino el capitalismo global. Existen muchas manifestaciones del capitalismo. El neoliberalismo era una variante particularmente dura, pero un capitalismo pragmático no es más humanista. En estos momentos debemos ir más allá. Hay mucha gente que mira a la época anterior, a los ‘80, y la ve como una edad de oro. La gente tenía compromiso de clase y codeterminación. No sé lo que teníais aquí... ¡Ah, claro, teníais a Franco!
EE UU: ¿hacia un nuevo aislacionismo? DIAGONAL: En sus intervenciones habla de que EE UU ha intentado abarcar demasiado espacio, que se ha ‘sobrextendido’. ¿Qué política estadounidense prevé para el futuro?
WALDEN BELLO: EE UU ha cometido un fallo al calcular lo que haría falta para estabilizar Iraq. Ha desplegado muy pocos recursos terrestres y ha estimado mal la situación política. Y ahora está completamente empantanado en Iraq. Por eso Estados Unidos tiene ahora más problemas para imponer su hegemonía en otros lugares, como por ejemplo en Corea, en Irán o en Venezuela. ¿Cómo vas a organizar un golpe de Estado contra Chávez, un líder con el apoyo de su pueblo, cuando no puedes siquiera salir de Iraq?
La población estadounidense está desengañada en relación con Iraq. La elite estadounidense quizás quiera seguir interviniendo pero, a no ser que sean intervenciones rápidas y sin tropas terrestres, será muy difícil legitimar este tipo de acciones. Desde el principio de los años ‘20 hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la población estadounidense se negaba a intervenir en Europa. Algo parecido ocurrirá en relación al intervencionismo estadounidense en el mundo. Y, desde luego, en los países del Sur, cuanto menos Estados Unidos veamos, mejor.
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Diagonal-España/Global/19/07/2007
Escritor, analista y sociólogo, Walden Bello ha participado en prácticamente todos los frentes del activismo. Opositor al régimen de Marcos en Filipinas, su trabajo ha estado centrado en el antimilitarismo, la ecología y la crítica al modelo neoliberal. En 1995 fundó Focus on the Global South y en 1998 el partido filipino Citizen’s Action.
DIAGONAL: Ha participado en las citas de Seattle, Génova y Rostock... ¿En qué estado diría que se encuentra el movimiento antiglobalización?
WALDEN BELLO: Las políticas neoliberales han sido desacreditadas, no funcionan en ningún lugar. En Rostock mantuvimos el espíritu de Génova y no el de Gleneagles. La actitud de las ONG británicas y movimientos sociales en Geneagles era pedir al G-8 que “por favor ayudaran a África” o que llevara a cabo ciertos cambios. Esta actitud es errónea. Yo defiendo el espíritu de Génova porque nuestro mensaje era distinto, decíamos “G-8, quitaros de en medio”. Asimismo, en Rostock también afirmé que los movimientos sociales en las movilizaciones contra el foro del G-8 deberían ampliar su discurso e incluir la guerra de Iraq en sus reivindicaciones. Creo que ahora el movimiento antiglobalización es muy influyente.
No se puede negar que el colapso de las negociaciones de la OMC con el G-4 en Potsdam se ha debido en gran parte al trabajo del movimiento antiglobalización. En Europa, el movimiento contra la guerra logró impedir el envío de tropas alemanas y francesas a Iraq y retirar el contingente español. Queda mucho por hacer, como por ejemplo llegar a una masa crítica de fuerza, pero también es necesario mostrar los éxitos de estos movimientos cuando la gente los critica diciendo que han fracasado.
D.: ¿Cuál es la situación de los movimientos sociales en Asia?
W.B.: Existe una gran variedad: hay movimientos sociales en contra de los acuerdos de libre comercio (sobre todo en Tailandia y Filipinas), en contra de la OMC (como los de agricultores en India), de liberación nacional (en el sur de Filipinas y en Tailandia), fundamentalistas... Pero no existen movimientos sociales que puedan desafiar a los bloques de poder existentes. Pueden llegar a detener un tratado de libre comercio con Estados Unidos pero no pueden, por ejemplo, cambiar la política económica del Gobierno tailandés.
Es una situación muy distinta de la de América Latina; allí algunos movimientos sociales han llegado al poder y tienen la posibilidad de transformar la economía política y las relaciones con el imperialismo.
D.: ¿Cuál es su posición respecto a la OMC? ¿Qué alternativas hay a la situación actual?
W.B.: Está claro que debemos abolir la OMC. De hecho, creo que ya está en proceso de colapso. Actualmente, Estados Unidos y la Unión Europea están impulsando tratados de libre comercio porque han perdido confianza en la OMC. Pero este tipo de tratados también son negativos para los países pobres porque reflejan una filosofía de fe absoluta en el mercado como motor del desarrollo, lo que ya ha causado muchos problemas. Para los países del Sur, creo que la alternativa está en acuerdos regionales que vayan más allá de la cooperación económica. Un ejemplo de esto es la Alternativa Bolivariana para América (ALBA) propuesta por Hugo Chávez.
El acuerdo va más allá de la lógica del capital, porque cuando empiezas a dar descuentos del 40% en el precio del petróleo a 14 países caribeños, le dices a Bolivia que en vez de pagar en divisas pueden pagar con soja o le dices a Argentina que puede pagar con reses jóvenes estás impulsando una dinámica muy diferente, de solidaridad regional, no de competencia regional. En Asia y en África se sigue de cerca estos experimentos y se estudia cómo se podría utilizar lo aprendido. Pero estos experimentos latinoamericanos acaban de empezar y todavía falta tiempo para que logren un impacto pleno en el resto del mundo.
El papel chino
D.: ¿Cuál sería el papel de China en este nuevo regionalismo?
W.B.: China necesita una gran cantidad de recursos para sostener su ritmo de crecimiento y gran parte de estos recursos proceden del Sudeste Asiático y de África. Tenemos que cambiar el modelo y no copiar las relaciones que teníamos con Europa y EE UU. Es muy importante crear asociaciones entre los gobiernos de países en desarrollo y la sociedad civil, para lograr un poder de negociación y diálogo potente frente a China. En Focus on the Global South apoyamos un cambio en la estrategia económica de China para que se aleje de la industrialización orientada hacia la exportación y para que satisfaga las necesidades de la ciudadanía china.
D.: ¿Qué opina sobre el modelo de industrialización que se ha utilizado en el Este Asiático?
W.B.: Cada vez se cuestiona más. Corea y Taiwán sacrificaron la agricultura y el medio ambiente a favor de la industria. Ahora el medio ambiente está enfermo y estos países tienen que aplicar medidas medioambientales restrictivas. Pero el resultado es que todas estas empresas japonesas, taiwanesas y coreanas deslocalizan su producción hacia el Sudeste Asiático, donde hay leyes muy permisivas. Stiglitz alaba los beneficios de la globalización en los países asiáticos, pero evita mencionar esto. Nosotros no queremos adaptar un modelo de desarrollo que tiene unos costes tan altos. Aunque este proceso haya tenido efectos positivos, como sacar a la gente de la pobreza o una redistribución marginal de la riqueza, los costes agrícolas y medioambientales de una política centrada en la industrialización han sido demasiado elevados.
D.: Frente al modelo neoliberal, ¿qué alternativas surgen?
W.B.: Por un lado, hay que incidir en que la economía debe estar al servicio de la justicia, la comunidad y la solidaridad, no al servicio de la eficiencia económica. A menudo nos critican pidiendo que ofrezcamos un sistema mejor que el capitalismo, pero nosotros no competimos con el capitalismo, porque el capitalismo solamente se centra en reducir los costes por unidad. Nosotros buscamos un sistema que satisfaga de forma eficiente las necesidades de la población.
Por otro lado está el apoyo a la diversidad. Los principios de la economía alternativa como la subsidiariedad, la reorientación hacia el interior o la cooperación económica ya existen, pero la forma de combinar estos principios son necesariamente diferentes dependiendo de sus valores, sus prioridades o sus ritmos. Estamos ya en el siglo XXI y la tragedia del siglo XX es que los modelos han sido de ‘talla única’. Primero hubo un socialismo centralizado y se colapsó, porque no se puede imponer un mismo modelo a todo el mundo. Luego vino el neoliberalismo, que también defendía un mismo camino para todos, y también fracasó. Hay gente que pide que les mostremos nuestro modelo de desarrollo, pero nuestra respuesta es que no hay una única vía. Esto les irrita mucho porque vienen de una cultura académica en la que hay un único camino.
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¿Crisis del neoliberalismo?
D.: ¿Existe algún ejemplo de alternativa al neoliberalismo en Asia?
W.B.: Ahora en Asia se es más consciente de los límites del neoliberalismo. El nuevo problema ya no es tanto de doctrina, sino de clase, porque las élites capitalistas locales aliadas con EE UU continúan ostentando el poder. Aunque sean pragmáticos y no impongan soluciones neoliberales, seguimos teniendo sistemas económicos dominados por las élites, bien locales, bien imperiales como EE UU. En definitiva, derrotar al neoliberalismo no es suficiente.
Lo que queremos es luchar por una fórmula socioeconómica que apoye la justicia y la igualdad. ¿Es esto socialismo? No sé, otros lo denominan economía popular y otros, democracia social. Lo importante es que la sociedad sea la que conduce el mercado, en lugar de ser el mercado el que conduce la sociedad. Pero resulta muy difícil lograr este cambio porque, aunque derrotes a los neoliberales, sigues teniendo que cambiar las estructuras de clase existentes. Y si éstas no se alteran es posible que el neoliberalismo vuelva.
Por ende, el problema clave no es tanto el neoliberalismo, sino el capitalismo global. Existen muchas manifestaciones del capitalismo. El neoliberalismo era una variante particularmente dura, pero un capitalismo pragmático no es más humanista. En estos momentos debemos ir más allá. Hay mucha gente que mira a la época anterior, a los ‘80, y la ve como una edad de oro. La gente tenía compromiso de clase y codeterminación. No sé lo que teníais aquí... ¡Ah, claro, teníais a Franco!
EE UU: ¿hacia un nuevo aislacionismo? DIAGONAL: En sus intervenciones habla de que EE UU ha intentado abarcar demasiado espacio, que se ha ‘sobrextendido’. ¿Qué política estadounidense prevé para el futuro?
WALDEN BELLO: EE UU ha cometido un fallo al calcular lo que haría falta para estabilizar Iraq. Ha desplegado muy pocos recursos terrestres y ha estimado mal la situación política. Y ahora está completamente empantanado en Iraq. Por eso Estados Unidos tiene ahora más problemas para imponer su hegemonía en otros lugares, como por ejemplo en Corea, en Irán o en Venezuela. ¿Cómo vas a organizar un golpe de Estado contra Chávez, un líder con el apoyo de su pueblo, cuando no puedes siquiera salir de Iraq?
La población estadounidense está desengañada en relación con Iraq. La elite estadounidense quizás quiera seguir interviniendo pero, a no ser que sean intervenciones rápidas y sin tropas terrestres, será muy difícil legitimar este tipo de acciones. Desde el principio de los años ‘20 hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la población estadounidense se negaba a intervenir en Europa. Algo parecido ocurrirá en relación al intervencionismo estadounidense en el mundo. Y, desde luego, en los países del Sur, cuanto menos Estados Unidos veamos, mejor.
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Diagonal-España/Global/19/07/2007
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