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Traducido por Juan Vivanco
Traducido por Juan Vivanco
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La cadena comercial RCTV regresa por cable con su programación habitual. El «Chávez cierra la última televisión independiente» es lo mismo que el «Salvador Allende, enemigo de la libertad de expresión» de 1973. El lector de Le Monde no lo sabrá nunca. En Venezuela, en julio de 2007, la oposición posee la aplastante mayoría de los medios y el diario francés no es más que un calco de este monopolio. Las «indagaciones» y las «pruebas» de Le Monde sobre la corrupción de Chávez florecen desde hace ocho años en todos los quioscos de periódicos. Desde por la mañana hasta la noche, cientos de radios comerciales vilipendian la democracia participativa y denuncian la «militarización del régimen». La exclusión que hace Le Monde de tres cuartas partes de la población reproduce el racismo de Globovisión, Venevisión, Televen, RCTV y otras cadenas que ocupan el 80 % de las ondas.
Una de las características de la revolución bolivariana es la lenta recuperación popular de los derechos políticos, sociales y culturales. Asfixiado por el neoliberalismo de los años 80, el cine latinoamericano había visto cómo se privatizaban sus escuelas, se malvendían sus estudios y se derribaban sus protecciones legales. «Los ocho estudios más grandes de Hollywood se reparten el 85 por ciento del mercado mundial de cine y ocupan el 98 por ciento de la oferta en América Latina», denunció Chávez el 3 de junio de 2006, durante la inauguración de una de sus promesas electorales, la Villa del Cine. Son 15 mini estudios, dos grandes salas completamente equipadas, un centro de alta tecnología para la posproducción y formación permanente. Por fin los cineastas venezolanos pueden enfrentarse a la dictadura de Hollywood realizando en su país las actividades subcontratadas en el extranjero.
Algunos de los proyectos son una película sobre Francisco de Miranda, filósofo que luchó en las revoluciones norteamericana y francesa, héroe de la independencia suramericana; «El general en su laberinto» de Gabriel García Márquez; una serie sobre Ezequiel Zamora, el Zapata venezolano; varios largometrajes de ficción; y varios cientos de documentales culturales o soiales. El ministro de Cultura, Farruco Sesto, promueve plataformas de creación, formación y difusión cinematográfica con el lema: «El pueblo es la cultura». El estado esperó a que la concesión de una cadena comercial expirase en mayo de 2007 para crear TVes, una televisión de servicio público, educativa, informativa y cultural. La Cinemateca Nacional inaugura 120 salas comunitarias en las aldeas campesinas o indígenas, hasta las orillas de los ríos de la ancha Venezuela, para que los eternos excluidos se liberen de la cárcel del DVD usamericano y accedan a las mejores obras del cine mundial.
Es entonces cuando Le Monde entra en acción. El titular está listo: «Chávez y su cine» (16 de junio). El «reportaje» del enviado especial Paulo Paraguana empieza con una exclusión. No habrá ningún contacto con el público popular de las nuevas salas de cine. Tampoco habrá entrevistas con ninguno de los directores, actores o actrices, técnicos, cámaras, operadores de sonido o productores independientes embarcados en la aventura. Como portavoz local, Paulo Paranagua prefiere a Óscar Lucien, un sociólogo al que se vio en 2003, junto a un militar golpista, en un programa destinado a demostrar las «mentiras» del documental de Kim Bartley sobre el golpe de estado contra Chávez (galardonado con doce premios internacionales). Personaje habitual de los platós televisivos venezolanos, no se cansa de despotricar contra la «dictadura del teniente coronel castrocomunista» y la «falta de libertad de expresión». No le gusta la Villa del Cine y tiene buenas razones para aborrecerla. Óscar Lucien añora la época en que el presupuesto del estado se repartía «en familia». Su pensamiento es fácil de resumir: si el estado ya no financia a la elite es que se ha vuelto totalitario. En El Nacional del 29 de junio de 2007 [1] critica el nacimiento de TVes, televisión de servicio público, en la frecuencia hertziana que ocupaba la cadena comercial RCTV: «Quien llegaba temprano a su casa todos los miércoles para ver en familia ¿Quieres ser Millonario?; la señora que despachaba rápido la cena para sumergirse en las peripecias afectivas de la culebra de turno; […] quien se entretenía los domingos con alguna superproducción hollywoodense, todos experimentan una sensación de despojo, de arbitrariedad». La directora de la nueva TVes siente pasión por la cultura afrocaribeña y los colegas de Óscar Lucien, como Marta Colomina, deploran la «negritud» de la cadena.
De todos los proyectos de la Villa del Cine el que más irrita a Paulo Paranagua y a su «testigo» es una coproducción sobre Toussaint Louverture, héroe de la revolución haitiana de finales del siglo XVIII. Es un proyecto del militante y presidente del Transafrica Forum, el actor Danny Glover (foto), que también está preparando una película sobre Frantz Fanon. El presidente haitiano René Preval aplaude la iniciativa: «Toussaint Louverture encarna la primera rebelión victoriosa contra la esclavitud en este hemisferio. Es nuestra contribución a la humanidad. Si Glover puede llevarla a la pantalla, nos sentiremos dichosos». Para Glover se trata de educar a los usamericanos sobre un «capítulo borrado de la historia». Para los venezolanos de la Villa del Cine es una deuda fundamental que se tiene con Haití. Gracias al decisivo respaldo de la República de los Jacobinos Negros, imbuidos de los ideales de la revolución francesa, Simón Bolívar pudo emancipar del imperio español las futuras repúblicas de Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela.
Paranagua denuncia una connivencia entre Danny Glover y Hugo Chávez. Óscar Lucien se indigna por el «coste escandaloso que equivale a cinco presupuestos de la Villa del Cine». Lo que no dice el enviado de Le Monde es que los fondos no proceden del presupuesto de la Villa, sino de una dotación extraordinaria aprobada por la Asamblea Nacional en virtud e la importancia histórica del proyecto. Tampoco dice que más de la mitad del equipo de rodaje será venezolana, ni que la película se rodará por completo en Venezuela que, como socio mayoritario, recibirá gran parte de los ingresos de la película.
Louverture. Préval. Chávez. Glover. Pantalla en negro: noches en vela para las elites. A los sirvientes negros de los cócteles festivaleros les piden que se pongan delante de la cámara, como si tuviesen cosas urgentes que decir. Ya lo había dicho el presidente ecuatoriano Rafael Correa, cuyo gobierno también se dispone a democratizar el espectro hertziano y los recursos del cine: «La región no vive una época de cambio, sino un cambio de época».
La cadena comercial RCTV regresa por cable con su programación habitual. El «Chávez cierra la última televisión independiente» es lo mismo que el «Salvador Allende, enemigo de la libertad de expresión» de 1973. El lector de Le Monde no lo sabrá nunca. En Venezuela, en julio de 2007, la oposición posee la aplastante mayoría de los medios y el diario francés no es más que un calco de este monopolio. Las «indagaciones» y las «pruebas» de Le Monde sobre la corrupción de Chávez florecen desde hace ocho años en todos los quioscos de periódicos. Desde por la mañana hasta la noche, cientos de radios comerciales vilipendian la democracia participativa y denuncian la «militarización del régimen». La exclusión que hace Le Monde de tres cuartas partes de la población reproduce el racismo de Globovisión, Venevisión, Televen, RCTV y otras cadenas que ocupan el 80 % de las ondas.
Una de las características de la revolución bolivariana es la lenta recuperación popular de los derechos políticos, sociales y culturales. Asfixiado por el neoliberalismo de los años 80, el cine latinoamericano había visto cómo se privatizaban sus escuelas, se malvendían sus estudios y se derribaban sus protecciones legales. «Los ocho estudios más grandes de Hollywood se reparten el 85 por ciento del mercado mundial de cine y ocupan el 98 por ciento de la oferta en América Latina», denunció Chávez el 3 de junio de 2006, durante la inauguración de una de sus promesas electorales, la Villa del Cine. Son 15 mini estudios, dos grandes salas completamente equipadas, un centro de alta tecnología para la posproducción y formación permanente. Por fin los cineastas venezolanos pueden enfrentarse a la dictadura de Hollywood realizando en su país las actividades subcontratadas en el extranjero.
Algunos de los proyectos son una película sobre Francisco de Miranda, filósofo que luchó en las revoluciones norteamericana y francesa, héroe de la independencia suramericana; «El general en su laberinto» de Gabriel García Márquez; una serie sobre Ezequiel Zamora, el Zapata venezolano; varios largometrajes de ficción; y varios cientos de documentales culturales o soiales. El ministro de Cultura, Farruco Sesto, promueve plataformas de creación, formación y difusión cinematográfica con el lema: «El pueblo es la cultura». El estado esperó a que la concesión de una cadena comercial expirase en mayo de 2007 para crear TVes, una televisión de servicio público, educativa, informativa y cultural. La Cinemateca Nacional inaugura 120 salas comunitarias en las aldeas campesinas o indígenas, hasta las orillas de los ríos de la ancha Venezuela, para que los eternos excluidos se liberen de la cárcel del DVD usamericano y accedan a las mejores obras del cine mundial.
Es entonces cuando Le Monde entra en acción. El titular está listo: «Chávez y su cine» (16 de junio). El «reportaje» del enviado especial Paulo Paraguana empieza con una exclusión. No habrá ningún contacto con el público popular de las nuevas salas de cine. Tampoco habrá entrevistas con ninguno de los directores, actores o actrices, técnicos, cámaras, operadores de sonido o productores independientes embarcados en la aventura. Como portavoz local, Paulo Paranagua prefiere a Óscar Lucien, un sociólogo al que se vio en 2003, junto a un militar golpista, en un programa destinado a demostrar las «mentiras» del documental de Kim Bartley sobre el golpe de estado contra Chávez (galardonado con doce premios internacionales). Personaje habitual de los platós televisivos venezolanos, no se cansa de despotricar contra la «dictadura del teniente coronel castrocomunista» y la «falta de libertad de expresión». No le gusta la Villa del Cine y tiene buenas razones para aborrecerla. Óscar Lucien añora la época en que el presupuesto del estado se repartía «en familia». Su pensamiento es fácil de resumir: si el estado ya no financia a la elite es que se ha vuelto totalitario. En El Nacional del 29 de junio de 2007 [1] critica el nacimiento de TVes, televisión de servicio público, en la frecuencia hertziana que ocupaba la cadena comercial RCTV: «Quien llegaba temprano a su casa todos los miércoles para ver en familia ¿Quieres ser Millonario?; la señora que despachaba rápido la cena para sumergirse en las peripecias afectivas de la culebra de turno; […] quien se entretenía los domingos con alguna superproducción hollywoodense, todos experimentan una sensación de despojo, de arbitrariedad». La directora de la nueva TVes siente pasión por la cultura afrocaribeña y los colegas de Óscar Lucien, como Marta Colomina, deploran la «negritud» de la cadena.
De todos los proyectos de la Villa del Cine el que más irrita a Paulo Paranagua y a su «testigo» es una coproducción sobre Toussaint Louverture, héroe de la revolución haitiana de finales del siglo XVIII. Es un proyecto del militante y presidente del Transafrica Forum, el actor Danny Glover (foto), que también está preparando una película sobre Frantz Fanon. El presidente haitiano René Preval aplaude la iniciativa: «Toussaint Louverture encarna la primera rebelión victoriosa contra la esclavitud en este hemisferio. Es nuestra contribución a la humanidad. Si Glover puede llevarla a la pantalla, nos sentiremos dichosos». Para Glover se trata de educar a los usamericanos sobre un «capítulo borrado de la historia». Para los venezolanos de la Villa del Cine es una deuda fundamental que se tiene con Haití. Gracias al decisivo respaldo de la República de los Jacobinos Negros, imbuidos de los ideales de la revolución francesa, Simón Bolívar pudo emancipar del imperio español las futuras repúblicas de Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela.
Paranagua denuncia una connivencia entre Danny Glover y Hugo Chávez. Óscar Lucien se indigna por el «coste escandaloso que equivale a cinco presupuestos de la Villa del Cine». Lo que no dice el enviado de Le Monde es que los fondos no proceden del presupuesto de la Villa, sino de una dotación extraordinaria aprobada por la Asamblea Nacional en virtud e la importancia histórica del proyecto. Tampoco dice que más de la mitad del equipo de rodaje será venezolana, ni que la película se rodará por completo en Venezuela que, como socio mayoritario, recibirá gran parte de los ingresos de la película.
Louverture. Préval. Chávez. Glover. Pantalla en negro: noches en vela para las elites. A los sirvientes negros de los cócteles festivaleros les piden que se pongan delante de la cámara, como si tuviesen cosas urgentes que decir. Ya lo había dicho el presidente ecuatoriano Rafael Correa, cuyo gobierno también se dispone a democratizar el espectro hertziano y los recursos del cine: «La región no vive una época de cambio, sino un cambio de época».
Fuente:
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Juan Vivanco es miembro de Cubadebate , Rebelión y Tlaxcala , la red de traductores por la diversidad lingüística.
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Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a sus autores y la fuente.
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