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Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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En el artículo de 1989 de Marine Corps Gazette en el que yo y cuatro colegas planteamos por primera vez las Cuatro Generaciones de la Guerra Moderna previmos dos futuros en potencia. Uno, tal como le ha ido al mundo, era la 4GW [la Guerra de Cuarta Generación]. El otro, la dirección que ha tomado en Pentágono, llegó a ser conocida como la “Revolución en Asuntos Militares”, o, más recientemente, “Transformación.” Esta visión de la guerra del futuro, una visión arraigada en costosos “sistemas” de alta tecnología, está, me alegro de que así sea, muerta desde el punto de vista militar.
Mientras su cadáver se sigue retorciendo en Iraq y Afganistán, su obituario fue publicado en abril en Israel, cuando la Comisión Winograd publicó su informe (¿es Winograd, me pregunto la ciudad en Galicia donde iban los antiguos generales polacos a morir de cirrosis?) El 29 de mayo, un resumen de sus resultados de Haninah Levine fue publicado por el Centro de Información de la Defensa. Los peces gordos de la industria de armamentos deben haberlo leído y llorado.
La Comisión Winograd fue establecida para examinar la debacle israelí del verano pasado en el Líbano. Según el resumen de Levine, su primera lección es: “Los militares occidentales están en un estado activo de negación respecto a las limitaciones de las armas de precisión.” Hablando del Jefe de Estado Mayor del ejército israelí de aquel entonces, general Dan Halutz – el primer, y sospecho, último Jefe de Estado Mayor proveniente de la Fuerza Aérea – Levine escribe:
“Halutz alentó a los dirigentes civiles a que creyeran que Israel podía lanzar una ofensiva de precisión aérea y de artillería sin ser arrastrado a una amplia ofensiva terrestre ... el que Halutz y el Estado Mayor General no hayan estimado las capacidades del enemigo al comienzo de la guerra se debió no a inteligencia o análisis incorrectos, sino a una voluntariosa negación de las limitaciones de las armas de precisión del ejército israelí.”
¿En cuántos valles de Afganistán se enseña la misma triste lección? ¿En cuántas localidades de la provincia Diyala en Iraq, o calles en Sadr City?
Levine sigue diciendo:
“La Comisión Winograd describe con esmero los orígenes del error de juicio del Estado Mayor General. La comisión describe los cambios que tuvieron lugar en la doctrina militar israelí durante el decenio precedente como reacción tanto a los eventos estratégicos como a los desarrollos tecnológicos – la así llamada “revolución en los asuntos militares,” cuya piedra angular es el advenimiento de sistemas de precisión de armas aire-tierra y tierra-tierra.
“La primera lección de la Segunda Guerra del Líbano es que las ilusiones sobre las posibilidades de los sistemas de armas de precisión prevalecieron sobre las capacidades analíticas del Estado Mayor General... La fe en sistemas avanzados aéreos y de artillería como mágicos sistemas “de cambio de las reglas del juego” absolvieron al Estado Mayor General de la necesidad de considerar qué capacidades poseía el enemigo (como, por ejemplo, instalaciones distribuidas y reforzadas), y llevó al ejército israelí a una trampa estratégica que había reconocido de antemano.”
Pienso que esta lección puede ser extrapolada de dos modos útiles en el contexto estadounidense. Primero, la trampa estratégica, o más precisamente doctrinaria, tendida por la RMA ha sido reconocida hace tiempo. La trampa, simplemente, consiste en que para que la RMA tenga éxito, tiene que contradecir la naturaleza de la guerra.
La RMA reduce la guerra a incendiar objetivos. Promete utilizar nuevas tecnologías para que todo pueda convertirse en un objetivo. Pero eso significa que también promete eliminar la inseguridad, hacer transparente la guerra, eliminar la cualidad que define a la guerra: la voluntad hostil independiente del enemigo. En otras palabras, es una patraña. La realidad de que es una patraña fue evidente para muchísima gente desde el comienzo, incluso para gente en Washington.
¿Por qué, entonces, llegó tan lejos como lo hizo (sigue siendo política del Departamento de Defensa hasta hoy)? En este aspecto podemos volver a extrapolar de los resultados de la Comisión Winograd: los sistemas de alta tecnología de la RMA son por cierto “modificadores de las reglas del juego” de un modo mágico. Pero el juego que cambian es el juego presupuestario, no la guerra. La RMA ha dado al Pentágono resultados tan mágicos como aviones bombarderos que cuestan más por unidad que barcos de la Armada (el B-2), tres cazas por mil millones de dólares (el F-22), y el sistema más mágico de todos, el Sistema de Contacto Futuro del ejército, un sistema que nadie puede describir pero que cuesta más que cualquier otro programa en cualquier otro servicio. ¡Eso sí que es mágico! Incluso el Mago de Id debe sentir celos.
El hecho es que la política del Pentágono no tiene nada que ver con la guerra, lo que tiene mucho que ver con el motivo por el que EE.UU. está perdiendo dos guerras. El Pentágono es la última industria soviética. No produce un producto, menos todavía un producto que funcione. Trata sólo, en su totalidad, de adquirir y justificar recursos. Y eso lo hace de un modo supremo la RMA.
La derrota en el Líbano parece haber enfrentado a la RMA en Israel con la desagradable realidad del mundo exterior. ¿Tendrán dos derrotas el mismo efecto en Washington? Tal vez, pero no hay que apostar a que así sea. Quinientos mil millones de dólares al año pueden comprar muchísima magia política.
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*William S. Lind, que expresa su propia opinión personal, es Director del Centro de Conservadurismo Cultural de la Fundación Congreso Libre.
http://www.counterpunch.org/lind07042007.html
En el artículo de 1989 de Marine Corps Gazette en el que yo y cuatro colegas planteamos por primera vez las Cuatro Generaciones de la Guerra Moderna previmos dos futuros en potencia. Uno, tal como le ha ido al mundo, era la 4GW [la Guerra de Cuarta Generación]. El otro, la dirección que ha tomado en Pentágono, llegó a ser conocida como la “Revolución en Asuntos Militares”, o, más recientemente, “Transformación.” Esta visión de la guerra del futuro, una visión arraigada en costosos “sistemas” de alta tecnología, está, me alegro de que así sea, muerta desde el punto de vista militar.
Mientras su cadáver se sigue retorciendo en Iraq y Afganistán, su obituario fue publicado en abril en Israel, cuando la Comisión Winograd publicó su informe (¿es Winograd, me pregunto la ciudad en Galicia donde iban los antiguos generales polacos a morir de cirrosis?) El 29 de mayo, un resumen de sus resultados de Haninah Levine fue publicado por el Centro de Información de la Defensa. Los peces gordos de la industria de armamentos deben haberlo leído y llorado.
La Comisión Winograd fue establecida para examinar la debacle israelí del verano pasado en el Líbano. Según el resumen de Levine, su primera lección es: “Los militares occidentales están en un estado activo de negación respecto a las limitaciones de las armas de precisión.” Hablando del Jefe de Estado Mayor del ejército israelí de aquel entonces, general Dan Halutz – el primer, y sospecho, último Jefe de Estado Mayor proveniente de la Fuerza Aérea – Levine escribe:
“Halutz alentó a los dirigentes civiles a que creyeran que Israel podía lanzar una ofensiva de precisión aérea y de artillería sin ser arrastrado a una amplia ofensiva terrestre ... el que Halutz y el Estado Mayor General no hayan estimado las capacidades del enemigo al comienzo de la guerra se debió no a inteligencia o análisis incorrectos, sino a una voluntariosa negación de las limitaciones de las armas de precisión del ejército israelí.”
¿En cuántos valles de Afganistán se enseña la misma triste lección? ¿En cuántas localidades de la provincia Diyala en Iraq, o calles en Sadr City?
Levine sigue diciendo:
“La Comisión Winograd describe con esmero los orígenes del error de juicio del Estado Mayor General. La comisión describe los cambios que tuvieron lugar en la doctrina militar israelí durante el decenio precedente como reacción tanto a los eventos estratégicos como a los desarrollos tecnológicos – la así llamada “revolución en los asuntos militares,” cuya piedra angular es el advenimiento de sistemas de precisión de armas aire-tierra y tierra-tierra.
“La primera lección de la Segunda Guerra del Líbano es que las ilusiones sobre las posibilidades de los sistemas de armas de precisión prevalecieron sobre las capacidades analíticas del Estado Mayor General... La fe en sistemas avanzados aéreos y de artillería como mágicos sistemas “de cambio de las reglas del juego” absolvieron al Estado Mayor General de la necesidad de considerar qué capacidades poseía el enemigo (como, por ejemplo, instalaciones distribuidas y reforzadas), y llevó al ejército israelí a una trampa estratégica que había reconocido de antemano.”
Pienso que esta lección puede ser extrapolada de dos modos útiles en el contexto estadounidense. Primero, la trampa estratégica, o más precisamente doctrinaria, tendida por la RMA ha sido reconocida hace tiempo. La trampa, simplemente, consiste en que para que la RMA tenga éxito, tiene que contradecir la naturaleza de la guerra.
La RMA reduce la guerra a incendiar objetivos. Promete utilizar nuevas tecnologías para que todo pueda convertirse en un objetivo. Pero eso significa que también promete eliminar la inseguridad, hacer transparente la guerra, eliminar la cualidad que define a la guerra: la voluntad hostil independiente del enemigo. En otras palabras, es una patraña. La realidad de que es una patraña fue evidente para muchísima gente desde el comienzo, incluso para gente en Washington.
¿Por qué, entonces, llegó tan lejos como lo hizo (sigue siendo política del Departamento de Defensa hasta hoy)? En este aspecto podemos volver a extrapolar de los resultados de la Comisión Winograd: los sistemas de alta tecnología de la RMA son por cierto “modificadores de las reglas del juego” de un modo mágico. Pero el juego que cambian es el juego presupuestario, no la guerra. La RMA ha dado al Pentágono resultados tan mágicos como aviones bombarderos que cuestan más por unidad que barcos de la Armada (el B-2), tres cazas por mil millones de dólares (el F-22), y el sistema más mágico de todos, el Sistema de Contacto Futuro del ejército, un sistema que nadie puede describir pero que cuesta más que cualquier otro programa en cualquier otro servicio. ¡Eso sí que es mágico! Incluso el Mago de Id debe sentir celos.
El hecho es que la política del Pentágono no tiene nada que ver con la guerra, lo que tiene mucho que ver con el motivo por el que EE.UU. está perdiendo dos guerras. El Pentágono es la última industria soviética. No produce un producto, menos todavía un producto que funcione. Trata sólo, en su totalidad, de adquirir y justificar recursos. Y eso lo hace de un modo supremo la RMA.
La derrota en el Líbano parece haber enfrentado a la RMA en Israel con la desagradable realidad del mundo exterior. ¿Tendrán dos derrotas el mismo efecto en Washington? Tal vez, pero no hay que apostar a que así sea. Quinientos mil millones de dólares al año pueden comprar muchísima magia política.
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*William S. Lind, que expresa su propia opinión personal, es Director del Centro de Conservadurismo Cultural de la Fundación Congreso Libre.
http://www.counterpunch.org/lind07042007.html
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