EXPANSIÓN inicia hoy una serie diaria de siete capítulos sobre la economía australiana, que vive un boom sin precedentes, tras dieciséis años de crecimiento ininterrumpido a una tasa del 3,5%. China ha sido su principal motor por la demanda de materias primas.
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Consuelo Calle.
Consuelo Calle.
Melbourne-Australia es conocido como el lucky country o país afortunado porque lleva dieciséis años de crecimiento económico, con una tasa media del 3,5%. La inflación está en el 2,5% y el paro, en el 4,2%, los niveles más bajos en treinta años. ¿Cuál es la clave de su éxito? ¿Qué le hace resistente a las crisis? ¿Tiene fuelle para seguir creciendo? Ésas son las preguntas que se hacen los economistas que han analizado este país de corta historia –la nación se creó en 1901–, pero vertiginoso cambio. Un país construido a base de inmigración –primero, europea y, luego, asiática–, con gran riqueza multicultural aunque, como parte de la Commentwealth, rezuma sabor británico. Ahora, busca su sentido en la región Asia-Pacífico, pero también mira a Europa y al resto del mundo.“Somos un país de perfil alto y riesgo bajo, con la ventaja de estar cerca de Asia. Queremos atraer grandes compañías y multinacionales que quieran hacer negocios aquí y en Asia”, dice Barry Jones, consejero delegado de Invest Australia, una agencia del gobierno que se dedica a promover y atraer inversiones. “Si quieres fabricar ropa barata, éste no es el sitio, pero sí para otros negocios y servicios. Lufthansa, por ejemplo, acaba de abrir un call center porque aquí tenemos más especialización y gente que habla japonés, cosa que en India no ocurre”, añade Jones.El Gobierno australiano, desde hace once años presidido por el liberal John Howard, no oculta su interés por atraer más compañías extranjeras que aviven la competencia, especialmente en infraestructuras, transporte, energía y agua, los sectores que ahora ofrecen más oportunidades. Australia se define como un país abierto, aunque en realidad todavía hay mucho nacionalismo que se ve tanto en la ventaja que supone ir de la mano de un socio local, como en la gran aceptación que tienen los productos de consumo made in Australia.Presencia españolaAustralia está atrayendo cada vez a más empresas españolas: allí operan unas 50, entre otras, Santander, BBVA, Acciona, Freixenet, Sice, Comsa y Astralpool. Navantia acaba de ganar un contrato de 1.200 millones de euros para el Ministerio de Defensa y Zara es la gran ausente, aunque se la espera con mucho interés.Australia apenas cuenta con 21 millones de habitantes (menos de la mitad que España, pese a ser quince veces más grande) por lo que sus industrias viven necesariamente de la exportación. Es de los mayores exportadores del mundo de carbón, mineral de hierro, plomo, ternera, lana y trigo. También tiene importantes reservas de gas natural y, sobre todo, uranio. El comercio internacional tiene tal peso que Asuntos Exteriores y Comercio están aglutinados en un ministerio.Lo primero que llama la atención de Australia es su control (pese a que sus ciudadanos no tienen DNI) y su orden. Es un país en el que todo el mundo respeta las reglas. Casi nadie fuma y quien lo hace en la calle tira la colilla en los ceniceros públicos. Nadie se salta las normas de tráfico. Ni ésas, ni otras. Quizá, porque van acompañadas de severas medidas para los infractores. “Aquí no es como en España. Las multas de tráfico, por ejemplo, si no las pagas a la primera, te llegan de nuevo pero por el doble, y luego por el triple; y, si no pagas, puedes incluso acabar en la cárcel”, explica Carlos González, un español que emigró a Australia en los años sesenta y tiene su propia constructora. El país implantó el carnet por puntos hace veinte años.Solidez financiera Esta forma de ser tiene mucho que ver con el éxito económico de Australia, uno de los países del mundo con mejores finanzas públicas: ha eliminado la deuda pública neta y cuenta con un superávit presupuestario del 1,4% del PIB. Su solidez económica se debe, en mucho, a las reformas estructurales –laborales, fiscales y de apertura de mercados– aplicadas en los ochenta y noventa.Entonces, se implantó un sistema de ahorro obligatorio para la jubilación, superannuation fund, que, además de aligerar la carga del Estado para las pensiones públicas, ha propiciado el desarrollo de un sistema financiero muy dinámico en la gestión de fondos y es, en parte, la clave que está detrás de la gran capacidad financiera de una de las compañías australianas más conocidas en Europa: Macquarie. Las reformas, unidas a la fuerte inversión en I+D+i –un dato ilustrativo, el parlamento australiano no tiene taquígrafas sino sistemas de reconocimiento de voz–, sentaron las bases para un crecimiento económico sostenido que, estos últimos años, ha encontrado su mayor empuje en la globalización. Hoy, hablar de Australia es hablar de globalización. “Muchas economías del mundo se están viendo afectadas por ese fenómeno, pero ninguna ha conseguido como Australia adaptarse a él y explotar todos los beneficios”, dice Mark Thirlwell, economista del think tank australiano Lowy Institute for International Policy. Australia ha hecho de China su principal motor exportador: allí envía buena parte de su carbón y mineral de hierro –sus principales exportaciones–, hasta el punto de que China ha desplazado a EEUU como su segundo socio comercial. Japón sigue siendo el primero.Este crecimiento de las exportaciones, que ha disparado el déficit de la balanza comercial hasta un 5,6% del PIB, ha ido ligado a la demanda china y al boom del precio de las materias primas o commodities. Ese fenómeno ha añadido un punto de crecimiento económico en los últimos años. Y, precisamente, ésa es la principal incógnita que ahora pesa sobre el país. Hasta qué punto la suerte de Australia –y de su economía– está ligada al boom del gigante amarillo. Sin embargo, un análisis más detallado muestra que Australia no es tan dependiente de China como parece. Y, aunque la minería y la agricultura tengan un elevado peso en sus exportaciones (45% y 15%, respectivamente), sólo suponen el 5% y 3% del PIB. Los servicios son el principal pilar de la economía australiana (77% del PIB); de ahí que uno de sus más inmediatos desafíos a corto y medio plazo, además de aumentar la productividad y contener presiones inflacionistas –ahora, es más fácil encontrar empleo que los trabajadores necesarios–, sea el dotarse de nuevas y mejores infraestructuras para preservar su crecimiento en el futuro. Si no, corre el riesgo de morir de éxito.¿Una puerta hacia Asia?Cuando uno visita alguna de las grandes ciudades de Australia, no le cabe duda de que es un país totalmente enfocado hacia Asia. Y no sólo por la cantidad de restaurantes chinos, tailandeses e indios, entre otros, que hay por todos lados, sino porque de ahí es de donde ha llegado –y está llegando– la principal oleada de inmigrantes en los últimos años. Es más fácil encontrar folletos en japones, tagalo, indonesio o chino que en español. Australia vive Asia Pacifico y, por supuesto, China, como su gran oportunidad. Y ésa puede ser su gran baza futura porque, como apuntan en el think tank Lowy Institute for International Policy, “la economía global tiene cada vez más fachada asiática y menos de EEUU, Europa o América Latina”. En un tiempo, la influencia de EEUU en el mundo se reducirá tanto como su peso en la economía global y quien esté más cerca del gigante amarillo más podrá influir en él. Y China se siente más cómoda hablando con Australia que con EEUU o con la otra gran potencia asiática, Japón. Australia debe andar con pies de plomo para mantener su histórica alianza con EEUU sin alejarse de China, de quien cada vez depende más económicamente. Quizás, en el futuro, lo que deba replantearse son sus alianzas internacionales.
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Expansión.com/Spain/Portada/14/07/2007
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