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Brasil y México son dos países que en lo fundamental van marchando en el sentido correcto, a pesar de que, a lo interno, aún tengan problemas sociales pendientes de solución. Ambos han logrado alcanzar posiciones relevantes en el ámbito hemisférico y planetario. Hoy se sientan al lado de las grandes potencias para discutir los temas más álgidos de la política y la economía mundiales, y su peso económico y político cada día crece y se reafirma.
El encuentro de los presidentes Felipe Calderón y Lula Da Silva que tuvo lugar en días pasados, tiene mucha significación por sus repercusiones futuras para la región, más allá del tema energético tratado. Ellos representan a las 2 economías más grandes de Latinoamérica, con un posicionamiento claro en el comercio internacional. Ambos países son democracias plurales modernas, en ellas hay separación y equilibrio de los poderes públicos y están vigentes las libertades públicas. Allí, los sectores público y privado se acuerdan para impulsar sus economías. Sin embargo, sus intercambios comerciales, desde el ángulo de los espacios territoriales que cubren, muestran diferencias importantes. Para Brasil, Europa y Argentina son los socios de mayor peso, en cambio para México, EEUU ocupa un porcentaje sustancial de sus relaciones económicas. Obviamente, ambos países mantienen también vínculos con otras regiones (el resto de América Latina, Asia y África), pero en menor medida.
México es el primer exportador de AL y 12º en el mundo: 250.000 millones de US-dólares en 2006. Al iniciarse el NAFTA o Tratado de Libre Comercio de Norteamérica en 1994, sus exportaciones llegaban a aproximadamente 50.000 millones de USD, lo cual significa que se han quintuplicado en 12 años, desde el inicio de aquel esquema de integración.
Por su parte, Brasil, exportó 134.853 millones de USD, y es 17º exportador mundial. Al inicio de MERCOSUR, 1992, exportaba alrededor de 31.600 millones de USD, lo que indica una cuadruplicación de sus ventas externas.
El intercambio comercial entre ambos países sumó en 2006, 5.800 millones de USD, siendo la balanza favorable a Brasil (las exportaciones brasileñas fueron 4.500 millones USD vs. 1.300 millones mexicanas). México representa para Brasil el 3,4% de sus exportaciones totales y Brasil el 1,4% de las mexicanas. Los productos que intercambian son, principalmente: automotores, partes, químicos, siderúrgicos, alimentos, productos agrícolas, bebidas, maquinarias y equipos y textiles.
Por otro lado, las inversiones mutuas, aunque no son muy grandes, constituyen una importante dimensión de las relaciones entre estos países.
En cualquier caso, a pesar de los pequeños porcentajes señalados, las relaciones se han incrementado de manera significativa en los últimos años, formando parte de orientaciones coincidentes entre los gobiernos de las dos naciones.
No obstante, es de destacar que ambos países se han propuesto ingresar al Consejo de Seguridad de las NNUU, lo cual envuelve una competencia político-diplomática de gran envergadura.
En la actualidad, los gobiernos de estos países, a pesar de pertenecer a corrientes político-doctrinarias distintas, de centro-derecha, uno, y el otro de centro-izquierda, coinciden en sus orientaciones económicas fundamentales (economía capitalista de mercado con compensaciones sociales y libre comercio), en la defensa de los intereses nacionales, en los estilos dialogantes y en su alejamiento de toda pugnacidad frente a los países grandes, lo cual contrasta con las posiciones marcadamente ideológicas y de confrontación de algunos gobiernos del continente con alto perfil mediático.
Sin duda, si esta convergencia se consolida hacia el futuro, más allá de lo meramente económico, va a crear un clima político auspicioso en las relaciones hemisféricas, que puede servir, además, de contención o inhibición de derivas autoritarias y planes desestabilizadores de líderes que pretenden reeditar los conflictos superados de la Guerra Fría e implantar sistemas económicos colectivistas fracasados en otros tiempos. Esta “tenaza” democrática, en el mejor sentido de la palabra, podría contribuir a la cohesión y compactación que nuestra región demanda para acometer los enormes desafíos globales.
El ejemplo de estas 2 naciones y sus gobiernos, en lo tocante a acciones de cooperación e integración, y a conductas y estilos diplomáticos, puede convertirse en una fuerza vigorosa de equilibrio que encauce a todo el continente por rutas de progreso, modernidad, bienestar de las mayorías y paz. En el camino inevitable hacia la integración de las Américas, se ganará mucho con este acercamiento entre los más grandes de Latinoamérica.
Brasil y México son dos países que en lo fundamental van marchando en el sentido correcto, a pesar de que, a lo interno, aún tengan problemas sociales pendientes de solución. Ambos han logrado alcanzar posiciones relevantes en el ámbito hemisférico y planetario. Hoy se sientan al lado de las grandes potencias para discutir los temas más álgidos de la política y la economía mundiales, y su peso económico y político cada día crece y se reafirma.
El encuentro de los presidentes Felipe Calderón y Lula Da Silva que tuvo lugar en días pasados, tiene mucha significación por sus repercusiones futuras para la región, más allá del tema energético tratado. Ellos representan a las 2 economías más grandes de Latinoamérica, con un posicionamiento claro en el comercio internacional. Ambos países son democracias plurales modernas, en ellas hay separación y equilibrio de los poderes públicos y están vigentes las libertades públicas. Allí, los sectores público y privado se acuerdan para impulsar sus economías. Sin embargo, sus intercambios comerciales, desde el ángulo de los espacios territoriales que cubren, muestran diferencias importantes. Para Brasil, Europa y Argentina son los socios de mayor peso, en cambio para México, EEUU ocupa un porcentaje sustancial de sus relaciones económicas. Obviamente, ambos países mantienen también vínculos con otras regiones (el resto de América Latina, Asia y África), pero en menor medida.
México es el primer exportador de AL y 12º en el mundo: 250.000 millones de US-dólares en 2006. Al iniciarse el NAFTA o Tratado de Libre Comercio de Norteamérica en 1994, sus exportaciones llegaban a aproximadamente 50.000 millones de USD, lo cual significa que se han quintuplicado en 12 años, desde el inicio de aquel esquema de integración.
Por su parte, Brasil, exportó 134.853 millones de USD, y es 17º exportador mundial. Al inicio de MERCOSUR, 1992, exportaba alrededor de 31.600 millones de USD, lo que indica una cuadruplicación de sus ventas externas.
El intercambio comercial entre ambos países sumó en 2006, 5.800 millones de USD, siendo la balanza favorable a Brasil (las exportaciones brasileñas fueron 4.500 millones USD vs. 1.300 millones mexicanas). México representa para Brasil el 3,4% de sus exportaciones totales y Brasil el 1,4% de las mexicanas. Los productos que intercambian son, principalmente: automotores, partes, químicos, siderúrgicos, alimentos, productos agrícolas, bebidas, maquinarias y equipos y textiles.
Por otro lado, las inversiones mutuas, aunque no son muy grandes, constituyen una importante dimensión de las relaciones entre estos países.
En cualquier caso, a pesar de los pequeños porcentajes señalados, las relaciones se han incrementado de manera significativa en los últimos años, formando parte de orientaciones coincidentes entre los gobiernos de las dos naciones.
No obstante, es de destacar que ambos países se han propuesto ingresar al Consejo de Seguridad de las NNUU, lo cual envuelve una competencia político-diplomática de gran envergadura.
En la actualidad, los gobiernos de estos países, a pesar de pertenecer a corrientes político-doctrinarias distintas, de centro-derecha, uno, y el otro de centro-izquierda, coinciden en sus orientaciones económicas fundamentales (economía capitalista de mercado con compensaciones sociales y libre comercio), en la defensa de los intereses nacionales, en los estilos dialogantes y en su alejamiento de toda pugnacidad frente a los países grandes, lo cual contrasta con las posiciones marcadamente ideológicas y de confrontación de algunos gobiernos del continente con alto perfil mediático.
Sin duda, si esta convergencia se consolida hacia el futuro, más allá de lo meramente económico, va a crear un clima político auspicioso en las relaciones hemisféricas, que puede servir, además, de contención o inhibición de derivas autoritarias y planes desestabilizadores de líderes que pretenden reeditar los conflictos superados de la Guerra Fría e implantar sistemas económicos colectivistas fracasados en otros tiempos. Esta “tenaza” democrática, en el mejor sentido de la palabra, podría contribuir a la cohesión y compactación que nuestra región demanda para acometer los enormes desafíos globales.
El ejemplo de estas 2 naciones y sus gobiernos, en lo tocante a acciones de cooperación e integración, y a conductas y estilos diplomáticos, puede convertirse en una fuerza vigorosa de equilibrio que encauce a todo el continente por rutas de progreso, modernidad, bienestar de las mayorías y paz. En el camino inevitable hacia la integración de las Américas, se ganará mucho con este acercamiento entre los más grandes de Latinoamérica.
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Analítica - Venezuela/27/08/2007
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