Análisis realizado por Manuel Mora y Araujo
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Buenos Aires-" Para el gobierno argentino, Chávez es instrumental. En primer lugar, porque es una fuente de financiamiento. En segundo lugar, porque es una fuente de oferta energética. Se puede argumentar ad eternum que la Argentina podría disponer en esos dos temas de otras opciones. Lo cierto es que, dadas las decisiones de política adoptadas por el gobierno de Kirchner desde un principio, otras opciones no están disponibles con la presteza y facilidad, ni serían más baratas, que las que ofrece Chávez".
Los equilibrios políticos en medio de los cuales navega el presidente Kirchner se han visto exigidos esta semana como pocas veces antes. Casi al mismo tiempo, mientras en Buenos Aires se realiza un seminario del Council of the Americas que convoca a gran parte del gabinete del gobierno argentino y a la candidata presidencial Cristina Fernández, se produce la visita la Casa Rosada de la vicepresidenta del gobierno de España y del presidente de Venezuela.
El Council of the Americas/Americas Society es una organización altamente representativa del establishment de negocios de los Estados Unidos. De la vicepresidenta Fernández de la Vega, se piensa que por su boca habla el presidente Rodríguez Zapatero. En ambos casos, se trata de dos canales decisivos para los propósitos del gobierno argentino de mejorar sus vínculos con el mundo desarrollado y con el mundo de los negocios. En cuanto a Hugo Chávez, es un actor protagónico en la escena latinoamericano. Querido o detestado, no se lo puede dejar de tomar en cuenta. Para el gobierno argentino hasta ahora ha sido más querido que detestado y eventualmente más necesario que descartable. Pero entra en conflicto con los propósitos que orientan al gobierno argentino en los dos primeros casos.
De tal manera, a esta visita de Chávez se le ha bajado el perfil, se ha acortado notablemente su duración y -tal vez no sin algunas sutilezas- se ha logrado que no se sienta ofendido por la capitis diminutio. Bien al contrario, aun cuando no habrá ningún show del tipo de los que complacen al presidente venezolano, todo estará bien y él se marchará contento. Así se administra en este caso el equilibrio difícil.
Estos equilibrios son uno de los ejes centrales de la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner. Su mensaje es “continuidad y cambio”. El cambio es el término que más expectativa despierta, especialmente en los sectores empresarios y en el mundo externo a la Argentina. Cuánto cambio realmente involucrará su gestión -si, como es altamente probable, gana la presidencia argentina- hoy nadie lo sabe. Pero sus mensajes son claros y consistentes: están más cerca de la gente de negocios de los Estados Unidos y de las buenas relaciones con España que del discurso chavista. Y es igualmente claro que en medio de la campaña electoral los elementos de continuidad habrán de ser subrayados todo lo posible, desde que ella encarna en esta elección a un gobierno que goza de una alta tasa de aprobación en la sociedad.
Este perfil de elementos explica que Buenos Aires sea hoy el escenario de una tan variada conjunción de visitas y de eventos, y que la visita de Chávez esté recortada de manera que -al menos para el gobierno argentino- las implicaciones instrumentales de ella prevalezcan por sobre las simbólicas.
Para el gobierno argentino, Chávez es instrumental. En primer lugar, porque es una fuente de financiamiento. En segundo lugar, porque es una fuente de oferta energética. Se puede argumentar ad eternum que la Argentina podría disponer en esos dos temas de otras opciones. Lo cierto es que, dadas las decisiones de política adoptadas por el gobierno de Kirchner desde un principio, otras opciones no están disponibles con la presteza y facilidad, ni serían más baratas, que las que ofrece Chávez.
Instrumentalmente, también parece claro para el gobierno argentino que debe tomar distancia de Chávez en otros dos frentes: la política internacional en general y la política nuclear. De tal modo, Cristina Fernández aparecerá agradeciendo calurosamente a Chávez por sus contribuciones al financiamiento de la Argentina y a las soluciones energéticas, y demarcando el campo para dejar fuera de él las ofertas de Chávez en el terreno nuclear, las relaciones con Irán y el conjunto de la política exterior argentina. Esto último de manera tan expresiva como no podría casi haber otra: asistiendo a la reunión del Council of the Americas y recibiendo a la enviada del gobierno español.
De todo esto queda pendiente otro tema importante en la agenda argentina, el Mercosur. Chávez ya lo embrolló un poco cuando decidió entrar, aun más cuando comenzó a hacer campaña activa para cambiar sus reglas y ahora intenta complicarlo amenazando con irse. En todo ese proceso, Brasil se muestra crecientemente fastidiado con Chávez mientras la Argentina se muestra más amigable. Es posible que por debajo de esa diferencia esté latiendo un acuerdo implícito entre Brasilia y Buenos Aires: como se atribuye haberlo dicho al presidente Lula, Chávez es demasiado complicado para que sea conveniente tenerlo afuera. Es mejor tenerlo adentro, con todas sus complicaciones.
Los equilibrios políticos en medio de los cuales navega el presidente Kirchner se han visto exigidos esta semana como pocas veces antes. Casi al mismo tiempo, mientras en Buenos Aires se realiza un seminario del Council of the Americas que convoca a gran parte del gabinete del gobierno argentino y a la candidata presidencial Cristina Fernández, se produce la visita la Casa Rosada de la vicepresidenta del gobierno de España y del presidente de Venezuela.
El Council of the Americas/Americas Society es una organización altamente representativa del establishment de negocios de los Estados Unidos. De la vicepresidenta Fernández de la Vega, se piensa que por su boca habla el presidente Rodríguez Zapatero. En ambos casos, se trata de dos canales decisivos para los propósitos del gobierno argentino de mejorar sus vínculos con el mundo desarrollado y con el mundo de los negocios. En cuanto a Hugo Chávez, es un actor protagónico en la escena latinoamericano. Querido o detestado, no se lo puede dejar de tomar en cuenta. Para el gobierno argentino hasta ahora ha sido más querido que detestado y eventualmente más necesario que descartable. Pero entra en conflicto con los propósitos que orientan al gobierno argentino en los dos primeros casos.
De tal manera, a esta visita de Chávez se le ha bajado el perfil, se ha acortado notablemente su duración y -tal vez no sin algunas sutilezas- se ha logrado que no se sienta ofendido por la capitis diminutio. Bien al contrario, aun cuando no habrá ningún show del tipo de los que complacen al presidente venezolano, todo estará bien y él se marchará contento. Así se administra en este caso el equilibrio difícil.
Estos equilibrios son uno de los ejes centrales de la campaña electoral de Cristina Fernández de Kirchner. Su mensaje es “continuidad y cambio”. El cambio es el término que más expectativa despierta, especialmente en los sectores empresarios y en el mundo externo a la Argentina. Cuánto cambio realmente involucrará su gestión -si, como es altamente probable, gana la presidencia argentina- hoy nadie lo sabe. Pero sus mensajes son claros y consistentes: están más cerca de la gente de negocios de los Estados Unidos y de las buenas relaciones con España que del discurso chavista. Y es igualmente claro que en medio de la campaña electoral los elementos de continuidad habrán de ser subrayados todo lo posible, desde que ella encarna en esta elección a un gobierno que goza de una alta tasa de aprobación en la sociedad.
Este perfil de elementos explica que Buenos Aires sea hoy el escenario de una tan variada conjunción de visitas y de eventos, y que la visita de Chávez esté recortada de manera que -al menos para el gobierno argentino- las implicaciones instrumentales de ella prevalezcan por sobre las simbólicas.
Para el gobierno argentino, Chávez es instrumental. En primer lugar, porque es una fuente de financiamiento. En segundo lugar, porque es una fuente de oferta energética. Se puede argumentar ad eternum que la Argentina podría disponer en esos dos temas de otras opciones. Lo cierto es que, dadas las decisiones de política adoptadas por el gobierno de Kirchner desde un principio, otras opciones no están disponibles con la presteza y facilidad, ni serían más baratas, que las que ofrece Chávez.
Instrumentalmente, también parece claro para el gobierno argentino que debe tomar distancia de Chávez en otros dos frentes: la política internacional en general y la política nuclear. De tal modo, Cristina Fernández aparecerá agradeciendo calurosamente a Chávez por sus contribuciones al financiamiento de la Argentina y a las soluciones energéticas, y demarcando el campo para dejar fuera de él las ofertas de Chávez en el terreno nuclear, las relaciones con Irán y el conjunto de la política exterior argentina. Esto último de manera tan expresiva como no podría casi haber otra: asistiendo a la reunión del Council of the Americas y recibiendo a la enviada del gobierno español.
De todo esto queda pendiente otro tema importante en la agenda argentina, el Mercosur. Chávez ya lo embrolló un poco cuando decidió entrar, aun más cuando comenzó a hacer campaña activa para cambiar sus reglas y ahora intenta complicarlo amenazando con irse. En todo ese proceso, Brasil se muestra crecientemente fastidiado con Chávez mientras la Argentina se muestra más amigable. Es posible que por debajo de esa diferencia esté latiendo un acuerdo implícito entre Brasilia y Buenos Aires: como se atribuye haberlo dicho al presidente Lula, Chávez es demasiado complicado para que sea conveniente tenerlo afuera. Es mejor tenerlo adentro, con todas sus complicaciones.
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Infolatam-España/08/08/2007
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