16/8/07

Del cine comprometido, militante o político

El espejo de la sociedad
El cine, como espejo de la sociedad, ha reflejado de una u otra manera tanto las ideas como el arte, pero muy diferente es su manipulación (como querían Lenin y Goebbels) para que las películas se convirtieran fundamentalmente en vehículos de ideas (aspecto, por otra parte, incompatible con una sociedad abierta, avanzada y libre).
Tan sólo Ken Loach continúa obsesionado con la carga panfletaria en sus películas, siempre hipercríticas con la sociedad británica, por no hablar de voceros metapolíticos como Sean Penn.
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Por Fernando Alonso Barahona
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En los años sesenta y setenta gozó de cierto predicamento la idea de un cine presuntamente comprometido con los problemas políticos y sociales. En un sentido amplio, cine militante sería aquel que haciendo una explícita confesión ideológica, se compromete con una determinada visión política o social. No hay que olvidar – empero- que films comprometidos, pero dentro de un lenguaje cinematográfico clásico y sin la búsqueda exclusiva del mensaje, los ha habido siempre, desde “Intolerancia “ de Griffith, hasta “El Alamo“ de John Wayne, pasando por obras maestras como “El manantial“ de King Vidor, “Caballero sin espada“ de Frank Capra, “Tempestad sobre Washington“ de Otto Premminger, “Satanás nunca duerme“ de Leo McCarey, “El angel vestido de rojo“ de Nunnally Johnson, “Cash McCall “ de Joseph Pevney.
Han existido también varios “thrillers“ en esa misma línea comprometida como “Soy un fugitivo“ de Mervin le Roy (excelente film que tiene el dudoso honor de haber sido calificado por “Pravda“, el diario oficial soviético, como “el único film verdaderamente anticapitalista realizado en Estados Unidos), o las películas anticomunistas que se produjeron en Hollywood durante la guerra fría (por no hablar del cine anticomunista español: “Raza“ de Saenz de Heredia, “Alféreces provisionales” de Jose Luis Merino, “Murió hace quince años”, de Rafael Gil....).
En los años sesenta se produjo un notable aumento de los films comprometidos, aunque de forma muy reductora, el modelo pareció limitarse al tipo “Queimada “ o “La batalla de Argel“, ambas de Gillo Pontecorvo, las películas de Costa Gavras o la famosa “Novecento“ de Bernardo Bertolucci, es decir, un cine más o menos revolucionario de izquierdas, con algún otro atractivo (estrellas, violencia, sexo, escándalos ) para evitar el fracaso en taquilla .
Sin embargo, hay también otras obras comprometidas y valientes que no suelen encuadrarse en la categoría, tal vez porque las características de ésta obedecen, sobre todo, a criterios políticos .
“Boinas verdes“ (1968) de John Wayne, masacrada por la crítica pero aupada por el público, fue la primera película en atreverse a tratar el tema de Vietnam y además desde una óptica anticomunista, algo que varios años después harían títulos tan populares como “Rambo“ (1985) de George P. Cosmatos, con Sylvester Stallone y “Desaparecido en Combate“ (1984) de Joseph Zito, con Chuck Norris. Vietnam, con su carga de tragedia y desencanto, fue el tema central de “Apocalypse Now “ (1979) de Coppola, “El cazador “ (1978) de Michael Cimino, “La chaqueta metálica“ de Stanley Kubrick, “Platoon“ de Oliver Stone o “We were soldiers“ de Randall Wallace, con Mel Gibson .
Otras películas comprometidas en el cine americano fueron “Amanecer rojo“ de John Milius e “Invasión USA“ de Joseph Zito, (ambas sobre el tema de una invasión de terroristas y activistas comunistas a los Estados Unidos), “Los evadidos del Mekong“ de Hall Bartlett, con Michael Landon y la sobrecogedora “Los gritos del silencio“ (“The Killing Fields”) de Roland Joffe, sobre la Camboya ocupada por el sanguinario “khmer “ rojo y Pol Pot, autor de uno de los mayores genocidios de los últimos años. Y por supuesto Mel Gibson con las impresionantes “La pasión de Cristo “ y “Apocalypto“, y Zack Snyder y su políticamente incorrecta “300 “ sobre la batalla de las Termópilas.
En esta vertiente de denuncia, destaca asimismo “Nadie escuchaba“ (1986), documental dirigido por Nestor Almendros, que es un relato estremecedor de las violaciones de derechos humanos en la Cuba castrista. Intervinieron, entre otros, Eloy G. Menoyo, Armando Valladares, Jean François Revel, Fernando Sánchez Dragó, Jorge Semprún , B. Henry Levy, Yves Montand... El cine comprometido más habitual filmado en Iberoamérica no ha solido “comprometerse“ (valga la redundancia) con la libertad en Cuba, de ahí la importancia de este documental, cuyo tema nunca se ha encontrado (al parecer) en la agenda de trabajo de, sin ir más lejos, Patricio Guzmán.
Sin embargo, y pese a los numerosos ejemplos en contra, el llamado “cine militante“ es un concepto que suele ir ligado ideológicamente a la extrema izquierda, así los documentales de Joris Ivens o Herbert Biberman, o el pintoresco “Loin de Vietnam“, de 1968, antología antiamericana que firman Jean Luc Godard, Chris Marker, Alain Resnais, Claude Lelouch, W. Klein y Agnes Varda, por no hablar del agresivo “The year of the pig “ (1969) de Emile de Antonio (entre otras muchas películas europeas del período, casi todas ellas sepultadas hoy en el polvo del olvido). Claro que otros documentales también comprometidos tienen una línea muy diferente, desde “El triunfo de la voluntad“ de Leni Riefesnthal, hasta “Octubre“ de Eisenstein, pasando por “Franco, ese hombre “ de Saenz de Heredia o “Morir en España“ de Mariano Ozores .
El problema de estas cintas, aparte de sus propuestas más o menos discutibles o incluso inaceptables, es su carácter minoritario. Al final, la autodenominada alternativa “al cine dominante“ se quedaba en “boutades“ como la de Jean Luc Godard (cineasta importante en sus inicios y desde hace años totalmente acabado): “Como militante político francés, estoy a favor de la contaminación atmosférica en los Estados Unidos“ (declaración recogida por Andrés Linares en el libro “El cine militante“, Editorial Castellote).
En la actualidad, y en los arrabales del cine comercial, tan sólo Ken Loach continúa obsesionado con la carga panfletaria en sus películas, siempre hipercríticas con la sociedad británica, por no hablar de voceros metapolíticos como Sean Penn.
El cine político explícito tiene un doble problema, por un lado el sacrificio del ideal estético a la ideología a la que se sirve, y en segundo lugar – naturalmente – su adscripción partidista que alejará a todos aquellos que no estén de acuerdo con el mensaje que se presenta. Tampoco parece probable que a la hora de dirigirse a la compra de DVD el espectador apueste por complicados lenguajes políticos, casi siempre manipuladores y alejados de la realidad cotidiana y ,casi siempre, de la relevancia cultural y artística.
El cine, como espejo de la sociedad, ha reflejado de una u otra manera tanto las ideas como el arte, pero muy diferente es su manipulación (como querían Lenin y Goebbels) para que las películas se convirtieran fundamentalmente en vehículos de ideas (aspecto, por otra parte, incompatible con una sociedad abierta, avanzada y libre).
A la altura del siglo XXI , el cine como vehículo de ideas se somete claramente al cine como expresión artística, entretenimiento y, sobre todo, como imagen de la vida humana. El arte (y el cine como sublimación de todas las artes) tiene un irrenunciable carácter de sueño, lo fue en el siglo XX y lo continuará siendo (ahí están “El señor de los anillos“, la serie de Harry Potter o las múltiples aventuras de James Bond o Indiana Jones y la atracción perenne de estrellas y películas en todos los lugares del mundo) en el nuevo siglo que tan solo está empezando a dar sus primeros pasos.

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Diario de América-USA/16/08/2007

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