21/8/07

Francia se repiensa Iraq

21/08/2007
Opinión
José Javaloyes
Estrella Digital
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La sorprendente visita a Bagdad del director de la política exterior francesa, no puede menos que asociarse a la visita vacacional del presidente de Francia al de los Estados Unidos, en la residencia veraniega de Bush I: allá en la costa de Maine, donde comienza a acreditarse la diplomacia de la langosta. Pese a comentarios en contrario del portavoz ministerial en París, tal primera impresión de causa-efecto entre una cosa y la otra se hace insoslayable.

Bernard Kouchner expresa con su arribada a Bagdad el retorno de Francia a un escenario del que había estado ausente desde el 2003 y en el que con anterioridad, durante un largo periodo, había hecho negocios muy pingües en muchos órdenes de materias y actividades, incluida la iniciación de la dictadura iraquí en los arcanos de la física atómica, por todas las direcciones en el amplio trazado de sus aplicaciones concretas. Hubo incluso, de algún cierto modo, una emulación de Francia con la Unión Soviética en las inquietudes y prácticas cooperantes con aquel régimen nacionalista del Baas.

De tejido de relación tan sólido entre París y Bagdad se habría de inferir no poco de lo que después ocurrió en el Consejo de Seguridad, entre París y Washington, a propósito de la guerra de Iraq, con el escabroso debate sobre la supuesta tenencia iraquí de armas de destrucción masiva. Al final tanto daba, en la tensión aquella, si Sadam las tenía ya las AMD o las podía tener entre el medio y el corto plazo.

Lo cierto es que la guerra llegó, como se temía, y que las relaciones franco-americanas alcanzaron un grado de deterioro sin precedentes, con acritudes y concretas tensiones más perfiladas que durante los tiempos del general De Gaulle. Símbolo y referente del que el presidente Jacques Chirac pareció sentirse, en esta citada ocasión de anti-americanismo a la carta, menos legatario que albacea testamentario.

Pues bien, la cábala de ahora, con el ministro Kouchner en la capital de los dos grandes ríos, es la de que pueda haber comenzado la recomposición y reparación a fondo de las relaciones entre París y Washington. Nicolás Sarkozy prometió el cambio en las elecciones, y ese cambio podría haber dado comienzo ya por la política exterior.

Prefigurado en el desayuno mano a mano con George Bush, sin ni siquiera la presencia de las esposas porque era un “desayuno de trabajo”, el presidente francés optó por engrasar la relación americana, que no el eje franco-alemán. Entre otras razones porque la relación axial entre París y Bonn, de los tiempos de Chirac y Schröder, murió de muerte natural, pues el acceso de Ángela Merkel a la Cancillería de Berlín ya había significado el mismo desistimiento e idéntico mejor sintonía con Washington.

En lo diplomático, y para las relaciones intra-occidentales, la visita del ministro francés de Asuntos Exteriores a Bagdad, parece significar que lo de Iraq es cuestión poco menos que enteramente amortizada. Para lo político, que no es poco, sólo pesa en el costado americano.

Esta visita, más todavía que un repensar Iraq para Francia, significa para el Elíseo el volver a pensar su relación con la Casa Blanca. Es lo normal: la continuidad en los cambios y los cambios en la continuidad. Sin que por en medio esté la afrenta a ninguna bandera. Por cierto, ¿a dónde irá Rodríguez cuando acabe agosto? Quizá a darle un cursillo de talante a Putín.
jose@javaloyes.net

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