Teherán construirá en Nicaragua viviendas, plantas hidroeléctricas y puertos a cambio de alimentos
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JOSÉ ELÍAS
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Guatemala/Managua-Irán se coló en el patio trasero de EE UU a través de Nicaragua. Los iraníes construirán viviendas, centrales hidroeléctricas, fábricas lácteas y puertos en el país centroamericano. A cambio, los nicaragüenses les darán carne, café y plátanos. El acuerdo se veía venir desde que el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, puso un pie en Managua en enero pasado y su par nicaragüense, el sandinista Daniel Ortega, le devolvió la visita en junio pasado. Estos viajes ya habían crispado a Washington, que observa ahora cómo los Gobiernos de izquierda más radical de América Latina, empezando por el presidido por Hugo Chávez en Venezuela, se acercan cada vez más a su enemigo, el régimen de los ayatolás.
"Venezuela también será parte del esfuerzo que necesitamos", recalca el presidente nicaragüense
Los apagones diarios socavan la popularidad de Ortega, que ve a los iraníes como salvadores
La poca atención que EE UU ha prestado a sus vecinos del sur desde los ataques del 11-S empieza a pasar factura al país que históricamente más influencia y negocios ha tenido en la región. La ausencia estadounidense la pudo haber aprovechado Europa para incrementar su presencia, por ejemplo, firmando un acuerdo de libre comercio con el bloque comercial del Mercosur -Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela-. Sin embargo, aunque la UE, y sobre todo España, pujaron por ganar terreno, dejaron suficiente espacio para que países que nunca habían estado en la región se hicieran un hueco: primero desembarcó China, y ahora lo hace Irán.
Desde el punto de vista económico, el acuerdo es mucho más ventajoso para Nicaragua que para Irán. Para el país asiático, el segundo mayor exportador de crudo del mundo, el pacto es más simbólico desde el punto de vista político. El dinero iraní, sus técnicos, su tecnología y su imagen e influencia políticas han desembarcado en Centroamérica, el patio trasero de Estados Unidos.
Irán financiará la construcción de 10.000 viviendas en Nicaragua y desembolsará unos 350 millones de dólares (254 millones de euros) para construir el primer puerto nicaragüense sobre el mar Caribe y ampliar el puerto de Corinto, sobre el Pacífico. Teherán también destinará otros 120 millones de dólares para construir una planta hidroeléctrica que alivie la situación energética de Nicaragua, un país que sufre apagones diarios por la falta de suministro.
Unión Fenosa, la empresa española que distribuye la electricidad en el país, es objeto de todas las críticas, tanto de las autoridades como de la población, por los constantes apagones. La empresa arguye que no hay suficiente generación y que las tarifas son bajas, mientras que el Ejecutivo nicaragüense insiste en culpar a la red de distribución. Tras la reciente visita de la vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, la empresa y el Ejecutivo de Ortega fumaron la pipa de la paz, aunque no se sabe cuánto durará la tregua. Tanto España como Irán saben que para el presidente, Daniel Ortega, solucionar el problema de los apagones es una prioridad: la popularidad le va en ello.
Los iraníes aparecen aquí como auténticos salvadores: no sólo ya han calculado el presupuesto para poner en marcha la primera planta de generación, sino que han dejado clara su disposición a construir tres más a medio plazo. Aparte de esto, Teherán también levantará cinco fábricas lácteas, financiará la construcción de una planta de ensamblaje de maquinaria agrícola y, muy probablemente, invertirá en infraestructuras sanitarias.
A cambio de todo, Nicaragua se ha comprometido a aumentar sus exportaciones de productos agrícolas, especialmente carne, café y plátano. "Trabajaremos para combinar la inversión iraní con los aportes de otros países amigos", declaró este fin de semana Daniel Ortega. "Venezuela está también preparado para ser parte de este esfuerzo que necesitamos", añadió el presidente nicaragüense, quien entre el martes y miércoles pasado conversó por teléfono con su homólogo venezolano, Hugo Chávez, y se reunió con el viceministro de Energía iraní, Hamid Chitchian, quien había llegado a Managua con el acuerdo en el maletín y toda la autorización de su Gobierno para hacer concesiones.
La Embajada estadounidense en Managua se abstuvo de hacer comentarios acerca del acuerdo. Algunos altos cargos del Departamento de Estado, sin embargo, declararon a la agencia Reuters que Irán será un socio "problemático" para Nicaragua.
Daniel Ortega ha insistido en que quiere mantener una relación cordial con Washington desde el mismo día que logró su segundo mandato en Nicaragua, en las elecciones de noviembre de 2006. No obstante, Ortega se ha alineado con Cuba, Venezuela e Irán, todos enemigos de Washington.
La visita que en enero pasado hizo el presidente Ahmadineyad a Nicaragua generó fuertes críticas por parte de más de un parlamentario estadounidense. El director de Asuntos Islámicos del Ministerio israelí de Asuntos Exteriores, David Grovin, salió disparado hacia la región para pedir a los países centroamericanos, según declaró en una entrevista a un diario guatemalteco, "que ayuden a la comunidad internacional a aislar a Irán, y no sólo porque representa una amenaza para Israel, sino también para los países árabes moderados y para el mundo".
Al parecer, las viejas heridas entre Ortega y Estados Unidos no han cerrado. Durante su primera presidencia (1985-1990), Ortega hizo frente a una guerra civil financiada desde Washington por el fallecido presidente Ronald Reagan.
Muy poco tiempo después de asumir su segundo mandato, Estados Unidos exigió a Ortega la destrucción de los misiles SAM 7 de fabricación soviética que aún poseen las Fuerzas Armadas nicaragüenses desde los tiempos de la guerra de los ochenta. El presidente se negó en redondo: declaró que de los más de 1.000 cohetes que su país aún posee, al menos 400 "son intocables", y que cuando caduquen serán "renovados". Ortega propuso destruir el resto de cohetes siempre que Estados Unidos ofreciera algo a cambio. Ahora, el acuerdo de cooperación con Irán amenaza con convertirse en el segundo gran encontronazo entre Washington y Managua.
"Venezuela también será parte del esfuerzo que necesitamos", recalca el presidente nicaragüense
Los apagones diarios socavan la popularidad de Ortega, que ve a los iraníes como salvadores
La poca atención que EE UU ha prestado a sus vecinos del sur desde los ataques del 11-S empieza a pasar factura al país que históricamente más influencia y negocios ha tenido en la región. La ausencia estadounidense la pudo haber aprovechado Europa para incrementar su presencia, por ejemplo, firmando un acuerdo de libre comercio con el bloque comercial del Mercosur -Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela-. Sin embargo, aunque la UE, y sobre todo España, pujaron por ganar terreno, dejaron suficiente espacio para que países que nunca habían estado en la región se hicieran un hueco: primero desembarcó China, y ahora lo hace Irán.
Desde el punto de vista económico, el acuerdo es mucho más ventajoso para Nicaragua que para Irán. Para el país asiático, el segundo mayor exportador de crudo del mundo, el pacto es más simbólico desde el punto de vista político. El dinero iraní, sus técnicos, su tecnología y su imagen e influencia políticas han desembarcado en Centroamérica, el patio trasero de Estados Unidos.
Irán financiará la construcción de 10.000 viviendas en Nicaragua y desembolsará unos 350 millones de dólares (254 millones de euros) para construir el primer puerto nicaragüense sobre el mar Caribe y ampliar el puerto de Corinto, sobre el Pacífico. Teherán también destinará otros 120 millones de dólares para construir una planta hidroeléctrica que alivie la situación energética de Nicaragua, un país que sufre apagones diarios por la falta de suministro.
Unión Fenosa, la empresa española que distribuye la electricidad en el país, es objeto de todas las críticas, tanto de las autoridades como de la población, por los constantes apagones. La empresa arguye que no hay suficiente generación y que las tarifas son bajas, mientras que el Ejecutivo nicaragüense insiste en culpar a la red de distribución. Tras la reciente visita de la vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, la empresa y el Ejecutivo de Ortega fumaron la pipa de la paz, aunque no se sabe cuánto durará la tregua. Tanto España como Irán saben que para el presidente, Daniel Ortega, solucionar el problema de los apagones es una prioridad: la popularidad le va en ello.
Los iraníes aparecen aquí como auténticos salvadores: no sólo ya han calculado el presupuesto para poner en marcha la primera planta de generación, sino que han dejado clara su disposición a construir tres más a medio plazo. Aparte de esto, Teherán también levantará cinco fábricas lácteas, financiará la construcción de una planta de ensamblaje de maquinaria agrícola y, muy probablemente, invertirá en infraestructuras sanitarias.
A cambio de todo, Nicaragua se ha comprometido a aumentar sus exportaciones de productos agrícolas, especialmente carne, café y plátano. "Trabajaremos para combinar la inversión iraní con los aportes de otros países amigos", declaró este fin de semana Daniel Ortega. "Venezuela está también preparado para ser parte de este esfuerzo que necesitamos", añadió el presidente nicaragüense, quien entre el martes y miércoles pasado conversó por teléfono con su homólogo venezolano, Hugo Chávez, y se reunió con el viceministro de Energía iraní, Hamid Chitchian, quien había llegado a Managua con el acuerdo en el maletín y toda la autorización de su Gobierno para hacer concesiones.
La Embajada estadounidense en Managua se abstuvo de hacer comentarios acerca del acuerdo. Algunos altos cargos del Departamento de Estado, sin embargo, declararon a la agencia Reuters que Irán será un socio "problemático" para Nicaragua.
Daniel Ortega ha insistido en que quiere mantener una relación cordial con Washington desde el mismo día que logró su segundo mandato en Nicaragua, en las elecciones de noviembre de 2006. No obstante, Ortega se ha alineado con Cuba, Venezuela e Irán, todos enemigos de Washington.
La visita que en enero pasado hizo el presidente Ahmadineyad a Nicaragua generó fuertes críticas por parte de más de un parlamentario estadounidense. El director de Asuntos Islámicos del Ministerio israelí de Asuntos Exteriores, David Grovin, salió disparado hacia la región para pedir a los países centroamericanos, según declaró en una entrevista a un diario guatemalteco, "que ayuden a la comunidad internacional a aislar a Irán, y no sólo porque representa una amenaza para Israel, sino también para los países árabes moderados y para el mundo".
Al parecer, las viejas heridas entre Ortega y Estados Unidos no han cerrado. Durante su primera presidencia (1985-1990), Ortega hizo frente a una guerra civil financiada desde Washington por el fallecido presidente Ronald Reagan.
Muy poco tiempo después de asumir su segundo mandato, Estados Unidos exigió a Ortega la destrucción de los misiles SAM 7 de fabricación soviética que aún poseen las Fuerzas Armadas nicaragüenses desde los tiempos de la guerra de los ochenta. El presidente se negó en redondo: declaró que de los más de 1.000 cohetes que su país aún posee, al menos 400 "son intocables", y que cuando caduquen serán "renovados". Ortega propuso destruir el resto de cohetes siempre que Estados Unidos ofreciera algo a cambio. Ahora, el acuerdo de cooperación con Irán amenaza con convertirse en el segundo gran encontronazo entre Washington y Managua.
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ELPAIS.com/06/08/2007
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