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Una experta española dictará un seminario. Socioagorafobia es el término que acuñó la especialista para la actitud de quienes eligen un espacio privatizado para vivir.
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“Los barrios cerrados son un fenómeno global, que está transformando el espacio público, y es más profundo en Latinoamérica que en Europa. Es una tendencia agresiva, cuyos efectos venideros serán desastrosos, porque se provoca una ruptura de la comunicación”, afirmó la urbanista española Isabel Rodríguez Chumillas, durante un diálogo con LA GACETA.Geógrafa de profesión, especializada en Geografía Urbana y en Patrimonio, y docente de la Universidad Autónoma de Madrid, Rodríguez Chumillas dictará esta semana un seminario sobre “Territorio, patrimonio y ciudad”, en el marco del doctorado en Ciencias Sociales que dirige el profesor Alfredo Bolsi, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.En la línea teórica de la argentina Maristella Svampa, o de Sakia Sassen, entre tantos que miran las transformaciones urbanas desde una perspectiva multidisciplinaria, la experta señaló que, en tanto el espacio físico se está transformando con lo que ella señala como “elementos de bloqueo” (los muros que delimitan el perímetro de un barrio privado, por ejemplo), se están transformando las relaciones sociales.Rodríguez Chumillas sostiene que, si bien el de los barrios privados es un fenómeno global, aparece exacerbado en los países de América Latina. “Se ha extendido hasta las clases medias, incluso a las clases medias bajas. Y la promoción profesional de vivienda social ya se está haciendo bajo estos parámetros. En México, es una política pública de viviendas, que es la clonación del estilo de vida de la exclusión”, remarcó.Miedo a la inseguridad“Yo parto de un concepto que es el de las ciudades inmanejables. Hay una percepción de una cultura de la inseguridad y del miedo que nace de la misma población. Pero los anhelos, el imaginario de la población, se retroalimentan a partir de esa oferta inmobiliaria, que consiste en la privatización del espacio público”, añadió la experta. “Desde hace años que estoy analizando el papel del inversor inmobiliario y su gran capacidad de manejar nuestros destinos como ciudad y como sociedad”, agregó. “El inversor inmobiliario mira el imaginario, que se constituye sobre un miedo que tiene elementos con una base objetiva: pobreza, desigualdad y un movimiento desesperado de flujos migratorios de toda naturaleza que acrecienta el desconocimiento del ‘otro’. Todo esto genera miedo y se retroalimenta. Evidentemente, hay muchos mecanismos de control territorial hacia las afueras y hacia el interior de la ciudad, mecanismos blandos y duros, que podrían minimizar y reconducir esta situación, pero que no se ejecutan desde el Estado”, opinó.NormasEn otro orden, Rodríguez Chumillas comentó que en Madrid todavía hay un vacío legal respecto de la normativa para barrios cerrados, en especial en lo referido a los servicios públicos. “Hay una relación ambivalente entre la privacidad y las exigencias de la prestación del servicio. Eso no era importante antes, cuando el estilo de vida del encierro era de la élite. Pero cambió cuando la privatización comenzó a avanzar hacia las clases medias”, explicó.Impulsora de una visión antropológica para entender los fenómenos urbanos, la especialista ha acuñado un término para la actitud de ese ciudadano del siglo XXI que eligió el espacio privatizado para vivir su vida: “le llamo socioagorafobia: fobia, miedo de la sociedad al afuera público, a la ciudad”, apuntó la experta.
“Los barrios cerrados son un fenómeno global, que está transformando el espacio público, y es más profundo en Latinoamérica que en Europa. Es una tendencia agresiva, cuyos efectos venideros serán desastrosos, porque se provoca una ruptura de la comunicación”, afirmó la urbanista española Isabel Rodríguez Chumillas, durante un diálogo con LA GACETA.Geógrafa de profesión, especializada en Geografía Urbana y en Patrimonio, y docente de la Universidad Autónoma de Madrid, Rodríguez Chumillas dictará esta semana un seminario sobre “Territorio, patrimonio y ciudad”, en el marco del doctorado en Ciencias Sociales que dirige el profesor Alfredo Bolsi, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.En la línea teórica de la argentina Maristella Svampa, o de Sakia Sassen, entre tantos que miran las transformaciones urbanas desde una perspectiva multidisciplinaria, la experta señaló que, en tanto el espacio físico se está transformando con lo que ella señala como “elementos de bloqueo” (los muros que delimitan el perímetro de un barrio privado, por ejemplo), se están transformando las relaciones sociales.Rodríguez Chumillas sostiene que, si bien el de los barrios privados es un fenómeno global, aparece exacerbado en los países de América Latina. “Se ha extendido hasta las clases medias, incluso a las clases medias bajas. Y la promoción profesional de vivienda social ya se está haciendo bajo estos parámetros. En México, es una política pública de viviendas, que es la clonación del estilo de vida de la exclusión”, remarcó.Miedo a la inseguridad“Yo parto de un concepto que es el de las ciudades inmanejables. Hay una percepción de una cultura de la inseguridad y del miedo que nace de la misma población. Pero los anhelos, el imaginario de la población, se retroalimentan a partir de esa oferta inmobiliaria, que consiste en la privatización del espacio público”, añadió la experta. “Desde hace años que estoy analizando el papel del inversor inmobiliario y su gran capacidad de manejar nuestros destinos como ciudad y como sociedad”, agregó. “El inversor inmobiliario mira el imaginario, que se constituye sobre un miedo que tiene elementos con una base objetiva: pobreza, desigualdad y un movimiento desesperado de flujos migratorios de toda naturaleza que acrecienta el desconocimiento del ‘otro’. Todo esto genera miedo y se retroalimenta. Evidentemente, hay muchos mecanismos de control territorial hacia las afueras y hacia el interior de la ciudad, mecanismos blandos y duros, que podrían minimizar y reconducir esta situación, pero que no se ejecutan desde el Estado”, opinó.NormasEn otro orden, Rodríguez Chumillas comentó que en Madrid todavía hay un vacío legal respecto de la normativa para barrios cerrados, en especial en lo referido a los servicios públicos. “Hay una relación ambivalente entre la privacidad y las exigencias de la prestación del servicio. Eso no era importante antes, cuando el estilo de vida del encierro era de la élite. Pero cambió cuando la privatización comenzó a avanzar hacia las clases medias”, explicó.Impulsora de una visión antropológica para entender los fenómenos urbanos, la especialista ha acuñado un término para la actitud de ese ciudadano del siglo XXI que eligió el espacio privatizado para vivir su vida: “le llamo socioagorafobia: fobia, miedo de la sociedad al afuera público, a la ciudad”, apuntó la experta.
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La Gaceta Tucumán - Argentina/28/08/2007
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