16/9/07

China y el futuro del mundo

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La reconfiguración de la economía política global, cuyo foco de influencia está viviendo un notable desplazamiento desde Norteamérica a Asia Oriental, sirve a Giovanni Arrighi, sociólogo en la John Hopkins University, figura de referencia para cierta izquierda y uno de los pensadores que suelen tenerse en consideración cuando se trata de analizar el siglo XX, para incidir desde nuevas perspectivas en esa emergente distribución de fuerzas.
Quién mandará en nuestro futuro político (qué país(es) será el hegemónico) y cuáles serán sus presupuestos son analizados aquí a raíz de dos acontecimientos básicos. De una parte, que el neoconservador Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, del que se ha alimentado la política internacional de George W. Bush, está en retirada. De otra, que el surgimiento de China como indiscutible potencia asiática incluye también pretensiones de influencia global. Ambos hechos son utilizados por Arrighi para subrayar que ya hemos dejado atrás el choque de civilizaciones y que lo que viviremos a partir de ahora serán las dificultades para conformar una comunidad de civilizaciones en la que se dejen notar los cambiantes equilibrios de poder. Que sufriremos las tensiones inherentes a toda redistribución de fuerzas y que habrá de decidirse si establecemos un nuevo mapa de posiciones o si, por el contrario, viviremos en el continuo enfrentamiento.
Pero, en todo caso, lo que ya resulta ineludible para el análisis político-económico es la importancia que ha cobrado Asia Oriental, cuya dimensión es central para Arrighi, hasta el punto de que cree que, cuando se contemple con distancia la historia de la segunda mitad del siglo XX , nada tendrá mayor peso que este resurgimiento. Ya no estamos frente a países subdesarrollados que tratan de obtener la independencia política de Occidente sino ante poderes consolidados que pueden plantar cara en muchos terrenos a EEUU y Europa. No cree Arrighi que sean éstos quienes pongan fin a la hegemonía estadounidense y europea pero sí que puede darse una nivelación de poder. Que la posición de Asia Oriental será otra, y mucho más sólida, a partir de ahora, y que ese hecho tendrá consecuencias globales.
Algo que resultará especialmente cierto en el caso de China, ya que estamos ante un país que no tiene el grado de vinculación política con EEUU que poseen Japón o Taiwán y cuya dependencia económica de Norteamérica está en claro descenso. Para Arrighi, esa creciente fortaleza y el fracaso de la doctrina neoconservadora refuerzan y hacen posible una tesis esgrimida hace más de 200 años en La riqueza de las naciones por Adam Smith, la de “la materialización de una sociedad de mercado a escala mundial basada en una mayor igualdad entre las civilizaciones del mundo”.
Y es que la intención de Arrighi en el presente texto es doble: de una parte, pretende indagar en las reconfiguraciones del mapa global de la economía política; en otro sentido, pretende realizar una relectura de las teorías de Adam Smith, y especialmente de La riqueza de las naciones, intentando comprobar la actualidad de sus tesis. El texto, que prolonga los argumentos fijados en obras anteriores, como El largo siglo XX o Caos y orden en el sistema-mundo moderno, incluye reflexiones teóricas, exposiciones históricas y valoraciones políticas, mezcla diferentes perspectivas, lo que, resultando en ocasiones farragoso, conviene a la exposición general.
La cuestión central para Arrighi es si el ascenso chino, “con todas su deficiencias y probables reveses futuros, puede considerarse un presagio de esa mayor igualdad y mutuo respeto entre los pueblos de origen europeo y no europeo que preveía y propugnaba Adam Smith hace 230 años”. La respuesta es afirmativa, siempre que se den determinadas condiciones. Si China promueve un tipo de desarrollo autocentrado basado en el mercado, que es parte de su tradición, si la acumulación no está basada en el desposesión y si las masas participan en la toma de decisones, todas las piezas están puestas, según la visión de Arrighi, para que la tesis de Smith se cumpla. Porque si China abre así nuevas vías de desarrollo económico a la que puedan adscribirse otros países, las consecuencias no sólo tendrán que ver con una reconfiguración del mapa político económico mundial desde bases más igualitarias, sino con la posibilidad de que aquélla se produzca desde presupuestos mucho menos violentos.
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El Confidencial - España/16/09/2007

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