Por: Noel Manzanares Blanco
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Cuando apenas habían pasado cinco días desde que el actual mandatario de los Estados Unidos George W. Bush, emergía como principal inquilino de la Casa Blanca, publiqué "Desgracia parece, infierno ¿será?", y desde entonces la vida ha confirmado que carecía de exageración lo que escribí en aquella oportunidad.
Sin obviar el hecho de tratarse de quien llegó a presidente de la Patria de Washington y Lincoln a través de un fraude electoral, escapa a la casualidad el repudio al "Dios" de Mr. W., un supuesto todopoderoso que avala la agresión a Afganistán, Irak y a cuantas naciones estén en la órbita de su eje del mal; y la denuncia a su intento de revitalizar la Doctrina
Monroe (América para los yanquis), a través de un desajustado y casi fracasado proyecto de liberalización comercial en el continente –ahora revivido con la denominada “Integración Profunda” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TELECAN) y el establecimiento de una “Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte” (ASPAN), a juzgar por la Cumbre Presidencial entre México, EE UU y Canadá celebrada en el último país los pasados 20 y 21 de agosto.
Asimismo, necesaria ha resultado la crítica a la actitud de rechazo del (des) gobierno de Bush al insuficiente Protocolo de Kyoto para la protección ecológica; e, incluso, la repulsa al sufrimiento por cómo el susodicho obra en contra del pueblo norteamericano –si no, pregunte a la gente pobre de Nueva Orleáns y a quienes de manera creciente ven esfumarse la posibilidad de recibir servicios de educación y salud en todas las partes de la Unión Americana, o simplemente al destacado cineasta Michel Moore.
Como si fuera poco, asoman como interminables las calamidades que acompañan a Bush, el hijo. Por estos días, diversas agencias se hicieron eco de nuevas enhoramala del pretendido emperador universal.
Al reportar sucesos entorno a la presencia de este George en ocasión del recién finalizado encuentro del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), el pasado 7 de septiembre desde Sydney la AP destacó muestras de sus garrafales pifias: por un lado, confundió las abreviaturas de ese Foro con las de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); por otro, cuando intentó enmendar el error, bromeó expresando que el premier de Australia, John Howard, lo había invitado a la Cumbre de la OPEC del año siguiente, sin que ellos integraran la referida Organización; y para cerrar, al agradecer el respaldo del Gobierno de Australia por la asistencia de tropas militares en la tragedia de Irak, el bushito aludió a “soldados austriacos” en lugar de australianos. He aquí apenas un reflejo del comportamiento del conductor de la mayor potencia-amenaza a la humanidad.
También, a propósito de la mencionada reunión en Australia, trascendió que George W. Bush, con su acostumbrada ausencia de sensatez y exhibición de desvergüenza, exigió respaldo “al nuevo enfoque ante el desafío de cambio climático” sugerido por su par John Howard, y reclamó a los miembros del citado Foro –República Popular de China incluida-- “una acción más firme” al respecto. Además, haciendo gala de su condición de “juez supremo”, para referirse a la situación en Myanmar (antigua Birmania), manifestó: “Los que vivimos cómodamente una sociedad libre debemos alzar nuestra voz contra ese tipo de violaciones de los derechos humanos”.
Simultáneamente, el mismo día 7 un cable de Prensa Latina fechado en Washington daba cuenta de que el magistrado de distrito Víctor Marrero había declarado inconstitucional partes del Acta Patriótica –un engendro bushiano--, al señalar que los investigadores deben tener la aprobación de una corte antes de ordenar a proveedores de Internet que revelen información de usuarios sin avisarles; amén de estimar que los cambios a esa normativa ofenden los principios constitucionales fundamentales de cheques y balances, así como la separación de poderes –en alusión a la ley aprobada tras los actos vandálicos del 11 de septiembre de 2001, la cual permite a las autoridades yanquis vigilar la vida privada de cualquier ciudadano (a) bajo el pretexto del combate al terrorismo.
Entretanto, vale recordar que la Administración W. ha realizado hasta lo indecible en aras de que nuestros Héroes Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González --legítimos luchadores contra el terrorismo practicado contra Cuba, los EE UU e, incluso, otras naciones, quienes tuvieron la imperiosa necesidad de brindar información sobre los planes terroristas engendrados y ejecutados contra la Isla desde el Águila Imperial--, permanezcan secuestrados en el “Norte revuelto y brutal”.
Y que nadie olvide que la situación que actualmente atraviesan los cinco antiterroristas es tanto más indignantes por cuanto deben recordarse las maniobras tanto del hijo como del padre: el primero durante su estancia en la Casa Blanca estimuló la bochornosa liberación del tránsfuga Posada Carriles, el compinche de la delincuencia política anticubana asentada en la Florida; el segundo, en su momento, liberó de culpa a Orlando Boch, gemelo del architerrorista de nombre Luis en el alevoso acto contra Cubana de Aviación ocurrido el 6 de octubre de 1976.
Así, prácticamente es vox pópuli que Mr. Bush ha devenido desatinos a galope, al alimentar la conversión de la desgracia en el mismísimo infierno.
Cuando apenas habían pasado cinco días desde que el actual mandatario de los Estados Unidos George W. Bush, emergía como principal inquilino de la Casa Blanca, publiqué "Desgracia parece, infierno ¿será?", y desde entonces la vida ha confirmado que carecía de exageración lo que escribí en aquella oportunidad.
Sin obviar el hecho de tratarse de quien llegó a presidente de la Patria de Washington y Lincoln a través de un fraude electoral, escapa a la casualidad el repudio al "Dios" de Mr. W., un supuesto todopoderoso que avala la agresión a Afganistán, Irak y a cuantas naciones estén en la órbita de su eje del mal; y la denuncia a su intento de revitalizar la Doctrina
Monroe (América para los yanquis), a través de un desajustado y casi fracasado proyecto de liberalización comercial en el continente –ahora revivido con la denominada “Integración Profunda” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TELECAN) y el establecimiento de una “Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte” (ASPAN), a juzgar por la Cumbre Presidencial entre México, EE UU y Canadá celebrada en el último país los pasados 20 y 21 de agosto.
Asimismo, necesaria ha resultado la crítica a la actitud de rechazo del (des) gobierno de Bush al insuficiente Protocolo de Kyoto para la protección ecológica; e, incluso, la repulsa al sufrimiento por cómo el susodicho obra en contra del pueblo norteamericano –si no, pregunte a la gente pobre de Nueva Orleáns y a quienes de manera creciente ven esfumarse la posibilidad de recibir servicios de educación y salud en todas las partes de la Unión Americana, o simplemente al destacado cineasta Michel Moore.
Como si fuera poco, asoman como interminables las calamidades que acompañan a Bush, el hijo. Por estos días, diversas agencias se hicieron eco de nuevas enhoramala del pretendido emperador universal.
Al reportar sucesos entorno a la presencia de este George en ocasión del recién finalizado encuentro del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), el pasado 7 de septiembre desde Sydney la AP destacó muestras de sus garrafales pifias: por un lado, confundió las abreviaturas de ese Foro con las de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); por otro, cuando intentó enmendar el error, bromeó expresando que el premier de Australia, John Howard, lo había invitado a la Cumbre de la OPEC del año siguiente, sin que ellos integraran la referida Organización; y para cerrar, al agradecer el respaldo del Gobierno de Australia por la asistencia de tropas militares en la tragedia de Irak, el bushito aludió a “soldados austriacos” en lugar de australianos. He aquí apenas un reflejo del comportamiento del conductor de la mayor potencia-amenaza a la humanidad.
También, a propósito de la mencionada reunión en Australia, trascendió que George W. Bush, con su acostumbrada ausencia de sensatez y exhibición de desvergüenza, exigió respaldo “al nuevo enfoque ante el desafío de cambio climático” sugerido por su par John Howard, y reclamó a los miembros del citado Foro –República Popular de China incluida-- “una acción más firme” al respecto. Además, haciendo gala de su condición de “juez supremo”, para referirse a la situación en Myanmar (antigua Birmania), manifestó: “Los que vivimos cómodamente una sociedad libre debemos alzar nuestra voz contra ese tipo de violaciones de los derechos humanos”.
Simultáneamente, el mismo día 7 un cable de Prensa Latina fechado en Washington daba cuenta de que el magistrado de distrito Víctor Marrero había declarado inconstitucional partes del Acta Patriótica –un engendro bushiano--, al señalar que los investigadores deben tener la aprobación de una corte antes de ordenar a proveedores de Internet que revelen información de usuarios sin avisarles; amén de estimar que los cambios a esa normativa ofenden los principios constitucionales fundamentales de cheques y balances, así como la separación de poderes –en alusión a la ley aprobada tras los actos vandálicos del 11 de septiembre de 2001, la cual permite a las autoridades yanquis vigilar la vida privada de cualquier ciudadano (a) bajo el pretexto del combate al terrorismo.
Entretanto, vale recordar que la Administración W. ha realizado hasta lo indecible en aras de que nuestros Héroes Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González --legítimos luchadores contra el terrorismo practicado contra Cuba, los EE UU e, incluso, otras naciones, quienes tuvieron la imperiosa necesidad de brindar información sobre los planes terroristas engendrados y ejecutados contra la Isla desde el Águila Imperial--, permanezcan secuestrados en el “Norte revuelto y brutal”.
Y que nadie olvide que la situación que actualmente atraviesan los cinco antiterroristas es tanto más indignantes por cuanto deben recordarse las maniobras tanto del hijo como del padre: el primero durante su estancia en la Casa Blanca estimuló la bochornosa liberación del tránsfuga Posada Carriles, el compinche de la delincuencia política anticubana asentada en la Florida; el segundo, en su momento, liberó de culpa a Orlando Boch, gemelo del architerrorista de nombre Luis en el alevoso acto contra Cubana de Aviación ocurrido el 6 de octubre de 1976.
Así, prácticamente es vox pópuli que Mr. Bush ha devenido desatinos a galope, al alimentar la conversión de la desgracia en el mismísimo infierno.
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Cuba Socialista/15/09/2007
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