21/9/07

Desvaneciéndose en el horizonte

Cuadro de la pintora iraquí Hayat Yamil Hafidh
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21/09/2007
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Traducido del inglés por Sinfo Fernández*
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Hala, de 65 años de edad, huyó de Bagdad hace ya casi dos años.
El Ejército del Mahdi la había amenazado con quemarla a ella y con quemar su casa. Hala vivía en lo que se consideraba un barrio de clase media. Hala es soltera, no tiene niños y tanto su padre como su madre han fallecido ya.
Hala estudió Económicas y Administración de Empresas y trabajó en un ministerio del gobierno hasta los 55 años, edad a la que se jubiló para poder cuidar a sus padres porque ambos estaban enfermos. Hala vivía de su pensión y de la de su padre.
Mientras tanto, ella también desarrolló serios problemas de salud, uno de los cuales es una artritis reumatoide con ataques que la debilitan hasta el punto de dejarla casi paralítica. A veces no puede ni caminar y ha de permanecer inmóvil en una silla o en la cama durante interminables semanas.
A la edad de 63 años, tras las amenazas recibidas de la Milicia Mahdi, Hala no tuvo otra opción que empacar sus cosas en una maleta y dirigirse hacia Ammán con todos sus ahorros.
Allí le concedieron un permiso de residencia anual y vivía de sus ahorros hasta que “Dios nos alivie de nuestras desgracias”…
Hace pocos meses, las autoridades jordanas se negaron a renovar su permiso de residencia y le dijeron que estaba ya de más en Ammán. Sus opciones eran o solicitar a la UNRWA el estatus de refugiado o volver a “casa”, a Bagdad. Por supuesto que Hala había perdido ya la casa familiar que era su único refugio.
Ni que decir tiene que Hala rellenó debidamente el impreso de solicitud de la UNRWA e hizo colas interminables durante días hasta poder ser finalmente recibida y pasar una “entrevista”.
En esa entrevista le hicieron un montón de preguntas, algunas relativas hasta a sus abuelos, sus padres, su afiliación política, sus puestos de trabajo, su formación… Después, inquirieron sobre su historia personal, su educación, su experiencia laboral, sus diplomas, sus afiliaciones políticas… y también le preguntaron hasta por sus aficiones.
Tras varios meses de espera y cuatro entrevistas, finalmente le dieron “vía libre” y acordaron concederle el estatus de refugiada que permitía que “colocarla” en otro país “anfitrión”.
Al principio, quisieron embarcarla para Suecia. Les rogó que no, porque en vista de su situación médica, el tiempo frío le acarrearía una dolorosa y lenta muerte.
Después, le propusieron Australia. De nuevo, les rogó que no la enviaran allí. No conocía absolutamente a nadie en Australia. Y estaría demasiado lejos de algunos parientes lejanos que también se habían refugiado en Ammán.
Aproximadamente hace una semana, le informaron que en unos quince días debía dejar Ammán y marcharse a algún lugar en el noroeste de EEUU. De nuevo les suplicó, les dijo que tampoco conocía absolutamente a nadie en EEUU.
En esa ocasión, le dijeron categóricamente que había agotado sus oportunidades y que no tenía más opción que aceptar o ser forzosamente deportada hasta la frontera iraquí.
No sólo eso, sino que le hicieron firmar un documento por el que se comprometía a encontrar un trabajo en EEUU en los tres meses siguientes a su llegada. La razón de esa cláusula era asegurarse de que Hala devolviera a la UNRWA los costes de su billete de avión y del alojamiento temporal en EEUU.
Ella gritó: “¡¿Quién va a emplearme a la edad de 65 años y con mi situación médica?!”.
A lo cual, así como se lo estoy contando, le dijeron: “En la instancia de solicitud mencionó que una de sus aficiones es la peluquería y la segunda el arreglo floral.”
“Pero tengo las rodillas deformadas, no podría estar de pie todo el día en una peluquería”, les dijo.
“Entonces hágase florista, puesto que le gustan las flores”, fue su respuesta.
La cláusula estipula que no deberá volver a Jordania en tres meses. A lo cual replicó: “Probablemente estaré muerta para entonces y no encontraré a nadie que entierre mi cuerpo en Bagdad”.
Hala saldrá para allá en pocas semanas. Tiene 2.500 dólares para vivir durante esos tres meses hasta que encuentre un empleo como florista en el noroeste estadounidense. Entonces, tendrá que DEVOLVERLE a la UNRWA el precio de haber sido “salvada”.
Le pidieron que considerara el asunto positivamente, diciéndole: “Mírelo de este modo: a los 65 años va a empezar una nueva vida.”
Hala no tuvo más opción que aceptar. Y así abandonará pronto Ammán para dirigirse hacia lo desconocido, sin conocer a nadie, con sus rodillas deformadas, buscando un empleo de florista a sus 65 años.
Hala trata de consolarse a sí misma y dice: “Al menos, mi situación es mejor que la de los demás. Al menos, no van a devolverme al infierno”.
Los estadounidenses creían que serían recibidos con flores a las puertas de Bagdad. Los iraquíes se ven ahora obligados a ir a vender flores a los estadounidenses.
Hay ahí una gran lección para todos aquellos que gustan de meditar…
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*Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate.

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