09/09/2007
Opinión
DESDE LA CORTE
FERNANDO ONEGA
FERNANDO ONEGA
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Los periodistas no debemos airear mucho estas escenas, porque alguien puede acusarnos de intención electoral. Pero no me digan ue lo visto y oído el jueves en la Ciudad Financiera del Banco de Santander no es sugestivo. Si hay dos personas en teoría distantes, no son Zapatero y Rajoy, que tienen parecida extracción social. Son Zapatero y Emilio Botín. El primero procede de una clase media normal, y el segundo de la oligarquía financiera. El político tiene un salario modesto, casi con derecho a una vivienda de Chaves, y el banquero figura entre los grandes ricos del mundo. El de León paga intereses por sus hipotecas y el de Santander presta dinero. Y el uno es socialista, definido como rojo, mientras el otro es el mejor representante físico de lo que Marcelino Camacho llamaba «el gran capital». Si alguien es gran capital, es Emilio Botín. Pese a todo, ahí hemos tenido a los dos personajes: en mangas de camisa; con un tuteo sorprendente; con piropos mutuos, y con la complicidad del paciente ante el dentista: «No nos vamos a hacer daño». Tengo para mí que, si algún día Zapatero se ha sentido glorioso en corral ajeno ha sido esa mañana en el Santander. ¿De qué podía esperar el presidente de gobierno más de izquierdas que hubo en España que le cayera encima una riada de agua bendita de la pila bautismal del dinero? ¿Cómo podía ni sospechar que un gran banco santificara su política económica? Y además, de forma tan oportuna: justo cuando Rajoy acababa de decretar el agotamiento de la herencia dilapidada; justo cuando Zaplana se disponía a hablar de recesión; justo cuando Solbes había reconocido la incertidumbre¿ Desconozco cómo se ha gestado esa visita. He oído que ha sido una «autoinvitación» del jefe del gobierno. Si es así, o tiene buenas ideas o está bien asesorado. De una tacada o de un gesto ha conseguido un espaldarazo a su política, una foto de confianza para los inversores y una cierta estampa de divorcio entre la derecha económica -que celebra la gestión gubernamental- y la derecha política, que celebra que se pueda estrellar. ¡Y qué rentables pueden ser los gestos! A Rodríguez Zapatero no se le caen los anillos por estar una mañana en Rodiezno con mineros sindicalistas que cantan La Internacional y a los pocos días en un banco que usa la palabra internacional para construir su imperio. Y el señor Botín ha demostrado un realismo por encima de ideas y querencias. Cuando tuvo que elogiar la política de Aznar, lo hizo con respeto y cariño que parecía militancia. Cuando se aviene a reconocer los méritos de Zapatero, se olvida de ideologías. Eso es la normalidad. Eso es la convivencia. Y aunque a Rajoy le sorprenda, le sienta muy bien a este país.
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