Opinión
Por Roger Cohen
La Nación/De The International Herald Tribune
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PARIS.– La Revolución Francesa de 2007, por ahora, no ha hecho rodar cabezas. Pero sí implicó la destrucción de 10 tabúes en momentos en que el presidente Nicolas Sarkozy se convierte en el líder más dinámico de Europa.
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PARIS.– La Revolución Francesa de 2007, por ahora, no ha hecho rodar cabezas. Pero sí implicó la destrucción de 10 tabúes en momentos en que el presidente Nicolas Sarkozy se convierte en el líder más dinámico de Europa.
1. El tabú norteamericano. El entusiasmo por Estados Unidos era inaceptable para un líder político francés, porque era interpretado como un apoyo al “capitalismo salvaje”, a la hegemonía “anglosajona” y a la vulgaridad. Las actitudes de rigor predominaban: el altivo desprecio de París era respondido con el desdén machista de Washington. La comunicación se entrecortaba. Pero las vacaciones de Sarkozy en Nuevo Hampshire, su entusiasmo con el sueño americano, sus sesiones de deporte acompañado por su iPod y un estilo directo cambiaron el panorama.
2. El tabú agrícola. Ningún presidente de Francia podía mostrarse incómodo al dar una palmada en el lomo de una vaca. Este gesto, en la Exposición Rural, en París, simbolizaba los fuertes lazos del líder con la tierra y con lo más profundo de Francia. Las únicas vacas que conoce Sarkozy, un habitante urbano por excelencia, son las que están en los paquetes de queso. La credencial política "vacuna" ha muerto; los políticos urbanos franceses ya no se sienten intimidados.
3. El tabú del dinero. "Para vivir feliz, hay que vivir oculto", dice un refrán francés. Pocas cosas estuvieron más ocultas que los contactos entre presidentes y la gente rica. François Mitterrand y Jacques Chirac tenían amigos acaudalados, pero, sabiendo que los franceses tienden a pensar que riqueza equivale a robo o a algo parecido, ambos mantuvieron esos lazos bajo un manto de discreción. Sarkozy, con sus Rolex y su predilección por los yates de amigos millonarios, ha transmitido el mensaje de que ganar dinero está bien.
4. El tabú cultural. Para gobernar Francia, uno tiene que ser culto o simular que lo es. Las eruditas referencias de Mitterrand y sus declaraciones confusas ("Un presidente debe saber cómo aburrirse") hicieron que so lo considerara una persona demasiado inteligente como para ser refutada. Chirac tenía pasión por Japón. La cultura -como las vacas, pero en otro plano- conectó al presidente con el gálico eterno. Sarkozy, fanático de las películas norteamericanas, se siente más a gusto con Johnny Hallyday que con Jean-Paul Sartre.
5. El tabú de Medio Oriente. Los sólidos lazos y las tradiciones franceses en Medio Oriente imponían cierta frialdad hacia Israel. En su momento, Chirac dejó entrever que consideraba aceptable que Irán tuviera una bomba nuclear, antes de decir que había cometido un desliz. Frontal en su apoyo a Israel, Sarkozy declara, por el contrario, que la elección terrible que debe tomar el mundo es entre "una bomba iraní o el bombardeo de Irán". Su canciller dice que Occidente debería "prepararse para lo peor" con Irán, es decir, la guerra. Irán no es un país árabe, pero esas afirmaciones dejan en evidencia un cambio en la "política francesa hacia el mundo árabe".
6. El tabú ruso. Moscú fue la superpotencia "de equilibro" de Francia frente a Estados Unidos. Durante muchos años de Guerra Fría, la izquierda francesa luchó para decidir qué era peor: el totalitarismo soviético o el "imperialismo" norteamericano. Parte de la derecha francesa también estaba indecisa. Más tarde, Chirac sugirió que el "neoliberalismo" es tan peligroso en el siglo XXI como el totalitarismo lo fue en el XX. Una irresoluta equivalencia moral a menudo colocaba a París a mitad de camino entre Washington y Moscú. En este punto, Sarkozy es claro: la democracia norteamericana es mejor que el autoritarismo ruso, así como la libertad promovida por Estados Unidos es mejor que la esclavitud soviética.
7. El tabú laboral. Trabajar duro para hacerse rico era antifrancés. Trabajar menos -una semana de 35 horas- para sentirse feliz (en teoría) sí era francés. Sarkozy ahora elogia a aquellos que "se levantan temprano". En la tierra del "pienso, luego existo", su ministro de Finanzas declara: "¡Basta de pensar! ¡Arremanguémonos!" El lema de Sarkozy es: "Trabajo, luego soy".
8. El tabú de la extrema derecha. Durante décadas, el xenófobo Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen ganó terreno desde un flanco intocable. Sarzoky debilitó el fanatismo de ese partido con un fanatismo propio por la "identidad nacional" francesa y una campaña para deportar a inmigrantes ilegales. Paralelamente, ha sido más sincero que la izquierda sobre el problema de Francia con los inmigrantes indocumentados y nombró ministra de Justicia a Rachida Dati, hija de un obrero marroquí.
9. El tabú de la OTAN. Se habla de que Francia volverá a sumarse al comando militar integrado de la Alianza Atlántica, algo inimaginable desde que Charles de Gaulle, irritado, se retiró en 1966.
10. El tabú de la Liga Mayor. El pasaporte para ocupar cargos en el gobierno siempre fue asistir a la elegante Ecole Nationale d Administration, o ENA, donde los futuros ministros adquirían la mentalmente perturbadora capacidad de decir que tenían siete puntos que cumplir y recordarlos a todos de memoria. "Sarko" detesta ese exclusivismo al estilo de la Ivy League estadounidense. Prefiere un gobierno sin funcionarios huecos.
El conjunto de esta destrucción de tabúes es positiva, porque logró eliminar la paralizante hipocresía francesa, abrió una vía para una libre discusión entre Francia y Estados Unidos, y allanó el camino para una posible solución al alto desempleo que sufre el país.
El uso deliberado de una retórica antiinmigratoria es perturbador y me preocupa que se hable de manera vaga sobre Irán. Pero seguiré apoyando a Sarkozy, mientras espero para ver si es tan revolucionario en la acción como lo es en sus palabras y en su estilo.
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Traducción: Luis Hugo Pressenda
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