19/09/2007
Opinión
Fiódor Lukiánov*
Opinión
Fiódor Lukiánov*
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Se considera que el padre ideológico de la Guerra Fría fue el historiador y diplomático George F.Kennan quien introdujo en el léxico político el término "disuasión".
A decir verdad, a los altos cargos del Pentágono y del Departamento de Estado les interesaba poco el análisis de la psicología política del Kremlin, hecho por Kennan. En su obra redactada en 1946 ellos encontraron no tanto la explicación de los móviles de la conducta de la URSS como la argumentación ideológica de la confrontación, tan anhelada por ciertos sectores. Hoy por hoy, de nuevo podemos ver con nuestros propios ojos cómo funciona el mecanismo de promoción de guerras frías. Lo absurdo de la situación radica en que entre Rusia y Occidente no hay enfrentamiento ideológico, ni carrera armamentista ni siquiera contradicciones geopolíticas irresolubles. Lo que sí hay son invectivas y afrentas que azuzan la irritación recíproca. También se asiste a la incapacidad o a la renuencia de evaluar desde una óptica objetiva el estado real de cosas. Prestigiosas ediciones occidentales divagan sobre una nueva confrontación ideológica, entre la comunidad de las naciones democráticas y los regímenes autoritarios liderados por Rusia y China. Se sugiere que las democracias se unan, no teman que hagan lo mismo los regímenes autoritarios y dejen de confiar en las organizaciones internacionales como la ONU cuyas actividades a menudo se ven bloqueadas por las autocracias. Las publicaciones de este tipo son muchas, pero en forma más concentrada expresó esta concepción hace una semana el ideólogo del neoconservadurismo norteamericano Robert Kagan en las páginas del periódico británico The Sunday Times. Su esencia está recogida en este título cauterizante: "Olvídense de la amenaza islamista. La batalla del futuro la librarán las potencias autoritarias lideradas por Rusia y China contra el resto del mundo". El autor hace constar que las cosas han vuelto a la "normalidad", a la desunión de las ideas e ideologías. Kagan exhorta a dejar de hablar de la "comunidad internacional", pues "este término supone determinadas normas únicas de conducta y moral entre los pueblos. Incluso las normas de conciencia internacional, valga la expresión". La renuncia de Rusia y de China a avanzar hacia el liberalismo occidental sepultó las esperanzas de que el mundo "llegue a una mentalidad común respecto a todas las cuestiones de importancia universal". Cuando se utilizan expresiones como "conciencia internacional", uno se estremece involuntariamente. Una de las enseñanzas de la política practicada en el siglo XX consiste en que cuanto más altisonante sea la retórica, tanto más indecorosos son los objetivos que persigue. En el mundo de hoy, caracterizado por impetuosos cambios y pujante desarrollo, uno tendría que empeñar no pocos esfuerzos por encontrar indicios de confrontación ideológica. Pero esto no descarta unas serias contradicciones, motivadas tanto por la competencia como diversos enfoques a la solución de importantes problemas. Hace cinco años, el mismito Robert Kagan publicó un artículo impactante. El autor afirmaba que las dos partes que conforman Occidente, el Mundo Viejo y el Mundo Nuevo, divergen por sus conceptos político-ideológicos. Europa se va sumiendo en un dulce sueño "posthistórico", perdiendo la capacidad para actuar, mientras EEUU, por el contrario, mantiene y hasta incrementa las posibilidades para dar solución a los problemas mundiales. A la sazón, la euforia de los neoconservadores alcanzó su clímax. Creían que al declarar la guerra al terrorismo, EEUU estaba en condiciones de "poner patas arriba" el planeta. Hoy, la concepción ha cambiado. Los resultados de la política norteamericana son tan deplorables que este país de nuevo necesita aliados. Pero resulta bastante problemático movilizarlos a la contienda contra la vaga amenaza islamista. Es mucho más seguro desempolvar la imagen del enemigo habitual. George F.Kennan era un anticomunista jurado, pero su análisis se basaba en fenomenales conocimientos de la historia y cultura de Rusia, así como de las realidades de la URSS. Los ideólogos de la nueva confrontación no poseen estas cualidades, no son capaces de calar la situación, les importan poco las circunstancias, incluyendo, por ejemplo, la de que China y Rusia, de analizar detenidamente su condición geopolítica, tengan muy poco en común. Pero, en cambio, les abundan el ardor publicitario y la habilidad de manipular los dogmas. La calidad del análisis político hecho por Kagan y sus correligionarios se dejó ver en plena medida en Iraq. El contenido del "mensaje" actual podría resumirse en esta frase: "Nos hemos equivocado en la apreciación de los años 90, hemos errado en Oriente Próximo, pero ahora sí sabemos quién es el auténtico enemigo y cómo debemos actuar". Por supuesto que se podría no prestar la más mínima atención a la postura de los neoconservadores, con tanta más razón de que no permanecerán mucho en la Casa Blanca. Pero el problema es mucho amplio. Los intentos de modelar una confrontación ideológica inexistente reflejan el desconcierto ante los cambios que se operan en el mundo. El problema estriba precisamente en que las realidades de hoy no se enmarcan en los conceptos democracia-autoritarismo, mientras las especulaciones con la retórica democrática desacreditan la propia idea de la democracia, realmente muy importante para impedir el deslizamiento de la humanidad hacia el caos. Es cierto, la ONU es una organización poco eficaz. Pero ya hemos visto a qué conducen las acciones realizadas a sus espaldas, en contravención de su Carta. Buscar conjuntamente soluciones a un sinnúmero de problemas globales es una tarea nada fácil. De ello no cabe la menor duda. Es mucho más fácil declarar estos esfuerzos empresa inútil y volcarse en instrumentar campañas de animadversión. El afán de la ideologización genera irresponsabilidad general. Al fin y al cabo, no es otra cosa que un testimonio de la inconsistencia intelectual. Se podría presentar muchas pretensiones a la política rusa, pero hasta ahora ésta ha evitado dejarse llevar por ideologías. Estos últimos tiempos, a decir verdad, han aparecido indicios de que nuestro pragmatismo se va transformando y adquiriendo un tono aleccionador, mesiánico. La idea de la multipolaridad se preconiza hasta tal punto que da la sensación de que estamos dispuestos a defenderla a todo coste. ¡Dios nos salve de competir en esta tarea con los misioneros del otro lado del Atlántico! -
Se considera que el padre ideológico de la Guerra Fría fue el historiador y diplomático George F.Kennan quien introdujo en el léxico político el término "disuasión".
A decir verdad, a los altos cargos del Pentágono y del Departamento de Estado les interesaba poco el análisis de la psicología política del Kremlin, hecho por Kennan. En su obra redactada en 1946 ellos encontraron no tanto la explicación de los móviles de la conducta de la URSS como la argumentación ideológica de la confrontación, tan anhelada por ciertos sectores. Hoy por hoy, de nuevo podemos ver con nuestros propios ojos cómo funciona el mecanismo de promoción de guerras frías. Lo absurdo de la situación radica en que entre Rusia y Occidente no hay enfrentamiento ideológico, ni carrera armamentista ni siquiera contradicciones geopolíticas irresolubles. Lo que sí hay son invectivas y afrentas que azuzan la irritación recíproca. También se asiste a la incapacidad o a la renuencia de evaluar desde una óptica objetiva el estado real de cosas. Prestigiosas ediciones occidentales divagan sobre una nueva confrontación ideológica, entre la comunidad de las naciones democráticas y los regímenes autoritarios liderados por Rusia y China. Se sugiere que las democracias se unan, no teman que hagan lo mismo los regímenes autoritarios y dejen de confiar en las organizaciones internacionales como la ONU cuyas actividades a menudo se ven bloqueadas por las autocracias. Las publicaciones de este tipo son muchas, pero en forma más concentrada expresó esta concepción hace una semana el ideólogo del neoconservadurismo norteamericano Robert Kagan en las páginas del periódico británico The Sunday Times. Su esencia está recogida en este título cauterizante: "Olvídense de la amenaza islamista. La batalla del futuro la librarán las potencias autoritarias lideradas por Rusia y China contra el resto del mundo". El autor hace constar que las cosas han vuelto a la "normalidad", a la desunión de las ideas e ideologías. Kagan exhorta a dejar de hablar de la "comunidad internacional", pues "este término supone determinadas normas únicas de conducta y moral entre los pueblos. Incluso las normas de conciencia internacional, valga la expresión". La renuncia de Rusia y de China a avanzar hacia el liberalismo occidental sepultó las esperanzas de que el mundo "llegue a una mentalidad común respecto a todas las cuestiones de importancia universal". Cuando se utilizan expresiones como "conciencia internacional", uno se estremece involuntariamente. Una de las enseñanzas de la política practicada en el siglo XX consiste en que cuanto más altisonante sea la retórica, tanto más indecorosos son los objetivos que persigue. En el mundo de hoy, caracterizado por impetuosos cambios y pujante desarrollo, uno tendría que empeñar no pocos esfuerzos por encontrar indicios de confrontación ideológica. Pero esto no descarta unas serias contradicciones, motivadas tanto por la competencia como diversos enfoques a la solución de importantes problemas. Hace cinco años, el mismito Robert Kagan publicó un artículo impactante. El autor afirmaba que las dos partes que conforman Occidente, el Mundo Viejo y el Mundo Nuevo, divergen por sus conceptos político-ideológicos. Europa se va sumiendo en un dulce sueño "posthistórico", perdiendo la capacidad para actuar, mientras EEUU, por el contrario, mantiene y hasta incrementa las posibilidades para dar solución a los problemas mundiales. A la sazón, la euforia de los neoconservadores alcanzó su clímax. Creían que al declarar la guerra al terrorismo, EEUU estaba en condiciones de "poner patas arriba" el planeta. Hoy, la concepción ha cambiado. Los resultados de la política norteamericana son tan deplorables que este país de nuevo necesita aliados. Pero resulta bastante problemático movilizarlos a la contienda contra la vaga amenaza islamista. Es mucho más seguro desempolvar la imagen del enemigo habitual. George F.Kennan era un anticomunista jurado, pero su análisis se basaba en fenomenales conocimientos de la historia y cultura de Rusia, así como de las realidades de la URSS. Los ideólogos de la nueva confrontación no poseen estas cualidades, no son capaces de calar la situación, les importan poco las circunstancias, incluyendo, por ejemplo, la de que China y Rusia, de analizar detenidamente su condición geopolítica, tengan muy poco en común. Pero, en cambio, les abundan el ardor publicitario y la habilidad de manipular los dogmas. La calidad del análisis político hecho por Kagan y sus correligionarios se dejó ver en plena medida en Iraq. El contenido del "mensaje" actual podría resumirse en esta frase: "Nos hemos equivocado en la apreciación de los años 90, hemos errado en Oriente Próximo, pero ahora sí sabemos quién es el auténtico enemigo y cómo debemos actuar". Por supuesto que se podría no prestar la más mínima atención a la postura de los neoconservadores, con tanta más razón de que no permanecerán mucho en la Casa Blanca. Pero el problema es mucho amplio. Los intentos de modelar una confrontación ideológica inexistente reflejan el desconcierto ante los cambios que se operan en el mundo. El problema estriba precisamente en que las realidades de hoy no se enmarcan en los conceptos democracia-autoritarismo, mientras las especulaciones con la retórica democrática desacreditan la propia idea de la democracia, realmente muy importante para impedir el deslizamiento de la humanidad hacia el caos. Es cierto, la ONU es una organización poco eficaz. Pero ya hemos visto a qué conducen las acciones realizadas a sus espaldas, en contravención de su Carta. Buscar conjuntamente soluciones a un sinnúmero de problemas globales es una tarea nada fácil. De ello no cabe la menor duda. Es mucho más fácil declarar estos esfuerzos empresa inútil y volcarse en instrumentar campañas de animadversión. El afán de la ideologización genera irresponsabilidad general. Al fin y al cabo, no es otra cosa que un testimonio de la inconsistencia intelectual. Se podría presentar muchas pretensiones a la política rusa, pero hasta ahora ésta ha evitado dejarse llevar por ideologías. Estos últimos tiempos, a decir verdad, han aparecido indicios de que nuestro pragmatismo se va transformando y adquiriendo un tono aleccionador, mesiánico. La idea de la multipolaridad se preconiza hasta tal punto que da la sensación de que estamos dispuestos a defenderla a todo coste. ¡Dios nos salve de competir en esta tarea con los misioneros del otro lado del Atlántico! -
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*Fiódor Lukiánov es director de la revista Rossia v globalnoi politike (Rusia en la política global).
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