La elección del ex presidente de la república Rafsanjani como jefe de la Asamblea de Expertos ha hecho surgir nuevas esperanzas sobre un cambio inminente en la política de Teherán. Las relaciones cada vez más tensas con la comunidad internacional y las dificultades económicas que atraviesa el país no parecen bastar para producir un giro en el sistema político. Se perfilan nuevas alianza en política exterior y una situación sin salida en el interior, mientras se esperan las elecciones parlamentarias de marzo y las presidenciales del 2009.
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Stefano Torelli
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El “renacimiento” de Rafsanjani
El 4 de septiembre, la Asamblea de los Expertos votó su nuevo jefe, tras la muerte del ayatolá Meshkini, que ocupaba el puesto desde los tiempos de Khomeyni. El ex Presidente obtuvo 41 votos contra los 34 del ayatolá ultraconservador Jannati, candidato apoyado por Mezbah Yazdi, otro ayatolá conservador, considerado el mentor de Ahmadinejad. Rafsanjani ha demostrado ser un pragmático, moderado y reformista, cualidades que -tanto en el interior como fuera de Irán- se espera que logren producir un cambio significativo en la política de Teherán en un breve periodo de tiempo. Si bien, en realidad, no parece que esta perspectiva sea muy probable.
Tras ser derrotado en las elecciones presidenciales en el 2005 contra el propio Ahmadinejad, Rafsanjani parecía haber desaparecido de la vida pública del país. Su avanzada edad (73 años), y el no ser confirmado como Presidente de la República, parecían señales de un anochecer político inevitable. El pasado diciembre, con motivo de las elecciones administrativas para la Asamblea de los Expertos, Rafsanjani se propuso como portavoz de los ideales reformistas y moderados, pasando por encima de la ola de descontento con Ahmadinejad; descontento derivado de sus promesas de reformas populares jamás llevadas a cabo (sobre todo una redistribución de las ingentes cantidades de petróleo más equitativa). Además, el régimen ha vuelto al autoritarismo y la represión de las disensiones que caracterizaron a los primeros años que sucedieron a las revolución islámica. En éste clima, Rafsanjani obtuvo una importante victoria electoral, batiendo al ayatolá Yazdi, y retornando con prepotencia al protagonismo de la política iraní.
Ahora se debe esperar a las próximas citas electorales, las consultas para la renovación de la Parlamento (el 15 de marzo del 2008) y la elecciones presidenciales previstas para 2009, para descubrir si el renovado papel de Rafsanjani puede, efectivamente, contribuir a renovar el aparato estatal. Aparentemente, las posiciones de éste último son más distendidas respecto a las relaciones con occidente, y más inclinadas a aperturas en sentido democrático. Rafsanjani ha declarado querer hacer públicas algunas actividades de la Asamblea de Expertos (que está formada por 86 miembros y tiene el poder de sustituir e incluso destituir al Líder Supremo), que en casi 30 años de existencia, no ha informado nunca de sus actividades. Esto supondría un cambio de dirección, haciendo más cercanas a la población las dinámicas políticas asamblearias, y estableciendo un importante punto de partida hacia la democratización iraní. Internamente, en una discusión mediática teológica y filosófica con los ayatolá Jannati y Yadiz, Rafsanjani ha apostado por legitimar el poder político derivado del pueblo y no directamente de Dios, como afirman los representantes más conservadores, en línea con tras tradiciones decimonónicas y los ideales teológicos.
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Stefano Torelli
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El “renacimiento” de Rafsanjani
El 4 de septiembre, la Asamblea de los Expertos votó su nuevo jefe, tras la muerte del ayatolá Meshkini, que ocupaba el puesto desde los tiempos de Khomeyni. El ex Presidente obtuvo 41 votos contra los 34 del ayatolá ultraconservador Jannati, candidato apoyado por Mezbah Yazdi, otro ayatolá conservador, considerado el mentor de Ahmadinejad. Rafsanjani ha demostrado ser un pragmático, moderado y reformista, cualidades que -tanto en el interior como fuera de Irán- se espera que logren producir un cambio significativo en la política de Teherán en un breve periodo de tiempo. Si bien, en realidad, no parece que esta perspectiva sea muy probable.
Tras ser derrotado en las elecciones presidenciales en el 2005 contra el propio Ahmadinejad, Rafsanjani parecía haber desaparecido de la vida pública del país. Su avanzada edad (73 años), y el no ser confirmado como Presidente de la República, parecían señales de un anochecer político inevitable. El pasado diciembre, con motivo de las elecciones administrativas para la Asamblea de los Expertos, Rafsanjani se propuso como portavoz de los ideales reformistas y moderados, pasando por encima de la ola de descontento con Ahmadinejad; descontento derivado de sus promesas de reformas populares jamás llevadas a cabo (sobre todo una redistribución de las ingentes cantidades de petróleo más equitativa). Además, el régimen ha vuelto al autoritarismo y la represión de las disensiones que caracterizaron a los primeros años que sucedieron a las revolución islámica. En éste clima, Rafsanjani obtuvo una importante victoria electoral, batiendo al ayatolá Yazdi, y retornando con prepotencia al protagonismo de la política iraní.
Ahora se debe esperar a las próximas citas electorales, las consultas para la renovación de la Parlamento (el 15 de marzo del 2008) y la elecciones presidenciales previstas para 2009, para descubrir si el renovado papel de Rafsanjani puede, efectivamente, contribuir a renovar el aparato estatal. Aparentemente, las posiciones de éste último son más distendidas respecto a las relaciones con occidente, y más inclinadas a aperturas en sentido democrático. Rafsanjani ha declarado querer hacer públicas algunas actividades de la Asamblea de Expertos (que está formada por 86 miembros y tiene el poder de sustituir e incluso destituir al Líder Supremo), que en casi 30 años de existencia, no ha informado nunca de sus actividades. Esto supondría un cambio de dirección, haciendo más cercanas a la población las dinámicas políticas asamblearias, y estableciendo un importante punto de partida hacia la democratización iraní. Internamente, en una discusión mediática teológica y filosófica con los ayatolá Jannati y Yadiz, Rafsanjani ha apostado por legitimar el poder político derivado del pueblo y no directamente de Dios, como afirman los representantes más conservadores, en línea con tras tradiciones decimonónicas y los ideales teológicos.
Situación interna y relaciones exteriores
Un giro interno sería bien acogido por una gran parte de la población, descontenta y desilusionada por la falta de actuaciones y la desigual repartición del poder y los recursos. La situación económica, si bien no está al límite del colapso, tal como se piensa (con gran énfasis) en muchos ambientes filo-americanos, si está en unas condiciones alarmantes. En el último mes, como confirmación de las dificultades que atraviesa el sector, el Ministro de Petróleo e Industria y el Gobernador del Banco Central, presentaron su dimisión. El mes pasado la inflación alcanzó un incremento de casi el 18% respecto al año pasado; y la desocupación sigue siendo una plaga a resolver, con una tasa del 15%. Además, Irán es extremadamente dependiente de los ingresos derivados de las exportaciones petrolíferas y, como consecuencia de un sistema derrochador (casi 50.000 millones de dólares), ha sido necesario adoptar medidas de emergencia, como el racionamiento de la gasolina, cuyo consumo estaba superando el 75% de la producción. A todo esto, se añade un brusca rigidez en dirección a la moral islámica que ha llevado a ejecuciones públicas de reos acusados de tráfico de drogas, homosexualidad o incluso disensión política (como el caso de los dos periodistas curdos acusados de ser “enemigos de Alá”). La cuestión de la pena de muerte no es nueva en Irán, pero en los últimos dos años las condenas parecen haber aumentado (según el informe anual de Amnistía Internacional, entre e 2005 y el 2006 se habría producido un incremento del casi el 100%, pasando de 113 condenas a 215). Por otro lado, las fuertes presiones demográficas contribuyen a calentar el clima político: el 67% de los iraníes son jóvenes por debajo de los 30 años, muchos de ellos estudiantes universitarios. Y precisamente es la universidad el lugar donde, tradicionalmente, se ha concentrado el disenso con el régimen, manteniendo una situación constantemente crítica.
Por si esto no fuera suficiente, los iraníes se sienten amenazados por una posible solución militar a la cuestión nuclear, tema recurrido hasta la saciedad por el actual presidente Ahmadinejad. A pesar de las tímidas aproximaciones entre los diplomáticos iraníes y estadounidenses para encontrar una solución, últimamente Washington ha expresado su temores ante a eventual posibilidad de un arma nuclear iraní. La verdadera novedad de éste caso es la toma de posición de Francia. Tanto el presidente Sarkozy como el ministro de exteriores Kouchner temen la posibilidad de un ataque militar sobre Teherán, contradiciendo las precedentes políticas francesas. El ex presidente Chirac nunca había llegado a tal punto, y sin embargo ahora París, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, potencia económica del G8 ya su vez potencia nuclear, alimenta los miedos de Irán. Esta percepción de inseguridad entre la población iraní podría, por añadidura, ser contraproducente para las políticas occidentales, pudiendo desatar un fuerte sentimiento de pertenencia a la nación. En lugar de rebelarse contra Ahmadinejad por haber llevado al país hasta el umbral de un posible conflicto armado, la población podría unificarse en torno al líder, reforzando su posición. El disenso podría, de este modo, dar paso al nacionalismo. Las relaciones con la comunidad internacional parecen comprometidas, y la sensación es que se haya llegado a un punto en el que no hay confianza recíproca, base de cualquier acuerdo. Consciente de éste hecho, Teherán continúa estrechando lazos con las naciones enemigas de EE.UU., como Venezuela o Bielorrusia. En particular, el Gobierno de Minsk, ha invertido 250 millones dólares para el desarrollo del campo petrolífero de Jofeir, en el sur de Irán, ayudando a Teherán en el refinamiento, auténtico talón de Aquiles iraní.
Las reformas, aún lejanas
Los que sostienen que Rafsanjani aportará moderación y novedades a la política iraní, podrían llevarse la misma desilusión que se produjo con los dos precedentes mandatos presidenciales del propio Rafsanjani (1989-1997); así como con el predecesor de Ahmadinejad, Khatami. Ambos se presentaron como portadores de un programa reformista y modernizador, pero ninguno de los dos logró concretar ninguna decisión en este sentido. Fue precisamente la desilusión de los años de gobierno de Khatami, lo que en el año 2005 provocó la victoria del ultraconservador Ahmadinejad (en una jornada electoral caracterizada por el absentismo).
El factor que frena las reformas parece ser el individualismo de los personajes actualmente en el poder, incluyendo a Rafsanjani y los denominados “moderados”, temerosos de que una denuncia por parte de la estructura clerical pueda, a su vez, hacerles salir de la escena política. La sensación es que el sistema que controla y gestiona el poder prescinde del Parlamento y del propio Presidente, sin permitir un verdadero cambio hacia la democratización y las reformas sociales, culturales y económicas. Es probable que, en lugar de emprender el camino de las reformas, Rafsanjani esté interesado en dejar inalterado el estatus quo para mantenerse en el poder, procurando promover alguna innovación que no afecte a la estructura, evitando así alterar el sistema político vigente. Tampoco se puede excluir una eventual candidatura para la sucesión de Khamenei, desde hace tiempo enfermo de cáncer y sobre cuya salud se han hecho muchas especulaciones en los últimos meses, sea por parte de la prensa iraní, sea por parte de los servicios de inteligencia occidentales.
Asumiendo el papel de Líder Supremo, Rafsanjani podría enfrentarse con Ahmadinejad desde una posición privilegiada, pudiendo poner en entredicho las decisiones y buscando para Irán relaciones más distendidas con EE.UU. y las potencias occidentales. En efecto, este escenario, aunque inédito en la historia de la República Islámica, no es del todo inverosímil. Sería la primear vez que Presidente y Líder Supremo serían personajes abiertamente hostiles entre sí, hasta el punto de haber sido protagonistas de un enfrentamiento electoral (en el 2005). Las reacciones de Ahmadinejad ante una situación de este tipo, podrían ser diversas. Podría buscar la confirmación popular en las urnas, o podría responder con mano de hierro, lo que sería contraproducente para la eficiencia de la política iraní.
Conclusiones
El nuevo cargo asumido por Rafsanjani al frente de la Asamblea de los Expertos podría ser visto como el inicio de un cambio en la política de Teherán. De momento, a parte de los diferentes puntos de vista internos, una renovación estructural interna del país no parece posible a medio plazo. A pesar de los problemas económicos, el carácter autoritario y represivo del régimen de Ahmadinejad y la continua amenaza estadounidense de un posible conflicto armado, Teherán parece haber entrado en un círculo vicioso del que es difícil salir. Sobre todo en política exterior, no es imaginable un cambio de rumbo respecto a las actuales posiciones, ya que estas son el fruto de imperativos geoestratégicos y geopolíticos que, en cierto modo, imponen una lógica de comportamiento vinculada a los intereses nacionales.
La posibilidad de que Irán cambie su posicionamiento y sus estrategias gracias a la renovada influencia de los elementos moderados, no parece verosímil. Probablemente Rafsanjani podría contribuir a que el país diera un significativo paso adelante hacia la democratización, considerando las actuales condiciones de Irán. Sin embargo, no es desde la simple posición de líder de la Asamblea de Expertos desde dónde se puede empezar a guiar el país hacia la concordia internacional, ni para comenzar a satisfacer las esperanzas de moderación de gran parte de la población iraní.
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Equilibri.net - Italy/19/09/2007
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