23/09/2007
Opinión
Manuel Mederos
Manuel Mederos
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De la misma manera que creo que África es una oportunidad para Canarias, también creo que África es la puerta de algunos de los graves peligros de desestabilización del Archipiélago, especialmente cuando el continente se mueve en una tormentosa realidad económica y política, en la que diversos grupos buscan acomodo a sus ideas. En este sentido, se están produciendo una serie de hechos simultáneos y coincidentes en torno al independentismo canario y su defensa, que hay que pensar que ya no son pura casualidad, ni producto de la senectud de alguno de sus protagonistas. Despreciar este hecho por irrelevante o desacreditarlo para evitarlo,puede ser un error grave a medio y largo plazo cometido por los intelectuales canarios y la clase política. A la realidad africana se une otro factor interno que subraya este nuevo hecho insular. En España estamos asistiendo a una revitalización de los sectores del nacionalismo radical, con expresiones constantes contra la unidad territorial, contra el Estado, contra sus símbolos como el Rey o la bandera. A pesar de la negación reiterada, en Canarias existen evidencias, más que suficientes, que indican que se quiere abrir una nueva etapa política con intervención decisiva del separatismo canario en la política local y nacional. Existen indicios de que algunos poderes económicos en Tenerife están abriendo sucursales en países africanos para grandes proyectos en los que se exige pedigrí independentista ante la penetración americana, europea o china. Existen indicios de que desde instancias gubernamentales se potencian determinadas líneas de pensamiento y de trabajo en relación con África y con el independentismo. Algunos altos cargos de la administración autonómica acuden a tertulias y grupos en los que las reflexiones filo-independentistas y soberanistas se suceden, y en las que se perfilan algunos artículos de opinión. Determinados cargos políticos y columnistas no tienen reparos ya en escribir alabando las ideas de Cubillo y poniendo sobre la mesa la necesidad de un nacionalismo radical frente a Madrid. Existen claros indicios del uso de la administración pública canaria para, a través de empresas públicas y cargos orgánicos, recorrer África y buscar asociaciones de mutuo interés en los que la independencia está presente como arma de entendimiento. Existen indicios, y hasta algunas evidencias, de que desde la administración pública se han ido creando espacios para-policiales que marcan territorio en algunos delicados asuntos de las relaciones exteriores. Se han detectado movimientos intensos en torno a ex-agentes de seguridad que trabajan para partidos políticos nacionalistas en labores poco claras y relacionadas con los sectores independentistas o soberanistas del gobierno. Existen indicios de que dentro de CC se da una fuerte pugna en este terreno que ha costado ya la carrera política a algún histórico nacionalista. A todas estas, a nadie le extraña que sea Tenerife y sólo Tenerife la cuna del independentismo y que sea en esta isla donde encuentran cauces y acomodo mediáticos. Es en esta isla donde crecen con esmero organizaciones sociales ampliamente financiadas por entidades públicas y privadas que adoptan los símbolos nacionalistas y que están dispuestos a salir a la calle para ofrecer la foto del mar de banderas de las siete estrellas verdes. Existen otras muchas evidencias y otros muchos indicios que explican lo que está pasando en Canarias y de cómo la estrategia de estos sectores pasa hasta porque se hable mal de ellos. Algunos políticos, empresarios, periodistas y opinadores se desmarcan de este proceso y critican abiertamente las iniciativas de El Día y de Cubillo, en lo que parece una estrategia encaminada a engrosar el debate abierto y mantenerlo vivo. A quien primero habrá que preguntar por estas evidencias es al Partido Socialista Canario, algunos de cuyos sectores, siguiendo la estela nacional, están dispuestos a convivir y ganar terreno en el ámbito nacionalista. Pero en este caso se trata del partido que gobierna y al que corresponde vigilar algunos procesos que pueden derivar en radicalismos peligrosos. El Partido Popular no quiere perder ni un minuto en este asunto y se equivoca, porque también es corresponsable, y debe saber qué es lo que ocurre en la otra parte del Gobierno al que pertenece, sobre todo aquella parte que ha superado a algún presidente y sigue instalada en algunos despachos en los que se manejan datos de máximo interés para la seguridad de las islas.
De la misma manera que creo que África es una oportunidad para Canarias, también creo que África es la puerta de algunos de los graves peligros de desestabilización del Archipiélago, especialmente cuando el continente se mueve en una tormentosa realidad económica y política, en la que diversos grupos buscan acomodo a sus ideas. En este sentido, se están produciendo una serie de hechos simultáneos y coincidentes en torno al independentismo canario y su defensa, que hay que pensar que ya no son pura casualidad, ni producto de la senectud de alguno de sus protagonistas. Despreciar este hecho por irrelevante o desacreditarlo para evitarlo,puede ser un error grave a medio y largo plazo cometido por los intelectuales canarios y la clase política. A la realidad africana se une otro factor interno que subraya este nuevo hecho insular. En España estamos asistiendo a una revitalización de los sectores del nacionalismo radical, con expresiones constantes contra la unidad territorial, contra el Estado, contra sus símbolos como el Rey o la bandera. A pesar de la negación reiterada, en Canarias existen evidencias, más que suficientes, que indican que se quiere abrir una nueva etapa política con intervención decisiva del separatismo canario en la política local y nacional. Existen indicios de que algunos poderes económicos en Tenerife están abriendo sucursales en países africanos para grandes proyectos en los que se exige pedigrí independentista ante la penetración americana, europea o china. Existen indicios de que desde instancias gubernamentales se potencian determinadas líneas de pensamiento y de trabajo en relación con África y con el independentismo. Algunos altos cargos de la administración autonómica acuden a tertulias y grupos en los que las reflexiones filo-independentistas y soberanistas se suceden, y en las que se perfilan algunos artículos de opinión. Determinados cargos políticos y columnistas no tienen reparos ya en escribir alabando las ideas de Cubillo y poniendo sobre la mesa la necesidad de un nacionalismo radical frente a Madrid. Existen claros indicios del uso de la administración pública canaria para, a través de empresas públicas y cargos orgánicos, recorrer África y buscar asociaciones de mutuo interés en los que la independencia está presente como arma de entendimiento. Existen indicios, y hasta algunas evidencias, de que desde la administración pública se han ido creando espacios para-policiales que marcan territorio en algunos delicados asuntos de las relaciones exteriores. Se han detectado movimientos intensos en torno a ex-agentes de seguridad que trabajan para partidos políticos nacionalistas en labores poco claras y relacionadas con los sectores independentistas o soberanistas del gobierno. Existen indicios de que dentro de CC se da una fuerte pugna en este terreno que ha costado ya la carrera política a algún histórico nacionalista. A todas estas, a nadie le extraña que sea Tenerife y sólo Tenerife la cuna del independentismo y que sea en esta isla donde encuentran cauces y acomodo mediáticos. Es en esta isla donde crecen con esmero organizaciones sociales ampliamente financiadas por entidades públicas y privadas que adoptan los símbolos nacionalistas y que están dispuestos a salir a la calle para ofrecer la foto del mar de banderas de las siete estrellas verdes. Existen otras muchas evidencias y otros muchos indicios que explican lo que está pasando en Canarias y de cómo la estrategia de estos sectores pasa hasta porque se hable mal de ellos. Algunos políticos, empresarios, periodistas y opinadores se desmarcan de este proceso y critican abiertamente las iniciativas de El Día y de Cubillo, en lo que parece una estrategia encaminada a engrosar el debate abierto y mantenerlo vivo. A quien primero habrá que preguntar por estas evidencias es al Partido Socialista Canario, algunos de cuyos sectores, siguiendo la estela nacional, están dispuestos a convivir y ganar terreno en el ámbito nacionalista. Pero en este caso se trata del partido que gobierna y al que corresponde vigilar algunos procesos que pueden derivar en radicalismos peligrosos. El Partido Popular no quiere perder ni un minuto en este asunto y se equivoca, porque también es corresponsable, y debe saber qué es lo que ocurre en la otra parte del Gobierno al que pertenece, sobre todo aquella parte que ha superado a algún presidente y sigue instalada en algunos despachos en los que se manejan datos de máximo interés para la seguridad de las islas.
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