La firmeza de Uribe hace prever una gestión de facilitación larga y difícil
MARIA TERESA ROMERO
MARIA TERESA ROMERO
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El tan esperado y publicitado encuentro entre Hugo Chávez y Álvaro Uribe no cubrió las altas expectativas que muchos tenían en cuanto a un inmediato acuerdo entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para un canje humanitario de un grupo de secuestrados por presos subversivos. La cita apenas fue un primer paso hacia esa dirección y sólo sirvió para reafirmar la voluntad de la gestión de facilitación del presidente venezolano, así como su plena aceptación por parte del gobierno colombiano.
El nuevo mediador recibió formalmente, y con honores, la venia del presidente Uribe para iniciar conversaciones en territorio venezolano con un enviado de las FARC e incluso, si es posible, con representantes del ELN, el otro grupo guerrillero neogranadino.
A pesar del optimismo manifestado por el presidente Chávez, la firmeza manifestada por Uribe en la reunión hace prever desde ya una gestión de facilitación larga y difícil. Aunque con suprema educación y tacto diplomático, el paisa no desaprovechó la ocasión para dejarle claro al llanero y a la opinión pública nacional y extranjera, los límites del Estado colombiano en cuanto a las condiciones para la realización del acuerdo humanitario.
Así, sin tapujos ni eufemismos, afirmó que no cedería en lo que llamó sus "inamovibles": la desmilitarización de unos 800 Km cuadrados de dos municipios al suroeste del país y el reconocimiento del estatus de beligerancia de las FARC. También subrayó la necesidad de que los futuros rebeldes excarcelados se comprometan a dejar las armas.
La cita de Hato Grande, en cambio, rindió más y concretos frutos en cuanto a la agenda bilateral colombo-venezolana se refiere. Además de la firma de una serie de acuerdos comerciales que incrementarán aún más las exportaciones colombianas a Venezuela, los mandatarios acordaron que el esperado gasoducto que llevará inicialmente gas natural de los yacimientos colombianos de La Guajira, en el extremo norte del país, a Venezuela, y al cual bautizaron con el nombre de Antonio Ricaurte, será inaugurado el próximo 12 de octubre.
Ahora bien, independientemente de cuánto duren las negociaciones o que finalmente se produzca o no el acuerdo para el canje humanitario, este nuevo papel de mediador que el gobierno colombiano le ha conferido al presidente Chávez constituye un inesperado y excelente balón de oxígeno que le llega en el momento más adecuado.
Un respiro
Hace tiempo que Hugo Chávez no era recibido en el exterior de forma tan calurosa ni había logrado una atención mediática tan favorable, como en el encuentro con su homólogo colombiano.
Últimamente lo que el bolivariano recibía del exterior era puro palo. Este rol de mediador no sólo lo coloca en una situación protagónica en momentos en que su imagen nacional e internacional se encuentra fuertemente deteriorada y cuestionada a causa de su radicalización política y la toma de medidas impopulares, tales como el cierre de RCTV y la propuesta de una reforma constitucional para perpetuarse en el poder y legalizar su modelo socialista autoritario en Venezuela, sino que le permite esconder o minimizar en forma más efectiva que las intentadas hasta ahora, el impacto político del escándalo del maletín millonario de Alejandro Antonini.
Ahora Chávez, de la noche a la mañana y en términos mediáticos, pasó de ser el malo de la película, el Rey de la violencia y la desestabilización regional, a convertirse en el bueno, en el gran pacificador, el Rey de la paz y el amor.
El hábil e histriónico mandatario está aprovechando como pocos la ocasión para presentarse a la comunidad internacional como el mediador magnánimo que no sólo se reúne con los familiares de secuestrados y presos colombianos, sino que en el marco de una supuesta política internacional "humanista y solidaria", decreta la liberación de 41 colombianos acusados de integrar un grupo paramilitar que, sólo en su opinión, habría promovido una rebelión contra su gobierno en el 2004.
Por otra parte, a Chávez se le ha abierto una oportunidad única para influir legalmente en la política colombiana y, paradójicamente, quien le abre esa ventana es el propio presidente Uribe, uno de los mandatarios latinoamericanos más ideológicamente opuestos a su proyecto revolucionario. Porque si se maneja inteligente y prudentemente, este nuevo rol facilitador que desempeña junto a su ferviente admiradora, la senadora colombiana Piedad Córdova, podría servirle para influir positivamente en sus amigos del Polo Democrático Alternativo, especialmente cara a las elecciones del 28 de octubre en las que se elegirán en toda Colombia gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles, pero también en los comicios presidenciales de 2010. Y si en el futuro llega a ganar o se fortalece considerablemente la izquierda en Colombia, Hugo Chávez lograría que los cuatro países andinos estuvieran al servicio de su proyecto ideológico.
Como bien alerta en un reciente artículo periodístico el colombiano Gabriel Bustamante de Indepaz, la invitación a que Hugo Chávez facilite el acuerdo humanitario con las FARC, podría estar inaugurando una era de influencia chavista en Colombia sin precedentes.
Por supuesto, también existe el riesgo de que de esta gestión no salga tan bien parado el presidente venezolano, incluso que pueda salir políticamente quemado y desenmascarada su relación y empatía con la guerrilla colombiana.
Esto también es probable ya que no es trabajo fácil, y menos con su personalidad, estar de buenas con la dos izquierdas vecinas (la del Polo Patriótico y la de la guerrilla) y, a la vez, mantener relaciones armónicas con la institucionalidad democrática colombiana. De allí que sea previsible que en este esfuerzo de mediación el presidente Chávez se empeñará con denuedo en los próximos meses.
Con todo lo que le sea posible, tratará de convencer a las FARC para que al menos liberen a Ingrid Betancourt y cedan en una solución intermedia, como por ejemplo una zona especial, no permanente ni desmilitarizada en donde se garantice la seguridad de los insurgentes.
El tan esperado y publicitado encuentro entre Hugo Chávez y Álvaro Uribe no cubrió las altas expectativas que muchos tenían en cuanto a un inmediato acuerdo entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para un canje humanitario de un grupo de secuestrados por presos subversivos. La cita apenas fue un primer paso hacia esa dirección y sólo sirvió para reafirmar la voluntad de la gestión de facilitación del presidente venezolano, así como su plena aceptación por parte del gobierno colombiano.
El nuevo mediador recibió formalmente, y con honores, la venia del presidente Uribe para iniciar conversaciones en territorio venezolano con un enviado de las FARC e incluso, si es posible, con representantes del ELN, el otro grupo guerrillero neogranadino.
A pesar del optimismo manifestado por el presidente Chávez, la firmeza manifestada por Uribe en la reunión hace prever desde ya una gestión de facilitación larga y difícil. Aunque con suprema educación y tacto diplomático, el paisa no desaprovechó la ocasión para dejarle claro al llanero y a la opinión pública nacional y extranjera, los límites del Estado colombiano en cuanto a las condiciones para la realización del acuerdo humanitario.
Así, sin tapujos ni eufemismos, afirmó que no cedería en lo que llamó sus "inamovibles": la desmilitarización de unos 800 Km cuadrados de dos municipios al suroeste del país y el reconocimiento del estatus de beligerancia de las FARC. También subrayó la necesidad de que los futuros rebeldes excarcelados se comprometan a dejar las armas.
La cita de Hato Grande, en cambio, rindió más y concretos frutos en cuanto a la agenda bilateral colombo-venezolana se refiere. Además de la firma de una serie de acuerdos comerciales que incrementarán aún más las exportaciones colombianas a Venezuela, los mandatarios acordaron que el esperado gasoducto que llevará inicialmente gas natural de los yacimientos colombianos de La Guajira, en el extremo norte del país, a Venezuela, y al cual bautizaron con el nombre de Antonio Ricaurte, será inaugurado el próximo 12 de octubre.
Ahora bien, independientemente de cuánto duren las negociaciones o que finalmente se produzca o no el acuerdo para el canje humanitario, este nuevo papel de mediador que el gobierno colombiano le ha conferido al presidente Chávez constituye un inesperado y excelente balón de oxígeno que le llega en el momento más adecuado.
Un respiro
Hace tiempo que Hugo Chávez no era recibido en el exterior de forma tan calurosa ni había logrado una atención mediática tan favorable, como en el encuentro con su homólogo colombiano.
Últimamente lo que el bolivariano recibía del exterior era puro palo. Este rol de mediador no sólo lo coloca en una situación protagónica en momentos en que su imagen nacional e internacional se encuentra fuertemente deteriorada y cuestionada a causa de su radicalización política y la toma de medidas impopulares, tales como el cierre de RCTV y la propuesta de una reforma constitucional para perpetuarse en el poder y legalizar su modelo socialista autoritario en Venezuela, sino que le permite esconder o minimizar en forma más efectiva que las intentadas hasta ahora, el impacto político del escándalo del maletín millonario de Alejandro Antonini.
Ahora Chávez, de la noche a la mañana y en términos mediáticos, pasó de ser el malo de la película, el Rey de la violencia y la desestabilización regional, a convertirse en el bueno, en el gran pacificador, el Rey de la paz y el amor.
El hábil e histriónico mandatario está aprovechando como pocos la ocasión para presentarse a la comunidad internacional como el mediador magnánimo que no sólo se reúne con los familiares de secuestrados y presos colombianos, sino que en el marco de una supuesta política internacional "humanista y solidaria", decreta la liberación de 41 colombianos acusados de integrar un grupo paramilitar que, sólo en su opinión, habría promovido una rebelión contra su gobierno en el 2004.
Por otra parte, a Chávez se le ha abierto una oportunidad única para influir legalmente en la política colombiana y, paradójicamente, quien le abre esa ventana es el propio presidente Uribe, uno de los mandatarios latinoamericanos más ideológicamente opuestos a su proyecto revolucionario. Porque si se maneja inteligente y prudentemente, este nuevo rol facilitador que desempeña junto a su ferviente admiradora, la senadora colombiana Piedad Córdova, podría servirle para influir positivamente en sus amigos del Polo Democrático Alternativo, especialmente cara a las elecciones del 28 de octubre en las que se elegirán en toda Colombia gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles, pero también en los comicios presidenciales de 2010. Y si en el futuro llega a ganar o se fortalece considerablemente la izquierda en Colombia, Hugo Chávez lograría que los cuatro países andinos estuvieran al servicio de su proyecto ideológico.
Como bien alerta en un reciente artículo periodístico el colombiano Gabriel Bustamante de Indepaz, la invitación a que Hugo Chávez facilite el acuerdo humanitario con las FARC, podría estar inaugurando una era de influencia chavista en Colombia sin precedentes.
Por supuesto, también existe el riesgo de que de esta gestión no salga tan bien parado el presidente venezolano, incluso que pueda salir políticamente quemado y desenmascarada su relación y empatía con la guerrilla colombiana.
Esto también es probable ya que no es trabajo fácil, y menos con su personalidad, estar de buenas con la dos izquierdas vecinas (la del Polo Patriótico y la de la guerrilla) y, a la vez, mantener relaciones armónicas con la institucionalidad democrática colombiana. De allí que sea previsible que en este esfuerzo de mediación el presidente Chávez se empeñará con denuedo en los próximos meses.
Con todo lo que le sea posible, tratará de convencer a las FARC para que al menos liberen a Ingrid Betancourt y cedan en una solución intermedia, como por ejemplo una zona especial, no permanente ni desmilitarizada en donde se garantice la seguridad de los insurgentes.
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El Universal - Venezuela/02/09/2007
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