19/9/07

La política en Alemania: ¿Partidos frustrantes y demócratas cansados?

Omid Nouripour, congresista de la fracción de Los Verdes
Alianza 90.
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¿Qué pasa con nuestros partidos?. Es una de las preguntas que como congresista con mayor frecuencia me formula la gente.
¿Cree Usted que los partidos representan al pueblo, que ellos conocen las dolencias que aquejan a sus ciudadanos? Así inicia usualmente una discusión que por regla general termina sentenciando que "la democracia partidista llegó a su fin". Es un hecho que los partidos no se ocupan suficientemente de los ciudadanos como también lo es que los ciudadanos no se ocupan suficientemente de su democracia.
De un lado se debe evitar la simplificación del problema responsabilizando de la actual miseria política a los partidos y sus dirigentes pues por el otro a los ciudadanos les compete también una responsabilidad democrática; la democracia es más compleja que decir "el Estado y la política lo arreglarán".A los 32 años yo soy un alemán a medio camino que durante sus primeros 13 años creció en Irán, su país de origen, donde ninguna de las cosas que en Alemania nos parecen naturales lo eran o son: libertad de opinión, libertad de prensa, un Estado de derecho y el derecho a elegir. Todo esto que aquí consideramos natural lo es a veces tanto que termina siéndonos indiferente
Demócratas cansados?"¿Cuál indiferencia?
" preguntarán algunos, "aquí todos somos demócratas convencidos y no tenemos porque pretender reinventar la democracia cada día". Esto es cierto.Aún así hay situaciones en las cuales la democracia, si bien no debe reinventarse a diario, debe ser defendida: por ejemplo frente a la tolerancia - para formularlo de una forma precavida- de los ataques de los extremistas de derecha a los extranjeros o alemanes que lucen como extranjeros. Cuando miramos para otro lado y renunciamos a los sentimientos humanitarios y al valor ciudadano dejándole las manos libres a los extremistas de derecha para ejercer sus ataques estamos al mismo tiempo poniendo a su disposición nuestras libertades democráticas y nuestros derechos, nos estamos subordinando a una ideología basada en la arbitrariedad, el odio y la violencia que hoy identifica como sus contrarios a quienes se ven diferentes y mañana a aquellas personas que se atrevan a decir lo que piensan.En otras situaciones menos extremas extraño también el compromiso de los ciudadanos para defender los valores democráticos, por ejemplo cuando el actual gobierno pretende disminuir sus derechos espiando su esfera privada. Todavía no he escuchado los gritos de los demócratas convencidos cuando se anuncia la limitación de la protección a los datos personales mediante el uso del archivo de información sobre pasajeros de aerolíneas o las investigaciones online de las actividades con el computador casero, o cuando se trata de los derechos de las minorías.La frase de Benjamín Franklin "quien renuncia a la libertad para ganar seguridad perderá al final ambas" se ha escuchado poco en la discusión actual ha pesar de que podría ser de gran ayuda. La democracia funciona sólo allí donde libertad y seguridad encuentran un balance y por ello, desde mi perspectiva, a una democracia que funciona pertenecen ciudadanos que no se cansan de defender sus valores y libertades; un poco más de corazón le haría bien a la democracia.
Partidos frustrantes
Los partidos son considerados como la "causa" del tedio frente a la política y la democracia. Ellos no son convincentes (¿significa esto que alguna vez lo fueron?), prometen mucho y cumplen poco, no son capaces de solucionar nuestros problemas, su trabajo esta orientado principalmente a la defensa de sus propios intereses o los de los grupos de lobby, sus representantes se preocupan más por los símbolos de estatus y poder (como por ejemplo sus autos oficiales) y el enriquecimiento personal a través de inescrupulosos aumentos de sus dietas a costa de los contribuyentes. Esta imagen existe desde hace ya algún tiempo y con el frecuente destape de escándalos (basta pensar en el protagonizado por el CDU con sus donaciones y las prácticas vinculadas a ellas del "considerado eterno" líder de la república Helmut Kohl) es difícil creer que los partidos y los políticos pueden demostrar lo contrario.Aquellos que sostienen que la política es un negocio como todos los demás se equivocan: los políticos tienen especiales responsabilidades y deberes frente a la integridad e independencia. Los ciudadanos tienen el derecho a "congresistas transparentes" de quienes pueden saber cuanto gana y de dónde viene su dinero; cada político debe saber que no es posible exigirle a los ciudadanos una sinceridad absoluta en materia tributaria cuando para si mismo -bien aconsejado- hace uso de los agujeros que se le ofrecen o el mismo ha creado.La credibilidad también se pierde cuando los escándalos son descubiertos y sus protagonistas no son castigados y lo que hicieron queda impune. Roland Koch, quien indiscutiblemente estuvo envuelto en el escándalo de las donaciones del CDU, todavía es Ministro-Presidente del estado de Hesse y el ex jefe de la cancillería del mismo estado, Franz-Josef Jung, quien renunció al cargo en septiembre del año 2000 por el mismo hecho, hoy es el Ministro Federal de Defensa. Esto no es sólo frustrante sino en si mismo un escándalo.
¿Expertos al mando?
¿Quién debe guiar? Cuando se habla del "fracaso de los partidos" se escucha frecuentemente la exigencia de remplazar a los políticos por expertos que son considerados objetivos y saben lo que verdaderamente se necesita. Los partidos, por el contrario, son subjetivos, ¿pero que tanta objetividad aguanta la democracia?Los partidos producen opiniones, diversas evaluaciones, interpretaciones y conclusiones sobre los hechos de actualidad y su desarrollo, ellos no entregan "verdades" muy a pesar de que con placer lo harían. El pluralismo democrático se basa en una amplia gama, en mayor o menor grado, de opiniones y evaluaciones entre los cuales los ciudadanos pueden elegir aun cuando al respecto se podría discutir que tan bien los partidos cumplen con esta tarea.Si solamente los expertos hicieran política la "correcta objetividad" se trasladaría repentinamente al centro de sus acciones con lo cual el saber quedaría en manos de una pequeña elite. La democracia se convertiría en una tecnocracia que para los ciudadanos sería mucho menos clara y sobre la cual tendrían poca influencia.Por ello es para mi una democracia sin partidos inimaginable aunque igualmente ella va más allá del concepto de los partidos; subordinar la democracia es tal vez el sueño de algunos estrategas de los partidos pero no lo van a lograr. Esto es una muestra de que los partidos no son estáticos, por el contrario ellos cambian en concordancia con la sociedad y el paisaje político, por ello el debilitamiento de los partidos populares y el aumento a cinco de los partidos en el parlamento.En mi opinión lo más importante hoy por hoy es reforzar -al interior de los partidos y de la sociedad- la conciencia de las libertades y los valores democráticos. Si logramos que los partidos se muestren mucho más abiertos a nuevas ideas y colaboradores podremos reanimar de nuevo a algunos de los cansados demócratas y fortalecer también la base de sus miembros.
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Deutsche Welle Español - Germany/19/09/2007

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