Por: WALTER SOTOMAYOR
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El gobierno de Bolivia ha hecho un gran esfuerzo para aumentar su participación en los negocios del gas, pero no parece haber sido capaz de convertir sus logros políticos y simbólicos en resultados económicos. Los especialistas en el tema energético nunca entendieron por qué Bolivia decidió recomprar las refinerías que Petrobras había comprado años atrás. Las refinerías no son una buena inversión cuando los precios están congelados para subsidiar los combustibles, como ocurre en Argentina, Bolivia y Venezuela. Además, las refinerías y las plantas siderúrgicas son mal vistas por sus potenciales daños ambientales. Pero la refinería de Cochabamba representa un gesto de altivez y autonomía, como la fundición de Vinto en el sector minero, y sobre símbolos no valen los argumentos del mercado ni del sentido común. La recuperación de los pozos tiene el mismo valor simbólico, que buscaba demostrar que el gobierno defiende los intereses nacionales. Petrobras Bolivia, como otras compañías extranjeras, produce gas y lo vende a YPFB. La empresa boliviana lo vende a Petrobras Brasil. La operación no cambió mucho, aunque sí cambiaron fueron las condiciones de esa operación, es decir, aumentaron los impuestos cobrados por Bolivia para la venta de gas a Brasil. Fue una decisión legítima pero costosa: no hay inversiones para nuevos campos y no habrá una planta petroquímica. La nueva política boliviana trajo inestabilidad al sector y obligó a Brasil a buscar gas licuado en el mercado internacional y ya alquiló dos barcos para transportarlo hacia estaciones de regasificación que se construyen al lado de los puertos de Pecém (Fortaleza) y Rio de Janeiro. Bolivia perdió la oportunidad de expandir su mercado. La renegociación del precio del gas, llevada adelante por el propio presidente Morales en Brasilia, pretendió corregir estos problemas, logrando una ventaja que ha resultado muy pequeña en relación al daño político causado. Según el ministro de Hidrocarburos Carlos Villegas la nueva modalidad representaría alrededor de 144 millones de dólares anuales adicionales para Bolivia. Ventaja pequeña y que ni siquiera se la ha logrado convertir en realidad. En efecto, para esta nueva fórmula es necesario analizar periódicamente la composición del gas vendido a Brasil para determinar el precio que tome en cuenta los gases más nobles. Pero el mecanismo para hacerlo no está definido y Bolivia no ha percibido ni un centavo más por esa fórmula. Y tampoco está percibiendo ingresos por los mayores precios negociados con la termoeléctrica de Cuiabá, porque no habiendo gas suficiente para venderle, se le suspendió el suministro. Los avances de Bolivia han sido simbólicamente importantes. Sus resultados económicos han sido desastrosos.
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El gobierno de Bolivia ha hecho un gran esfuerzo para aumentar su participación en los negocios del gas, pero no parece haber sido capaz de convertir sus logros políticos y simbólicos en resultados económicos. Los especialistas en el tema energético nunca entendieron por qué Bolivia decidió recomprar las refinerías que Petrobras había comprado años atrás. Las refinerías no son una buena inversión cuando los precios están congelados para subsidiar los combustibles, como ocurre en Argentina, Bolivia y Venezuela. Además, las refinerías y las plantas siderúrgicas son mal vistas por sus potenciales daños ambientales. Pero la refinería de Cochabamba representa un gesto de altivez y autonomía, como la fundición de Vinto en el sector minero, y sobre símbolos no valen los argumentos del mercado ni del sentido común. La recuperación de los pozos tiene el mismo valor simbólico, que buscaba demostrar que el gobierno defiende los intereses nacionales. Petrobras Bolivia, como otras compañías extranjeras, produce gas y lo vende a YPFB. La empresa boliviana lo vende a Petrobras Brasil. La operación no cambió mucho, aunque sí cambiaron fueron las condiciones de esa operación, es decir, aumentaron los impuestos cobrados por Bolivia para la venta de gas a Brasil. Fue una decisión legítima pero costosa: no hay inversiones para nuevos campos y no habrá una planta petroquímica. La nueva política boliviana trajo inestabilidad al sector y obligó a Brasil a buscar gas licuado en el mercado internacional y ya alquiló dos barcos para transportarlo hacia estaciones de regasificación que se construyen al lado de los puertos de Pecém (Fortaleza) y Rio de Janeiro. Bolivia perdió la oportunidad de expandir su mercado. La renegociación del precio del gas, llevada adelante por el propio presidente Morales en Brasilia, pretendió corregir estos problemas, logrando una ventaja que ha resultado muy pequeña en relación al daño político causado. Según el ministro de Hidrocarburos Carlos Villegas la nueva modalidad representaría alrededor de 144 millones de dólares anuales adicionales para Bolivia. Ventaja pequeña y que ni siquiera se la ha logrado convertir en realidad. En efecto, para esta nueva fórmula es necesario analizar periódicamente la composición del gas vendido a Brasil para determinar el precio que tome en cuenta los gases más nobles. Pero el mecanismo para hacerlo no está definido y Bolivia no ha percibido ni un centavo más por esa fórmula. Y tampoco está percibiendo ingresos por los mayores precios negociados con la termoeléctrica de Cuiabá, porque no habiendo gas suficiente para venderle, se le suspendió el suministro. Los avances de Bolivia han sido simbólicamente importantes. Sus resultados económicos han sido desastrosos.
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Puntos de Vista
El gran acuerdito nacional- A. GERMÁN GUTIÉRREZ GANTIER
Dime con quien andas y te diré quién eres- RONNIE PIÉROLA GÓMEZ
Santa Cruz florece en septiembre- ALCIDES PAREJAS MORENO
Palabras para Santa Cruz- OSCAR PEÑA FRANCO
Tira y afloje en la Alcaldía-
Acuerdos comerciales: ¿cuáles?- VICTOR HUGO MORALES BARDALES
Evo y los libros - HAROLD OLMOS
El Día del Recluso- PAULOVICH
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Los Tiempos - Bolivia/23/09/2007
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