16/9/07

México en pañales

16/09/2007
Opinión
El llanto de las televisoras
Irving Berlín Villafaña
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La industria de la radio y televisión efectuó una audiencia con los congresistas mexicanos a fin de fijar su posición sobre la reforma relacionada con asuntos electorales. Vimos a grandes empresarios que hablan con faltas de ortografía, periodistas audiovisuales defendiendo la “libertad de prensa” y la ofensa mayor al “rating” —puesto que no me imagino a millones de mexicanos viendo esa comparecencia sin ninguna relación con la Copa Timbiriche— porque hay que defender los intereses de las televisoras millonarias. Desfilaron López Dóriga, el gritón de Azteca y otros. Ninguno quiere que se dejen de invertir millones de dólares en las campañas electorales.En lo esencial, la industria televisiva mexicana exige seguir siendo dueña de la política y la democracia mexicanas. Como siempre, ninguna ley quieren o, si se prefiere, una ley ambigua e inaplicable. Ya Zedillo dijo una frase famosa copiada de un ejecutivo americano: “No hay mejor ley de comunicación que aquella que no existe”, aunque era más bonita aquella de Jefferson: “Prefiero un estado sin gobierno a un gobierno sin medios”.Las campañas electorales mexicanas tienen debilidades que favorecen la impunidad, el despilfarro, el imperio de los poderes económicos y la falta de equidad, como quedó de manifiesto en la decisión del Trife respecto a las elecciones federales de 2006, pues el presidente Fox y otros organismos sociales o empresariales violaron abiertamente la ley en materia de comunicaciones y publicidad política.Concretamente hay problemas identificados: a) campañas electoras frecuentes, largas y con grandes trechos de conflicto a lo largo de todo el país, contra una actualidad mundial donde las campañas no son mayores a los dos meses en el nivel federal; b) la falta de sanción relevante a la superación de los topes de campaña, que como en el caso local se anunció mes a mes sin que nadie corrigiera ese desorden legal y esa ruptura a la equidad partidista; c) la colocación sin límite de spots políticos en las televisoras locales y nacionales como la nueva y eficiente forma de hacer campaña electoral, dilapidando el dinero de los mexicanos, y d) la contratación indiscriminada de cualquier actor social de pauta publicitaria más allá de los partidos políticos; es decir, se trata de hacer legal lo que en 2006 fue ilegal, ya que las leyes federales sólo autorizan la publicidad política de partidos políticos y no de otros actores, como grupos empresariales, sociales, etcétera.La predominancia de la televisión en las elecciones es cada vez mayor aunque, dependiendo de las historias de cada país, tiene menor o mayor desarrollo.En Estados Unidos las televisoras son la punta de lanza del sistema político y el financiamiento de las campañas uno de los grandes medios de capitalización de la industria audiovisual. En Europa la cosa es muy distinta. En España la publicidad política no se vende, sino se usa equitativamente según tiempos oficiales; en Inglaterra hay límites al tiempo de las campañas y, además, la BBC otorga cantidades iguales a los partidos políticos en contienda.En Francia también hay formas para acotar el poder que la televisión tiene en los procesos electorales.Encima México es un país en desarrollo con grandes y graves desniveles. La miseria, el atraso, el desempleo y la marginación de millones de personas coexiste con la concentración espantosa de poder político o económico que ubica a algunos de los mexicanos entre las listas de los millonarios más grandes del mundo. Las televisoras tienen una función social deficitaria en materia educativa, de orientación ciudadana, de pluralidad informativa, de respeto a las minorías. Han logrado no tener ley en más de 40 años o bien tener una de las leyes más obsoletas en todo el planeta, sólo superada por los países africanos.Cada vez que alguien elabora, discute, implementa, impulsa una ley de comunicación en México las televisoras lloran, amenazan, patalean, presionan y cometen chantajes evidentes, algunos de los cuales López Obrador y Santiago Creel pueden dar cuenta. La televisión mexicana quiere seguir teniendo impunidad para concentrar riqueza económica y política. ¿Y qué les da tanto poder? Los millones de mexicanos que miden la grandeza del país en la Copa Timbiriche, en “Big Brother”, en los partidos América-Guadalajara, en el ejército de seguidores de los nuevos “realities”.El pueblo tiene poco que comer, pero cómo se presta a ser vendido en millones de dólares a los partidos políticos, desesperados por conseguir sus votos, a cambio de un programita barato, hueco y con muchas sugerencias eróticas o violentas. Ya es hora de que las desvergüenzas tengan un límite y la grandeza sea algo más que López Dóriga o Timbiriche.— Mérida, Yucatán.

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