Quien haya tenido ocasión de leer la carta a los educadores enviada a cada uno de los maestros y profesores de Francia por el presidente Sarkozy, constatará la importancia de determinados valores, los grandes, los de siempre, para formular nuevas políticas para llevar a cabo refundaciones; la de la enseñanza en el caso francés.
Por desgracia en España estas grandes referencias han desaparecido o, como mucho, son presentadas en términos degradados, light. Así la libertad es reducida a un factor de consumo. Su sentido se pretende alcanzar a partir de multiplicar las ofertas sin considerar la calidad de las mismas.
La televisión es un buen ejemplo de ello, cuantos más canales más libertad. Pero no es eso, o al menos no es eso como condición necesaria.
La libertad toma su sentido en dos planos complementarios. Uno, el de la búsqueda de la verdad, ser libres para encontrar nuestra verdad y poderla compartir con los demás. Y también, en su sentido primigenio, libertad como liberación. Liberación de todo aquello que reduce o impide el desarrollo de las dimensiones humanas, de sus virtudes y de los valores hacia los que éstas empujan.
Los planteamientos políticos se han convertido básicamente en dos cosas. En la crítica desaforada al adversario, presentándolo siempre como lo peor, negándole todo derecho al acierto, y la oferta de mercado. Vótame y te daré más cosas.
Reduciendo al ciudadano a un consumidor irresponsable que solo piensa en lo que le van a dar y no en lo que debe aportar, y cual es su responsabilidad. La política actual es la antipedagogía de la ciudadanía (por eso no es de extrañar el inmenso barullo de los textos que pretenden educar en la ciudadanía desde el mundo político, educar en algo que precisamente este mundo ignora).
La política significa también, junto con la libertad, plantearse la justicia como uno de los fundamentos de todas las relaciones. Pero el primer injusto de todos es el propio estado, cuyos poderes y administraciones pecan una y otra vez de arbitrarios basados en el peso de su poder.
El ciudadano, cada vez más aislado, está sometido a la voluntad de esos nuevos dioses del panteón contemporáneo y como en la tragedia griega, sometidos a sus caprichos.
Según que juez te toque podrás aspirar a una u otra sentencia. El fiscal perseguirá mucho más unos delitos que otros, aunque todos estén contemplados en el Código Penal.
Si tu hijo ha nacido en las fechas que ha decidido el Presidente del Gobierno, te caerá una lotería de 2.500 euros, pero si no es así te quedarás sin nada. Y así podríamos continuar una inacabable lista de cuestiones cuotidianas que se ven abrumadas por la justicia del estado.
Pero esto no significa que éste deba desaparecer, claro que no. De lo que se trata es de volverlo justo. Los atenienses sustituyeron a su aristocracia y a los tiranos por la democracia. Evidentemente otro tipo de democracia de carácter restringido, donde el extranjero, la mujer y el esclavo no tenían ningún papel, pero que era mucho mejor que la arbitrariedad en la que siempre acaba incurriendo el poder cuando el control por parte de los ciudadanos desaparece.
Y es que el máximo organismo de control democrático, el Parlamento, no representa a esta ciudadanía y no ejerce bien ese poder entre nosotros. El sistema electoral hace que a quien en realidad represente sea a los partidos políticos.
Los diputados actúan y votan en función de lo que una oligarquía política, la de cada partido, determina. Nosotros, cualquiera de nosotros, no sabe a qué diputado acudir para plantear una reclamación, simplemente porque no lo tiene. Esto es negar el fundamento del método democrático, porque la gente lo único que tiene como instrumento de decisión en una democracia es su voto. Y si éste le es condicionado por un sistema de listas cerradas y bloqueadas se queda prácticamente sin nada.
Y justicia es también, justicia social. Lo decía uno de los marineros que vivió la tragedia de los tres muertos y cinco desaparecidos al volcar un pesquero en las costas de Cádiz “por trescientos euros de mierda a la semana, ¿merece la pena salir a ahogarte? Algo muy profundo no funciona cuando al lado de estas situaciones vivimos retribuciones exuberantes de modelos, deportistas, personajes de televisión, artistas de cine.
Algo muy profundo no funciona cuando en un país como el nuestro donde tantas familias se ahogan con la vivienda ha aportado un número tan elevado y súbito de multimillonarios a la vista de la revista Forbes, precisamente dedicados a la construcción.
Y más allá de nuestras fronteras, y más allá de las operaciones de marketing solidario, los indios de la provincia del Chaco, en la civilizada Argentina, van muriendo simplemente de hambre. Como mínimo 13 en solo dos meses. Mujeres que con 54 años solo pesan 24 kg. No son necesarios campos de exterminio para conseguir fotografías de cadáveres con vida.
Por desgracia en España estas grandes referencias han desaparecido o, como mucho, son presentadas en términos degradados, light. Así la libertad es reducida a un factor de consumo. Su sentido se pretende alcanzar a partir de multiplicar las ofertas sin considerar la calidad de las mismas.
La televisión es un buen ejemplo de ello, cuantos más canales más libertad. Pero no es eso, o al menos no es eso como condición necesaria.
La libertad toma su sentido en dos planos complementarios. Uno, el de la búsqueda de la verdad, ser libres para encontrar nuestra verdad y poderla compartir con los demás. Y también, en su sentido primigenio, libertad como liberación. Liberación de todo aquello que reduce o impide el desarrollo de las dimensiones humanas, de sus virtudes y de los valores hacia los que éstas empujan.
Los planteamientos políticos se han convertido básicamente en dos cosas. En la crítica desaforada al adversario, presentándolo siempre como lo peor, negándole todo derecho al acierto, y la oferta de mercado. Vótame y te daré más cosas.
Reduciendo al ciudadano a un consumidor irresponsable que solo piensa en lo que le van a dar y no en lo que debe aportar, y cual es su responsabilidad. La política actual es la antipedagogía de la ciudadanía (por eso no es de extrañar el inmenso barullo de los textos que pretenden educar en la ciudadanía desde el mundo político, educar en algo que precisamente este mundo ignora).
La política significa también, junto con la libertad, plantearse la justicia como uno de los fundamentos de todas las relaciones. Pero el primer injusto de todos es el propio estado, cuyos poderes y administraciones pecan una y otra vez de arbitrarios basados en el peso de su poder.
El ciudadano, cada vez más aislado, está sometido a la voluntad de esos nuevos dioses del panteón contemporáneo y como en la tragedia griega, sometidos a sus caprichos.
Según que juez te toque podrás aspirar a una u otra sentencia. El fiscal perseguirá mucho más unos delitos que otros, aunque todos estén contemplados en el Código Penal.
Si tu hijo ha nacido en las fechas que ha decidido el Presidente del Gobierno, te caerá una lotería de 2.500 euros, pero si no es así te quedarás sin nada. Y así podríamos continuar una inacabable lista de cuestiones cuotidianas que se ven abrumadas por la justicia del estado.
Pero esto no significa que éste deba desaparecer, claro que no. De lo que se trata es de volverlo justo. Los atenienses sustituyeron a su aristocracia y a los tiranos por la democracia. Evidentemente otro tipo de democracia de carácter restringido, donde el extranjero, la mujer y el esclavo no tenían ningún papel, pero que era mucho mejor que la arbitrariedad en la que siempre acaba incurriendo el poder cuando el control por parte de los ciudadanos desaparece.
Y es que el máximo organismo de control democrático, el Parlamento, no representa a esta ciudadanía y no ejerce bien ese poder entre nosotros. El sistema electoral hace que a quien en realidad represente sea a los partidos políticos.
Los diputados actúan y votan en función de lo que una oligarquía política, la de cada partido, determina. Nosotros, cualquiera de nosotros, no sabe a qué diputado acudir para plantear una reclamación, simplemente porque no lo tiene. Esto es negar el fundamento del método democrático, porque la gente lo único que tiene como instrumento de decisión en una democracia es su voto. Y si éste le es condicionado por un sistema de listas cerradas y bloqueadas se queda prácticamente sin nada.
Y justicia es también, justicia social. Lo decía uno de los marineros que vivió la tragedia de los tres muertos y cinco desaparecidos al volcar un pesquero en las costas de Cádiz “por trescientos euros de mierda a la semana, ¿merece la pena salir a ahogarte? Algo muy profundo no funciona cuando al lado de estas situaciones vivimos retribuciones exuberantes de modelos, deportistas, personajes de televisión, artistas de cine.
Algo muy profundo no funciona cuando en un país como el nuestro donde tantas familias se ahogan con la vivienda ha aportado un número tan elevado y súbito de multimillonarios a la vista de la revista Forbes, precisamente dedicados a la construcción.
Y más allá de nuestras fronteras, y más allá de las operaciones de marketing solidario, los indios de la provincia del Chaco, en la civilizada Argentina, van muriendo simplemente de hambre. Como mínimo 13 en solo dos meses. Mujeres que con 54 años solo pesan 24 kg. No son necesarios campos de exterminio para conseguir fotografías de cadáveres con vida.
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ForumLibertas.com - España/11/09/2007
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