La Conferencia Nacional de Reconciliación, después de 45 días, cierra sus puertas con un sonoro fracaso. Como respuesta, la oposición da vida al Congreso somalí para la Liberación y Reconciliación, organizándose políticamente tras la breve proeza de las Cortes islámicas del año pasado. Mientras tanto, los cascos verdes son pocos y los cascos azules no llegan.
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Giandomenico Pumilia
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Ha transcurrido un año desde que, el verano pasado, las Cortes islámicas, con la conquista de la capital Mogadiscio, situarán a Somalia en el centro de la atención política internacional. El 5 de junio, la milicia islamista declaró haber tomado el control de la ciudad, y todavía habría de pasar un mes antes de que el último de los “señores de la guerra” fuese arrestado, poniendo fin a la denominada Segunda Batalla de Mogadiscio. Batalla que extendió a la capital el control que las Cortes islámicas detentaban en todas las ciudades del sur del país. Para contrarrestar su avance e impedir el derrocamiento del Gobierno de transición federal (TGF) refugiado en Baidoa (a 250 km de Mogadiscio), el ejército Etíope entró en Somalia, apoyado también por Uganda, Yemen y Kenya. Después de vanas tentativas de llegar a un acuerdo entre las Cortes islámicas y el Gobierno provisional, la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, de diciembre de 2006, dando vía libre de manera formal (revocando el embargo de armas), a una fuerza internacional regional con la tarea de monitorizar y mantener la seguridad en Baidoa, fue interpretada como una autorización a la fuerza por el TFG. De hecho, se agudizaron los enfrentamientos y, a finales del mismo mes, las tropas etíopes, apoyadas por el Gobierno, entraron en la capital, después de unos breves pero muy violentos días de guerra. En los meses siguientes, se registraron intervenciones militares también por parte de EE.UU.
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Giandomenico Pumilia
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Ha transcurrido un año desde que, el verano pasado, las Cortes islámicas, con la conquista de la capital Mogadiscio, situarán a Somalia en el centro de la atención política internacional. El 5 de junio, la milicia islamista declaró haber tomado el control de la ciudad, y todavía habría de pasar un mes antes de que el último de los “señores de la guerra” fuese arrestado, poniendo fin a la denominada Segunda Batalla de Mogadiscio. Batalla que extendió a la capital el control que las Cortes islámicas detentaban en todas las ciudades del sur del país. Para contrarrestar su avance e impedir el derrocamiento del Gobierno de transición federal (TGF) refugiado en Baidoa (a 250 km de Mogadiscio), el ejército Etíope entró en Somalia, apoyado también por Uganda, Yemen y Kenya. Después de vanas tentativas de llegar a un acuerdo entre las Cortes islámicas y el Gobierno provisional, la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, de diciembre de 2006, dando vía libre de manera formal (revocando el embargo de armas), a una fuerza internacional regional con la tarea de monitorizar y mantener la seguridad en Baidoa, fue interpretada como una autorización a la fuerza por el TFG. De hecho, se agudizaron los enfrentamientos y, a finales del mismo mes, las tropas etíopes, apoyadas por el Gobierno, entraron en la capital, después de unos breves pero muy violentos días de guerra. En los meses siguientes, se registraron intervenciones militares también por parte de EE.UU.
Conferencia gubernativa
La tímida tentativa (casi impuesta por a comunidad internacional) por parte del TGF de buscar una solución política a la crisis, ha sido la Conferencia de Reconciliación Nacional (NRC, por sus siglas en inglés), que comenzó el 15 de julio y que se ha visto obligada a cerrar sus puertas tras 45 días, al agotar los 6 millones de dólares asignados para financiarla. Un mes y medio de debates no han producido ningún desarrollo significativo, manteniéndose muy lejos de alcanzar los objetivos prefijados (la iniciación de un proceso político inclusivo que condujera, cuando menos, a un cese de las hostilidades en la capital), también debido a las numerosas ausencias, sobre todo del frente antigubernativo. El enviado especial de la Naciones Unidas, Lantana Fall, ha instado al Gobierno a comenzar negociaciones con todos los grupos políticos de la oposición.
Para acabar con este clima de decepción, y casi por sorpresa el 16 de septiembre se firmó un acuerdo de “Reconciliación Nacional” en Jeddah, Arabia Saudí, entre el presidente somalí Abdullahi Yusuf y otros -no especificados- dirigentes somalíes. Del acuerdo, que debería ser el acto concluyente de la NRC, fue firmado con la “bendición” del rey saudí Addallah, el cual ha instado a todas las partes implicadas en el conflicto a empeñarse en el respeto de los acuerdos adoptados. Una de las pocas cosas sacadas en claro de Jeddah es la petición, por parte del presidente somalí, de una fuerza árabe-africana, bajo el control de la ONU, a desplegarse cuanto antes en Somalia, permitiendo así la retirada de los soldados etíopes. La presencia de tropas extranjeras en el territorio somalí ha estado siempre discutida por las Cortes islámicas y suscitó algunas perplejidades por parte de la comunidad internacional en la primera resolución de la ONU, cuando se señaló la presencia de militares, sospecha nunca confirmada por parte del TFG. La NRC, desde el punto de vista de la seguridad, no ha aportado un factor tranquilizador, de hecho, su desarrollo ha venido acompañado de numerosos, casi cotidianos, enfrentamientos, atentados y explosiones a lo largo de la capital, con la tentativa de desestabilizar la ciudad y turbar el clima en torno al consenso. En particular, el mercado local de Bakara, entre los más grande de la capital, ha sido escenario de frecuentes combates y explosiones, causando a menudo víctimas y numerosos heridos.
El congreso de la oposición
La oposición al Gobierno no se compone solamente de bombas y atentados, de hecho, crece una organización política que ha tenido sus momentos de máxima visibilidad en Asmara, Eritrea, donde del 6 al 12 de septiembre de desarrolló la conferencia de la oposición somalí, en la cual ha participado la cúpula de las Cortes islámicas, junto con políticos provenientes del Gobierno de transición, espontáneos de la sociedad civil, y representantes de la diáspora somalí en el mundo. Con cerca de 400 delegados, entre los que se encontraba el líder islamista Sheikh Hassan Dahir Aweys, este encuentro, denominado Congreso somalí para la Liberación y la Reconstrucción, surgió como una contra-asamblea formada por todas las fuerzas excluidas de la NRC. El objetivo de este congreso es individualizar la estrategia para alcanzar la unidad de la nación y la reconciliación del pueblo somalí con el presupuesto esencial de retirar las tropas extranjeras. El Congreso ha aprobado la Constitución y el Comité central de la recién nacida Alianza Para la Liberación de Somalia (ALS). Según el nuevo movimiento, el TFG podrá ser sustituido de dos modos: con las negociaciones, o con la guerra. Siempre desde este Congreso, se han elevado voces para pedir a la comunidad internacional que asuma su responsabilidad frente a la violación del derecho internacional por parte del TFG, y los atroces crímenes cometidos por las tropas etíopes aliadas del Gobierno. En particular, los representantes de a oposición somalí, piden al Gobierno estadounidense, que apoya al TFG, y a la Unión Europea, que ofrezca un apoyo mayor a la lucha del pueblo somalí, presionando en Addis Abeba para poner fina a los crímenes cometidos.
También se han elegido los líderes de esta nueva entidad política: serán Sharif Hassan Sheikh Ahmed, exponente del ala “moderada” de las Cortes islámicas y considerado un moderado por parte de la comunidad internacional, y Sheikh Hassan Sheikh Aden, ex-presidente del Parlamentode transición de Somalia. Sheikh Ahmed será el presidente del Comité ejecutivo de la ALS, por encima de un órgano compuesto por una decena de representantes que tendrán funciones comparables a la de un consejo de ministros; mientras que Sheikh Aden ha sido designado para guiar al Comité central, compuesto por 191 miembros que desempañarán funciones en el Parlamento.
Mogadiscio cada vez más insegura y fuera de control
Según el balance impreciso, pero bastante fiable, de la una asociación local ocupada en la defensa de los derechos humanos, sólo en el mes de agosto, los enfrentamientos en la capital han causado la muerte de, al menos, 200 personas, heridas a otras 400 y la huida de 20.000 civiles. La agencia de las Naciones Unidas para los refugiados señala que el número asciende hasta los 400.000 si se tienen en cuenta los últimos cuatro meses. Entre los enfrentamientos, atentados y explosiones que en los últimos meses han asolado Somalia, cabe destacar la muerte del jefe de uno de los más importantes clanes de la ciudad, Malin Harun Maalim Yusuf, a mediados del mes de agosto con una verdadera ejecución. Este asesinato ha tenido una relevancia particular debido al papel que Yusuf desempeñaba: jefe de los negociadores participantes en la NRC (por otro lado, no se trata el único negociador asesinado), perteneciente al Mudulod, uno de los clanes más importantes de Mogadiscio, al que pertenece también el primer ministro Ali Mohamed Ghedi, un sub-clan del Abgal.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en respuesta a la petición de la UA de un envío de cascos azules a Somalia, el 20 de agosto aprobó la renovación por otros seis meses del mandato de la fuerza de la Unión Africana en Somalia (Amisom), postergando la decisión sobe el envío de envío de cascos azules en sustitución de las tropas africanas. El Consejo de Seguridad, sostiene que todavía no se dan las condiciones de seguridad para un traspaso de poder. De los 8.000 cascos verdes previstos por la UA, por el momento sólo 1.600 ugandeses están presentes en territorio somalí. Burundi, Malawi, Ghana y Nigeria, tras haber prometido el envío de soldados, se encuentran detenidos a la espera del material de apoyo a la misión prometido por EE.UU. y Francia. Otras voces sobre la crisis somalí son las del Grupo de Contacto Internacional de Somalia (GCI), grupo de embajadores de las Naciones Unidas formado el verano pasado para promocionar la paz y la reconciliación del país, que como resultado de la reunión mantenida en Roma el 11 de septiembre, ha pedido el despliegue de una Misión de la ONU en Somalia, elaborando una hoja de ruta que llevaría a Somalia a unas elecciones libres y democráticas en el 2009.
Conclusiones
La respuesta de la oposición a la decepcionante conferencia gubernativa, testimonia la actividad política de los opositores del TFG, en contraposición a una línea de conducta poco clara del Gobierno somalí, que ha dado su último golpe de efecto en tierras saudíes. Aunque se debe esperar al desarrollo de los acontecimientos para poder emitir un juicio, la salida de Yusuf a Arabia Saudí -en su primera lectura- hace traslucir la voluntad de resolver la cuestión, cada vez más incómoda, de la presencia de tropas etíopes en el territorio. La resolución de este problema se considera premisa esencial para poder tomar la vía del diálogo, ya iniciada, con la oposición. Por otro lado, una vez hayan regresado a casa los soldados etíopes, se dejará espacio para concretar la llegada de una misión de paz para poner remedio urgente a la cuestión de la seguridad del país, sobre todo en la capital. No teniendo noticias de una misión de la UA, parecería más útil hacer presión sobre el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para obtener el envío de cascos azules en sustitución del Amisom. El camino no será fácil, pero el proceso parece haber comenzado. Para que el proceso resulte eficaz, será necesaria la participación de todos, y sobre todo, de la comunidad internacional a la cual se le exige no sólo prestar atención sobre la suerte de estos países, sino también adoptar acciones concretas.
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Equilibri.net - Italy/20/09/2007
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