08/09/2007
Opinión
Alejo Vargas Velasquez
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La guerrilla colombiana tendría un escenario ideal para concluir su parábola de guerra y llegar a un acuerdo políticamente honorable de paz, pero además un escenario al cual es difícil dejar plantado, so pena de un altísimo costo político.
Todo pareciera indicar que se está forjando una alianza estratégica entre dos gobernantes que son política e ideológicamente opuestos, pero que tienen rasgos similares de pragmatismo y estilo de gobierno.
El presidente Chávez, además de ser el principal contradictor de USA, proclama el socialismo del siglo XXI y está impulsando una serie de medidas de política social y de organización partidaria tendientes a cumplir su objetivo; el presidente Uribe, principal aliado regional de Washington, proclama la inutilidad de la distinción izquierda-derecha y su principal obsesión es derrotar al terrorismo -la forma como se refiere a las organizaciones guerrilleras colombianas-, ya sea por la vía militar o por una negociación bajo sus términos.
Pero los dos tienen rasgos caudillistas y desarrollan estilos de gobierno que para muchos analistas se enmarcarían en lo que denominan prácticas populistas.
A pesar de estas diferencias y similitudes, es necesario destacar que las relaciones de los dos países, después de la crisis originada en la detención irregular de Rodrigo Granda en territorio venezolano, pasan por uno de sus mejores momentos: el intercambio comercial crece de manera ininterrumpida -estimaciones consideran que llegará a cinco mil millones de dólares este año-, los proyectos energéticos de integración -gasoducto de la Guajira, suministro de combustibles en áreas fronterizas- se consolidan y adicionalmente el retorno de Venezuela a la CAN -presidida actualmente por el presidente Uribe- parece una realidad a corto plazo sobre unas reglas especiales. Todo indica que los dos gobiernos aprendieron que es posible tener unas cordiales y fluidas relaciones a pesar de diferencias ideológico-políticas que las reservan para consumo interno.
La aceptación del Gobierno colombiano y de las Farc de un rol de buenos oficios o facilitación para el presidente Chávez en lo relacionado con el acuerdo humanitario -a instancias de la senadora Piedad Córdoba-, plantea una oportunidad muy positiva para destrabar este doloroso tema, no sólo por el ascendiente simbólico que él tiene en la izquierda latinoamericana -incluidas las guerrillas colombianas-, sino por la posibilidad que tiene Hugo Chávez de convocar a los gobernantes de centro-izquierda en América Latina -Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, Cuba, Panamá- para formar un frente común que apoye el acuerdo humanitario y eventualmente un proceso de conversaciones hacia la superación negociada del conflicto interno armado -una especie de Grupo Contadora para Colombia- y que podría darle un salto estratégico a su solución.
Ahora bien, adicionalmente, esto podría favorecer tanto al gobierno Uribe como al gobierno Chávez; al primero, al facilitarle un escenario de apoyo político regional de gobiernos que en otras circunstancias podrían verlo con cierta distancia, por lo menos y de otra, mostrarle a USA que en la región hay apoyo político para buscar la solución de problemas estratégicos, sin necesariamente pedirle permiso a la potencia hemisférica -claro, sin entrar en tensiones tampoco-; al segundo, igualmente le puede ayudar a jugar un rol de liderazgo regional y en cierta medida forzarlo a actuar de manera más prudente en política exterior, adicionalmente enviarle a Estados Unidos un mensaje de solidaridad regional que minimice los fantasmas chavistas de eventuales desestabilizaciones.
Por su parte la guerrilla colombiana tendría un escenario ideal para concluir su parábola de guerra y llegar a un acuerdo políticamente honorable de paz, pero además un escenario al cual es difícil dejar plantado, so pena de un altísimo costo político.
Así que todo mostraría que podemos entrar en un escenario de ‘gana-gana’, gracias en buena medida a una oportuna facilitación de la senadora Córdoba y a un comportamiento realista de los presidentes Uribe y Chávez. Ahora requerimos que el pragmatismo campesino que en ocasiones ha mostrado las Farc, entienda que llegó una oportunidad única que no se puede desperdiciar.
Otras columnas de este autor:
Uribe y Chávez: ¿Alianza estratégica?
Todo pareciera indicar que se está forjando una alianza estratégica entre dos gobernantes que son política e ideológicamente opuestos, pero que tienen rasgos similares de pragmatismo y estilo de gobierno.
El presidente Chávez, además de ser el principal contradictor de USA, proclama el socialismo del siglo XXI y está impulsando una serie de medidas de política social y de organización partidaria tendientes a cumplir su objetivo; el presidente Uribe, principal aliado regional de Washington, proclama la inutilidad de la distinción izquierda-derecha y su principal obsesión es derrotar al terrorismo -la forma como se refiere a las organizaciones guerrilleras colombianas-, ya sea por la vía militar o por una negociación bajo sus términos.
Pero los dos tienen rasgos caudillistas y desarrollan estilos de gobierno que para muchos analistas se enmarcarían en lo que denominan prácticas populistas.
A pesar de estas diferencias y similitudes, es necesario destacar que las relaciones de los dos países, después de la crisis originada en la detención irregular de Rodrigo Granda en territorio venezolano, pasan por uno de sus mejores momentos: el intercambio comercial crece de manera ininterrumpida -estimaciones consideran que llegará a cinco mil millones de dólares este año-, los proyectos energéticos de integración -gasoducto de la Guajira, suministro de combustibles en áreas fronterizas- se consolidan y adicionalmente el retorno de Venezuela a la CAN -presidida actualmente por el presidente Uribe- parece una realidad a corto plazo sobre unas reglas especiales. Todo indica que los dos gobiernos aprendieron que es posible tener unas cordiales y fluidas relaciones a pesar de diferencias ideológico-políticas que las reservan para consumo interno.
La aceptación del Gobierno colombiano y de las Farc de un rol de buenos oficios o facilitación para el presidente Chávez en lo relacionado con el acuerdo humanitario -a instancias de la senadora Piedad Córdoba-, plantea una oportunidad muy positiva para destrabar este doloroso tema, no sólo por el ascendiente simbólico que él tiene en la izquierda latinoamericana -incluidas las guerrillas colombianas-, sino por la posibilidad que tiene Hugo Chávez de convocar a los gobernantes de centro-izquierda en América Latina -Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, Cuba, Panamá- para formar un frente común que apoye el acuerdo humanitario y eventualmente un proceso de conversaciones hacia la superación negociada del conflicto interno armado -una especie de Grupo Contadora para Colombia- y que podría darle un salto estratégico a su solución.
Ahora bien, adicionalmente, esto podría favorecer tanto al gobierno Uribe como al gobierno Chávez; al primero, al facilitarle un escenario de apoyo político regional de gobiernos que en otras circunstancias podrían verlo con cierta distancia, por lo menos y de otra, mostrarle a USA que en la región hay apoyo político para buscar la solución de problemas estratégicos, sin necesariamente pedirle permiso a la potencia hemisférica -claro, sin entrar en tensiones tampoco-; al segundo, igualmente le puede ayudar a jugar un rol de liderazgo regional y en cierta medida forzarlo a actuar de manera más prudente en política exterior, adicionalmente enviarle a Estados Unidos un mensaje de solidaridad regional que minimice los fantasmas chavistas de eventuales desestabilizaciones.
Por su parte la guerrilla colombiana tendría un escenario ideal para concluir su parábola de guerra y llegar a un acuerdo políticamente honorable de paz, pero además un escenario al cual es difícil dejar plantado, so pena de un altísimo costo político.
Así que todo mostraría que podemos entrar en un escenario de ‘gana-gana’, gracias en buena medida a una oportuna facilitación de la senadora Córdoba y a un comportamiento realista de los presidentes Uribe y Chávez. Ahora requerimos que el pragmatismo campesino que en ocasiones ha mostrado las Farc, entienda que llegó una oportunidad única que no se puede desperdiciar.
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