07/09/2007
Opinión
Luis Agüero Wagner
Luis Agüero Wagner
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Mientras en los países de la región los Derechos Humanos y la libertad de pensamiento van ganando terreno e incluso sirven de plataforma a los políticos para captar votos, los émulos del senador Mc Carthy en Paraguay capitaneados por el propietario del diario ABC color Aldo Zucolillo, han retrocedido medio siglo en el tiempo que mide el contexto internacional, en un país en el que sólo basta alejarse unos 15 kilómetros de la capital para volver del mundo contemporáneo a la prehistoria, pasando por el modernismo, la edad media y el mundo antiguo.
Mientras en los países de la región los Derechos Humanos y la libertad de pensamiento van ganando terreno e incluso sirven de plataforma a los políticos para captar votos, los émulos del senador Mc Carthy en Paraguay capitaneados por el propietario del diario ABC color Aldo Zucolillo, han retrocedido medio siglo en el tiempo que mide el contexto internacional, en un país en el que sólo basta alejarse unos 15 kilómetros de la capital para volver del mundo contemporáneo a la prehistoria, pasando por el modernismo, la edad media y el mundo antiguo.
Es lo que se deduce del desmesurado espacio que vienen dedicando a satanizar a Hugo Chávez y a su política exterior, llegando al extremo de escrachar con fotos e infografías a supuestos simpatizantes paraguayos de la revolución bolivariana.
Nada más natural en un medio donde los políticos que hablan de derechos humanos pierden intención de voto entre el electorado, y la popularidad sube cuanto más mano dura prometan.
Para honrar la memoria, debemos puntualizar que no siempre la prensa paraguaya se mostró tan susceptible a las "amenazas" a las libertades públicas de la región, sobre todo en tiempos en que los dictadores se asemejaban más al prototipo promovido desde el norte que a sus propios pueblos.
Nadie se escandalizó en el periodismo libre cuando el General Alfredo Stroessner visitó Venezuela en junio de 1957 para estrechar vínculos con el dictador militar del país caribeño, General Marcos Pérez Jiménez, en tiempos en que ambos subproductos de la política exterior estadounidense concedían graciosamente tajadas del espacio radioeléctrico a sus adulones.
Para que no queden dudas sobre el carácter marcial de su visita, Stroessner se alojó en el local del Círculo de las Fuerzas Armadas de Venezuela, en Caracas.
Un par de décadas más tarde, un 20 de abril de 1977, era recibido por Stroessner con los honores correspondientes, el Teniente General Jorge Rafael Videla, quien llegaba al Paraguay acompañado de su esposa Alicia Raquel Hartidge.
A la noche se llevó a cabo una recepción de gala en el Palacio de Gobierno de Asunción, donde no faltaron los pundonorosos y austeros luchadores por la libertad de expresión, que aún no habían sido seleccionados por la embajada norteamericana como propagandistas de la democracia tutelada.
Es conocido que la National Endowment for Democracy , la USAID y la CIA se abocarían a fabricar entre ellos a bien remunerados disidentes y "luchadores por la democracia" en el crepúsculo del régimen militar paraguayo.
Al conocerse a principios de marzo en Asunción la próxima visita de Videla, ABC color publicaba su recordado editorial donde criticaba al presidente Jimmy Carter por su énfasis en la promoción de los Derechos Humanos y defendía al "proceso" argentino sentenciando que al presidente norteamericano le era muy fácil "pontificar lejos del problema".
Por las mismas fechas eran apresados en Asunción Alejandro José Logoluso y Marta Landi, entregados a los sicarios de Videla por las fuerzas represivas paraguayas. Los "grupos de tareas" de Pastor Coronel no se apiadarían tampoco de José Nell, paralítico desde que recibió una bala en los disturbios desatados en Ezeiza por el retorno de Perón.
El 28 de enero de 1999 Hebe de Bonafini pidió a Baltasar Garzón que solicite la extradición del dictador Stroessner, presentando documentos tales como una ficha policial de la Dirección de Registro de Extranjeros paraguayos de la desaparecida argentina Dora Marta Landi Gil, que está fechada en Asunción en marzo de 1977; una tarjeta del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social de Marta Landi, que está registrada en Asunción el 10 de marzo de 1997; y un informe de la policía de Asunción, donde se notifica que Marta Landi (argentina), Alejandro José Logolusso (argentino), José Nell (argentino) y otros han sido expulsados del país. Este informe policial está fechado el 16 de mayo de 1977. Entre los documentos, también destacan un registro de vuelo en el que se acredita que, el 16 de mayo de 1977, el capitán de corbeta José Abdalá, (alias Turco) trasladó a Landi Gil y a su compañero, Alejandro José Logolusso, de Asunción a Buenos Aires.
El destino de todas estas personas, embarcadas en el vuelo del que jamás regresarían, con seguridad poco importan a Zucolillo y otros paladines de la libertad sin chavismo, ayer tan ocupados en recibir las mieles de la proximidad al poder dictatorial, como hoy en sostener su autocomplaciente y fantasmática reputación "democrática", aún al precio de buscar sombras en el cuarto oscuro de su conciencia.
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