A seis meses de las elecciones presidenciales, el Zimbabue del presidente Mugabe se encuentra al borde del colapso económico y político. La mediación por parte de la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC), ofrece la única oportunidad real de superar una crisis con un alto riesgo de desestabilizar la región.
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Massimo Corsini
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Recientes desarrollos políticos
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A pesar de que las negociaciones de Pretoria han desembocado en la previsión de un nuevo plan regional para Zimbabue, la decisión del ZANU-PF de proponer a Mugabe como presidente vitalicio ha producido una inevitable agudización de la crisis política y económica. Esto, en un país donde la tasa de inflación ha superado el 13.000% (7.600% según fuentes gubernamentales). La grave emergencia alimentaria afecta a un tercio de la población y el fenómeno migratorio asume dimensiones cada vez más relevantes, incidiendo sobre la estabilidad económica y la seguridad de las inversiones extranjeras en toda la región.
El Ministro de justicia Chinamasa ha anunciado la apertura del debate parlamentario para la modificación de la Constitución que atribuiría al líder del ZANU-PF, Mugabe, el poder de nombrar a su sucesor al cargo de la presidencia. Una modificación constitucional que permanece al centro del debate político. La oposición, por su parte, solicita una reforma capaz de asegurar mayor participación y protección de todos los partidos, así como la revisión de las leyes electorales en vistas de las elecciones del 2008. Si esta ley fuera aprobada -el ZANU-PF supera los dos tercios de los escaños requeridos- la nueva Constitución modificada autorizaría al parlamento a nombrar un nuevo presidente en caso de defunción del Jefe de Estado en el cargo, propuesta que el MDC considera fuera de lugar en relación con las negociaciones de Pretoria, mediadas por el presidente sudafricano Mbeki.
En el curso de estas negociaciones, Mugabe ha, paradójicamente, aceptado una reducción de sus poderes, como una tentativa de secundar a las facciones del ZANU-PF que lo quieren fuera del partido para las elecciones de marzo de 2008. Un creciente descontento interno, confirmado por la parcial apertura del Gobierno de Harare hacia la oposición, entre quienes se encuentra el general Muguru (en el 2006 se opuso con éxito a una modificación constitucional que pretendía armonizar las elecciones presidenciales y parlamentarias); y con el veterano Mandaza (que propuso la dimisión de Mugabe para favorecer un acercamiento al Fondo Monetario Internacional y a la comunidad internacional). Será, por tanto, de fundamental importancia el congreso anual de la Unión Nacional Africana de diciembre, donde las nuevas generaciones políticas, más críticas con Mugabe, intentarán oponerse a la candidatura del actual Presidente. El propio Mugabe ha reconocido las crecientes tensiones en el interior de su partido, llegando a acusar explícitamente a algunas facciones moderadas de estar en liza por su sucesión. No es tan remota la posibilidad de que el octogenario Presidente se vea obligado a abdicar por parte de la propia facción moderada del ZANU-PF, en estrecho contacto con el MDC de Tsvangiari. Estas facciones podrían estar verosímilmente dispuestas a aceptar un Gobierno de transición mixto, al menos hasta que sea posible organizar unas elecciones presidenciales sobre la base de una nueva Constitución.
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Massimo Corsini
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Recientes desarrollos políticos
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A pesar de que las negociaciones de Pretoria han desembocado en la previsión de un nuevo plan regional para Zimbabue, la decisión del ZANU-PF de proponer a Mugabe como presidente vitalicio ha producido una inevitable agudización de la crisis política y económica. Esto, en un país donde la tasa de inflación ha superado el 13.000% (7.600% según fuentes gubernamentales). La grave emergencia alimentaria afecta a un tercio de la población y el fenómeno migratorio asume dimensiones cada vez más relevantes, incidiendo sobre la estabilidad económica y la seguridad de las inversiones extranjeras en toda la región.
El Ministro de justicia Chinamasa ha anunciado la apertura del debate parlamentario para la modificación de la Constitución que atribuiría al líder del ZANU-PF, Mugabe, el poder de nombrar a su sucesor al cargo de la presidencia. Una modificación constitucional que permanece al centro del debate político. La oposición, por su parte, solicita una reforma capaz de asegurar mayor participación y protección de todos los partidos, así como la revisión de las leyes electorales en vistas de las elecciones del 2008. Si esta ley fuera aprobada -el ZANU-PF supera los dos tercios de los escaños requeridos- la nueva Constitución modificada autorizaría al parlamento a nombrar un nuevo presidente en caso de defunción del Jefe de Estado en el cargo, propuesta que el MDC considera fuera de lugar en relación con las negociaciones de Pretoria, mediadas por el presidente sudafricano Mbeki.
En el curso de estas negociaciones, Mugabe ha, paradójicamente, aceptado una reducción de sus poderes, como una tentativa de secundar a las facciones del ZANU-PF que lo quieren fuera del partido para las elecciones de marzo de 2008. Un creciente descontento interno, confirmado por la parcial apertura del Gobierno de Harare hacia la oposición, entre quienes se encuentra el general Muguru (en el 2006 se opuso con éxito a una modificación constitucional que pretendía armonizar las elecciones presidenciales y parlamentarias); y con el veterano Mandaza (que propuso la dimisión de Mugabe para favorecer un acercamiento al Fondo Monetario Internacional y a la comunidad internacional). Será, por tanto, de fundamental importancia el congreso anual de la Unión Nacional Africana de diciembre, donde las nuevas generaciones políticas, más críticas con Mugabe, intentarán oponerse a la candidatura del actual Presidente. El propio Mugabe ha reconocido las crecientes tensiones en el interior de su partido, llegando a acusar explícitamente a algunas facciones moderadas de estar en liza por su sucesión. No es tan remota la posibilidad de que el octogenario Presidente se vea obligado a abdicar por parte de la propia facción moderada del ZANU-PF, en estrecho contacto con el MDC de Tsvangiari. Estas facciones podrían estar verosímilmente dispuestas a aceptar un Gobierno de transición mixto, al menos hasta que sea posible organizar unas elecciones presidenciales sobre la base de una nueva Constitución.
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Delicado equilibrio regional
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La Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC, por sus siglas en inglés), se ocupó por primera vez de la crisis de Zimbabue durante la cumbre regional de Windhoek en el año 2000, a pesar de que el empeoramiento de sus condiciones políticas (aislamiento internacional), económicas (inflación creciente y falta confianza por parte de los inversores) y sociales (migraciones) fueran manifiestos desde 1997. Se ha tenido que esperar hasta el 2007 para que la SADC, superando los precarios equilibrios políticos y económicos seguidos a la independencia y vinculados a la clase política regional menos joven, que ven en Mugabe un símbolo de la lucha de liberación de las potencias coloniales europeas, interviniese a favor de una solución, al menos económica, de la crisis. En el mes de julio, esta acción regional se ha concentrado en el desarrollo de un plan de recuperación basado en la extensión del área del Rand sudafricano a Zimbabue, en una tentativa de estabilizar la tasa de cambio y frenar la veloz inflación (300% a la semana).
Los resultados en el plano político se harán esperar todavía. En marzo, la SADC, después de continuos enfrentamientos entre las fuerzas de la policía y activistas democráticos, junto con la continua represión de la libertad de opinión y de otros derechos fundamentales, ha abandonado la “quiet diplomacy”, largamente adoptada en las relaciones con el régimen de Harare, a favor de una “política intervencionista”, reuniéndose en Dar es Salam para adoptar una estrategia común y “discutir sobre la situación política” de Zimbabue. A diferencia de la comunidad internacional que, desde la Unión Africana a la Unión Europea, ha condenado el Gobierno de Mugabe (incluso a través de sanciones económicas y financieras), la cúpula extraordinaria de Tanzania se ha imitado a solicitar un diálogo político, invitando al líder del ZANU-PF a aceptar la “mediación regional” del presidente sudafricano Thabo Mbeki, que desde hace tiempo solicita la intervención directa de la ONU o de la UA para organizar elecciones libres y democráticas supervisadas por la comunidad internacional. Se han producido importantes avances en el transcurso de los actuales diálogos de Pretoria, fruto de la mutada diplomacia sudafricana, donde el ZANU-PF y las dos secciones del dividido MCD han decidido adoptar una agenda política común. Entre los puntos clave de esta primera negociación se encuentra la reforma constitucional, para asegurar una mayor participación y protección de los partidos en la oposición; la revisión de las leyes electorales, en vista a las presidenciales del 2008; y la general reorganización de los medios de comunicación, desde hace tiempo censurados.
La disputa al interior del ZANU-PF, representa todavía el enésimo obstáculo a los intentos de la SADC por juntar en una misma mesa a representantes del Gobierno y de la oposición. Las más recientes políticas adoptadas por el régimen Mugabe, como el “Access to information and protection of privacy act”, la posibilidad de nacionalizar a las empresas extranjeras y reducir los precios de los bienes de primera necesidad, no hacen sino alejar las inversiones extranjeras y fomentar el amplio fenómeno migratorio, con graves repercusiones regionales. En un reciente encuentro en Lusaka, la SADC ha decidido emprender nuevas y más concretas acciones en sus relaciones con el ZANU-PF. Sin embargo, sigue faltando una política común fuerte y decidida, consecuencia de la ruptura interna de la propia SADC entre los partidarios de Mugabe y los partidarios de nuevos jefes de Estado no vinculados a la lucha de liberación colonial, mientras la situación regional permanece voluble e impredecible. Situación que parece destinada a permanecer así al menos hasta el final de las elecciones de 2008, mientras parece más probable una intervención de la comunidad internacional, con el apoyo de la UA, confirmando también la actualización de los planes de evacuación ingleses y la candidatura de Botswana como sede del AFRICOM estadounidense.
Delicado equilibrio regional
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La Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC, por sus siglas en inglés), se ocupó por primera vez de la crisis de Zimbabue durante la cumbre regional de Windhoek en el año 2000, a pesar de que el empeoramiento de sus condiciones políticas (aislamiento internacional), económicas (inflación creciente y falta confianza por parte de los inversores) y sociales (migraciones) fueran manifiestos desde 1997. Se ha tenido que esperar hasta el 2007 para que la SADC, superando los precarios equilibrios políticos y económicos seguidos a la independencia y vinculados a la clase política regional menos joven, que ven en Mugabe un símbolo de la lucha de liberación de las potencias coloniales europeas, interviniese a favor de una solución, al menos económica, de la crisis. En el mes de julio, esta acción regional se ha concentrado en el desarrollo de un plan de recuperación basado en la extensión del área del Rand sudafricano a Zimbabue, en una tentativa de estabilizar la tasa de cambio y frenar la veloz inflación (300% a la semana).
Los resultados en el plano político se harán esperar todavía. En marzo, la SADC, después de continuos enfrentamientos entre las fuerzas de la policía y activistas democráticos, junto con la continua represión de la libertad de opinión y de otros derechos fundamentales, ha abandonado la “quiet diplomacy”, largamente adoptada en las relaciones con el régimen de Harare, a favor de una “política intervencionista”, reuniéndose en Dar es Salam para adoptar una estrategia común y “discutir sobre la situación política” de Zimbabue. A diferencia de la comunidad internacional que, desde la Unión Africana a la Unión Europea, ha condenado el Gobierno de Mugabe (incluso a través de sanciones económicas y financieras), la cúpula extraordinaria de Tanzania se ha imitado a solicitar un diálogo político, invitando al líder del ZANU-PF a aceptar la “mediación regional” del presidente sudafricano Thabo Mbeki, que desde hace tiempo solicita la intervención directa de la ONU o de la UA para organizar elecciones libres y democráticas supervisadas por la comunidad internacional. Se han producido importantes avances en el transcurso de los actuales diálogos de Pretoria, fruto de la mutada diplomacia sudafricana, donde el ZANU-PF y las dos secciones del dividido MCD han decidido adoptar una agenda política común. Entre los puntos clave de esta primera negociación se encuentra la reforma constitucional, para asegurar una mayor participación y protección de los partidos en la oposición; la revisión de las leyes electorales, en vista a las presidenciales del 2008; y la general reorganización de los medios de comunicación, desde hace tiempo censurados.
La disputa al interior del ZANU-PF, representa todavía el enésimo obstáculo a los intentos de la SADC por juntar en una misma mesa a representantes del Gobierno y de la oposición. Las más recientes políticas adoptadas por el régimen Mugabe, como el “Access to information and protection of privacy act”, la posibilidad de nacionalizar a las empresas extranjeras y reducir los precios de los bienes de primera necesidad, no hacen sino alejar las inversiones extranjeras y fomentar el amplio fenómeno migratorio, con graves repercusiones regionales. En un reciente encuentro en Lusaka, la SADC ha decidido emprender nuevas y más concretas acciones en sus relaciones con el ZANU-PF. Sin embargo, sigue faltando una política común fuerte y decidida, consecuencia de la ruptura interna de la propia SADC entre los partidarios de Mugabe y los partidarios de nuevos jefes de Estado no vinculados a la lucha de liberación colonial, mientras la situación regional permanece voluble e impredecible. Situación que parece destinada a permanecer así al menos hasta el final de las elecciones de 2008, mientras parece más probable una intervención de la comunidad internacional, con el apoyo de la UA, confirmando también la actualización de los planes de evacuación ingleses y la candidatura de Botswana como sede del AFRICOM estadounidense.
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Conclusiones
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La cumbre de diciembre del ZANU-PF podrá proponer a Mugabe al cargo presidencial, o bien tratar de designar un nuevo líder capaz de restablecer el orden político y económico del país, además de recuperar la confianza regional e internacional. En la situación actual, tanto Sudáfrica como la Comunidad para del Desarrollo del África Austral, son escépticas en cuanto a las posibilidades de gobierno del MDC, desde hace tiempo interiormente dividido, prefiriendo seguir por la vía de un Gobierno de unidad nacional guiado por un ZANU-PF moderado. La intervención de la SACD parece ahora más necesaria que nunca, sin embargo, la división interna producida por la presencia de países que apoyan el régimen de Mugabe, la hacen inviable. Los primeros pasos tangibles han sido los intentos de mediación, parcialmente conseguidos, entre el ZANU-PF y las dos secciones del MDC, atribuyendo este mandato al presidente sudafricano Mbeki. El próximo paso, a continuación de la cumbre zimbabuense de diciembre, será la supervisión de los procedimientos de registro de los electores y del correcto desarrollo de las elecciones de marzo, vinculando las ayudas económicas al éxito democrático. La preocupación principal no es tanto un cambio en el status quo, como el desarrollo de elecciones libres que aseguren al electorado la posibilidad real de expresar su propia voluntad, paso necesario para el nacimiento de un nuevo gobierno democrático capaz de resolver los problemas de Zimbabue. No hay soluciones simples para una crisis cada vez más compleja, pero si la SADC consigue sacar el problema adelante demostrará que la “solución africana a los problemas africanos” es un concepto práctico no sólo retórico.
Conclusiones
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La cumbre de diciembre del ZANU-PF podrá proponer a Mugabe al cargo presidencial, o bien tratar de designar un nuevo líder capaz de restablecer el orden político y económico del país, además de recuperar la confianza regional e internacional. En la situación actual, tanto Sudáfrica como la Comunidad para del Desarrollo del África Austral, son escépticas en cuanto a las posibilidades de gobierno del MDC, desde hace tiempo interiormente dividido, prefiriendo seguir por la vía de un Gobierno de unidad nacional guiado por un ZANU-PF moderado. La intervención de la SACD parece ahora más necesaria que nunca, sin embargo, la división interna producida por la presencia de países que apoyan el régimen de Mugabe, la hacen inviable. Los primeros pasos tangibles han sido los intentos de mediación, parcialmente conseguidos, entre el ZANU-PF y las dos secciones del MDC, atribuyendo este mandato al presidente sudafricano Mbeki. El próximo paso, a continuación de la cumbre zimbabuense de diciembre, será la supervisión de los procedimientos de registro de los electores y del correcto desarrollo de las elecciones de marzo, vinculando las ayudas económicas al éxito democrático. La preocupación principal no es tanto un cambio en el status quo, como el desarrollo de elecciones libres que aseguren al electorado la posibilidad real de expresar su propia voluntad, paso necesario para el nacimiento de un nuevo gobierno democrático capaz de resolver los problemas de Zimbabue. No hay soluciones simples para una crisis cada vez más compleja, pero si la SADC consigue sacar el problema adelante demostrará que la “solución africana a los problemas africanos” es un concepto práctico no sólo retórico.
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Enlaces
Zimbabue: el papel de la sociedad en el contexto de crisis interna
Zimbabue: la involución político-económica
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Equilibri.net - Italy/25/09/2007
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