12/10/07

Doris Lessing, sorprendente Premio Nobel

Por Eduardo Mejía
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México - Aunque ha sido muy traducida al español, Doris Lessing no es demasiado conocida; cuando en los años sesenta y setenta la benemérita Seix-Barral publicaba todos sus libros, no se vendía nada bien, y su nombre circulaba sólo entre fanáticos suyos.

Sus novelas, sus relatos, tenían una tendencia muy política: su pentalogía Los hijos de la violencia habla del mundo desde un punto de vista femenino, pero no compasivo ni su voz es de víctima, sino de una luchadora.

Esa tendencia es muy clara desde su primera novela, Canta la hierba (que ahora se vende en un paquete junto con otras cuatro novelas, si no desechables, muy por debajo de ésa, bajo el sello de Ediciones B); pronto comenzó con experimentos no sólo difíciles sino muy radicales, como Instrucciones para un viaje al infierno, alucinante alegoría sobre la mente humana.

Menos densos eran sus relatos que hablan sobre las relaciones amorosas, como Un hombre y dos mujeres o La costumbre de amar, que han sido bien leídos y asimilados por una novelista española muy conocida, Rosa Montero.

De su primera época hay que destacar una de las novelas más emotivas, radicales, del siglo XX, El cuaderno dorado, una de las obras cumbres, a la altura de las más renombradas; en varios cuadernos de distintos colores, una mujer va llevando sus diarios en diferentes aspectos de la vida: la sexual, la intelectual, la doméstica; la política; la conjunción de todos lleva a un cuaderno diferente, el dorado, donde se mezclan todos: es uno de los libros más radicales que se hayan escrito, y contiene una visión feminista muy lejana de la maniquea versión de hombre contra mujer, o de una mujer masculinizada, o revolucionariamente correcta; se trata de uno de los mayores retos, tanto de la comprensión de un ser diferente, lejano de toda visión complaciente, que obliga a pensar en un mundo distinto, sin concesiones.

Ésa es una de sus mayores características: Doris Lessing es una escritora nada complaciente, ni siquiera con ella misma; mujer de izquierda pero distante de todo dogma, en sus novelas recientes ha llevado más lejos aún su visión política; sus personajes son aspirantes a revolucionarios que, 30 años después de sus aspiraciones de cambiar al mundo, siguen chantajeando a sus congéneres, a sus padres; su visión es desalentadora porque retrata a una generación que creyó en los cambios y no hizo nada para conseguirlos, sólo se disfrazó y se creyó iconoclasta, pero esperó que todo lo hicieran los demás.

En otra de sus facetas ha abordado la ciencia ficción, pero no como divertimento ni menos como divertimiento, sino como un espejo de lo que será el mundo (aunque lo llame con otro nombre y lo ponga en un lugar distinto y en una época muy lejana (no necesariamente el futuro), con todas las amenazas actuales convertidas en realidad: el cambio climático, el calentamiento global, pero también el deterioro político que parece que nos llevará hacia el desastre.

También ha abordado el tema de la vejez vista desde la juventud, y al revés, en una visión muy conmovedora acerca de la incomprensión entre dos edades muy distintas, y que es más radical aún que la llamada ruptura generacional entre los adolescentes y sus padres, más violenta, más irremediable.

Cabría apuntar que su sentido del humor no causa risa, sino espanto, como en los grandes humoristas, y se debe añadir su libro sobre sus gatos, que sólo entenderán los amantes de los gatos.

Es una sorpresa que la Academia Sueca le haya otorgado el Premio Nobel de Literatura 2007; en primer lugar, sobrepasa la edad que se había dicho era el límite de 80 años; su pensamiento político resulta incómodo para la izquierda y para la derecha en el poder, y para la izquierda y la derecha que aspiran al poder; sus libros no son para los lectores sentimentales que quieran leer historias conmovedoras de amores logrados o insatisfechos; su visión del mundo es muy amarga, y ha resultado crítica para muchos gobiernos e incluso para escritores que escriben para agradar. No se ha corrompido, no ha cedido a la tentación de la consagración, y sigue siendo tan joven como cuando publicó sus primeros libros, hace más de 50 años. Sigue siendo una inglesa opositora que comprende el difícil mundo del Medio Oriente como pocos occidentales, y no lo condena a priori. Nada en ella es a priori.

Autora de más de 40 libros (alguno con seudónimo, por ser sentimentales), se han traducido poco más de 30 de ellos, aunque no todos circulan y muchos se han agotado sin que se reediten, y otros ni siquiera llegan a nuestras librerías; hay que conseguirlos de las librerías españolas a precios altos porque sus distribuidoras mexicanas no consideran necesario traer más de cinco ejemplares que ni siquiera ponen a la venta, sino para promoción y publicidad. Hay críticos que la leen y confiesan que no saben de quién trata.

Entre los lectores mexicanos pocos han hablado de ella; quien le dedicó varias páginas inteligentes (y poseía toda su obra) fue Rosario Castellanos, quien siguió su pensamiento político y su idea de la literatura, sin copiarla pero asimilándola; Helena Fabián también escribió ensayos luminosos; Sergio Galindo comenzó a leerla y a admirarla; Cristina Pacheco la devoraba, al igual que José Emilio Pacheco, y no muchos más, entre los renombrados.

Hace poco en España se reeditó El cuaderno dorado, que circuló en México a finales de los años setenta en Noguer; a pesar de que su reedición fue hace unos tres o cuatro años, no se le encuentra en las librerías mexicanas; esperemos que, como sucede con otros autores laureados (en el caso del Nobel hay que decir que se trata más bien de un reconocimiento que de un galardón), comiencen a circular sus libros en México. (MCH)
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El Financiero - Mexico/12/10/2007

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