20/10/07

El nuevo tratado dará a la UE instituciones más eficaces y más peso en el mundo

Los gobernantes de la Unión Europea (UE) han dado en Lisboa el aprobado definitivo al nuevo tratado con el que esperan mejorar el funcionamiento de las instituciones comunitarias, después de casi una década de disputas internas por el reparto del poder.
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En principio, una Unión dotada de una presidencia estable, un 'Ejecutivo' en Bruselas más pequeño, un Parlamento con más poderes y menos posibilidades de vetos nacionales debería funcionar mejor y contar más en el mundo.Sin embargo, la nueva arquitectura institucional nace condicionada por la complejidad de algunos compromisos de última hora y por la eterna duda acerca de las fronteras últimas de este club que ha pasado de 15 miembros a 27 en tan sólo cuatro años.Lo aprobado en Lisboa tiene ambición de durar, pero todos los gobiernos son conscientes de que si Turquía ingresa un día en la Unión -se baraja el horizonte 2014-, las nuevas reglas y equilibrios tendrán que revisarse de arriba a abajo.El Tratado de Lisboa recoge, en sustancia, todas las innovaciones institucionales de la malograda Constitución Europea desprovistas eso sí de calificativos y nombres, como el de 'ministro', que podían sugerir la imitación de un 'superestado'.El origen de los cambios institucionales está en la insatisfacción de Alemania, el estado más poblado y poderoso de la Unión, que tras su reunificación en 1990 comenzó a exigir el peso que le correspondía dentro de la Europa comunitaria.Fruto de esa exigencia ha sido el cambio del actual sistema de voto, basado en una ponderación por grupos de países, a otro basado en la 'doble mayoría' donde los estados más poblados recuperan el peso que han ido perdiendo con las sucesivas ampliaciones de la Comunidad a miembros medianos y pequeños.Con el nuevo Tratado, la mayoría cualificada para la adopción de una decisión se alcanzará cuando la apoyen al menos el 55% de los estados miembros que representen el 65% de la población de la Unión.En su pulso particular con Alemania, Polonia ha conseguido retrasar la entrada en vigor de la 'doble mayoría' hasta 2014, con una prórroga posible del sistema de ponderación hasta 2017.Además, Varsovia ha tratado de blindar en el nuevo tratado, con éxito sólo parcial, el mecanismo conocido como 'compromiso de Ioannina', que permite a un grupo de países detener durante 'un plazo razonable' la toma de una decisión en el Consejo de ministros aunque no reúnan el número de votos necesario para bloquearla formalmente.Este 'pacto de caballeros', forzado por España en 1994 en vísperas de la ampliación de la Comunidad a las ricas Finlandia, Suecia y Austria, sólo se ha invocado una vez en sus trece años de historia y esconde un efecto 'boomerang' del que parece no haber sido muy conscientes los negociadores polacos.En efecto, con las nuevas reglas de voto, no será Polonia sino su vecina Alemania la que más fácilmente podrá recurrir al mecanismo cuando quiera suspender decisiones que la perjudiquen.Junto a la doble mayoría, el nuevo tratado prevé la eliminación del veto en otras 40 áreas suplementarias, incluidas las políticas de asilo, inmigración y cooperación policial y judicial (penal).En estos ámbitos tan sensibles, el Reino Unido ha mantenido sus cláusulas de exclusión, aunque sus socios europeos le han impuesto un corsé tan apretado que, en el futuro, Londres no podrá optar por quedarse al margen de una iniciativa concreta sin tener que salirse de la entera política.A partir de 2009, fecha prevista para la entrada en vigor del tratado, la Unión tendrá un presidente permanente, un casi ministro de Relaciones Exteriores (Alto representante) y un nuevo presidente de la Comisión Europea.Aunque el nuevo esquema representa un avance, sobre todo porque introduce coherencia en la dirección de la política exterior comunitaria -la misma persona controlará el dinero y la diplomacia- no está claro que no vaya a provocar una competencia estéril entre las tres cabezas.El primero que ha advertido del peligro ha sido el actual presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, quien teme que la figura del futuro presidente estable de la UE la utilicen los gobiernos más fuertes para puentear a la Comisión, la única garante según los tratados del interés común europeo.
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Terra Actualidad/EFE/20/10/2007

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