Tal como fue desarrollado por Theodor Herzl (1860-1904) y otros teóricos, el sionismo pide un estado judío soberano integrado en el contexto político e ideológico de su tiempo. Si los chinos, los árabes o los irlandeses buscaron establecer un estado nacional, ¿por qué no los judíos?
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“Ahora somos todos keynesianos”, afirmaba célebremente Richard Nixon justo cuando las teorías económicas de John Maynard Keynes caían en el desprestigio. Asimismo, uno podría haber dicho con confianza similar en 1989, mientras la existencia de Israel alcanzaba amplia aceptación, "Ahora todos somos sionistas". Ya no.
Cuente los sentidos en los que Israel está sitiado: desde los iraníes que construyen una bomba nuclear, los sirios que almacenan armas químicas, los egipcios y los saudíes que desarrollan fuerzas convencionales de importancia, Hezbolá atacando desde el Líbano, Fatah desde Cisjordania, Hamas desde Gaza, y los ciudadanos musulmanes de Israel pasando a estar políticamente intranquilos y ser más violentos.
Por todo el mundo, profesores, editorialistas y burócratas de ministerios de exteriores cuestionan la existencia continua de un estado judío. Hasta gobiernos amistosos, sobre todo la administración Bush, siguen iniciativas diplomáticas que minan la disuasión israelí a la vez incluso que sus ventas de armas erosionan su seguridad.
Supongamos, no obstante, que el país supera estos muchos problemas. Eso deja al descubierto su desafío definitivo: una población judía cada vez más desencantada con, e incluso avergonzada por, la ideología fundadora del país, el sionismo, el movimiento nacional judío de autodeterminación.
Tal como fue desarrollado por Theodor Herzl (1860-1904) y otros teóricos, el sionismo pide un estado judío soberano integrado en el contexto político e ideológico de su tiempo. Si los chinos, los árabes o los irlandeses buscaron establecer un estado nacional, ¿por qué no los judíos?
En realidad los judíos en especial, puesto que durante casi dos milenios han pagado el mayor precio de todos los pueblos por su debilidad política, habiendo sido expulsados, sido víctimas, sido perseguidos y asesinados en masa como ningún otro. El sionismo ofreció un escape a esta trágica historia haciendo acopio de fuerzas y asumiendo su papel defensivo.
Desde sus inicios, el sionismo tuvo su porcentaje de detractores judíos, que varían desde los haredim (ultra ortodoxos) a los iraquíes nostálgicos de rabinos reformistas. Pero hasta hace poco, éstos eran elementos marginales. Ahora, debido a las tasas de la natalidad, la comunidad haredi reducida en tiempos constituye el 22% de los alumnos de primer año actual de Israel; añada a esto el equivalente a grandes rasgos de graduados árabes y un enorme cambio en la política israelí puede esperarse hacia el 2025.
Lo que es peor para Israel, el nacionalismo judío ha perdido su casi automático apoyo que tuvo antes entre los judíos seculares, muchos de los cuales encuentran desfasada esta ideología del siglo XIX. Algunos aceptan argumentos de que un estado judío supone racismo o supremacía étnica, otros encuentran atractivas las alternativas universalistas y multiculturales. Considere algunas señales de los cambios en marcha:
Los jóvenes israelíes están evitando el servicio militar en cifras récord, con el 26% de los varones judíos en edad de alistarse y el 43% de las mujeres no movilizadas en el 2006. Un largado el ciclo israelí a solicitar una legislación que niegue a los judíos israelíes las prestaciones sociales si no cumplen el servicio militar.
El fiscal general de Israel, Menachem Mazuz, ha dado carpetazo al trabajo del Fondo Nacional Judío, una de las instituciones sionistas pioneras (fundada en 1901) determinando que su papel de comprar tierras específicamente para judíos no puede continuar en el futuro con asistencia estatal.
Prominentes historiadores israelíes se centran en cómo Israel fue concebido en pecado y ha sido una fuerza del mal.
El Ministerio de Educación de Israel ha aprobado libros de texto para estudiantes árabes de tercer año que presentan la creación de Israel en 1948 como "una catástrofe" (nakba en árabe).
Avraham Burg, el vástago de una importante familia sionista y prominente figura del Partido Laborista en persona, ha publicado un libro que compara a Israel con la Alemania de los años 30.
Una encuesta de 2004 concluía que solamente el 17% de los judíos americanos se llama "sionista".
Visto en contexto general, este giro del sionismo plasma las tendencias de los demás países occidentales, en los que el patriotismo a la vieja usanza y el orgullo nacional también han caído en picado. En Europa Occidental, la ciudadanía tiende a dar poco valor especial a su propia historia, costumbres y tradiciones. El mes pasado, por ejemplo la Princesa Máxima de Holanda, esposa del heredero al trono, anunciaba con amplia aceptación que "La identidad holandesa no existe". Este declive del patriotismo que abarca a todo Occidente repercute en detrimento de Israel, sugiriendo que los sucesos allí encajan en una tendencia más general que hace más difícil resistirse o invertir la tendencia.
Para rematar, los árabes se mueven en estos días en la dirección contraria, alcanzando un máximo en la fiebre de belicosidad religiosa y étnica.
Como sionista, contemplo estos diversos sucesos con un mal presagio para el futuro de Israel.
Me consuela recordar que pocos de los problemas de hoy eran evidentes en 1989. Quizá en el 2025 las perspectivas del sionismo brillen de nuevo, mientras los occidentales en general y los israelíes en particular despiertan por fin a los peligros planteados por los radicales palestinos, los jihadistas y los demás fundamentalistas de Oriente Medio.
“Ahora somos todos keynesianos”, afirmaba célebremente Richard Nixon justo cuando las teorías económicas de John Maynard Keynes caían en el desprestigio. Asimismo, uno podría haber dicho con confianza similar en 1989, mientras la existencia de Israel alcanzaba amplia aceptación, "Ahora todos somos sionistas". Ya no.
Cuente los sentidos en los que Israel está sitiado: desde los iraníes que construyen una bomba nuclear, los sirios que almacenan armas químicas, los egipcios y los saudíes que desarrollan fuerzas convencionales de importancia, Hezbolá atacando desde el Líbano, Fatah desde Cisjordania, Hamas desde Gaza, y los ciudadanos musulmanes de Israel pasando a estar políticamente intranquilos y ser más violentos.
Por todo el mundo, profesores, editorialistas y burócratas de ministerios de exteriores cuestionan la existencia continua de un estado judío. Hasta gobiernos amistosos, sobre todo la administración Bush, siguen iniciativas diplomáticas que minan la disuasión israelí a la vez incluso que sus ventas de armas erosionan su seguridad.
Supongamos, no obstante, que el país supera estos muchos problemas. Eso deja al descubierto su desafío definitivo: una población judía cada vez más desencantada con, e incluso avergonzada por, la ideología fundadora del país, el sionismo, el movimiento nacional judío de autodeterminación.
Tal como fue desarrollado por Theodor Herzl (1860-1904) y otros teóricos, el sionismo pide un estado judío soberano integrado en el contexto político e ideológico de su tiempo. Si los chinos, los árabes o los irlandeses buscaron establecer un estado nacional, ¿por qué no los judíos?
En realidad los judíos en especial, puesto que durante casi dos milenios han pagado el mayor precio de todos los pueblos por su debilidad política, habiendo sido expulsados, sido víctimas, sido perseguidos y asesinados en masa como ningún otro. El sionismo ofreció un escape a esta trágica historia haciendo acopio de fuerzas y asumiendo su papel defensivo.
Desde sus inicios, el sionismo tuvo su porcentaje de detractores judíos, que varían desde los haredim (ultra ortodoxos) a los iraquíes nostálgicos de rabinos reformistas. Pero hasta hace poco, éstos eran elementos marginales. Ahora, debido a las tasas de la natalidad, la comunidad haredi reducida en tiempos constituye el 22% de los alumnos de primer año actual de Israel; añada a esto el equivalente a grandes rasgos de graduados árabes y un enorme cambio en la política israelí puede esperarse hacia el 2025.
Lo que es peor para Israel, el nacionalismo judío ha perdido su casi automático apoyo que tuvo antes entre los judíos seculares, muchos de los cuales encuentran desfasada esta ideología del siglo XIX. Algunos aceptan argumentos de que un estado judío supone racismo o supremacía étnica, otros encuentran atractivas las alternativas universalistas y multiculturales. Considere algunas señales de los cambios en marcha:
Los jóvenes israelíes están evitando el servicio militar en cifras récord, con el 26% de los varones judíos en edad de alistarse y el 43% de las mujeres no movilizadas en el 2006. Un largado el ciclo israelí a solicitar una legislación que niegue a los judíos israelíes las prestaciones sociales si no cumplen el servicio militar.
El fiscal general de Israel, Menachem Mazuz, ha dado carpetazo al trabajo del Fondo Nacional Judío, una de las instituciones sionistas pioneras (fundada en 1901) determinando que su papel de comprar tierras específicamente para judíos no puede continuar en el futuro con asistencia estatal.
Prominentes historiadores israelíes se centran en cómo Israel fue concebido en pecado y ha sido una fuerza del mal.
El Ministerio de Educación de Israel ha aprobado libros de texto para estudiantes árabes de tercer año que presentan la creación de Israel en 1948 como "una catástrofe" (nakba en árabe).
Avraham Burg, el vástago de una importante familia sionista y prominente figura del Partido Laborista en persona, ha publicado un libro que compara a Israel con la Alemania de los años 30.
Una encuesta de 2004 concluía que solamente el 17% de los judíos americanos se llama "sionista".
Visto en contexto general, este giro del sionismo plasma las tendencias de los demás países occidentales, en los que el patriotismo a la vieja usanza y el orgullo nacional también han caído en picado. En Europa Occidental, la ciudadanía tiende a dar poco valor especial a su propia historia, costumbres y tradiciones. El mes pasado, por ejemplo la Princesa Máxima de Holanda, esposa del heredero al trono, anunciaba con amplia aceptación que "La identidad holandesa no existe". Este declive del patriotismo que abarca a todo Occidente repercute en detrimento de Israel, sugiriendo que los sucesos allí encajan en una tendencia más general que hace más difícil resistirse o invertir la tendencia.
Para rematar, los árabes se mueven en estos días en la dirección contraria, alcanzando un máximo en la fiebre de belicosidad religiosa y étnica.
Como sionista, contemplo estos diversos sucesos con un mal presagio para el futuro de Israel.
Me consuela recordar que pocos de los problemas de hoy eran evidentes en 1989. Quizá en el 2025 las perspectivas del sionismo brillen de nuevo, mientras los occidentales en general y los israelíes en particular despiertan por fin a los peligros planteados por los radicales palestinos, los jihadistas y los demás fundamentalistas de Oriente Medio.
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Diario de América - USA/17/10/2007
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