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Veinte salas de ocho países intercambian sus experiencias en una reunión en Bilbao
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Veinte salas de ocho países intercambian sus experiencias en una reunión en Bilbao
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L. GIL
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LA REUNIÓN
Participantes: Veinte narcosalas de ocho países. Alemania (6), España (5), Suiza (3), Holanda (2), Australia (1), Canadá (1), Noriega (1) y Luxemburgo (1). Objetivo: Potenciar la creación de una red internacional de salas de consumo que permita el intercambio de experiencias.
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LA REUNIÓN
Participantes: Veinte narcosalas de ocho países. Alemania (6), España (5), Suiza (3), Holanda (2), Australia (1), Canadá (1), Noriega (1) y Luxemburgo (1). Objetivo: Potenciar la creación de una red internacional de salas de consumo que permita el intercambio de experiencias.
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La Biblioteca de Bidebarrieta acogió ayer la I Reunión Científica Internacional sobre Salas de Consumo organizada por Médicos del Mundo. La cita, que contó con la presencia del consejero de Asuntos Sociales, Javier Madrazo; el diputado de Acción Social, Juan Mari Aburto, y el concejal del mismo área, Ricardo Barkala, congregó a responsables de veinte narcosalas repartidas por ocho países, entre ellos, Alemania, Suiza y Holanda. El objetivo: potenciar la creación de una red a nivel mundial que permita el intercambio de información y de experiencias entre centros.
La Biblioteca de Bidebarrieta acogió ayer la I Reunión Científica Internacional sobre Salas de Consumo organizada por Médicos del Mundo. La cita, que contó con la presencia del consejero de Asuntos Sociales, Javier Madrazo; el diputado de Acción Social, Juan Mari Aburto, y el concejal del mismo área, Ricardo Barkala, congregó a responsables de veinte narcosalas repartidas por ocho países, entre ellos, Alemania, Suiza y Holanda. El objetivo: potenciar la creación de una red a nivel mundial que permita el intercambio de información y de experiencias entre centros.
Una de las ponentes del acto fue la directora médica de la sala australiana de Kings Cross, Ingrid Van Beek. Esta narcosala, situada a dos kilómetros del pleno centro de Sydney, abrió sus puertas en mayo de 2001. Sus características, así como su modo de funcionamiento, son muy similares a las de la bilbaína. Al menos, así lo asegura Van Beek. «Se trata de una zona que siempre había sido cosmopolita, pero que, desde los años setenta, tras la guerra de Vietnam, se convirtió en un foco de droga y delincuencia», describe.
La narcosala nació para dar respuesta a esta situación. Se construyó en una zona portuaria, cerca de una estación de tren, una ubicación que guarda gran parecido con la de la sala de la calle Bailén. Sus inicios, sin embargo, tampoco fueron fáciles. Los vecinos de la zona, «jóvenes con muy buena educación», entendían que este servicio era necesario, pero no la idea de que los usuarios acudiesen a por las jeringuillas y se 'pinchasen' en la calle. «La ley no nos permitía que se drogaran dentro de las instalaciones, así que el problema no se solucionaba. Al menos, no como se esperaba. Las jeringuillas usadas seguían siendo un peligro tanto para otros drogodependientes como para el público», comenta Van Beek. La presión ciudadana y política obligó al Gobierno australiano a cambiar la normativa.
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«Menos crímenes»
El perfil de los usuarios de King Cross es prácticamente el mismo que el de la capital vizcaína. «Tres cuartas partes son hombres y la media de edad es de 34 años, aunque también hay consumidores muy jóvenes, de unos 16 años», señala la doctora. La diferencia, no obstante, la marca el tipo de consumo. La narcosala de Sydney carece de un espacio destinado a la inhalación, ya que el consumo, tanto de heroína como de cocaína, se lleva a cabo sólo por vía inyectada.
Los resultados obtenidos en Australia no dejan lugar a dudas. «El número de muertos por sobredosis era de dos personas a la semana, incluso superior al de los fallecidos en accidente de tráfico, pero, desde que se abrió la narcosala, esta cifra se ha reducido en un 70%. Además, las llamadas a ambulancias en la zona han caído un 80%. Ahora hay menos crímenes. El barrio está mucho más tranquilo», concluye.
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El Correo Digital - España/23/10/2007
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