Con ocasión de la reunión de los Estados del mar Caspio, el presidente ruso Putin ha subrayado su firme oposición a cualquier tipo de castigo hacia la República Islámica, recalcando que no existe ninguna evidencia de que el programa nuclear iraní persiga fines bélicos. Estas declaraciones, así como la promesa realizada por los Estados participantesen la cumbre de no formar parte de acciones bélicas que puedan perjudicar a alguno de los otros países costeros, constituyen para Ahmadinejad una importante victoria a la hora de garantizar su seguridad de cara a un posible ataque estadounidense. Además, se trata también de un importante éxito diplomático como el que ninguno de sus predecesores había conseguido.
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Elisa Morici
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Antes de su llegada a Teherán, el presidente ruso Vladimir Putin expresó su voluntad de fomentar el diálogo y la diplomacia con la República Islámica para tratar de superar la parálisis en la que se encuentran las negociaciones sobre el programa nuclear. Después de la reunión celebrada por los Estados del mar Caspio el pasado 16 de octubre, Putin se reunió de forma bilateral con el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad y con el líder supremo de la Revolución Islámica, el ayatolá Jamenei.
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Antes de su llegada a Teherán, el presidente ruso Vladimir Putin expresó su voluntad de fomentar el diálogo y la diplomacia con la República Islámica para tratar de superar la parálisis en la que se encuentran las negociaciones sobre el programa nuclear. Después de la reunión celebrada por los Estados del mar Caspio el pasado 16 de octubre, Putin se reunió de forma bilateral con el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad y con el líder supremo de la Revolución Islámica, el ayatolá Jamenei.
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La importancia del compromiso de Putin
En la controvertida cuestión iraní, el presidente del Kremlin aparece como el principal promotor del diálogo, que entiende como preferible al uso de la fuerza. Es por ello que rechaza de forma sistemática la idea defendida por Washington de establecer sanciones internacionales contra Irán o de intervenir con la fuerza en el caso de que el Gobierno iraní obstaculice las investigaciones de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Durante la clausura de la reunión regional, Putin ha defendido el derecho de cada Estado participante en la conferencia a desarrollar sus propios programas nucleares sin restricción alguna, aunque respetando lo acordado en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y manteniendo el compromiso de utilizar con fines pacíficos la tecnología obtenida. Según Putin, no existe ninguna evidencia de que el programa nuclear iraní se desarrolle con fines bélicos, por lo que no hay ninguna razón para insistir en llevar a cabo las sanciones contra Irán y, menos aún, para poner en marcha nuevos castigos. Cualquier tipo de medida de esta índole propuesta en el seno de Naciones Unidas, será con toda probabilidad rechazada por el veto de Rusia.Detrás del esfuerzo realizado por Putin se encuentra una relativa confluencia de los intereses políticos y económicos actuales de Rusia e Irán. En el plano político, ambos países comparten su impaciencia ante la política unilateral americana, aunque la retórica rusa se sirva de un lenguaje mucho más prudente que el de su socio iraní. Desde el punto de vista económico, el embargo estadounidense ha fomentado una aproximación entre ambos países. Por un lado, la República Islámica se ha servido de transferencias de tecnología rusa para renovar la propia flota aérea civil, reorganizar las infraestructuras militares e industriales y para construir el primer reactor nuclear, en los alrededores de Bushehr. Por otro lado, se han desarrollado diversos proyectos de colaboración entre Rusia e Irán referentes al sector petrolífero, al del gas y al de los transportes.Las declaraciones del presidente ruso se insertan además en el marco de una garantía regional muy extensa de la que la República Islámica puede beneficiarse después de la reunión de octubre. Los países que han intervenido en la conferencia (además de Irán y Rusia han estado presentes Azerbaiján, Kazajstán y Turkmenistán) han suscrito la promesa de no participar en ataques u otro tipo de acciones ofensivas dirigidas contra alguno de los otros Estados ribereños. Según este compromiso, cada Estado se vería obligado a negarse a ceder el uso de su propio territorio como base de apoyo a terceros países con intenciones de atacar a una de las otras partes. Para Teherán este acuerdo significa una protección contra las estrategias militares americanas desarrolladas en la región, en la cual Azerbaiján, socio de Estados Unidos en la zona, podría constituir un importante apoyo logístico.
La importancia del compromiso de Putin
En la controvertida cuestión iraní, el presidente del Kremlin aparece como el principal promotor del diálogo, que entiende como preferible al uso de la fuerza. Es por ello que rechaza de forma sistemática la idea defendida por Washington de establecer sanciones internacionales contra Irán o de intervenir con la fuerza en el caso de que el Gobierno iraní obstaculice las investigaciones de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Durante la clausura de la reunión regional, Putin ha defendido el derecho de cada Estado participante en la conferencia a desarrollar sus propios programas nucleares sin restricción alguna, aunque respetando lo acordado en el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y manteniendo el compromiso de utilizar con fines pacíficos la tecnología obtenida. Según Putin, no existe ninguna evidencia de que el programa nuclear iraní se desarrolle con fines bélicos, por lo que no hay ninguna razón para insistir en llevar a cabo las sanciones contra Irán y, menos aún, para poner en marcha nuevos castigos. Cualquier tipo de medida de esta índole propuesta en el seno de Naciones Unidas, será con toda probabilidad rechazada por el veto de Rusia.Detrás del esfuerzo realizado por Putin se encuentra una relativa confluencia de los intereses políticos y económicos actuales de Rusia e Irán. En el plano político, ambos países comparten su impaciencia ante la política unilateral americana, aunque la retórica rusa se sirva de un lenguaje mucho más prudente que el de su socio iraní. Desde el punto de vista económico, el embargo estadounidense ha fomentado una aproximación entre ambos países. Por un lado, la República Islámica se ha servido de transferencias de tecnología rusa para renovar la propia flota aérea civil, reorganizar las infraestructuras militares e industriales y para construir el primer reactor nuclear, en los alrededores de Bushehr. Por otro lado, se han desarrollado diversos proyectos de colaboración entre Rusia e Irán referentes al sector petrolífero, al del gas y al de los transportes.Las declaraciones del presidente ruso se insertan además en el marco de una garantía regional muy extensa de la que la República Islámica puede beneficiarse después de la reunión de octubre. Los países que han intervenido en la conferencia (además de Irán y Rusia han estado presentes Azerbaiján, Kazajstán y Turkmenistán) han suscrito la promesa de no participar en ataques u otro tipo de acciones ofensivas dirigidas contra alguno de los otros Estados ribereños. Según este compromiso, cada Estado se vería obligado a negarse a ceder el uso de su propio territorio como base de apoyo a terceros países con intenciones de atacar a una de las otras partes. Para Teherán este acuerdo significa una protección contra las estrategias militares americanas desarrolladas en la región, en la cual Azerbaiján, socio de Estados Unidos en la zona, podría constituir un importante apoyo logístico.
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Descrédito interno y apreciaciones regionales: la doble cara del régimen
La cumbre de Teherán supone para Ahmadinejad un éxito diplomático como no había obtenido ninguno de sus predecesores. Sin embargo, en el interior de la República Islámica las protestas y el malestar civil y político son cada vez mayores. No hace mucho se recibió la noticia de la dimisión de Ali Larijani, el principal negociador iraní que participaba en las conversaciones con la comunidad internacional sobre el programa nuclear, quien al parecer discrepaba con la posición sostenida por Ahmadinejad. Pero el presidente iraní, a diferencia de sus predecesores, es valorado positivamente por los países de la región, e incluso a nivel internacional. La reunión de los Estados del mar Caspio no solamente ha tenido lugar en la capital, Teherán, sino que además ha conseguido traer hasta Irán al presidente del Kremlin, cosa que no había ocurrido desde que tuviera lugar el estallido de la Revolución Islámica y que, de todos modos, tampoco antes de ésta constituía un acontecimiento muy frecuente debido a las relaciones históricas mantenidas por ambos Estados.El pasado septiembre Ahmadinejad fue invitado a dar un discurso en la Universidad de Columbia. Aunque sus palabras fueron acogidas con duras protestas por parte de los estudiantes y del cuerpo docente, al menos se le ofreció la oportunidad de explicar su posición en casa de su enemigo por excelencia, Estados Unidos. Ya en agosto Irán había sido convocado para tomar parte como invitado de honor en la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en la que participan los líderes de China, Rusia, Kazajstán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán. La OCS fue fundada en 1996 con el objetivo declarado de realizar distintos proyectos de cooperación entre sus diversos miembros en materia de seguridad militar, desarrollo económico e intercambios culturales y comerciales. Su creación fue el fruto de una convergencia de los intereses regionales de China y Rusia en Asia Central, un área rica en recursos energéticos en la que ambos países consideran necesario minimizar la injerencia de Washington.Si a todo esto se suma el hecho de que los discursos cada vez más violentos y antisemitas del presidente iraní son pocas veces condenados de forma oficial y que nunca se han conseguido poner en práctica sanciones concretas, parece bastante adecuado el apelativo utilizado por el periodista iraní Amir Taheri en un artículo publicado en el diario Asharq Alawsat, para referirse a Ahmadinejad como “el vencedor” (“the winner”). Ahmadinejad ha conseguido concluir, tanto a nivel nacional como internacional, algunos de los cambios ya iniciados por sus predecesores sin ser castigado severamente por ello. Según el mismo Amir Taheri, las sanciones impuestas por el Tesoro americano, aunque han incitado a algunos institutos de crédito a interrumpir las relaciones con Irán, no han afectado a las rentables relaciones comerciales entre el país y la Unión Europea, cuyo volumen de negocio asciende a 38.000 millones de dólares, ni han impedido a las bancas iraníes eludir el bloqueo financiero gracias a las operaciones llevadas a cabo con los institutos malasios y turcos en contacto con las bancas occidentales.
Descrédito interno y apreciaciones regionales: la doble cara del régimen
La cumbre de Teherán supone para Ahmadinejad un éxito diplomático como no había obtenido ninguno de sus predecesores. Sin embargo, en el interior de la República Islámica las protestas y el malestar civil y político son cada vez mayores. No hace mucho se recibió la noticia de la dimisión de Ali Larijani, el principal negociador iraní que participaba en las conversaciones con la comunidad internacional sobre el programa nuclear, quien al parecer discrepaba con la posición sostenida por Ahmadinejad. Pero el presidente iraní, a diferencia de sus predecesores, es valorado positivamente por los países de la región, e incluso a nivel internacional. La reunión de los Estados del mar Caspio no solamente ha tenido lugar en la capital, Teherán, sino que además ha conseguido traer hasta Irán al presidente del Kremlin, cosa que no había ocurrido desde que tuviera lugar el estallido de la Revolución Islámica y que, de todos modos, tampoco antes de ésta constituía un acontecimiento muy frecuente debido a las relaciones históricas mantenidas por ambos Estados.El pasado septiembre Ahmadinejad fue invitado a dar un discurso en la Universidad de Columbia. Aunque sus palabras fueron acogidas con duras protestas por parte de los estudiantes y del cuerpo docente, al menos se le ofreció la oportunidad de explicar su posición en casa de su enemigo por excelencia, Estados Unidos. Ya en agosto Irán había sido convocado para tomar parte como invitado de honor en la reunión de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en la que participan los líderes de China, Rusia, Kazajstán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán. La OCS fue fundada en 1996 con el objetivo declarado de realizar distintos proyectos de cooperación entre sus diversos miembros en materia de seguridad militar, desarrollo económico e intercambios culturales y comerciales. Su creación fue el fruto de una convergencia de los intereses regionales de China y Rusia en Asia Central, un área rica en recursos energéticos en la que ambos países consideran necesario minimizar la injerencia de Washington.Si a todo esto se suma el hecho de que los discursos cada vez más violentos y antisemitas del presidente iraní son pocas veces condenados de forma oficial y que nunca se han conseguido poner en práctica sanciones concretas, parece bastante adecuado el apelativo utilizado por el periodista iraní Amir Taheri en un artículo publicado en el diario Asharq Alawsat, para referirse a Ahmadinejad como “el vencedor” (“the winner”). Ahmadinejad ha conseguido concluir, tanto a nivel nacional como internacional, algunos de los cambios ya iniciados por sus predecesores sin ser castigado severamente por ello. Según el mismo Amir Taheri, las sanciones impuestas por el Tesoro americano, aunque han incitado a algunos institutos de crédito a interrumpir las relaciones con Irán, no han afectado a las rentables relaciones comerciales entre el país y la Unión Europea, cuyo volumen de negocio asciende a 38.000 millones de dólares, ni han impedido a las bancas iraníes eludir el bloqueo financiero gracias a las operaciones llevadas a cabo con los institutos malasios y turcos en contacto con las bancas occidentales.
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Conclusiones
En los últimos meses, la posición de Rusia respecto a Irán ha hecho adquirir a éste último un mayor protagonismo en las cuestiones regionales no sólo en las mediorientales, en las que ya participaba plenamente, sino también en las de Asia Central. Esto permite a Teherán, sobre todo, poseer algunas garantías de seguridad ante una posible iniciativa bélica americana ya que, de acuerdo con la declaración concluida en la conferencia del mar Caspio, los Estados Unidos no podrán contar con las repúblicas asiáticas como soporte logístico. En segundo lugar, además, la fuerte oposición de Rusia a concluir nuevas medidas de sanción contra la República Islámica podría conducir a un enfrentamiento con los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad. Todo esto provocaría la parálisis de las discusiones que están teniendo lugar en el seno de Naciones Unidas, de lo que se derivarían dos importantes consecuencias: en primer lugar, que Teherán ganaría tiempo para desarrollar sus propios programas y, en segundo lugar, que esto irritaría aún más a Estados Unidos, los cuales podrían decidir realizar, de forma unilateral, una actuación al margen de la resolución de la ONUEn el plano interno, los resultados obtenidos por Ahmadinejad han sido acogidos con preocupación por la fracción reformista y por los opositores políticos, que ya no pueden jugar la carta del descrédito internacional de la República Islámica en beneficio propio, puesto que ésta goza ahora de mayor influencia en la región que los gobiernos anteriores. A los reformistas no les queda más que aprovecharse del descontento social que ha originado la mala gestión política del Gobierno de Ahmadinejad y esperar que la represión que ha comenzado a llevarse a cabo, no se vuelva más violenta e imposibilite cualquier iniciativa de protesta.
Conclusiones
En los últimos meses, la posición de Rusia respecto a Irán ha hecho adquirir a éste último un mayor protagonismo en las cuestiones regionales no sólo en las mediorientales, en las que ya participaba plenamente, sino también en las de Asia Central. Esto permite a Teherán, sobre todo, poseer algunas garantías de seguridad ante una posible iniciativa bélica americana ya que, de acuerdo con la declaración concluida en la conferencia del mar Caspio, los Estados Unidos no podrán contar con las repúblicas asiáticas como soporte logístico. En segundo lugar, además, la fuerte oposición de Rusia a concluir nuevas medidas de sanción contra la República Islámica podría conducir a un enfrentamiento con los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad. Todo esto provocaría la parálisis de las discusiones que están teniendo lugar en el seno de Naciones Unidas, de lo que se derivarían dos importantes consecuencias: en primer lugar, que Teherán ganaría tiempo para desarrollar sus propios programas y, en segundo lugar, que esto irritaría aún más a Estados Unidos, los cuales podrían decidir realizar, de forma unilateral, una actuación al margen de la resolución de la ONUEn el plano interno, los resultados obtenidos por Ahmadinejad han sido acogidos con preocupación por la fracción reformista y por los opositores políticos, que ya no pueden jugar la carta del descrédito internacional de la República Islámica en beneficio propio, puesto que ésta goza ahora de mayor influencia en la región que los gobiernos anteriores. A los reformistas no les queda más que aprovecharse del descontento social que ha originado la mala gestión política del Gobierno de Ahmadinejad y esperar que la represión que ha comenzado a llevarse a cabo, no se vuelva más violenta e imposibilite cualquier iniciativa de protesta.
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Traducción de Paula Martosrán: la repercusión de las declaraciones de Putin en la política de Teherán
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Equilibri.net - Italy/25/10/2007
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